VALENCIA. Explicaba Miguel Mihura en una carta a Álvaro de Laiglesia, director que le reemplazó al frente de La Codorniz, que el semanario de humor "nació para tener una actitud sonriente ante la vida; para quitarle importancia a las cosas; para tomarle el pelo a la gente que veía la vida demasiado en serio, para acabar con los cascarrabias; para reírse del tópico y del lugar común; para inventar un mundo nuevo, irreal y fantástico y hacer que la gente olvidase el mundo incómodo y desagradable en que vivía".
Quizás fuera esa actitud alienante en pleno franquismo la que ha sumido prácticamente en el olvido a un grupo de escritores excepcionales: los dramaturgos pertenecientes a la generación de la República o del 27, Miguel Mihura, Enrique Jardiel Poncela, Antonio de Lara -más conocido por el sobrenombre de Tono-, Edgar Neville y José López Rubio.
"En España no se les ha querido como se merecen. Se les ha denostado, sobre todo durante los ochenta. Fueron pioneros, sobre todo Jardiel y Mihura, antecedentes del teatro de las vanguardias y del absurdo que llegó a Inglaterra y a Francia posteriormente. Su obra se vinculó a la posguerra, pero fue un error de concepción: trataban de romper con el teatro naturalista burgués de Jacinto Benavente y generar nuevas corrientes de humor. El público no lo entendió y lo rechazó a posteriori", explica Jaime Pujol, coautor junto a Diego Braguinsky y director de Muerto en el acto.
La comedia, programada en el Teatre Auditori Catarroja el 13 de diciembre, es un homenaje a estos clásicos de la literatura española esquinados en la historia. El montaje se ha conformado a partir de la unión de fragmentos de las piezas cortas de Jardiel Poncela Una noche de primavera sin sueño y El libro del convaleciente, un extracto de Las señorita de Trévelez, del alicantino Carlos Arniches y un monólogo de Pedro Muñoz Seca.
Cabe aclarar que aunque el trabajo de la generación del 27 se diferencia del de sus predecesores, más apegados al costumbrismo, los autores de Muerto en el acto han elegido textos de Arniches y Muñoz Seca que se caracterizan por su agilidad verbal y constan de juegos de palabras y retruécanos.
La obra arranca con la llegada de la policía a un teatro donde ha sido asesinado un actor que representaba la pieza El revuelo de la codorniz, en obvia referencia a la revista gráfica de humor fundada por Mihura. El juego detectivesco como trasfondo del montaje no es casual, los humoristas de la República eran fans de las novelas policíacas y en sus obras había tramas de investigación de asesinatos.
MALABARISTAS DEL LENGUAJE
Carlota Pérez-Reverte debuta en el teatro con un divertimento que también se sirve del género criminal, Perdona si te mato amor, y que los críticos han enlazado con la tradición cómica de Mihura y Poncela. "No me pueden decir nada más bonito -reconoce la hija de Arturo Pérez-Reverte-. Su sentido del humor era genial, porque requería un manejo magistral de las palabras y de las imágenes, un juego con la sintaxis y la gramática".
Todos los escritores adscritos a esta corriente practicaban un humor revolucionario, donde se potenciaba lo inverosímil y las situaciones rocambolescas.
"El hecho de que su éxito definitivo se produzca tras la Guerra Civil, con el cambio radical que para el país supuso la misma, determina el carácter fundamentalmente evasivo y acomodaticio de ese teatro. Pese a ello, y en comparación con el teatro de los autores supervivientes de la generación anterior, que aún continúan estrenando (Carlos Arniches, Jacinto Benavente, Adolfo Torrado, Suárez de Deza, Antonio Paso, Luis Manzano, José de Lucio, Rafael Pérez de Haro, etc.) nuestros autores intentan plasmar un teatro de soluciones innovadoras, rupturistas e iconoclasta en la medida de sus posibilidades y en el que se percibe los ecos de la revolución vanguardista", apunta José Antonio Pérez Bowie, de la Universidad de Salamanca, en el epígrafe El cine y el nuevo humorismo teatral incluido en el estudio crítico El humor en España : Carlos Arniches y Edgar Neville, de Juan Antonio Ríos Carratalá.
Como concluye el académico, las obras de la generación del 27 ya no son un espejo del mundo que les circunda, sino un juego en el que se construye una nueva realidad. Y esa crisis del canon naturalista va ligada a la defensa de un teatro comercial.
Carlota Pérez-Reverte defiende esa búsqueda de la conexión con el espectador: "El humor ayuda a enfrentarse a la vida. Es verdad que quizás hoy en día, en momentos de tanta penuria, sentarte, relajarte y disfrutar de una comedia tranquila, amable y divertida, que tampoco tiene grandes pretensiones de crítica social, ayuda a desconectar de las noticias devastadoras al abrir el periódico o escuchar la radio".
Su comedia, programada en el Teatro Español de Madrid del 18 de diciembre al 18 de enero, relata las labores de una pintoresca agencia que asesora en materia de crímenes desde un planteamiento de humor blanco y amable, como el de Mihura y Poncela.
"Hoy en día es más frecuente el humor negro, más cínico y punzante, pero a mí, la comedia ácida me resulta un poco más pesimista, mientras que la blanca tiene una mirada más llena de posibilidades, es una herramienta para la salud emocional", concluye la dramaturga nóvel.
Carlota, no obstante, amplía su interés a toda la generación de escritores del momento, y cita a Dámaso Alonso, a Rafael Alberti y a Federico García Lorca. La historiadora y arqueóloga de formación extrapola la eclosión creativa de entonces al momento presente en las tablas españolas.
"Una de las cosas que me gusta de esa época es que la visión unidireccional del mundo se fragmenta y cada uno tiene su propia perspectiva. Ya sea poesía, ensayo o teatro, los autores exploran y trabajan las letras, y tienen una filosofía y un lenguaje muy suyos. Hoy en día también se está dando en el teatro, donde hay temáticas diferentes, muchos autores jóvenes que exploran sin miedo aspectos muy personales, otras más abiertas, otras históricas, otras contemporáneas que hablan de problemas existenciales..."
UN FINAL MADE IN HOLLYWOOD
La actriz Lucía Quintana, protagonista de la adaptación que ha hecho Gerardo Vera del éxito de Mihura Maribel y la extraña familia, secunda a Carlota y apunta varios nombres de autores jóvenes con personalidades creativas dispares: José Padilla, Alberto Conejero y Jordi Casanovas, entre otros. Pero si hay alguien que resuena como digno heredero de aquella generación es Alfredo Sanzol. "Tiene un sentido del humor único, practica un tipo de teatro con una inteligencia y una mirada que sólo es suya, muy inteligente y sincera, pero mucho más cruda que la de Mihura. La maravilla de Alfredo es que puede llegar a muchos tipos de espectadores y está teniendo el reconocimiento en vivo, porque tenemos la mala costumbre de reparar a toro pasado en lo bueno que era un autor".
La intérprete se instala en el Teatro Principal de Valencia del 16 de diciembre al 4 de enero. La pieza que protagoniza es el relato tierno del encuentro entre un chico de pueblo dispuesto a encontrar esposa en la capital y una prostituta de barra americana. Los malentendidos se suceden con la complicidad de los espectadores, con un final que es una declaración de fe en la bondad del ser humano y en el derecho de todo el mundo a ser feliz.
Entre sus protagonistas, dos ancianas en la línea de Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944). Los ecos al séptimo arte en la obra de los autores del 27 tienen una razón de ser. Los miembros del grupo trabajaron como guionistas en Hollywood, accediendo así a los albores del cine. Edgar Neville, por ejemplo, conoció a Charlot y a Douglas Fairbanks, mientras que Mihura se encargó del doblaje de las películas de los hermanos Marx.
"Sus obras forman parte de las grandes comedias del siglo XX y no tienen nada que envidiar a clásicos como Ser o no ser (Ernst Lubitsch, 1942) o Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959). Forman parte de un momento dorado para la comedia. Así que la revisitación de Maribel y la extraña familia está llena de lógica, porque tendemos a los clásicos, a aquellos que han hecho del humor su estilo. Estos autores nunca se ponen por encima de los personajes, no hacen sarcasmo, sino ironía muy fina. Mihura, en concreto, no impone su personalidad, arroja una mirada muy entrañable".
Quintana considera que, del mismo modo que se trabajan los textos del Siglo de Oro, debieran reponerse "las comedias redondas, bien escritas de principio a fin, de una carpintería teatral impecable" de los autores de la República. Y halla un poso de denuncia en sus textos.
"La evasión por la evasión no interesa. El teatro debe estar pegado a la realidad y su misión es revelar un mundo incómodo, hacer consciente a la gente de lo que hay en la vida. Pero hay muchas maneras de poner el acento en mostrar las injusticias. No sé qué otro autor hubiera escrito sobre la realidad cruda de las chicas de alterne así, subiéndolo a la categoría de comedia. Mihura trató el tema desde un sitio que no es una denuncia pura y dura del asunto, pero muestra al público que nos podemos inventar otro mundo a partir de la realidad y con una inteligencia especial".
Su coétaneo Jardiel Poncela tiene una frase que sintetiza esa manera de abordar la vida a través de la escena: "Lo verosímil es la negación justa del teatro". El humor de la generación a la que perteneció era de corte intelectual, poblado de personajes excéntricos y situaciones paradójicas, pero ninguno de ellos desconecta de su entorno y de su tiempo, con críticas al costumbrismo imperante.
La coincidencia en la cartelera de hasta tres obras que revitalizan el humor acuñado por la generación del 27 resalta la validez premonitaria de una frase escrita, precisamente, por Poncela en su libro Exceso de equipaje, extrapolable a la huella dejada por sus contemporáneos: "Sé perfectamente que cuando yo desaparezca de la esfera activa, hasta los que ahora lo niegan con mayor cerrazón, estarán de acuerdo en reconocer el ímpetu y la indelebilidad de esa influencia individual mía sobre las letras españolas actuales".
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