VALENCIA (CP/EFE). En 1921 el error de Jimmy Gralton fue construir un salón de baile en un cruce de caminos rurales en una Irlanda al borde de la guerra civil. Lo llamó Pearse-Connolly Hall. Era un lugar donde los jóvenes podían venir a aprender, a discutir, a soñar... pero sobre todo para bailar y divertirse. Era un espacio de libertad. Mientras la popularidad de la sala crecía, su reputación comunista y de espíritu libre atrajo la atención de la iglesia y los políticos, que obligaron a Jimmy a cerrar la sala y huir.
Una década más tarde, en el apogeo de la Gran Depresión, Jimmy vuelve a casa desde los Estados Unidos para cuidar de su madre e intentar vivir una vida tranquila. La sala se encuentra abandonada y vacía, y a pesar de las súplicas de los jóvenes locales, permanece cerrada. Sin embargo, mientras Jimmy se reintegra en la comunidad y descubre la creciente pobreza y opresión cultural, el líder y activista en su interior resurge. Pronto tomará la decisión de reabrir la sala y afrontar lo que pueda suceder...
Este es el argumento de Jimmy's Hall, la película con la que Ken Loach volvió a demostrar en Cannes que es un valor seguro con su cine de denuncia social. En ella se centra en un momento de Irlanda en el que se "acabó con el deseo de vivir" de los independentistas, una situación que tiene un reflejo en la actual crisis económica. Una historia de la clase trabajadora, que son "grandes personajes" a los que no se presta atención en el cine, que prefiere a "las víctimas y a los criminales" en lugar de una pequeña historia como la de Jimmy Gralton, alguien que existe en todas partes porque "en cada comunidad hay gente que realmente cambia el mundo", explicó Loach.
Es una mirada "sobre un lugar donde se baila y se leen poemas, un lugar realmente peligroso", ironizó Loach en la presentación de una película que fue recibida con una ovación y con la que compitió en la sección oficial del Festival de Cannes, si bien se fue de vacío. Loach ya ganó en 2006 la Palma de Oro con El viento que agita la cebada. Y si en aquel filme se centraba en la rebelión de los irlandeses contra los británicos, Jimmy's Hall se sitúa diez años después, para ver "qué ha pasado con el sueño de independencia de esa gente", cuyas esperanzas no se han cumplido porque "el imperio británico aún quería imponer sus reglas, aunque no fuera directamente", explicó el director.
El guión de Paul Laverty, pareja sentimental de Icíar Bollaín, está basado en una obra de teatro del actor Donal O'Kelly (La camioneta) que se inspira a su vez en la vida real de Gralton, al que encarna el actor irlandés Barry Ward. Comienza con el regreso de este líder comunista a Irlanda tras pasar diez años en Estados Unidos para huir de la persecución por sus ideas. Sus amigos le esperan para reconstruir el salón de baile, pero choca frontalmente con el ultraconservador sacerdote del pueblo, que hace todo lo posible para impedirles que tengan ese espacio de libertad que anhelan, en una historia narrada con la solvencia habitual de Loach y con menos tragedia.
Como la mayoría del cine de Loach, es una película subversiva, en ocasiones incluso maniquea. Para él se trata de una historia que encuentra un evidente reflejo en el mundo actual, en el que se están suprimiendo las disidencias y las voces críticas en una sociedad marcada por el libre mercado y la agenda neoliberal, resaltó Loach.
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