VALENCIA. Es un cascarón de nuez en mitad del océano mientras la tormenta arrecia. Y ahí sigue, ajeno al temporal, por séptima temporada consecutiva y cada vez con un equipo más grande, más voluntarios y más público. El Festival Internacional de Mediometrajes La Cabina, este año sí con un abrazo por parte del Institut Valencià del Audiovisual i la Cinematografia (CulturArts), inicia el jueves las proyecciones de las 24 películas que entran en la competición oficial de un certamen único en el mundo.
La Cabina fue el último en llegar a la tríada de festivales cinematográficos valencianos junto a la -ya extinta- Mostra de Cinema del Mediterrani y Cinema Jove, por lo que crece de forma orgánica y ajeno a las comparaciones con los presupuestos de bonanza. No obstante, no ha servido su presencia como recolectora de aquellas cifras, pese a que su idiosincrasia le otorga un carácter de referente mundial (más que en la odiosa comparación con sus predecesores).
En un escenario en el que los festivales de cine se superponen y vemos como Toronto casi se ha comido al totémico certamen de Venecia o el dinámico de Londres cada año pinta más frente al histórico Festival Internacional de Cine de San Sebastián, por citar un par de ejemplos en la apretada agenda de presentaciones fílmicas, La Cabina es el único referente internacional para aquellas películas entre 30 y 60 minutos. Algo que provoca que, lo mejor del mundo en este ámbito cinematográfico, pase año tras año por Valencia.
Como el propio certamen, el mediometraje ha sobrevivido también a la crisis por razones obvias: "la motivación de sus directores es puramente artística, porque no existen canales habituales en la industria que den salida a estas películas", apunta Carlos Madrid, ideólogo y director de La Cabina que atiende a ValenciaPlaza.com. "Eso nos hace admirar mucho más a estos cineastas, porque, quitando de nuestro festival, apenas existen espacios o distribución que los acerquen al público".
Desde su aparición tan solo el Brive -un festival de mediometrajes francés que abrió su participación local al resto de Europa hace unos años- se ha interesado por esta vasta producción de películas: 240 han participado este año en la preselección de La Cabina, con lo mejor del cine en este formato llegado desde Reino Unido, Rusia Brasil o China, pero también India, Egipto, Buhtan Vietnam, Suiza o Turquía. La lista es interminable y el nivel para la selección que llega al público muy alto.
Una vigencia internacional que habla del rol que ocupa el festival en el tour de certámenes, pero que no oculta el principal valor de La Cabina: "El público aquí ve el trabajo de directores que han rodado con libertad y cuyo resultado es el que el autor tenía en mente sin imposiciones, cortes o añadiduras de ningún productor o distribuidor". 24 títulos este año, cuyo programa de proyección ya se puede consultar a través de la web del festival, competirán por los grandes premios del público y el jurado.
LOS PLACERES Y AMARGURAS DE SER ÚNICOS
Lo cierto es que, en los siete años de La Cabina y gracias a su carácter único en el mundo, los espectadores valencianos han podido disfrutar del estreno de los dos mediometrajes de Spike Jonze en pantalla grande. También han visto en condiciones de cine trabajos de Javier Fesser o hasta de Neil Young y recientemente siguen el trabajo de algunos nombres importantes del cine europeo que, en este curso, están produciendo cintas dentro los mismos márgenes.
Para Madrid, el mediometraje también es un símbolo de reivindicación sobre la extensión de las historias en el cine: "Un autor tiene una película en la cabeza que desea materializar. Si con 40 minutos tiene suficiente, ¿para qué alargarla?", algo que refuerza le llegada de los anteriormente citados grandes nombres del cine a un género que todavía despierta tímidas simpatías en una industria acuciada que todavía no reconoce cómo encajar estos espacios intermedios.
Aun así, Madrid se apresura a recordar que "mediometrajes se han hecho toda la vida", tal y como dejan patentes sus proyecciones en la explanada frente a la Bilioteca Municipal de la calle Hospita ‘La Cabina Classics'. Este año han proyectado cine entre 30 y 60 minutos con música en directo y ‘a la fresca' con cintas de Buster Keaton o Charles Chaplin.
Este tipo de acciones urbanas, entre las que también se incluyen fiestas previas al inicio del festival, no solo sirven para darse a conocer a pie de calle, sino que financian una parte importante de un festival (entre el 10 y el 15 por ciento del mismo). Por lo demás, la peculiaridad de La Cabina genera todavía
LA ESTRUCTURA CRECIENTE
La Cabina mantiene unos presupuestos escuetos, sencillos y transparentes: tres personas ya trabajan de forma continua en el festival a lo largo del año, otras 15 lo hacen durante el mes previo al festival en producción y comunicación y además durante el año hay otros equipos de trabajo como el de selección o subtitulación. La estructura se sostiene a partir de la no comparación con grandes cifras llegadas nunca de organismos públicos, porque el presupuesto se dedica a la estructura y la producción del propio festival.
Sin embargo, el festival cuenta con un déficit de atención por parte de patrocinadores privados. Algo que "no preocupa" particularmente a la dirección del festival. "Sería una buena noticia disponer de patrocinios privados, pero hacemos lo que podemos con el tiempo de que disponemos", apunta Madrid que acusa no tener más recursos en este sentido para un festival a la espera de un espaldarazo económico para potenciar el valor de su oferta única en el mundo.
Hoy he visto dos de los cortos del Festival de La Cabina. EOI. Ha sido algo sublime, delicioso. Excelente cine que hacía tiempo que buscaba. Qué bien contado y con que belleza. Gracias a quienes me habéis hecho pasar unos momentos de gran placer, Esas sensaciones que te llenan el alma y que te hacen vivir de nuevo momentos de plenitud. VIVIA EL CINE, Gracias, mil gracias a La Cabina!!!!!!!!!
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