VALENCIA. Fue Felipe Garín Llombart quizás el primero que usó la comparación: Para Ignacio Pinazo Camarlench (1849 -1916) Godella fue como la Martinica para Gauguin, el lugar donde refugiarse. "Godella es para Pinazo el lugar de pensar y de pintar o si se quiere donde se pinta pensando", escribía. Hoy Godella está llena de referencias al artista. La calle donde vivió lleva su nombre, Pintor Pinazo. Su casa museo se encuentra en ella, y también la casa en la que viven sus descendientes. Hay una escultura dedicada a él frente a la iglesia de San Bartolomé, en la calle mayor.
Para entender esta pervivencia en el tiempo no hay que acudir sólo a él. Cierto es que fue un gran pintor, uno de los más grandes del XIX valenciano. El más personal también. El arte y la cultura valencianos vivían entonces el auge del costumbrismo. Pinazo no renegó nunca de ello "pero su visión estaba bastante alejada del tono marcadamente anecdótico de sus paisanos", como resumía el crítico Francisco Javier Pérez Rozas, quizá el mayor especialista de Pinazo hoy día.
Aunque fue un artista consciente de su valía, Ignacio Pinazo mantuvo siempre una prudente distancia sobre su ego. En un documento conservado en la Casa Museo Pinazo de Godella, el artista escribió sobre sí mismo con ironía: "Yo nací el 11 de enero de 1849, probablemente pequeñito, pero Rey, Príncipe, General, muy sabio". No se tomaba pues muy en serio. La reivindicación de su talento ha sido en gran medida una tarea familiar.
Tanto sus hijos José Pinazo Martínez (1879 -1933), pintor, como Ignacio Pinazo Martínez (1883 -1970), escultor, como sus posteriores descendientes se han esforzado para que se ponga la mirada sobre este artista único, excepcional, que renunció a los oropeles de la fama y que no sólo no se instaló en Madrid, como sí hicieron otros coetáneos suyos, sino que también renunció a Valencia. Lo hizo cuando salió de la ciudad en 1884, con motivo de la epidemia de cólera y, tras un año en Bétera, se desplazó a Godella, a una calle que entonces se llamaba calle del Pí, donde vivió hasta su muerte.
Pinazo hizo de esta localidad de L'Horta Nord su Arcadia feliz, su Martinica gauguiniana que diría Garín Llombart, el lugar donde poder desarrollar su arte. Un arte que transmitió a sus hijos y estos a su vez a los suyos, en un constante paso de la antorcha que ha convertido a los Pinazo en posiblemente la saga más importante del arte valenciano.
UNA EXPOSICIÓN SOBRE LA SAGA
Desde este jueves el Museo de Bellas Artes de Valencia echa la mirada sobre esta saga familiar con una exposición compuesta con obras de sus fondos. La muestra es pequeña, lo que técnicamente se conoce como exposición de gabinete, pero es interesante porque permite admirar el talento de este artista y de sus dos hijos, sus herederos en la forma, en el fondo y en el espíritu, y cuyo nombre quedó eclipsado por la montaña inmensa que fue su padre, y que sólo ahora, vistos en la distancia, comienzan a ser admirados en su justa medida.
La selección fue presentada por la directora del Museo de Bellas Artes, Paz Olmos, acompañada por la restauradora Asunción Tena, quien une a su condición de técnica especializada el componente familiar. Y es que Tena es esposa del biznieto del pintor, el arquitecto José Ignacio Casar Pinazo. La muestra, que se podrá visitar hasta el 22 de febrero de 2015, se compone de cincuenta piezas, 38 pinturas, cuatro esculturas y ocho dibujos, y exhibe por primera vez tres dibujos inéditos del padre de la saga, donados recientemente por la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes de Valencia, y dos cuadros cedidos también por particulares que fueron pintados por su hijo José.
Los dibujos constituyen la primera adquisición y donación de la Asociación. La conservadora de Dibujos y Estampas del San Pío, Adela Espinós, ya jubilada, les puso sobre aviso de que estas piezas estarían disponibles en la subasta Segre de Madrid y se hicieron con ellas por poco más de 3.000 euros. El secretario de la organización, Nicolás Bugeda, se mostró "muy ilusionado" de poder apoyar al Museo de Bellas Artes y señaló que estos dibujos tiene más bien un "valor testimonial", si bien la donación permitirá que "se queden en casa". Así, animó a la sociedad civil a "implicarse en el ámbito cultural" y facilitar donaciones.
Además, se podrá apreciar también por primera vez los dos cuadros de José antes citados: el retrato de un niño, donado por Nuria Vera en 2012, y el retrato de Teresa Turnes, donado mediante legado en 2014 por la hija de la retratada. En el recorrido se desempolvan también obras emblemáticas como la Floreal que fue Medalla de Oro, la hermosa El guardavías, El monaguillo o El invierno, pinturas que permanecían ocultas en el almacén del museo, con motivo de los trabajos de restauración del edificio que alberga el XIX valenciano, y que ahora salen a la luz para arropar a las donaciones.
DE LA VISIÓN DEL PADRE A LAS INQUIETUDES DE LOS HIJOS
El visitante podrá aproximarse someramente a la visión de Ignacio Pinazo padre sobre la figura humana, que surgió tras su viaje becado a Italia. Una inquietud que, según explicó este jueves Tena en declaraciones recogidas por Europa Press, a su regreso a Valencia le hizo enfocar la representación del cuerpo humano de dos maneras diferentes: en los encargos los personajes se muestran "más rígidos", mientras que en los retratos familiares, de sus hijos, su esposa e incluso de él mismo, la figura humana es más libre y natural. "Ese tipo de obra que no necesita que nadie apruebe, porque hace para él y para su familia, es su obra más suelta", aseguró. Pinazo también cultivó el desnudo reinterpretando recursos adquiridos en Roma y desarrolló intensos trabajos en decoraciones de techos para la burguesía valenciana, de los que se exhiben algunos ejemplos.
De José Pinazo destacan los bodegones y figuras. Retratista de gran fama en su época, alcanzó renombre internacional lo que le permitió una "vida de alto nivel que le alejó de Godella, al contrario que su padre, intimista que se refugió en el pueblo", explicó Tena. Por su parte, las esculturas de Ignacio hijo reunidas en la exposición abarcan cinco décadas de creación. "Sus obras realizadas para exhibirse en las calles", explicó Tena, "tienen planos densos, pero cuando hace obras pequeñas, como éstas, más íntimas, de retratos, son de estética mucho más cercana". Entre las obras reunidas se encuentra el retrato que hizo de su padre.
En la pequeña exposición, al confrontar la obra de los hijos y el padre se solventa mínimamente una "deuda importante" que Valencia tiene sobre los hermanos Pinazo, tal y como señalaba Tena, y se sitúa a los tres en un mismo plano. Y es que, en buena medida, la fama del progenitor entorpeció el desarrollo profesional de sus hijos. En este sentido Tena recordó una frase que decía el pintor valenciano: "Llevo muchos años sin pintar para que mis hijos puedan trabajar". Y recordó que en el domicilio de los Pinazo se ha dicho habitualmente sobre los hermanos Pinazo: "José no tiene quien le escriba e Ignacio a quien nadie quiere". Se trata, pues, de un acto de justicia. Ellos, que transmitieron el legado de su padre y preservaron su obra intacta, son recordados ahora gracias a él.
# 1 Completamente de acuerdo contigo. Salvados: Jose´Ignacio Casar y Asunción Tena
Garín, Pérez Rojas, Paz Olmos, Espinós y Bugeda. Menuda pandilla. Qué nivel...
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.