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LOS LIBROS DE @CORAZONRURAL

Estados Unidos en Vietnam:
matar, matar, matar

ÁLVARO GONZÁLEZ. 15/09/2014 ‘Dispara a todo lo que se mueva' de Nick Turse es una investigación a fondo sobre los crímenes estadounidenses en la guerra de Vietnam

MADRID. Comentábamos hace unos días el documental que emitió Canal + sobre Donald Rumsfeld en el que el político explicaba con argumentos tramperos propios de un trilero y un sinvergüenza -si lo quiere en plan técnico: un ergotista- los motivos que llevaron a Estados Unidos a invadir Irak en la década pasada.

Tras su publicación, en las redes sociales, @someisaacreyes nos recomendó otra entrevista de Errol Morris, la que le hizo en 2003 a Robert McNamara. El antiguo secretario de defensa repasaba toda su vida y decisiones políticas. Al margen de las contradicciones o los aciertos, había algo escalofriante.

Hablaba con total tranquilidad de cómo bombardearon con bombas incendiarias las ciudades japonesas matando a cientos de miles de personas. Civiles todos ellos, hombres, mujeres, niños y ancianos. Todos. Las órdenes llevaban su firma, admitía vagamente que fue partícipe de una especie de, en sus palabras, gabinete que recomendó eso.

Él mismo admitía que podría haber sido considerado perfectamente como un criminal de guerra por actuar así contra la población civil del enemigo. Pero no vamos a andar juzgando cómo debería sentirse cada uno después de un conflicto como la II Guerra Mundial, lo llamativo es que, pocos minutos después, cuando recuerda el asesinato de Kennedy, ahí sí, llora como una magdalena cincuenta años después.

Dispara a todo lo que se mueva, que ha publicado la Editorial Sexto Piso, pone de manifiesto esa dualidad moral. No sólo entre lo cercano y lo lejano, en el caso de Vietnam, de lo racista, de la indiferencia absoluta hacia el sufrimiento del enemigo asiático.

El libro de Nick Turse destaca que McNamara era un amante de los números y los ordenadores. En aquellos años 60, cuando el mundo tomaba impulso hacia el futuro, él creía que podría explicarlo y resolverlo todo echando cuentas. En el caso de Vietnam, hizo una ecuación para la que tampoco habría que ser un gran experto, pero decía así: si matamos más enemigos de los que puedan reponer, tarde o temprano el Ejército Popular de Vietnam del Norte depondrá las armas.

La estrategia se basaba en la eliminación física del enemigo, hasta ahí lo normal, pero en su afán por la excelencia y la precisión, incentivó entre sus tropas y mandos el body count (parte de bajas enemigas). Los mandos, cuenta el estudio, sólo podían aspirar a ascensos con buenas cifras. Los soldados sólo podían obtener permisos, cerveza, incluso misiones más amables gracias al body count.

Este perverso mecanismo mata-mata-mata se desbordó a las primeras de cambio y propició que se asesinaran civiles y se les hiciera pasar por enemigos de forma masiva. Ya antes, en suelo estadounidense, el reclutamiento, la preparación para la guerra, consistía en un duro entrenamiento físico, repleto de castigos arbitrarios, con falta de sueño, a chavales que habían dejado de ser niños un par de años atrás.

Con una preparación psicológica y teórica racista que deshumanizaba al enemigo, el objetivo era que no desobedecieran una sola orden. Como en cualquier ejército, por otra parte, pero éste, concretamente, tenía como objetivo incentivado el mencionado body count.

Las masacres fueron constantes por todo el territorio. Especialmente, y paradójicamente, el de Vietnam del Sur, donde se encontraba la guerrilla infiltrada. Un caso aparte supone ya el de la zonas de Fuego Libre en las que Estados Unidos consideraba que todo lo que hubiera ahí era un enemigo. Miles de kilómetos cuadrados fueron bombardeados y arrasados exterminando a miles de campesinos que tenían la desgracia de vivir ahí.

El autor viajó a Vietnam para, además de las confesiones del los veteranos estadounidenses, obtener los testimonios de las víctimas. Le contaron cómo, en ese régimen de bombardeos de terror, algunos civiles fueron ametrallados por el simple delito de "salir corriendo delante de las tropas americanas". Incluso así figuraba escrito en los partes. Los campesinos le contestaban al investigador ¿qué iba a hacer cuando de repente irrumpían cuatro helicópteros dirigidos hacia mi? El texto está lleno de situaciones hilarantes en las que se asesinó a civiles por este motivo.

Aunque los vietnamitas estaban estrechamente apegados a sus aldeas, a sus tierras, llegaban a considerarlas sagradas, en contra de lo que comúnmente se cree muchos sí que huyeron de aquella guerra total en la que se estaban suprimiendo pueblos completos. Estados Unidos los internó alojar en campos de refugiados.

Sin embargo, las encuestas que ha hallado Turse corroboran que se sintieron peor en estos campos, que más bien eran de concentración, que en la propia guerra. En estos recintos se enfrentaron al hambre, a la falta de agua y a las enfermedades. Muchos se hacinaron en cinturones chabolistas alrededor de Saigon y otros núcleos urbanos.

Y mientras tanto, en sus tierras, napalm y agente naranja, el desfoliante. Las descripciones de las heridas y muertes causadas por el napalm son escalofriantes. En el caso del agente naranja, el libro menciona que aún hoy siguen naciendo vietnamitas con enfermedades debidas a este producto químico. Quien tenga interés en esta barbaridad puede echar un ojo a Agente naranja, el legado tóxico de Vietnam, un documental que pone rostros a los más de tres millones de víctimas, según las cifras de la Cruz Roja, que es escalofriante; quizá lo más horrible que jamás yo haya visto en un documental.

El resto de la obra no deja situar en el mapa y documentar múltiples casos de torturas y de asesinatos irregulares. Finalmente, cuenta que la Comisión Internacional para la Investigación de los Crímenes de Estados Unidos en Indochina, tras la testificación en Oslo de ex combatientes norteamericanos, dictaminó que los crímenes cometidos en Vietnam no eran casos aislados, sino "el resultado de la política a largo plazo de los Estados Unidos en el Sudeste de Asia". Exigió responsabilidades a los líderes políticos, como Robert McNamara, pero Estados Unidos logro eludir la responsabilidad de rendir cuentas.

Ho Chi Minh recibió ayuda americana cuando luchó contra los japoneses que habían ocupado su país en la II Guerra Mundial. Cuando fueron expulsados, declaró por fin la independencia de la nación y en su discurso citó pasajes de la constitución de Estados Unidos. En ese momento, Washington, sin embargo, apoyó a Francia en su intento de recolonizar el país por la vía militar.

Sin embargo, los franceses no pudieron vencer y Estados Unidos propuso dividir del país en dos hasta la celebración de unas elecciones en todo el territorio. Ante la amenaza de que Ho Chi Minh barriera a otros candidatos, cuenta Turse que los comicios nunca se celebraron. Lo que llegó fue la posterior intervención militar estadounidense, que dejó un saldo de cuatro millones de muertos.

DISPARA A TODO LO QUE SE MUEVA
Nick Turse
Editorial Sexto Piso
Primera edición: 2014
439 Páginas
29 euros

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3 comentarios

Oddball escribió
15/09/2014 21:33

"Todos los que corren son vietcongs; todos los que se paran son vietcongs. Comunistas obedientes..." Me permito recomendarte, estimado, un par de lecturas accesorias, "Un rumor de guerra" de Philip Caputo, "Las cosas que llevaban los hombres que lucharon" de Tim O'Brien y ese enorme mosáico poliédrico y en ocasiones psicotrónico (el testimonio de James Brown es directamente para enmarcar) que es "La guerra de Vietnam; una historia oral" de Christian G. Appy.

Asín...nos va escribió
15/09/2014 21:29

Hace años, después de leer Meridiano de sangre, me dio por mirar de dónde venía la civilizada costumbre de cortar cabelleras: se empleaban como recuento de indios exterminados, a tanto por cabeza (por cabellera, que pesa menos que una cabeza). Encontré también que esta civilizada costumbre la emplearon también en Vietnam, pero además de cabelleras, también valían las orejas (de nuevo, relación calidad-peso). Y para más, busquen uds por la Fuerza Tigre, Tiger Force.

E. Martín escribió
15/09/2014 18:18

Su "problema" siempre ha sido no comprender que no basta con matar enemigos. El informe gubernamental que recomendaba negociar la paz admitía que el ViC y el NVA pordía regular su número de bajas para seguir luchando todo el tiempo que fuera necesario. Se cuenta que durante las conversaciones de paz de Paris un delegado vietnamita le comentó a uno norteamericano "Podeis matar a 8 de los nuestros por cada uno de los vuestros que matemos. Al final sereis vosotros los que os cansareis". Y claro, eso es ya sin entrar en las cifras de bajas enemigas inflaas o directamente inventadas.

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