VALENCIA. Se les considera, y con razón, los decanos de una forma independiente de entender el rock en Valencia. Al margen de bandas mucho más populares, que han seguido manteniendo su actividad con mayor o menor intensidad (Revólver, Seguridad Social, Presuntos Implicados), de algunos rara avis que también operan desde los márgenes de la industria (Zarpa) o de veteranos francotiradores de trayectoria más o menos intermitente (Bustamante, Remigi Palmero, el propio Julio Galcerá). Hay que reconocer que Doctor Divago han alcanzado ya ese estatus patriarcal que solo las bandas realmente clásicas merecen. No solo por una cuestión de mera supervivencia a lo largo de cinco lustros, sino por el perfeccionamiento de una forma de entender el rock plenamente reconocible, que han sabido limar de forma progresiva en una línea pacientemente ascendente. Con un sonido y un universo de referentes líricos genuinos.
En este momento, lo tienen prácticamente todo: una formación estable, un productor de cabecera, un planteamiento visual propio e incluso una infraestructura modesta pero plenamente autónoma. Y los mejores discos que nunca hayan publicado en su carrera, claro. Solo un mayor reconocimiento popular (el crítico lo tienen prácticamente garantizado) del que han obtenido durante estos años redondearía el retrato. Aunque, a estas alturas, eso no vaya a ser algo que quite precisamente el sueño a Manolo Bertrán y compañía.
El caso es que, llegados a este punto, la banda ha decidido tomar aire y recapitular. No todos los días se tiene la oportunidad de celebrar un cuarto de siglo en activo, y menos en tan palpable estado de lozanía creativa. Pese a las vicisitudes que se han encontrado por el camino: cambios en la formación, la inestabilidad editorial propiciada por sellos que aparecen y desaparecen (a veces en sentido literal) o giras estatales que no terminan de hacer que su perfil se desligue del dichoso culto minoritario. Cumplen 25 años como auténticos supervivientes, y lo celebran entre este mes de diciembre y el próximo enero con la publicación de un disco recopilatorio, un documental, un libro sobre la banda y la preceptiva ronda de conciertos conmemorativos, cuya próxima parada será el 17 de enero en la sala Wah Wah de Valencia, y que se extenderá más tarde a Málaga, Gijón o Madrid. Todo un alud de material divaguiano con el que saciar la sed del fan más impenitente o cosquillear la curiosidad de quien aún no se haya zambullido en su obra.
El torrente conmemorativo no deja de tener visos, no obstante, de una tremenda equidad. Porque es cierto que todos somos fruto de nosotros mismos y nuestra circunstancia, como decía Ortega y Gasset. Y que no resulta ni muy elegante ni muy funcional achacar todos los contratiempos al azar: ese victimismo tan familiar según el cual la incomprensión de ciertas opacidades depende siempre de los demás. Pero tan cierto como eso es que Doctor Divago nunca han abusado de ello: ni el bisagrismo generacional de su propuesta (del que participaron 091, Surfin' Bichos, La Granja, Cancer Moon, Los Bichos y tantos otros) ni la creciente filtración de substratos del rock hispano de los 60 han cotizado nunca en el mercado de las tendencias. No digamos ya la reivindicación de tótems locales (Víctor Ortiz, de Los Huracanes, o el mismo Julio Galcerá) y de un ecosistema de referencias que enlaza directamente con la historia de su olvidadiza ciudad, Valencia. Así que todo esto no deja de tener su punto de justicia poética, eso que los diccionarios online definen como el tópico literario según el cual la bondad y la virtud son finalmente premiadas, y la maldad castigada.
La historia de los Divago es también la historia de su ciudad a lo largo de estos 25 años. Porque es obvio que Valencia nunca tuvo (ni tendrá) locales del aura de un CBGB, un Max's Kansas City o un Marquee. Ni siquiera un Rock-Ola, un Penta o un Zeleste que evocar a través de relatos rebosantes de épica local o canciones para la posteridad. Ni himnos del calibre de un ‘Barcelona Ciudad' o un ‘Madrid Salvaje'. Pero para solventar ese vacío ya están las canciones de Manolo Bertrán. Porque su historia y la de todos quienes han ayudado a enhebrarla también merece ser contada, tal y como Mariano López y Rubén Soler, mucho más jóvenes que él, han tenido a bien reivindicar desde las páginas de un exhaustivo libro biográfico (En tierra de nadie: 25 años de Doctor Divago, Carena Editors) o desde las imágenes de un completísimo documental (Los tontos buenos tiempos, Bonavena Música), respectivamente. El primero (el libro) ya está a la venta, y el segundo (el documental) acompañará la salida del recopilatorio, aunque se estrenará en público el próximo 19 de diciembre en el Radio City de Valencia.
DESDE LA CAPITAL
Jesús Ordovás (El Ferrol, 1947) es, junto a Santiago Alcanda, Juan de Pablos o Eduardo Ranedo, uno de los periodistas que más de cerca han seguido la trayectoria de Doctor Divago desde focos mediáticos distantes de Valencia, con todo lo que ello puede tener de potencialidad informativa desde la consideración de la banda como referente (inevitablemente) periférico. Desde su púlpito radiofónico en Radio 3, siempre les apoyó, y nos cuenta que su inmerecida falta de repercusión se debe, principalmente, "a que no han tenido la suerte de tener un buen manager ni una compañía discográfica potente que los promocionara, y eso es fundamental".
Abunda también en esa desubicación generacional que, de cara al gran público, marcó a casi todos los grupos que nacieron entre finales de los 80 y principios de los 90: "Sí, con 091 ocurrió algo parecido porque tampoco tuvieron suerte con sus compañías discográficas ni tuvieron un buen manager", así que tanto el destino de unos como el de otros quiso que sus propuestas quedaran "pilladas por el nacimiento del indie y la moda del noise, y ellos son más clásicos: se quedaron en tierra de nadie".
"Ahora se les reconoce su valía", comenta, en un proceso de reivindicación que considera similar al que "le ha pasado también hace poco a Bustamante". Aunque cuando puntualizamos que los tributos a Bustamante tuvieron su origen en Barcelona (y no en Valencia), no le queda más remedio que congraciarse con aquello de que "nadie es profeta en su tierra". Un aserto especialmente frecuente por estos lares, aunque Ordovás considera que "hay excepciones, como las de Revólver o La Habitación Roja".
Para el veterano radiofonista gallego, Doctor Divago merecían la misma consideración de la que tampoco pudieron disfrutar Una Sonrisa Terrible, una banda que siempre se movió en la misma órbita (de hecho, Dani Cardona es el productor de cabecera al que nos referíamos al inicio de este texto, presente en cada disco suyo desde 1997). Y piensa que "el último disco es buenísimo, y en directo son cada vez mejores".
EL LIBRO
Mariano López Torregrosa (Xàtiva, 1978) es filólogo de carrera, pero ha ejercido el periodismo desde diferentes tribunas a lo largo de los últimos años y ha difundido la actualidad pop y rock local desde las ondas, a través de su programa de radio La Colina 45. Aun así, cuando le planteó en la Nochevieja de 2013 a Manolo Bertrán la posibilidad de emprender la biografía de su banda en formato de libro, el líder de Doctor Divago no pudo menos que arquear la ceja.
Desde hace unos días, el libro ya es un hecho. Se llama En tierra de nadie: 25 años de Doctor Divago, lo edita Carena Editors, y constituye un completísimo repaso a los 25 años de la banda. Un trabajo, todo hay que decirlo, para el que López contó con una inestimable ayuda: "Manolo (Bertrán) es muy hormiguita: se ha guardado absolutamente todo, hasta cosas de cualquier fanzine de Barcelona del que no se acuerda ni Dios, y eso ha sido de gran ayuda, porque bibliografía, más allá de las revistas de la época y de los libros de Manolo Rock (Yo, M. Rock en la Valencia Subterránea; Lliso, 2002 ) y el que coordinó Raül Serrador (Historia del Rock en la Comunidad Valenciana; Avantpress, 2004), hay muy poca".
"Me costó encontrar un hilo conductor, porque meter 25 años era complicado, y tampoco quería dejar nada fuera", al tiempo que reconoce que el propósito era que "fuera tanto una guía para fans como una visión de la trayectoria de un grupo independiente de largo recorrido: combinar el factor humano con la recopilación de datos en una lectura fluida y ágil, que la historia de la banda se combinase con la de las personas que la integraban o rodeaban".
"Me llamaba la atención cómo con la situación en la que estamos viviendo, en la que las actuaciones en directo reportan un beneficio paupérrimo, una banda desde postulados independientes se había mantenido viva durante 25 años", nos cuenta acerca de la curiosidad que le suscitó meterse en la poco menos que quijotesca empresa de escribir un libro sobre una banda de estas características.
Mariano López reconoce que se enganchó a su música a raíz de Revuelta Elemental (06), hasta que luego, ya escuchado el siguiente álbum, lo que le llamó poderosamente la atención fue "la diferencia de sonido con respecto a Las canciones del año que viene, que es un poco posterior: luego me di cuenta de las circunstancias de cada disco, porque el segundo es el único en el que prácticamente Dani Cardona les obliga a grabar en directo". Por eso considera que la evolución del grupo, "desde Regalos Vivos, que es de 1992, es bestial".
Es de quienes cree que "si los Divago hubieran salido de Madrid o Barcelona, o incluso de Granada, Vigo o San Sebastián, lugares que vete tú a saber por qué pero se han sabido vender mejor fuera, habrían tenido más repercusión". En gran medida porque "menos Canarias y Asturias, se han pateado toda España". Y sobre el reto de afrontar en retrospectiva unos tiempos que, por motivos de edad y de residencia, él no puedo vivir de primera mano, afirma que "igual para Rubén (Soler, director del documental) y para mí ha sido más excitante el realizar esa labor de arqueología, ese mirar hacia atrás y descubrir un mundo que ya no existe: algo que los de su generación ya lo tienen más vivido".
En definitiva, piensa que todo el esfuerzo ha merecido, y mucho, la pena: "Ahora vuelven Los Enemigos, y habrá muchos chavales viéndoles. Así que yo creo que eso es una prueba de que la calidad al final prima por encima de la afinidad generacional".
EL DOCUMENTAL
Rubén Soler Ferrer (Gandía, 1981) es quien está detrás del documental Los tontos buenos tiempos, a estrenar el 19 de diciembre en una proyección gratuita en el pub Radio City de Valencia, y que se podrá adquirir junto con el disco recopilatorio de Doctor Divago. Es el responsable de Cápsulas Musicales (proyecto de clips grabados ad hoc, que se exhiben en la web), dirigió hace un par de años el rockumental La inercia de la costumbre (sobre Manolo Tarancón) y dirigió el premiado documental L'estiu més negre, acerca de los incendios que quemaron 50.000 hectáreas en la Comunidad Valenciana en el verano de 2012.
Descubrió a la banda "un día de vuelta a Gandía desde el CEU, donde estudiaba: un amigo me comentó que tocaban en un festival, junto a La Habitación Roja y más grupos". La idea de un documental musical, que no era nueva para él, le resultaba especialmente tentadora "después de L'estiu més negre, porque necesitaba respirar un poco ya que aquel documental fue bastante duro". Curiosamente, y como suele decirse, se juntaron el hambre y las ganas de comer: "Cuando me enteré de que cumplían 25 años, quedé con Manolo (Bertrán) para comentarlo, y precisamente él me dijo que estaba buscando a alguien para hacer un documental, porque lo querían para complementar con el recopilatorio".
Al igual que pasó con el libro, la memoria casi fotográfica y tremendamente organizada del líder de Doctor Divago facilitó mucho las cosas: "Trabajar con Manolo ha sido muy fácil porque es un tío extremadamente metódico, que lo tiene todo archivado: su capacidad de archivar es tremenda, igual que su faceta de estructura organizativa". El documental, que se estira hasta los 90 minutos de duración, tiene la virtud de hilvanar no solo un puñado de imágenes de localización casi inverosímil y algunas actuaciones televisivas. Sino también un amplísimo abanico de testimonios: desde todos los miembros que han pasado por la banda en estos 25 años hasta toda clase de personas de su entorno, con una importante aportación periodística (Jesús Ordovás, Santiago Alcanda, Eduardo Guillot, Rafa Rodríguez Gimeno, César Campoy, Quique Medina) e incluso de algunos compañeros del gremio, como Fernando Alfaro (Surfin' Bichos) y José Ignacio Lapido (ex 091, ahora en solitario).
Su hilo conductor, y ese es uno de los principales logros de su metraje, no responde a ninguna voz en off ni al relato de ningún miembro de la banda. Tiene mucho que ver con el mundo de la radio, y con alguien que siempre ha estado allí, defendiendo el trabajo de la banda ante el micrófono desde las ondas locales (nos ahorraremos especificar más para no marcarnos ningún spoiler). "Me acordé de películas como Punto Límite: Cero (Richard Sarafian 1971), que en la escapada del personaje cuenta con un locutor que lo narra, y de The Warrriors (Walter Hill, 1979), en la que la persecución de las tribus urbanas también es contada por una locutora, y por eso quería que la radio tuviera un peso importante". Y a fe que lo consigue.
"Creo que Doctor Divago tienen una reputación tremenda, aunque no hayan llegado a las masas", argumenta, y se alegra de "ver que reconocen su trabajo: eso está muy bien".
EL DISCO
Manolo Bertrán Pérez (Valencia, 1966) es, obviamente, el principal artífice de que todo esto siga teniendo sentido y se mantenga en pie. Es el alma mater de una banda por la que han pasado, en diferentes etapas, Manolo Contreras, Miguel Lozano, Agustín Sanz, José Sala, Paco Tamarit, Pedro Bueno, Alejandro "Boli" Climent o Julio Milla. Y que desde hace años completan Antonio Chumillas "Chumi", Asensio Ros "Wally", David Vie y Edu Cerdá, los cuatro músicos que le secundan actualmente.
Ha participado en el guión del documental, ha proporcionado gran parte de la materia prima para la elaboración del libro, y-cómo no-suya es la responsabilidad de elegir los 23 temas que estarán incluidos en el inminente recopilatorio. Una selección a la fuerza incompleta, ya que condensar 25 años de historia en un solo CD (el otro es para el DVD documental) comporta que "al final, haya habido que recortar por alguna parte", tal y como nos corrobora.
"Creo que los discos que mejor parados salen, al menos los más representados, son Un minuto antes de la realidad (Criminal Records, 2003) y El loco del chándal (Sonic Recordings, 2007), ya que habrá tres canciones de cada uno de ellos, y del resto solo dos", nos dice. También confiesa que de los dos primeros álbumes solo habrá "un tema de cada uno", lo cual seguramente desencante un poco a "los nostálgicos a quienes les mola mucho aquella época, eso siempre pasa", asume.
La selección no deja de tener su lógica, si se quiere ser fiel al momento actual de la banda (sin renegar del pasado). Aunque no sea precisamente Doctor Divago una formación muy propensa a mirar hacia atrás más de la cuenta. De hecho, el álbum incluirá dos temas inéditos: "Hemos grabado para la ocasión ‘Hoy' y ‘Ligero como una pluma', además de rescatar una pequeña rareza que no había salido en LP, solo en un CD single, que se llama ‘Lo que me desespera': es un rock'n'roll que nuestros seguidores nos reclamaron por Facebook, así que ahí lo tienen".
"En total son 17 canciones del siglo XXI y 6 del XX: algo así", afirma con orgullo. No es para menos. 25 años de canciones. 25 años en la brecha. Y lo más importante (e inusual): aun subiendo.
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