VALENCIA. El festival Russafa Escènica ha vuelto. Del 19 al 28 de septiembre, bajo el lema de Lo prohibido, regresa y lo hace con una fuerza: la de saber que el público les espera, que ha sido el cariño de los espectadores y no la voluntad política del gestor de turno lo que ha hecho que el festival siga vivo.
"Por suerte no dependemos de las subvenciones; mira el [festival] VEO como ha acabado", explicaba este martes Jerónimo Cornelles, director escénico del certamen. "A veces nos comentan desde CulturArts que nos presentemos a la orden de ayudas pero es que nosotros no creemos en ellas", añadía.
Junto a Cornelles se encuentran el director de producción, Ximo Rojo; la coordinadora de las actividades paralelas al festival, Ana Sanahuja, y la coordinadora María Poquet. Ellos cuatro son los responsables de un certamen que se compondrá este año de 612 funciones y en el que participarán 30 compañías.
Estas representarán durante los ocho días que dura el festival un nuevo modelo de teatro que supone una "bofetada de realidad" y que demuestra que "otras formas son posibles", tal y como apuntó Cornelles este martes durante la presentación.
Los 30 estrenos se dividen en Viveros y Bosques. Los primeros son 23 obras de 25 minutos de duración y con carácter de investigación, entre los que se proponen funciones para el público infantil, marionetas, danza, performance, instalaciones y, sobre todo, teatro textual. Las segundas, son obras "acabadas" de aproximadamente 55 minutos, que Russafa Escènica pretende que "nutran luego de programación a la ciudad de Valencia".
Además, este año se ha añadido Invernadero, un taller de arte dramático y de producción propia en Sala Russafa, según explicó Ximo Rojo, en el que participarán once estudiantes del último año de Interpretación. En este sentido, Rojo destacó que el punto de partida de esta edición es la coproducción entre las tres partes implicadas en el barrio de Russafa: las compañías, los espacios y la organización.
De este modo, precisó que compañías y artistas plásticos trabajan en conjunto en un proyecto escénico, por lo que se produce una "hibridación" y una "búsqueda de nuevos lenguajes escénicos", algo "único" en España.
TEATRO EN PELUQUERÍAS, DISCOTECAS, RESTAURANTES...
En esta línea, recordó que las obras se desenvuelven en lugares no convencionales, peluquerías, discotecas, estudios de arquitectura, galerías de arte, restaurantes, casas privadas o casales falleros, para "romper" con lo habitual, lo que hace más "reducido e íntimo" el espacio y les permite "investigar", otra de las características del festival.
Por su parte, la encargada de actividades paralelas apuntó que esta sección viene a reforzar el concepto que centra este año el festival, así como el mensaje de interacción entre el arte plástico y escénico, a través de conciertos en la calle que propician un acercamiento al transeúnte. En este sentido, se ofrecerán los números de un grupo de grafiteros y músicos de rap, que unen ambas artes y están "ligados a lo prohibido", así como del colectivo de músicos en la calle, como acto "simbólico" ante la prohibición de escenificar en las calles de Valencia, y que en esta ocasión, gracias a los permisos obtenidos por el festival, podrán hacerlo.
Entre otras actividades, estará el llamado balconitis, con representaciones en balcones del barrio, o espectáculos que fusionan pintura y jazz. Además, se ofrecerán charlas y visitas para hablar del arte callejero y para analizar el cambio urbanístico, social y cultural del barrio de Russafa.
NO MORIR DE ÉXITO
El festival ofrece un aforo de 20.000 espectadores, aunque "si fuera como el año pasado [que tuvo 9.500 espectadores] ya sería fantástico", comentó Cornelles. "También hay que valorar nuestros techos; si llegaran 20.000 no podríamos asumirlo, Russafa Escènica no podría sostenerse por la estructura y forma de hacer y moriríamos de éxito", explicó.
No cuentan tampoco con muchas ayudas, aunque el propio Cornelles citó al Ayuntamiento de Valencia como colaborador. "No nos dan nada de dinero pero nos facilitan espacios y nos han dado un par de permisos. Y la Junta Municipal de Russafa también colabora mucho", añadía. Pero de dinero, nada.
La única subvención que dispone Russafa Escènica son 8.000 euros que les concede CulturArts y que son muy bien recibidos porque ayudan para que los programas de mano "estén mejor y tengan color", decía Cornelles.
Asimismo, CulturArts ha programado un ciclo para que se puedan representar montajes de Russafa Escènica en el teatro Rialto. CulturArts dispone de un presupuesto de 17.000 euros para pagar el caché de las compañías. "Lo veo muy bien y me alegro por las compañías, pero nosotros no vemos ni euro", recordó Cornelles.
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