VALENCIA. Aunque en el ámbito anglosajón sea una práctica relativamente frecuente, en nuestro país no es muy habitual que dos figuras del rock emprendan una gira conjunta para interpretar sus respectivos cancioneros. Cuentan que a José Ignacio Lapido (Granada, 1962), ex cabeza pensante de 091 desde 1984 hasta 1996 y actualmente respetado como uno de los más certeros compositores del rock en castellano, con seis álbumes ya a su nombre, le entusiasmó la gira que Bob Dylan abordó en 1986 con Tom Petty & The Heartbreakers como invitados estelares, bajo el nombre de True Confessions.
Cuentan también, a su vez, que Quique González (Madrid, 1973) es un fan declarado de The Band, el grupo canadiense que sirvió de báculo instrumental para Bob Dylan y que a finales de los 60 y primera mitad de los 70 se destapó como la banda total de rock norteamericano, en un primoroso ejercicio panteísta de su tradición musical.
Seguramente sea por eso que González asume que "lo que queríamos hacer era formar una banda con dos cantantes y un espíritu setentero, con muchas gente haciendo coros y que no fuera una yuxtaposición de los dos repertorios sino una unión de ambos". Nos lo cuenta al teléfono y con su acostumbrada afabilidad, enfilando ya la recta final de una gira que se presumía como un reto, por la aparente dificultad que podría haber supuesto el ensamblaje de ambas propuestas en un solo discurso sobre el escenario. "Creo que lo hemos logrado", afirma satisfecho, asumiendo que el formato del tour "no es algo como para llenar estadios", aunque por el camino hayan saldado algún concierto con el cartel de sold out. "Estamos muy contentos de lo que está pasando en el escenario", recalca.
Quique González debutó en largo en 1998, con Personal (Universal Music). Por aquel entonces, José Ignacio Lapido estaba a punto de editar el primer álbum a su nombre (Ladridos del perro mágico, Big Bang, 1999), y ya formaba parte de la ilustre nómina de parias del rock estatal. Eterno damnificado de ese ostracismo popular cuyas causas poca gente acierta en desentrañar: el que opacó la brillante carrera de sus 091. La trayectoria de González comenzó a desligarse del ascendiente sonoro de Enrique Urquijo y Antonio Vega a partir de 2003, con un álbum (Kamikazes enamorados, Varsovia !!! Records) con el que oficializó su divorcio con la esfera de las grandes discográficas tradicionales y comenzó a abrazar sin ambages las sonoridades del rock norteamericano clásico. Lapido, por su parte, sabía muy bien por aquel entonces lo que era autoeditarse, por necesidad y por ese tozudo convencimiento que se adquiere con los años.
Los once años de edad que les separan se evidencian en esa práctica coincidencia en el tiempo: el debut de uno casi coincide con la singladura en solitario del otro, que ya tenía el enorme bagaje de su banda nodriza. Seguramente en aquel momento hubiera sido complicado predecir una entente como la que han abordado ahora.
Pero con la distancia que otorga el tiempo, ¿se considera el uno partícipe de la tradición por la que ha circulado el otro? "Sin duda que lo que ha hecho Jose ha sido una influencia, y creo en la tradición de una forma de hacer rock en castellano", argumenta Quique González. No tiene reparo en sumarse al coro de voces que reclama para la banda granadina su hueco en la historia: "Dentro de esa corriente, los 091 fueron de los que mejores letras hicieron en las últimas décadas, junto con Radio Futura", dice. Y aunque el nexo de unión no sea demasiado evidente, subraya que "todo lo que has escuchado se acaba notando cuando haces canciones, aunque sea difícil establecer el porcentaje: sí me gustaría pensar que le debo mucho a sus canciones, claro, porque creo en cómo se transmite la música a través de la tradición, y cómo va transformándose en otra cosa, pero manteniendo elementos comunes".
Obviamente, no hace falta incidir en el factor simbiótico que esta gira otorga a la carrera de ambos: para el madrileño, bien podría suponer un barniz de credibilidad ante un público más veterano del que habitualmente frecuenta. O ante quienes aún se muestran escépticos por la traslación de motivos norteamericanos que incorpora a su prosa, y que puede evocar ciertos clichés, aunque generalmente su traducción al directo sea incontestable. Para el granadino, habituado a morar por garitos de escaso aforo, encarna la oportunidad de defender sus canciones ante audiencias bastante más nutridas de lo que acostumbra. Y la posibilidad de ampliar su base de fans, por poco que sea. En cualquier caso, González defiende que "ninguno de los dos hemos querido nunca abanderar nada, porque hemos estado en medio de ningún lado, como dice su canción".
Quique González reconoce, al respecto de la gira, que "tenía ganas de pertenecer a una banda". Como una suerte de liberación, afirma que tras "llevar nueve discos delante durante dos horas defendiendo tu propio repertorio", le está sentado estupendamente bien "poder repartir el trabajo con otro compañero", ya que eso le marca "una distancia, compartiendo el protagonismo y aprendiendo, en el sentido de que cuando tú estás dos horas ahí sobre el escenario con tus letras, caminas a través de ellas, mientras que de esta forma, te permite escuchar más a la banda y tomar un poco de distancia respecto a lo que estás haciendo".
El reparto de funciones es tan equitativo que incluso la banda que les acompaña es fruto de un estricto fifty-fifty: el guitarrista Víctor Sánchez y el teclista Raúl Bernal provienen de la banda de Lapido, mientras el batería valenciano Edu Olmedo (también en Sr Mostaza) y el guitarra Pepo López integran la cuota de González, como integrantes de su última gira que fueron: la que pasó por la misma sala de Valencia, entonces llamada Noise, hace menos de un año. El séptimo hombre es Ricky Falkner, miembro de Standstill y productor de Love Of Lesbian, Sidonie o Mucho. Él se encarga del bajo, y "representa el equilibrio del show y de la banda, al margen de que aporta mucho", en palabras de Quique.
"Para lo que queríamos hacer, era una unión de las dos bandas que nos ha salido bastante bien, sin conflictos de egos ni de estilos, y es una forma democrática y justa", cuenta. Y esgrime que la elección no estaba falta de riesgo: "nos ha salido bien, y podría haber sido un desastre, porque una cosa es que yo conecte con Jose, pero nunca sabes cómo van a conectar los miembros de mi banda con los de la suya".
Sobre la posibilidad de que este tour pueda dar lugar a un trabajo conjunto, la puerta no está cerrada, aunque las diferentes rutinas de trabajo impongan cautela: "Nos gusta ir paso a paso: ya ha sido difícil encontrar el momento para disfrutar de todo esto, así que es pronto para pensarlo". Aunque tampoco las divergencias en su forma de componer deberían ser un impedimento: "él se pasó mucho al decir que puedo escribir una canción entera en una sola noche", comenta divertido González sobre Lapido, para reconocer que "solo hay una canción en cada disco que me sale así: el 90% de las canciones las trabajo durante semanas y meses, y hasta que llego a grabarlas, estoy trabajando con ellas". En todo caso, incide en que "tiene que ser una cosa natural, porque el hecho de que funcionemos en un escenario tocando juntos no significa que vayamos a funcionar escribiendo a cuatro manos".
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.