VALENCIA. "La verdad es que no sabemos muy bien lo que va a ocurrir", dice una de las profesoras del colegio Larramendi de San Sebastián. Y el espectador tampoco lo sabe. Pero lo intuye. Como la profesora que ha hablado. Por eso el claustro dice que sí. Por eso el espectador sabe, a los pocos minutos de empezar, que está viendo un documental esperanzador, emotivo, emocionante. "Veremos a ver cómo sale", dice la profesora; "va a ser una experiencia para ganar". Y aunque han dicho el final, no importa. En esta historia lo que importa es el viaje en sí. El destino siempre será mejor que el punto de partida. Hay que atreverse a dar el paso.
5 days to dance llegará este viernes a cincuenta ciudades de España. A Valencia tardará un poco más. Será, concretamente, los días 20 y 27 de noviembre, en los cines Lys. En el caso de que el público responda, la multisala valenciana se ha comprometido a tener sus puertas abiertas a demanda. Wilfried van Poppel, bailarín y coreógrafo holandés, y Amaya Lubeigt, bailarina donostiarra, son los protagonistas del largometraje.
El documental relata una de sus experiencias con la danza como forma de enriquecimiento personal. Su proyecto es singular. Tras negociar con un colegio, se aproximan un lunes por la mañana, entran en una clase de adolescentes y les dicen que tienen cinco días para aprender una coreografia y, ese mismo viernes, subir a un escenario y bailar. La iniciativa la habían llevado a cabo hasta la fecha en Alemania, Palestina... La experiencia sobre la que se centra el film se desarrolló en el colegio donde impartió clases la madre de Lubeigt, en San Sebastián, un centro problemático, de riesgo.
Dirigida por Rafa Molés, periodista de Dossiers o Societat Anònima, y el realizador Pepe Andreu, ambos formados en la desaparecida RTVV, 5 days to dance sigue el esquema clásico narrativo, con una presentación, un desarrollo de la trama y un desenlace.
Así, la película se inicia con un breve prólogo que permite intuir cómo desarrollan su trabajo. Apoyada en una extraordinaria banda sonora de Montefuji y el compositor contemporáneo Joan Valent, así como en la limpia fotografía de José Luis González, la película se desarrolla con una lógica casi matemática y una factura formal impecable, con hallazgos como la secuencia del prólogo o la de ‘Ojos cerrados', de una gran belleza e intensidad. Vemos las dudas del claustro de profesores y el escepticismo (uno de ellos confiesa que cree que este tipo de iniciativas tienen un efecto burbuja aunque las defiende porque siempre "dejan algo"), los nervios de los jóvenes (los que no quieren bailar, los que piden no participar), o cómo los dos bailarines preparan la coreografía mientras cocinan, mientras viven, y sus reflexiones sobre cómo está yendo la experiencia.
El largometraje, con sutilidad, trata temas como el bullying, el maltrato, el aislamiento de los adolescentes. Cada vez que habla uno de ellos se abre una puerta a un dolor, una frustración, un arrepentimiento, y se muestra con nitidez la soledad que implica crecer. Como explicaba este miércoles Molés, intentaban enseñar como "ahí dentro, en un colegio normal, en un aula normal, están pasando muchas cosas". Problemas mentales, de adicción, inseguridades, la propuesta de hacer una coreografía se convierte en una oportunidad para los adolescentes para madurar.
Concebida como un retrato honesto de una iniciativa única, 5 days to dance plantea preguntas incómodas sobre la propia sociedad, sobre la forma en la que se prejuzga a los individuos, se les constriñe con roles que todos aceptan, y se yergue como una reivindicación, casi humanista, de la fuerza del individuo, de la belleza particular de cada persona. "Tú tienes valor por ser quien eres", dice Lubeigt en una de las entrevistas. "Cada uno de nosotros es precioso", asegura en otra. Y lo afirma con una convicción contagiosa.
Al mismo tiempo Molés y Andreu han construido una reivindicación de las artes escénicas y plásticas como forma de enriquecimiento personal, como material pedagógico, y lo han hecho en un país en el que se las consideran materias inferiores a las ciencias o las letras, donde la danza es un lenguaje desconocido para la mayoría de alumnos y el teatro una curiosidad. Viendo la película se percibe como, por medio de la danza-teatro ("¿sabéis lo que es la danza-teatro?", les pregunta Poppel a los alumnos antes de cada montaje), adolescentes problemáticos aprenden a comunicarse con su cuerpo, a expresarse a través del movimiento y el contacto físico.
"Algo quedará", dice una profesora al final de la película. Quizás la danza no sea la solución a todos los problemas, pero ayuda. "Es que no hay más que ver la poca motivación que tienen los chavales", dice otra profesora, "el poco interés; algo habrá que hacer", impele.
La primera proyección del largometraje en Valencia tuvo lugar este miércoles en los cines Lys y la respuesta fue muy positiva. "Es muy emocionante" o "me he emocionado", fueron dos frases cortas muy repetidas entre los espectadores. Hubo quien preguntó si se podría proyectar en colegios porque es una película que parece nacida para eso, para que se vea en los institutos de toda España. Molés se mostró abierto a este tipo de sesiones.
Tras haber pasado por Docs Barcelona y el Festival de San Sebastián, en la actualidad 5 days to dance se encuentra en México, donde se está exhibiendo dentro de la programación de DocsDF hasta este viernes. Centenares de mexicanos han visto una producción que, según explica el director de este certamen, el valenciano Pau Montagud, ha sido muy bien recibida por el público y se habla ya de contratos televisivos. Y no le extraña. Él es un firme defensor de sus cualidades cinematográfricas. "Es un peliculón", resume. No exista quizás mejor descripción.
Me he inflado a llorar , muy bonita, cuanto amor le ponen los bailarines, y profesores. Que suerte haber participado , como adolescente. Enhorabuena
Excelente trabajo, motivador y muy bien contado, natural y vivo. una experiencia retrato de los docentes para adolescentes. Me encantó.
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