VALENCIA. Ximo Rochera, químico que lo dejó por la escritura, siempre va contando que la revista Canibaal "apareció como resultado de una inquietud personal literaria de todos nosotros y con la ayuda (fortuna) de recibir una herencia inesperada de un tío lejano (Leopoldo); esto fue lo que nos permitió arrancar el proyecto". La herencia recibida, ya se sabe.
Paco Inclán estaba a finales de 2007 con un amigo en un bar de Torrevieja regentado por rusos. Acababa de volver de dos años en México, tenía ganas de vincularse con algunos fieles -en cuya calidad humana confiara- para bastir un proyecto. "Podía haber sido un bar, una librería o un club gastronómico". Pero fue una revista.
"Tenía un referente, la revista mexicana Replicante, en la que estuve colaborando. Me gustaba mucho esa idea de una revista cuyos contenidos no caducaban, organizada en monográficos". En aquel bar de Torrevieja, con los rusos tras la barra, empezó a engendrarse la revista Bostezo. "Enrique Ferrando, el primer director de arte de la revista, bostezó mientras estábamos diciendo posibles nombres absurdos para la revista. Entonces se nos quedó lo del Bostezo. Luego lo hemos llenado de simbolismo: algunas investigaciones apuntan que bostezamos para oxigenar el cerebro. Pues vale, lo compro".
Sigamos. Verónica Coloma llevó el primer ejemplar de su coqueta revista a un fiestón que debía servir para convencer a los invitados de que merecía la pena financiar la publicación. "Teníamos un ejemplar único de muestra sobre un carro de horchata para que la gente lo hojeara, pero desapareció a los veinte minutos de inaugurar la fiesta, con lo que nos costó bastante explicar qué era Horchata Magazine, ¡nos habíamos quedado sin ella!". A pesar de la sustracción, la revista alcanzó la costa del número uno. Porque hay cosas que no hace falta verlas para que te gusten.
Josep Vicent Miralles, miembro de un consejo editorial de siameses unidos por unos mismos ideales, recogió el testigo de una "tradición anterior heroica" de más de ochenta números; la antigua revista Lletraferit. "Fue como entrar en un garaje y ver, debajo de una lona, un fabuloso automóvil que solo pedía un par de ajustes para volver a funcionar". De Miralles su abuelo pretendía que acabara como Guardia Civil. "Capitán para ser exactos. Dejemoslo ahí". No imaginaba que terminaría metido "en el revisterismo de papel". "A mí cuando me ven por la calle con el Lletraferit digo que se lo estoy aguantando a un amigo".
A los cuatro les une una cierta locura común que, pese a las distintas historias fundacionales, conecta con el arrojo de aquellos aventureros que izan las velas sin amedrentarse ante los funestos partes meteorológicos. Forman parte del cuerpo de editores de revistas nacidas (o remozadas) últimamente en Valencia, ajenos al monocultivo digital. "Es curioso cómo el término revista ha dejado de asociarse al papel, de hecho cuando empecé a hablar con los futuros colaboradores todos daban por sentado que Horchata era online, un blog o revista digital", adelanta Verónica Coloma.
Desde que vi a algunos de ellos en un debate sobre revistas en papel organizado en la libreria Dadá por Verlanga, decidí que quería sentar en un diván a esta minoría que dobla su apuesta por la calidad sobre las hojas en un tiempo en el que el papel no es sólo soporte, también fetiche.
Inma Pérez, de Dadá, formidable terminal de revistas, entra para opinar: "Un motivo de consumo básicamente es su posesión. Algo tan bien hecho tienes que poseerlo". Y luego está la fidelización, donde los lectores pasan a ser militantes: "por la total identificación con ellas y con su proyecto". Publicaciones "que se conciben como no caducas, atemporales y con visos de perpetuidad en casa de los que las compran".
Inma Pérez se dio cuenta de que su libreria iba a convertirse en un templo de revistas ("jamás lo hubiese creído hace unos años") cuando, ante las peticiones no satisfechas por desacuerdo con la distribuidora, el director de Apartamento (obra cumbre de las revistas especializadas) aprovechó un viaje a Valencia para llevarle 10 ejemplares.
En esta Valencia post Cartelera Turia, la sucesión, la avidez por publicaciones continuas en papel hechas con mimo trascendente, se condensa a través de Bostezo, Lletraferit, Canibaal y opciones novísimas y desenfadadas como Horchata Magazine.
Bostezo es un tótem de los nuevos modos, agitando las viejas maneras y logrando trascender el ámbito de lo valenciano. "Una revista del siglo XIX en el siglo XXI en busca de lectores de hábitos y modales igualmente decimonónicos", ironiza Paco Inclán. Una publicación difícilmente clasificable, con monográficos punzantes y una carga critica envidiable.
"Estamos muy orgullosos de las entrevistas que hemos realizado: Mario Conde, Albert Pla, Antonio Escohotado, Richard Stalman, un cura exorcista... Tenemos una norma no escrita de que todas las entrevistas deben ser presenciales. En el número 2 la portada fue Mario Conde (en el 1 había sido Javier Krahe). Fue ruinoso a nivel económico, pero fue una manera de decir: no estamos atados a nada, ni siquiera a la etiqueta que nos querrán colgar". Pero hay más: "Reunir a ocho mujeres para que se expresen abiertamente sobre sus vulvas es para estar satisfechos, por ejemplo".
En este tiempo han aprendido cuál es la mejor ventaja comparativa de editar en papel: "exige un traslado, una excusa para un viaje. Hemos presentado Bostezo en Quito, Bogotá, San Francisco, Copenhage, Malabo, Reykiavik, Berlín, París, etc... quizás si fuésemos digitales nos hubieran dicho: envíarnos el link".
Y como no sólo de link vive el hombre moderno, los editores de Lletraferit desenfundan multitud de porqués para su travesía: "porque aprendimos a leer en papel y antes de la decodificación de la letra fue el tacto. Porque huele bien y porque en un mundo en que la eternidad se mide en horas y likes, poder hacer un objeto perdurable y artesanal es una forma de resistencia. Cuando todos los selfies del mundo hayan ardido con justicia, los ejemplares de Lletraferit seguiran vivos y alerta", exclama Miralles.
"Claro que es una decisión romántica. Nosotros quisimos hacer tantas cosas extintas. Publicar en papel, consumir papel, es también una apuesta por un tipo de comercio y por un tipo de ciudades. La digitalización a toda ultranza de los contenidos es devastadora para las librerías. Y una ciudad sin librerías es una ciudad que no merece la pena salvar".
La Lletraferit es una revista cultural valenciana y en valenciano que habla de "literatura, historia, ciudades, hombres y mujeres extraordinarios, valientes, arquitectura, comida, trastienda, el humor, usted, las causas perdidas y las ganadas, los lápices, las cámaras de fotos, los zapatos de la gente. Y si una línea no nos convence a todos, no se publica. Y si hay que movilizar una división blindada para defender o atacar una palabra, se hace. Es divertido e inútil. Es hermoso".
Entre sus últimos hits, el reportaje ficcionado titulado Tombem Pizarro que desgrana las 'mejores' infamias nominales del callejero valenciano. "Calles y plazas dedicadas a asesinos, ladrones e hijos de puta, por resumir pronto"; una pieza sobre el viajero Patrick Leigh Fermor "que es un homenaje a la literatura de viajes, a Grecia y a las vidas que nos hubiera gustado vivir"; o una entrevista al escritor Carsten Jensen. "Es una ocasión magnífica de dialogar con la gente a la que admiras, un ejercicio abiertamente fetichista".
El fetichismo, la voluntad de hacerlo precisamente por el placer que supone perpetrar lo que uno quisiera leer, se repite como principio innegable entre todos los invitados a este diván sobre revista y papel. "Creo que todos nos hemos planteado emprender algo nuevo que nos haga felices y, más idílicamente, que nos permita vivir de ello. En mi caso fue Horchata, una forma de unir todas aquellas cosas que me apasionan y conocer a mucha gente con un talento increíble en su campo", resume Verónica Coloma. Horchata Magazine, además de una concentración vitamínica del momento Russafa, es un escaparate a pachas entre el fanzine y las revistas lifestyle, por el que pasan los ilustradores emergentes de la ciutat barnizando el papel de frescura mediterránea con la que combatir ocasionales 'xufagates'.
Y pasemos a Canibaal. Otro micromilagro, éste parido desde la Calle dels Tomasos, dedicado a la literatura y el arte en su versión más pasional. Salió a la calle con un número uno titulado 'Sexo y locura". Capaz de recabar un relato exclusivo de Vila-Matas, el apoyo de Bruno Montané (último infrarrealista e íntimo de Roberto Bolaño) y la entrevista, "que derivó en amistad", a Carmen Calvo. "Canibaal es arriesgada, necesaria, única", sintetiza Rochera. "Aquello de ser un poco "salmón" y nadar contra corriente es algo que dignifica nuestra labor como editores", "El papel fue algo sobre lo que no teníamos dudas".
Cada una de estas revistas son magníficos transmisores de la personalidad de quienes están detrás. "Aunque detrás de Bostezo no hay nadie. Todos los que somos estamos al frente", avisa Inclán. Es quizá esa personalidad visceral la que apuntala la fidelidad lectora. "A diferencia de las revistas que siempre llevan suplementos o regalos, muy pocas de las que se venden aquí", retoma Inma Pérez, "llevan nada extra para recompensar o tratar de fidelizar al cliente. Su apuesta por la calidad es tan elevada, que uno cuando ve el número nuevo pocas veces se puede sorprender para mal. Son revistas con tanta vigencia que son tendencia en sí mismas".
Procedamos a unas últimas preguntas a Paco Inclán, Ximo Rochera, Josep Vicent Miralles y Verónica Coloma:
–¿Cuál es el objetivo de Bostezo en el mundo?
–Hacer la revista sin ataduras, más que nuestras propias limitaciones, y sin tener que rendir cuentas a nadie, más que a nuestros gustos y a nuestros lectores y suscriptores. Esto provoca muchos agobios económicos, pero otro tipo de satisfacciones no cuantificables.
–¿Y el de Canibaal?
–Queremos ser refugio de cualquier sensibilidad artística, por arriesgada que parezca, aunque obviamente la sometemos a un filtro de calidad.
–¿Qué quiere Lletraferit?
–Queremos influir en una sociedad que cada vez sea más consciente de sí misma y más desacomplejada. Queremos crear una red de personas inquietas, creativas, cultas y valientes que se impliquen en la reconstrucción de una realidad en ruinas. Queremos que cada texto sea un homenaje a la literatura que nos hizo felices y que inauguró todo este embrollo personal. Y que las fotos sean bonitas. Y que nos compren la revista y nos pongan publicidad y la gente deje de creer en una ¿industria? cultural edénica en la que los contenidos son gratis y los periodistas comen alejandrinos.
–¿Y Horchata Magazine?
–Queremos que el público disfrute con sus ilustraciones y fotografías, pero también con sus textos, ¡que se note que en el Mediterráneo somos sociables! En cierto modo leer Horchata debe ser como tener una conversación relajada e interesante con un amigo.
En plena eclosión de las Apartamento, Purple, o más cerca Panenka, Jot Down o El Estado Mental, éste es el 'momento Valencia'.
Y todavía quedará una posdata de la mano de Inma Pérez:
"Paradójicamente, mientras las revistas "normales" desaparecen y se mantienen en blogs o en la web, muchas de éstas ven la luz en papel tras la demanda de la propia gente que quería tenerlas en las manos. Y aún quedan proyectos por ver la luz. Parece contradictorio que en un momento en el que todo el mundo tiene reparo a gastar, se gaste el dinero en estas revistas que podrían leerse en una web, pero ahí reside digamos la grandeza de las mismas; su producto es tan bueno que sentimos la necesidad de comprarlo. Y parece igualmente contradictorio que una parte importante para el mantenimiento en papel de las mismas sea la intensidad con la que trabajan en redes sociales o en las webs. Pero son la esencia misma de esta contradictoria sociedad".
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