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EL REGRESO DE UNA INSTITUCIÓN POP

Mercromina: Al rescate de un repertorio imperecedero

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 11/12/2014 La banda albaceteña regresa diez años después a Valencia (Espai Rambleta) como parte de una puntual gira de reunificación

VALENCIA. Puede que la química haya reavivado las brasas de lo que una vez fueron llamas. Pero lo cierto es que, visto con cierta distancia, parecía una simple cuestión de tiempo que Mercromina volvieran a reunirse. Su germen, los Surfin'Bichos, lo hicieron hace ocho años, congregando unas audiencias que ya hubieran querido para sí cuando vagaban por los escenarios de media España a principios de los 90. Multiplicaron su capacidad de convocatoria. Chucho, el otro esqueje surgido tras la disolución de los albaceteños (comandados por Fernando Alfaro), volvieron a la carretera hace un par de años en una gira que arrojó un saldo más que positivo. Así que la reunificación de la banda de Joaquín Pascual (también sin material nuevo de por medio, al igual que la de aquellos), parecía una mera cuestión de inercia.

Todo renació a partir de su implicación en el concierto por el 25 aniversario del sello Subterfuge, en el que editaron sus cinco álbumes y varios singles, desde 1995 hasta 2005. El 21 de junio participaron en The Big Stereo Party, el concierto colectivo conmemorativo celebrado en el Matadero de Madrid, con ocasión del Día de la Música. Joaquín Pascual ya había ido recuperando unas semanas antes su repertorio al frente de Mercromina, junto a su hija Ángela Pascual (hoy en la formación de los valencianos Ramírez) en la sala Berlanga de la capital. Pero su actuación junto al resto de bandas históricas del roster del sello madrileño (Sexy Sadie, Los Fresones Rebeldes, Australian Blonde, Cycle, Najwajean) el verano pasado fue una reunificación en toda regla.

MIRANDO HACIA ATRÁS SIN IRA

"En principio solo íbamos a hacer ese concierto, pero después nos propusieron el de Madrid en Joy Eslava, y a partir de ahí decidimos hacer algunos más", nos cuenta Joaquín Pascual, alma mater del cuarteto que completaron (y aún completan), como núcleo central, Carlos Cuevas, José Manuel Mora y Carlos Sánchez, y al que ahora se ha sumado Enrique Borrajeros (quien ya comenzó a trabajar para ellos desde su tercer álbum, en 1999) para esta gira.

Pascual no ha dejado de editar material desde que, a mediados de 2005, decidiese finiquitar el trayecto de Mercromina. Los estimulantes discos del proyecto Travolta o sus álbumes en solitario así lo atestiguan. Así que resulta obligado consultarle si la vuelta de Mercromina enlaza con el carácter acomodaticio del público (y su renuencia a comulgar con propuestas más intrincadas y personalistas) o es directamente atribuible a esa sacralización del factor nostálgico que tanto impera hoy en día: "Hay una gran parte de nostalgia a la hora de recuperar las canciones de Mercromina para estos conciertos, canciones que en algún caso tienen ya más de 20 años", asume. Pero niega que eso comporte un estancamiento de su base de fans, porque "aunque eso mismo puede ser lo que mueva a nuestro público a venir a estos conciertos", esgrime que "gran parte de ese público es nuevo, público que no nos vio en su día porque tendría entonces 14 o 15 años".

Hay que deducir, lógicamente, que la nostalgia no es un fenómeno paralizador para su legión de seguidores, ya que "hay público de nuestra generación que sigue con inquietud la música y que sigue asistiendo a conciertos". Aunque si hay un hecho incontrovertible, es que "el regreso de Mercromina genera más expectación y más público que mis conciertos en solitario de estos últimos años". Algo que no debe recaer en el debe del respetable: "No le puedo echar la culpa de eso al público, al menos no al mío".

ESTANDARTES DE UN SONIDO RECONOCIBLE

Mercromina desvelaron a mitad de los 90 la afilada y certera veta creativa de Joaquín Pascual, que se había mantenido prácticamente oculta durante la singladura de los Surfin'Bichos, desde 1989 a 1994. Apenas subsumida a una aportación porcentualmente mínima en tareas de composición. Su irrupción llegó en un momento especialmente propicio para que los grandes focos mediáticos iluminasen las andanzas de la primera hornada indie de los 90, en la que ellos se vieron encajonados por simple coyuntura temporal. BMG/RCA les incluyó en la nómina de participantes del segundo volumen del recopilatorio Ruido?, editado en 1996 (en el primero, en 1995, aparecían los Surfin'Bichos, recién disueltos, quienes ya habían formado parte de la oferta de la multi), lo que da una buena idea del interés con el que los sellos multinacionales e incluso algunos medios generalistas habían abordado el fenómeno. Ya fuera con un sesgo oportunista, fugaz o flagrantemente estereotipado.

Los inquietantes motivos líricos de Mercromina, su querencia por algunas referencias cinematográficas y el gradual poder para cautivar de su melodías, hervidas a fuego lento y azuzadas por los rescoldos de esas guitarras eléctricas cuya aspereza no parecía ya tan refractaria para el gran público, encarnaron parte de lo mejor que la producción estatal deparó a lo largo de la segunda mitad de los 90. Y también durante la primera de los 00. No dieron tiempo apenas a que la añoranza por Surfin' Bichos crease poso. Su irrupción (al igual que la de Chucho, un poco más tarde) sirvió para mitigar la morriña, contribuyendo a una seductora bifurcación (un 2x1 en toda regla) que resultaría de lo más fructífera a lo largo de la siguiente década.

Echando la vista atrás, Joaquín Pascual piensa que "siempre hay cosas que crees que se pueden mejorar, aunque no siempre da buen resultado intentar cambiarlas". Algo que resume, con un envidiable poder de síntesis nada huérfano de autocrítica, en la creencia de que "en los discos de Mercromina hay canciones buenas, canciones menos buenas y algún que otro despropósito". En un ejercicio de simplificación para dividir su obra en dos tramos, le consultamos si hay una primera etapa (los tres primeros álbumes) en la que prima el interés por las melodías y una segunda (la que comienza en Bingo, en 2002) en la que lo primordial son las texturas: "Si, algo así: los tres primeros discos formaron una primera etapa, sin duda", reconoce. "No sé si exactamente el término melódico es el apropiado pero no andas muy desencaminado: los dos últimos forman otra etapa diferente, más madura y más sónica, mejor armada en todos los sentidos, más consciente", matiza.

REGRESO AL FUTURO

El panorama al que vuelven ahora Mercromina es sensiblemente distinto al de 2005 (y no digamos ya al de 1995). Marcado por la primacía de los grandes festivales de carácter clónico, y por la entronización de una pléyade de bandas que están gozando del fervor popular a través de vías de contagio ciertamente imprevisibles, desde unos presupuestos creativos muy diferentes a los que se estilaban hace unos años. "Lo que está claro es que la música en directo se está utilizando para atraer al gran público, para hacer de los conciertos y de los festivales un acto social con patrocinador", aclara Joaquín Pascual. "Nosotros nunca hemos pensado en esto como una carrera, quizá esa sea ya una gran diferencia", comenta, aunque las cosas no hayan cambiado demasiado en los últimos veinte años: "Creo que hay de todo, grupos que arriesgan mucho y otros que no tanto; grupos que se forjan una carrera, lo que no está reñido en todos los casos con la calidad de su música y otros que solo piensan en las canciones: lo de siempre, en realidad".

La independencia de los 90 no resulta, en esencia, ni más ni menos genuina que la de ahora. Quizá todo se reduzca a una cuestión de expectativas. O de que el incremento de la cantidad conlleva también una cierta exigencia respecto a la calidad: "Es posible que la sensación que puedas tener de que la música ahora te parezca menos arriesgada sea consecuencia de que se arriesgó más en los 90, o que quizá en esos años, como no había demasiado, todo sonaba más arriesgado y ahora todo parezca más acomodado y enfocado al gran público".

De momento, el setlist que están presentando en estos conciertos (en el de Valencia cuenta con Ramírez como teloneros, con un primer álbum en ciernes, precisamente producido por Joaquín Pascual) trata de mantener el equilibrio entre las distintas fases de su producción: "Hemos intentado que estuviese lo mejor de cada uno de nuestros discos, al menos las canciones que siempre nos han acompañado", detalla. "También tocamos un par de canciones nuevas", adelanta sobre un capítulo de novedades que, de momento, no prevé un álbum nuevo: "Un nuevo disco no está entre nuestros planes: hemos estado un fin de semana en el estudio de Paco Loco en El Puerto de Santa María y además de pasarlo muy bien hemos conseguido grabar dos canciones nuevas, una revisión de ‘Ciencia Ficción', de nuestro primer disco, y un par de canciones en directo también de nuestra primera etapa. Pero no hay planes de álbum".

DISCOGRAFÍA SELECCIONADA

Acrobacia (Subterfuge, 1995)

La producción endeble de este debut en largo es, a la vez, uno de sus mayores activos. Las guitarras crujen en una borrosa maraña sónica que aún destila cierto candor, pero que cuadra con la austeridad pregonada por una generación de bandas posterior a ellos, a la que en cierto modo también habían influido. Acrobacia es una tarjeta de presentación esbozada casi en bruto, que enlaza directamente con la obra de Surfin'Bichos desde un prisma más vaporoso y quizá menos físico. En cualquier caso, menos doliente y confrontativo. Más sutil. Con una personalidad propia aún por bruñir, pero inequívocamente diestra en gemas como ‘Encadenados', ‘Cacharros de cocina', ‘Ciencia Ficción' o ‘El salvador tóxico'.

Bingo (Subterfuge, 2002)

El gran giro argumental de una banda que siempre trató de no acomodarse. La supermacía de las texturas, los largos desarrollos instrumentales, los teclados y el poder de abducción (parafraseando uno de los títulos de sus temas) de unas composiciones que nacen de la improvisación para proyectarse hasta el infinito. Como no podía ser de otra forma, Bingo pasó bastante más inadvertido de lo que hubiera sido de justicia, en un entorno (el de este país) escasamente proclive a prestar atención a temas de más de cinco minutos sin estribillos que entren en combustión. Un disco con ecos de post rock y kraut, que anticipaba el cariz cinemático de parte de la trayectoria posterior de Joaquín Pascual. Para perderse en sus mil y un detalles.

Desde la montaña más alta del mundo (Subterfuge, 2005)

La mejor despedida posible, si hemos de convenir en que funciona como una síntesis ejemplar de todo lo que habían ido concretando desde una década antes: la forma y el fondo en perfecta comunión, la seducción armónica y el hechizo de esa gran angularidad de la que habían ido dotando su enfoque con el tiempo. Melodías diáfanas y exploraciones sónicas compartiendo minutaje. Cuerpo y alma de una banda que decidió dejarlo en lo más alto, y no es una simple metáfora a cuenta de su título.

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