VALENCIA. Comenzar la jornada en un ring. Logro desbloqueado. Para reunirnos con tranquilidad, Xabier Moingeon ha subido a primera hora la persiana de la escuela de boxeo, un club de la lucha del día a día, en el barrio de Monteolivete, con la calle Pere Aleixandre de fondo, abierta en obras, golpeando tímpanos.
Un café por la retaguardia: tour por los vestuarios, la oficina del instructor, colección de recuerdos, y allí, en el centro, el ring. "Quiero poner algunos cuadros en las paredes", comenta Moingeon, un francés con aires de boxeador legendario, hecho 'padre' de una amplia camada de pupilos. Se toma un 'solo' con la velocidad con la que se sortea un puñetazo. Para un zopenco en crochets y uppercuts, como es el caso, el cuadrilátero desprende más recuerdos a cinefilia que a deporte. La lona se eleva cual altar.
Xabier Moingeon a veces se había llamado Xavier, pero insiste que es con 'b', sobre todo cuando se hace referencia a él como pintor. Tiene un acento francés bien sólido y la coletilla de "fa..." ("enfin"), símbolo lingüístico nacional del país vecino, aparece con recurrencia. Percibo que, como el llauro en su terreno, un hombre de boxeo pisa fuerte mientras que el intruso lo parecerá todo el tiempo, sin saber cómo colocarse. También es el caso. Podría caer en la lona antes de llegar a ella.
Moingeon, a estas horas de la mañana, ya tiene adelantado buena parte de su trabajo. "Me levanto a las 6:30 de la mañana, desayuno y me pongo a trabajar en el taller. Normalmente estoy pintando durante cuatro horas seguidas, el resto del tiempo estoy en el club de boxeo. Y por la noche, cuando vuelvo, si un cuadro está en un punto decisivo, debo ocuparme de él". Del taller al ring, del ring al taller. Me fijo en sus manos, que son la herramienta final de sus grandes pasiones. Batirá rápidos y ligeros los dedos ante el lienzo; los hará masa, empacando, frente a los golpes de sus pupilos. Como en el ritual previo a un combate, antes de iniciar un nuevo cuadro el caos de su estudio se despeja para dar paso al orden total.
¿Qué hacías, Valencia, que nos ocultabas a este personaje tuyo? Un francés que mientras estudiaba en el ISAP (Instituto Superior de Arte y Publicidad) era boxeador, mientras se escapaba por el París de las Tullerias a contagiarse del Museo de l'Orangerie, "viendo las grandes pinturas de Monet..", o el de Orsay. Y entre tanto, aquel día que ganó por KO en el primer minuto, como una luz fulminante, la inspiración instantánea.
Escapando escapando cayó en el influjo de sus raíces españolas ("mis abuelos maternos vivían en Barcelona, de ahí mi apellido, Vallés") y en un primer puerto, atracó en el fronterizo Vinaròs. Un taller de pintura y el mar como inicios. "De repente vivía frente al Mediterráneo y eso era un contraste con la contaminación de París. Pasé por el proceso ineluctable (sic) que experimenta todo inmigrante en esta transición cultural", apunta, envuelto de firmeza. Y a los cuatro años, Valencia.
Con los 2000 creó el club de boxeo de Monteolivete en pleno trance existencial, liberándose de las fauces de Basquiat. "Notaba acabado mi periodo figurativo basquiano", suelta en las alas del ring, "descubrí a Basquiat y pude sentir algo muy cercano, ya dibujaba de una forma muy desgarrada. Pero no quería seguir esa línea, supe que mi camino iba dirigido al puro abstracto". Y por esta culpa, una larga temporada de silencio artístico.
De Montparnasse a Monteolivete. Su escuela de púgiles no parece un club cualquiera. Además de los deseos de Moingeon por llenar de lienzos las paredes, un volteo por el Facebook del club permite, en lugar de alcanzar tópicos del género boxístico, escuchar un temazo de Édith Piaf. "Plus belle la boxe", titula a un álbum de fotos de los púgiles en acción. Tiene entre 40 y 70 alumnos, según estacionalidad ("ocho medallistas nacionales"), entre los que se encuentran dirigentes culturales, artistas, arquitectos, cirujanos... "Claro que hablamos de arte, de pintura...". En su punto álgido este lugar debe parecerse al viejo Café Gijón. "Excepto en el ring, porque en el ring no se habla".
"Mucho mejor", "abajo", "y te quedas fuera", "muy bien", estará pronunciando Xabier unas horas después en un entrenamiento con manoplas.
"La violencia existe en el hombre desde siempre y saber cómo canalizarla es una tarea difícil", razona, abriendo un debate con dimensiones de Big Bang. Como boxeador, se define estable, con buen balanceo, "lo que me permite boxear a la contra si se requiere", idolatrando a Cassius Clay, a Mike Tyson y a Mani Paquiao, "qué técnica", asegura.
Y vuelta al taller. Pintor que viajas a lo abstracto. Xabier Moingeon, conquistado por el trazo de la impresionista Joan Mitchell, prepara la exposición que tendrá lugar del 9 al 31 de enero (de 2015, qué lejos) en el Sporting Club Russafa, junto al escultor Antonio Sánchez. "Se llamará Sinergia". Si el buen boxeador es el que sabe cambiar su estrategia cuando el rival o el contexto lo impone, ante el pincel se adapta a la evolución del lienzo. "Una tensión excitada que busca alivio, y donde el movimiento de la mano no es completamente automático".
Un inicio repleto de incertidumbre para terminar hilando el combate. "Parto del azar, sin saber hacia dónde me dirigiré, pero voy dejando huellas en el lienzo y luego acabo guiando todas las partes, aparentemente inconexas, hasta conectarlas".
Xabier Moingeon es, en fin, un pintor entre nosotros buscando ganar a los puntos.
Baja la persiana y Monteolivete sigue sonando a furia.
Me ha gustado la pàginaa y el periodista muy bien a percibido la sensibilidad del artista detras de la obra!
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.