VALENCIA. Parafraseando a los que parafrasean a Karl Marx: el cielo no se toma por consenso, tal y como nos han contado, sino por asalto. Lo mismo sucede con la noción de éxito, certificado en el panorama musical patrio a través discos de oro, y consensuado entre escaletas de radio y carteles de festivales que juegan a la guerra de los clones. Además de corregir la fatídica equiparación del éxito con los méritos, quizá lo más perentorio sería recuperar aquella frase atribuida a Albert Camus: el éxito es fácil de obtener, lo difícil es merecerlo. A partir de ahí sería más sencillo reconocer que ni el fracaso ni el triunfo tienen una única cara.
Por suerte, hoy en día sobreviven sin hacer mucho ruido ejemplos con los que retratar la irrealidad de la versión oficial y unilateral del éxito. El triunfo es poliédrico, y no hay un solo camino para alcanzarlo. En lo musical, Valencia tiene en Señor Mostaza a uno de sus casos más paradigmáticos; un grupo demasiado bueno para triunfar con los cánones modernos del éxito. "Es el misterio más increíble del pop-rock estatal, pero al mismo tiempo es fácil de entender: no son mainstream pero tampoco son indies, están en una tierra de nadie que para unas cosas es fantástico, pero para otras no", dice Luis González, de Hall of Fame Records.
Y es verdad. Señor Mostaza simboliza el fallo en Matrix, el error en el sistema, un agujero en esta dimensión a través del cual se ha colado un grupo de individuos del otro lado. La banda representa una visión alternativa del éxito; su propuesta llena en Valencia y vende discos, tiene letras y melodías brillantes, un cantante con carisma sobre el escenario y músicos de cabecera para artistas como Miguel Ríos, pero su repercusión es nula en la unidimensional concepción del éxito discográfico predominante.
¿MÁS FAMOSOS QUE JESÚS?
Pero todo es más complicado, claro. O más sencillo, en realidad. "Consiste en que alguien con más medios que nosotros, llámese sello potente, management potente o programador, crea que puede hacer algo de dinero con nosotros; y se nos da muy mal convencer a quien sea de eso". Luis Prado, cantante y pianista del grupo, sabe a la perfección dónde está cada cosa en esa especie de triángulo de las Bermudas discográfico en el que está instalado Señor Mostaza. No es que se acaben de alquilar un piso allí. De hecho, está ya un poco hasta las narices de que le pregunten por cómo es el barrio, y cuándo lo van a abandonar: "pero más que nada porque acaba sabiéndome mal por gente a la que haría ilusión que fuéramos más conocidos, y yo no tengo la respuesta".
Vale, es verdad: no son más famosos que Jesús, como sí dijo John Lennon; pero, tras 12 años de vida, Señor Mostaza carga dos referencias más en una maleta que ya tiene un EP y cuatro discos desde 2002. En esta ocasión, se trata de dos vinilos de tirada limitada (un directo interpretando el Revolver de los Beatles, y un recopilatorio) editados por Trilobite Records junto a Hall of Fame Records, el sello que ha publicado todos sus discos.
Los días de vino y rosas de Señor Mostaza se cuentan desde Utiel. Desde allí, Luis González recuerda a Luis Prado como su batería en Caballero Reynaldo ("para mí, Luis era el batería de mi grupo que también tocaba el piano por ahí, y al parecer no lo hacía nada mal") y la primera vez que escuchó algo de Señor Mostaza: "a mí no es que me flipara en exceso, pero le ofrecí publicarlo, más que nada por tener buena relación con él y que siguiera tocando la batería conmigo mucho tiempo". Así empiezan las historias de amor.
La discográfica de Luis González ha sido fundamental para la supervivencia del grupo con todo lo que hace una discográfica de bien por sus grupos. Y más. "Incluso ayudarnos a buscar algún sello con más medios", dice Prado. Y la confirmación de Luis González supera la prueba de la revisión por pares y el fact checker más agresivo. "Desde que publicamos el primer álbum, yo he sido el primero en ofrecer al grupo por todos lados, sabedor de que los recursos y la idiosincrasia de Hall Of Fame Records no podían abarcar ni atender bien su potencial comercial".
LA REALIDAD DEL MÚSICO PROFESIONAL
No siempre es así, pero la realidad es que los integrantes de Señor Mostaza son tan buenos juntos como cada uno por su cuenta. Así lo certifica que sus miembros sean asiduos en los conciertos y las sesiones de grabación de músicos como Ariel Rot o Quique González, y bandas como M-Clan o Fito & Fitipaldis. El propio Luis Prado, que toca el piano un par de veces a la semana en conservatorios, hace tan solo una semana estaba en Madrid tocando con Miguel Ríos. "Al fin y al cabo son proyectos que son trabajo y que hacemos gustosos, porque creo que ninguno nos podemos quejar de las cosas para las que nos llaman, pero obviamente dificulta mucho las agendas para lo que es Señor Mostaza, que es algo un poco más personal y no tan rentable, claro", asegura Prado.
De hecho, entre The Flauters, el primer grupo en el que Prado coincidió con Paco Tamarit y Alejandro Climent (amigos todos desde la adolescencia), y Señor Mostaza, el cantante formó parte de M-Clan como pianista. Desde el principio se han movido elegantemente en el papel del músico profesional. Quizá así sea más complicado sincronizar el gran salto, o quizá es que el éxito ha sido seguir sobreviviendo sin darlo. "Somos lo que somos, y muchas veces te da la impresión de que para dar el salto tendríamos que haber sido gente que no somos", reflexiona el cantante, que soslaya que el otro lado del espejo muestra una realidad más apurada: "la premisa ha sido siempre crear algo chulo, no intentar hacernos famosos".
EL NO-SALTO Y EL TRIUNFO INVISIBLE
"Hubo un par de momentos que pareció que podía llegar el empujón famoso que te hace subir un par de escalones, pero al final no llegaba, y tampoco veía yo la cosa como para decirle a la gente: dejáoslo todo, que lo vamos a petar". Puede que 2005, con su participación en los Conciertos de Radio 3, fuera uno de esos momentos. Quizá otro llegó en 2006, cuando el grupo inauguró el FIB y algunos mandarines de la industria indie se fijaron en ellos. "Ahí se acabó nuestro periplo en festivales gordos".
Pero, ¿a quién le importa? Desde entonces no les han faltado conciertos en Valencia, ni público, y han editado tres discos más. "Ha habido un montón de conciertos en los que has terminado y dices: no puedo pedir más, tenemos aquí a 200 o 300 cantando y riendo de principio a fin, hemos grabado los discos que nos ha dado la gana, no hemos hecho ni una sola cosa que no quisiéramos hacer".
En Señor Mostaza no hay "borreguismo ni machaque radiofónico". Tampoco se anuncian en la televisión con una gira de despedida que en realidad no lo es, no son amigos redundantes en ninguna radio, ni los llaman para que le canten a una paella delirante; y eso que ellos le han cantado hasta al hilo musical del Mercadona. Todo es más natural. "En Valencia, todos esos que llenan las salas han tenido tiempo de conocernos, también en Madrid o en otros sitios hay bastante fan, y son todos por boca a boca". Su condición de excepción los sitúa más cerca de la banda de culto, de su Randy Newman ("lo decían en todas nuestras críticas, y yo conocía muy poquito de él, y me daba un poco de vergüenza"), que del éxito rotundo, cuando el éxito es esa coartada vendedora disfrazada de méritos. En el caso de Señor Mostaza, el éxito es merecido aunque no parezca conseguido.
"Claro que hemos pensado que a veces hubiera estado bien dar el salto, o un salto, porque algunas cosas hubieran sido más fáciles, pero es que no nos gusta el lloriqueo, y en general nos hemos sentido muy afortunados". Al final es cierto que para tener éxito hay que hacer todo lo posible por parecer exitoso. Y en estos doce años, Señor Mostaza han tomado sus propias decisiones al respecto. "Joder, que somos mayores, tenemos críos, mujeres,... Eso siempre hace un poco también. Es más fácil jugar a ser rockstar si vives con tus padres y tienes veintipico". La respuesta a todo puede estar escondida en la letra, aunque "con bastante de escritura automática", de "Eurovisión 70's": "todos queríamos tener millones de globos al final de la canción, mecheros encendidos y, después, una ovación (...) pero podemos sonreír, sobrevivir". ¿Y si el gran misterio es, en realidad, que Señor Mostaza ya han triunfado a su manera?
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