MADRID. Prometió Telecinco en el making of de "El Rey" una comedia hilarante como pocas se han visto en televisión. Primero, porque estaba hecha "desde el respeto y la libertad", como el republicanismo monárquico de Pedro Sánchez. Y segundo, porque retrataban a un Rey "que llora por las noches y pasa mucha hambre". Eso, textualmente, se decía en el making of.
Sin embargo, a la hora de la verdad, en esta primera entrega, nada de nada. Era una biografía oficial, lo que se dice una geografía por lugares comunes. En esencia, se mostraba a un joven Juan Carlos que no quería ser el rey, quería "ser feliz", tal y como le dice a una amante en la miniserie, pero que tiene que sacrificarlo todo el pobre porque le lían, le manejan... ¡es una marioneta del poder! Una víctima. En un par de ocasiones, de hecho, muestran que no le dejaban escribir ni coger cosas con la mano izquierda.
Pero para no andar con rodeos, contaremos la escena más importante de la primera entrega. Las imágenes que todos estábamos esperando: cómo mató el rey a su hermano. Y hay poco que decir: no salen. Se ve a Don Juan escribiendo, a su madre leyendo y de repente suena un disparo. Estaban jugando a desmontar el revólver y sin querer Juan Carlos le metió un bala entre ceja y ceja a su hermano pequeño, pero no se ve nada. Dejan a elección del espectador imaginar qué pasó en realidad. El futuro Rey, entonces Juanito, llora apesadumbrado por lo que ha hecho. Le dice a Don Juan: "No me mires así, papá". ¿Y qué iba a hacer si no su padre en ese momento?
En la escena siguiente, Don Juan se va a un acantilado a deshacerse del arma. Lanza la pistola al mar con toda su alma. Tanta, que parece un profesional del lanzamiento de martillo. Hubiera molado que de las aguas hubiera emergido el caudillo vestido de doncella para recoger la pistola, como en Excalibur, pero para ello se tendrían que haber mezclado los guiones con otro guión de la BBC.
Lo que ocurre en realidad es que cuando la trágica noticia llega a oídos del Caudillo, Franco dice "un accidente lo tiene cualquiera". No en vano, él tuvo unos trescientos mil.
El Invicto Caudillo está representado por Francisco Merino, que había afirmado que a todos los actores les gusta hacer de malos. Incluso considera que es el papel más importante que ha hecho en su vida a falta que le den el de Rubalcaba o el de Roldán. Busquen fotos suyas con barba y me dicen. A su Franco nos lo presentan como un supervillano. Por ejemplo, cuando le comunican que el anarquista Francesc Sabaté está rodeado por la Guardia Civil, dice helado "asegúrense de que nadie salga nadie vivo de allí". Muy lejos no andaría del retrato a juzgar por sus méritos constatados.
Por lo demás, cuando el pequeño Juan Carlos llega al colegio, en Madrid, todos los niños le hacen una especie de reverencia como si fuera un rapero muy chungo que acaba de salir del reformatorio. Los curas, sin embargo, impiden a los demás niños que se dirijan a él como "Juanito" y exigen que le llamen "alteza". A Juan Carlos estos protocolos se la traen al pairo y le regala bombones a sus compañeros que le traen las señoras monárquicas al internado. Un tío guay. La leyenda del Campechano.
En las misas de ese internado el sacerdote pide "un Padre Nuestro por el Caudillo y otro para que la Unión Soviética abandone el comunismo". A Juan Carlos le da la risa. Era un rebelde. Si no terminó en la Baader Meinhof fue por avatares del destino, mecanismos del azar que nadie puede controlar.
Claro que esta rebeldía le venía un poco inducida. En la serie sacan un diálogo en el que uno de sus tutores monárquicos le recomienda que en la asignatura "Formación del Espíritu nacional" no haga "ni caso". Juan Carlos es tenaz en sus postulados antisistema, pero hasta los bolcheviques más reputados flaquean y en un momento dado le suelta a su padre: "Me cae bien Franco". A Don Juan casi le da un síncope.
Estas idas y venidas de Juanito a España -su familia estaba exiliada en Estoril- generan graves discusiones de Don Juan con su esposa, María de las Mercedes. Es curioso que en un momento dado de la serie ella le espeta a su marido: "¡Deberías dejar de pensar sólo en ti y hacerlo en lo que de verdad es importante". Y vemos cómo en la siguiente escena Don Juan se va al mueble bar y le pega un chupo a la botella de whisky.
Cuando Juanito está en la edad del pavo es cuando más pobre víctima nos lo pinten. Por un lado, le pegan en todas partes los chicos de su edad porque en la prensa dicen que es un "traidor". Por otra, porque en un durísimo y aciago guateque se lía con Olghina di Robilant, quien le pide cual Olvido Hormigos que salgan al parking. Pobre Juanito, por lo que pasó. El príncipe se enamora de ella locamente y llega la escena que han tomado prestada de la película De aquí a la eternidad en la que debemos entender que se la beneficia en una playa.
Sin embargo, y hete aquí la víctima, cuando todo eran playas, descapotables y sexo con la maciza, llega Don Juan y le prohíbe que siga viéndola. Sufre tanto uno como espectador que no puede ni mirar a la pantalla. Juan Carlos lo pasa fatal, menudo trago, le dice a su amante que no quiere ser rey, que quiere ser feliz, pero ella replica que no se ralle, que ella tampoco quiere ser reina, que es bien cierto que no vale para eso. Y silencio sepulcral.
Cuando después se enfrenta a su padre, éste le aconseja: "tienes que ser un poco más serio, no puedes estar todo el día de parranda". Y ya cuando le anuncian que irá a la universidad en Madrid, la típica pregunta de un niño sobre quién manda más, si papá o mamá, él la dice en otra clave: "¿Quién lo ha decidido, tú o Franco?"
Al final, el capítulo termina con Juan Carlos mano a mano con Torcuato, que le enseñará Derecho, pero sin libros. No le deja tocar uno. Y le va dando una serie de enseñanzas como el maestro Yoda a Luke Skywalker, que si "fíate solo de tu instinto" y tal... A ver si en la segunda entrega saca el sable-láser.
En conclusión, todo muy predecible, como era de esperar, pero sin grandes dosis de vergüenza ajena, como en las inolvidables escenas de amor de Felipe y Letizia. Tan sólo un error histórico hace mucha gracia: aparece Franco trabajando en su mesa. La segunda entrega parece que no llegará a los locos años ochenta y se quedará en una heroica narración más sobre la Transición, que como todos ustedes saben es lo que les gusta oír a los jóvenes de hoy. Consolidando el sistema a martillazos, aunque sean catódicos. Y para muestra del espíritu, un tuit:
Es que hay algo que en los paises culturalmente católicos vende mucho: el sufrimiento como valor. En los paises anglosajones se valoran mas los resultados, y si hablamos de resultados, el balance del Juancar es el que és. Por lo demás, la fortuna que ha amasado estos años, dudo que la hubiera conseguido sin ser rey. Asi que una cosa por la otra.
Casi me caigo de la silla (de risa) leyendo esta magnífica crítica. Pobre hombre, cuanta desdicha y sufrimiento por el bien de España. Pero en fin, ya han salido sus abundantes miserias a la luz y lo mismo que entró por la puerta trasera, por la misma se ha marchado. Toda una imagen maravillosa se ha venido abajo y como los jarrones chinos, hacerlos es difícil, romperlos muy fácil y reconstruirlos es imposible. Es lo malo de estas películas o series hagiográficas y peloteriles, que jamás lograrán mejorar la imagen del bendecido sino que la empeorarán. El jarrón se rompió y roto está. Ahora bien si es una serie de ciencia ficción, vale.
Con lo bien que hubiera quedado la escena del pistoletazo según la cuenta Eslava Galán: Don Juan poniendo una Biblia ante Juanito y diciéndole "júrame que no lo has hecho a posta". Es que pierden las mejores oportunidades.
Pues sí, Moni. Y me da a mí que con esta máscara a los tronos les va a pasar como a las iglesias protestantes o a las católicas tras el concilio famoso ese que la dejó mucho más pedestre: se van a vaciar. Que no es que importe mucho, eh, que el poder tendrá otras máscaras que son las que seguirán siendo efectivas, es decir, opresivas.
Desde hace 2 o 3 generaciones los reyes han pasado de proyectar una imagen pública que buscaba dejar bien claro que estaban por muy encima de la plebe y por eso eran reyes, a intentar dejar bien claro que son gente normal, como cualquier otro, y que son reyes, como otro es taxista o panadero. En este línea actual nos hacen miniseries de TV para contarnos lo normales que son, y para contarnos también que además de normales son buenos tipos, honestos, divertidos, amigos de sus amigos, que cuando hay que estar de juerga son los más juerguistas pero que si hay que pelearse para defender a un amigo pues se pelean. En fin, para convencernos de que el rey es como ese primo del pueblo, un poco simplón pero de buen corazón. Es curioso como han variado las máscaras del poder.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.