VALENCIA. La periodista Jancin Robinson es posiblemente una de las grandes gurús británicas en materia de vinos. Columnista del Financial Times, es respetada en todo el mundo y entre las personas que le consultan se encuentra la reina Isabel II. Robinson es la última gran especialista que ha caído seducida ante los encantos de los tres nuevos vinos de la bodega valenciana Celler del Roure, los tintos Parotet y Parotet Vermell y el blanco Cullerot. No es la única. La prestigiosa guía Peñín les ha dado una puntuación de 90 puntos sobre 100. Es decir, les ha puesto un sobresaliente, un hecho inusual habida cuenta la juventud de estos caldos, ya que se encuentran en el mercado desde hace apenas un año.
Los vinos de la Comunidad se están ganando de un tiempo a esta parte el respeto de los principales especialistas internacionales. Esta historia no tendría mucho de especial, otro buen vino, otro ejemplo de la profesionalización del sector vinícola local, otro motivo de orgullo, de no mediar las peculiares características de crianza de estos nuevos caldos. Y es que tanto Cullerot, como Parotet y su hermano Parotet Vernell se crían a la manera medieval, como hace cuatro siglos, en tinajas de barro que se hallan en bodegas subterráneas.
Fue hace dos décadas que Pablo Calatayud se puso al frente de la bodega familiar, Celler del Roure. Los viñedos de esta firma se encuentran a unos 600 metros de altitud sobre el nivel del mar, en la denominada Toscana Valenciana, en las históricas colinas de Moixent, junto al poblado íbero de la Bastida de les Alcusses, muy cerca del yacimiento del célebre "guerrer". La bodega está especializada en variedades autóctonas, particularmente Mandó para los vinos tintos y Verdil para los blancos. Es muy conocida por el aficionado medio. A mediados de la primera década del siglo XXI triunfaron con Maduresa y Alcusses.
La crisis les afectó, como a toda la industria local, ya que resintieron el golpe de la bajada de venta de vinos en el sector de la hostelería. Pero, en plena reconversión y adaptación al nuevo escenario, Calatayud y su padre decidieron apostar por algo insólito. En la bodega fonda, una bodega excavada en el subsuelo que se encontraba en sus propiedades, encontraron unas tinajas de al menos cuatro siglos de antigüedad. La propia bodega en realidad no es una sino tres: La más antigua de, al menos, el siglo XVII, otra del siglo XVIII y una tercera del XIX. La primera es la original. La segunda y la tercera, sucesivas ampliaciones. Los primeros estudios que se han realizado no descartan que la primera bodega sea incluso anterior.
¿POR QUÉ NO LO INTENTAMOS?
Calatayud vio que las tinajas podrían ser reutilizables y tuvo un pensamiento genial: ¿Por qué no criamos vinos en ellas a las manera antigua, a la medieval? Una vuelta a las raíces en sentido estricto. Tenía su lógica. "Se dejó de criar el vino de esta manera hacia los años 30 del siglo XX, es decir, hace menos de un siglo; y se habían criado así durante veintitrés siglos...", recordaba este lunes. No podía salirles mal. Además, la bodega, al hallarse a cinco metros bajo tierra les garantizaba unas condiciones de temperatura y humedad más o menos estables. Podía salir. Y si podía salir, merecía la pena intentarlo.
Para ello emprendió un laborioso trabajo de restauración y limpieza de las tinajas que les permitiría volver a emplearlas. Las llenaron de agua, comprobaron que no tenían fugas, las limpiaron a fondo y, sólo cuando comprobaron que cumplían los requisitos sanitarios, depositaron el vino en su interior. Era un experimento, una osadía.
Han pasado ya cinco años, cuatro de trabajos y pruebas. Ha sido costoso pero han conseguido un cierre hermético así como que criar vino de esta manera sea igual que en barrica de roble. La única dificultad que tiene el nuevo-viejo sistema de crianza es la limpieza, dice Calatayud. Por todo lo demás, no es especialmente complicado, comenta.
Asimismo, desde Celler de Roure llegaron a un acuerdo con la Fundación Bancaja para poder usar el término Parotet, que dicha entidad se había reservado durante diez años con motivo de la inauguración de la escultura con el mismo nombre de Miquel Navarro. Así pues, han podido sacar los nuevos vinos con los nombres que ellos querían. "Son palabras que usábamos mucho en nuestra infancia", se justifica Calatayud.
Los resultados han sido mejores de lo esperado. La buena respuesta que están obteniendo los vinos en el mercado internacional les ha sorprendido, tal y como reconoce el propio Calatayud. A raíz del artículo de Robinson recibieron pedidos de Noruega, de Alemania y, por supuesto, del Reino Unido. Los parabienes se suceden. "No es lo mismo que mi primo o mi padre me digan que es un buen vino, a que te lo diga alguien así. De todos modos esto acaba de empezar", comenta Calatayud. Y lo dice con el sentido común de quien sabe que ha heredado una tradición centenaria.
Enhorabuena Sr. Paco y equipo. Me encanto (y a mi grupo) la visita guiada de tu bodega del pasado domingo día 7 así como la cata de los vinos que nos ofreciste (Cullerot y Vermell). También nos gustaron los gazpachos que nos comimos, al salir, en el restaurante "El Mesón". Ahora como comentaste a disfrutar estas Navidades de las botellitas que me traje para casa. Gracias por todo y hasta pronto.
Felicitats a Pablo i la seua família. Fan un treball excel·lent. Un treball, a més, respectuós amb la natura i amb la nostra cultura. Això és fer País, senyors!
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