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CRÍTICA DE CINE

Magical Girl
Dinero y soledad, el polvo de hadas que mueve el mundo

EUGENIO VIÑAS. 17/10/2014 La esplendorosa estética alivia un ejercico audiovisual plagado de silencios para una película con decenas de lecturas

VALENCIA. Magical Girl, el segundo largometraje en la joven carrera de Carlos Vermut, ya ha sido reconocida con la Concha de Oro del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Semanas antes del reconocimiento ya causó sensación en el TIFF de Toronto. Y es que esta obra estéticamente gélida es capaz de despertar fuegos internos para reconciliarnos con el cine a través de una historia intensamente pausada.

Vermut demuestra, como ya hizo en Diamond Flash, su ópera prima, que es un auténtico genio a la hora de contar a través de los silencios. La película que hoy se estrena en la cartelera española es un juego constante de tensiones a través de los silencios, con diálogos contados y capaces de aportar verosimilitud y entidad a un film que dice mucho en cada uno de sus fundidos a negro.

La historia enmarca en poco espacio dos caminos paralelos que el dinero y la soledad harán saltar por los aires. Un padre trata de comprar a su hija enferma de leucemia un regalo especialmente caro. Para hacerlo tendrá que pasar por encima de alguien a quien conoce por casualidad y quien se verá obligada a hacer actos terribles con tal de conseguir la cifra que este padre le reclama a cambio de no revelar su verdad.

El dinero y la soledad marcan la trama. También lo hace la notable distancia entre el mundo de la niña, en el que lo material tiene un valor simbólico y ni siquiera el precio de lo que desea lo tiene en cuenta ella misma; mientras, en el mundo de los adultos, las decisiones se complican con el paso de los días para acabar derivando en una trama profundamente oscura.

Vermut no renuncia a su estética, que va de incluir La niña de fuego, de Manolo Caracol, como principal canción de la película, hasta filmar paredes de gotelé y campos de encinas plagados de grillos. Esa es su forma de intercalar información con especial gusto para situar al espectador más próximo. Sin embargo, la película funcionaría igual si alguien nos convenciera de que es sueca.

Es sin duda una película no apta para todos los públicos. Los silencios, las interpretaciones descarnadas, el ritmo más bien aleatorio que pausado, no invitan a ver una película bajo los cánones establecidos. Aun así, el trabajo de José Sacristán, Bárbara Lennie o Luis Bermejo (en los papeles protagonistas) es tan evocadoramente frío que la posiciona como una de las cintas de referencia para el cine español.

De hecho, su elección como ganadora en San Sebastián no estuvo exenta de polémica. Para algunos por dotar a Vermut como ganador en dos categorías. Para otros por premiarla justo por encima de La isla mínima. Lo cierto es que ambas son extraordinarias películas, oportunas en un momento de inflexión para la industria, pero sin duda Magical Girl no está abierta a cualquier tipo de público.

La rigurosidad formal de Vermut filmando y montando es un ejercico de arte y ensayo. La forma en la que la película está planificada, la forma en la que los personajes y su evolución devoran prácticamente todo el peso posible de la trama, habla también de un director que cuenta a partir de los personajes. La lectur asuma infinitas lecturas a lo largo del metraje, aunque la que parece prevalecer es la que asegura que cualquier acción tiene sus consecuencias.

A diferencia de una gran parte de las producciones españolas, Vermut solo filma lo que necesita. Cada uno de los planos que el espectador ve está mesurado con su antecesor y predecesor. A partir de esa referencia, la historia acelera contra las paredes de la moralidad humana, destruyéndolas por diferentes costados y rescatando para la causa a personajes como una mujer con trastorno maníaco depresivo, un ex prisionero, una niña con leucemia en estado terminal y su padre, un profesor de literatura en el paro.

Es sin duda una crítica al mundo en el que vivimos, en el que lo material marca las necesidades y hasta eclipsa que es lo verdaderamente feliz para la niña. También se acoge a la lectura de los hechos que funcionan en elipsis, como el inicio y final de la misma, o el hecho de que existan rincones oscuros de la sociedad que siempre están dispuestos a premiar a las mujeres por su cuerpo.

Con un final en muy alto, parcialmente esperable pero que gira dos veces de tuerca para extasiar al espectador, Magical Girl se posiciona hacia todos los premios españoles, aunque siendo una obra más próxima al cine independiente no se sabe qué sucederá con ella en una carrera en la que está invitada a arrasar.

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