VALENCIA. La meteorología siempre ha sido un tema recurrente y muy socorrido en esas incómodas conversaciones de ascensor, -small talk, que dirían los ingleses-. Sin embargo, en esta época del año, hablar del tiempo es casi obligatorio y más cuando, durante las últimas semanas, se convierte en la excusa perfecta para evitar hacerlo sobre otros temas muy desagradables y que no pienso comentar -también- aquí.
"Parecía que ya había llegado el frío y otra vez en manga corta". "No hay quien se aclare con el tiempo, lo mismo llueve que te asas". "Ya tenemos ganas de que llegue el frío pero nada, no hay manera". Si no supiera que iba a ganar seguro -me va más arriesgar-, apostaría algo a que han escuchado o dicho una de estas frases últimamente.
EL DICHOSO ENTRETIEMPO
Es el dichoso entretiempo o, mejor dicho, la ausencia de él. Ese difícil trance, un incómodo limbo entre el calor y el frío que nos obliga a no poder definirnos entre la manga corta o el jersey, para acabar, finalmente, vestidos con varias capas de ropa o convertidos en esperpentos sin clima ni estación que nos excuse.
El cambio de armario que parece no llegar nunca y en su interior se crea una incómoda convivencia entre los vestidos ibicencos, los botines y las sudaderas. Shorts y chaquetas. Sandalias y rebequitas. Las prendas viven juntas y revueltas. Un tótum revolútum de temporadas y tendencias. Un desastre, vamos.
Por eso, no me extraña, que en la calle me tropiece con algun mix imposible compuesto por botas de agua y minifalda, shorts con suéter o vestidito veraniego y bolso de invierno. No hace mucho asistí a un evento donde ver los estilismos de las asistentes -me incluyo- resultaba tan curioso como si juntáramos en un mismo desfile las colecciones de otoño y resort.
EL CAMBIO CLIMÁTICO DE NUESTROS ARMARIOS
En Valencia, no exagero si digo que podríamos tener la misma ropa en el armario -con pequeñas variaciones y excepciones-, desde junio hasta mitad de octubre. ¿Dónde queda entonces el otoño?
Los científicos dicen que todo eso es culpa del cambio climático que se hace patente en veranos eternos de absoluta sequía, inviernos muy gélidos, tormentas inesperadas, ciclogénesis... La alteración del clima, esto no lo dicen los científicos, se manifiesta también en nuestros armarios.
La industria de la moda es otra víctima más del cambio climático. Los escaparates de las tiendas muestran abrigos que nos probamos todavía con sandalias y que luego no compramos. Ya ocurrió el invierno pasado, excesivamente cálido, en el que las tiendas no alcanzaron las ventas esperadas y la mayor parte de ropa de invierno llegó a la temporada de rebajas a precio de saldo con las pérdidas económicas que esto supone para el comercio.
Porque, a pesar de que insistamos en saludar al otoño vía Twitter, si las temperaturas no bajan de los 25ºC en la calle, no nos lanzaremos a comprar ese precioso abrigo tan calentito del escaparate.
La moda trata de impulsos. No compramos de forma previsora pensando en el frío que vendrá, sencillamente, porque ya no podemos tener la certeza de que llegará. El termómetro marca la demanda.
Solamente las grandes empresas de moda como, por ejemplo, Inditex tienen la capacidad y velocidad de producción suficientes para adaptar la oferta a la demanda. Un ritmo frenético imposible para el resto de diseñadores y pequeñas firmas.
A esto hay que añadir que además cada vez pasamos más tiempo en lugares cerrados, ya sea por trabajo o por ocio -hay que disfrutar de todas esas cafeterías tan cuquis con Wifi-, por lo que debido a las calefacciones, la necesidad de abrigarnos es cada vez menor. Paradojicamente, en verano ocurre justo lo contrario cuando la tiranía del aire acondicionado nos obliga a abrigarnos, mientras que en la calle, en cambio, nos derretimos de calor.
¿UNA COLECCIÓN PARA CUATRO ESTACIONES?
El cambio de la moda por temporadas, que se corresponde a estaciones definidas se ve cada vez más influenciada por estas variaciones de clima y, por tanto, de consumo. La creación de las colecciones pre-otoño, resulta en parte útil a las casas de moda para adaptarse con mayor rapidez a la demanda de los clientes.
Por todo ello, no es de extrañar, que cada vez nos resulte más complicado identificar una colección con la temporada a la que corresponde. Lo llevamos observando varios años. Prendas que serían típicamente de invierno se cuelan en las colecciones de primavera-verano. Y al contrario ocurre en las colecciones de otoño-invierno con prendas veraniegas, (¿recuerdan aquellos ligerísimos vestidos lenceros de Marc Jacobs para Louis Vuitton?)
Si, por ejemplo, nos fijamos en las propuestas presentadas durante la última Semana de la Moda de París, veremos abrigos de piel en Prada, chaquetones de pelo y medias en Saint Laurent o botines con minifaldas en Louis Vuitton. Los diseñadores son conscientes del cambio climático y adaptan sus modelos a la necesidades aunque el resultado, para qué negarlo, resulte bastante curioso.
Quizás dentro de unos años, no existan las estaciones y los diseñadores solamente presenten una colección global con modelos de mayor perdurabilidad y más versátiles ante cualquier cambio inesperado de las temperaturas.
Ahora ya tienen qué contestarle a la vecina cuando se la vuelvan a encontrar en el ascensor y les hable -otra vez- del tiempo.
LA VARIACIÓN DEL CLIMA AFECTA DIRECTAMENTE EN LAS FORMAS DE VESTIR..EN VERANO YA NO ES CARACTERISTICO QUE LLUEVA O HAGA FRIO Y VICEVERSA..EN SIHUAS ANCASH-PERU DISEÑAMOS UNAS PRENDAS ADECUADOS A LOS CAMBIOS DE CLIMA...SALUDOS
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