VALENCIA. Fue Reinhard Stangl el que se lo dijo: "si quieres aprender a dibujar, debes ir los sábados donde [Josep] Renau (1907-1982)". Marta Hofmann era entonces una joven estudiante de la Escuela de Bellas Artes de Weissensee en el Berlín Oriental. Corría el año 70 y el artista valenciano estaba terminando los cartones para los murales que realizaría en Halle-Neustadt. Ella buscaba algo más en su educación académica. Él lo ofrecía.
"En aquel entonces aún no funcionaba perfectamente lo de dibujar todos los fines de semana", explica Hofmann. "Cuando fui un día de invierno por primera vez a casa de Renau, me entusiasmé de tal manera (nunca había tenido un profesor que me explicara tantas cosas, tan lógica y claramente) que no había sábado que me lo perdiera", explica.
Al igual que le sucedió a ella le pasó a otros muchos jóvenes artistas germanos que quedaron subyugados por las enseñanzas del valenciano. El citado Stangl, Petra y Florian Flierl, Clemens Gröszer, Anna Zunterstein, Martin Colden... Muchos de los creadores más prometedores de la Alemania del Este acudieron bajo el paraguas del valenciano, atraídos por las recomendaciones de terceros.
Durante la mayoría de los fines de semana del año, Renau congregaba en su casa con jardín de Kastanienallee, en el distrito de Mahlsdorf de Berlín Este, a este grupo de jóvenes estudiantes de Bellas Artes y otros que eran meros aficionados, a los que impartía cursos de dibujo informales. En ellos les enseñaba algo elemental, pero poco acostumbrado en la formación académica: "medir con los ojos" el modelo, conseguir la escala perfecta del dibujo y el objeto antes del primer trazo.
Hofmann pronto pasó a ocupar un lugar especial dentro del grupo. "Como yo en aquel tiempo vivía en Prenzlauer Berg, y Renau había trabajado hasta hacía poco en el taller que le habían dado en la fábrica de gas, que estaba cerca de donde vivía yo, me visitó. Cuando vio las condiciones en las que vivía me ofreció darme un cuarto en su casita en Mahlsdorf, cosa que acepté de todo corazón. Ese cuarto estaba al lado de su biblioteca y me pasaba cada noche llevándome libros a la cama", recuerda.
La biblioteca de Renau era de hecho otro de los polos de atracción de esos sábados con Renau. Tal y como comenta su biógrafo Fernando Bellón, autor de Josep Renau. La abrumadora responsabilidad del arte, el valenciano era un maestro excepcional en la severa Alemania del Este, pero además poseía libros de difícil acceso para los estudiantes, que los consultaban con fruición.
Sesentón, físicamente fatigado, "se cuidaba poco, fumaba mucho, comía mal", relata Bellón, Renau tomó un nuevo impulso durante aquellos breves años rodeados de jóvenes creadores. "Él estaba feliz de estar rodeado de gente joven", recuerda Hofmann. "Florian Flierl escribió en sus memorias que nosotros con seguridad fuimos su Jungbrunnen, su fuente de juventud. Eso es totalmente cierto", añade.
La relación entre maestro y alumnos era idílica, tanto que Bellón tituló a este capítulo de su biografía ‘Arcadia en Kastanienallee'. "No sé si puede imaginarse lo que significaba para nosotros una persona como él, con esa historia", comenta Hofmann. "Yo le admiraba enormemente por muchas cosas: porque había luchado contra el fascismo; porque, a diferencia de los profesores de la Kunsthochschule [escuela superior de arte de Weissensee en Berlín] nos explicaba las cosas con una claridad increíble...".
"Al fin podía cumplir lo que era un deseo viejísimo suyo, de tener una especie de aprendiz", sigue relatando la artista alemana. "Decía que los jóvenes tienen que aprender al lado del maestro, como en el Renacimiento: ‘ver cuando se pelea el maestro con su mujer, participar de su vida'. Yo aprendí con él a hacer fotomontajes, el trabajo en el laboratorio fotográfico, en su archivo, y, como todos los demás, a medir con los ojos al dibujar, a abstraer de la naturaleza y miles de cosas más..."
Bellón comparte esa impresión de un Renau feliz, vitalista, sensual. En ese ambiente de completa libertad, Renau también se liberó. Por primera vez el cuerpo femenino fue parte fundamental de su discurso artístico. Ya no eran excepciones, como las sirenas que dibujó para un restaurante de Acapulco. Esta obra, prácticamente inédita, que forma parte de la colección Teresa Renau, es la que anticipa la desbordante sensualidad de los trabajos que el valenciano realizó en los años setenta. No era nuevo; era más.
"Se rodeaba de chicas jóvenes, guapas pero no había deseo de posesión...", explica Bellón. "Nunca me dijeron que tuviera amantes ni siquiera en plan Picasso. Siendo como era de vitalista lo normal es que hubiera tenido alguna, pero estoy convencido de que como era muy comunista, era una persona con una moral muy rígida que no se permitía ese tipo de deslices", agrega el biógrafo.
"La atmósfera en la RDA era en ese sentido muy libre, y ninguno de nosotros teníamos problemas de hacer de modelos cuando lo necesitaba para alguna de sus ideas", comenta por su parte Hofmann. "No quiero decir que Renau fuese un santo y que no le alegrase que las chicas no tuviéramos ningún complejo al posar desnudas, pero te aseguro que ninguna de nosotras lo veíamos como un viejo verde. Todo era lo más natural del mundo".
Si hubiera pues que definir a aquellos encuentros, aquellos sábados, estarían más cerca de una comuna creativa hippy que de un taller artesanal, idea que comparte en cierta medida Hofmann. "Era lo que él quería realizar. Aseguraba que se entendía más con la gente joven. ‘Los viejos no me entienden', me decía. Es curioso. Odiaba el individualismo, pero también le costaba a él reconocer cuando otra persona a lo mejor tenía una buena idea que difería un poco de la suya. Era un cabezota de libro, a veces insoportable, pero muchas veces tenía razón".
El modo de vida de Renau y su Círculo de Dibujo no pasó desapercibido para sus vecinos que veían con asombro como jóvenes hermosas embarazadas se desnudaban y posaban para otras jóvenes no menos hermosas, con resultados como el dibujo de Marta Hofmann que se puede ver junto a estas líneas. En una ocasión uno de ellos le confesó a Marta Hofmann que les había estado espiando. "Ayer en vuestro jardín la cosa estuvo interesantísima", le dijo; "la lástima es que mi mujer me envió a trabajar al sótano".
Esa veneración, casi culto al cuerpo femenino, a la mujer, se trasladó a su obra de manera inevitable y se la trasladó a sus alumnos. "Empezó a hacer montajes que tenían mucho que ver con nosotros, su fuente de juventud, el tema de la ecología, de la mujer, ‘esa parte de la naturaleza directamente a nuestro lado' que decía él", explica Hofmann.
Como quiera que para sus montajes solía trabajar con fotografías propias, los desnudos, los bocetos, los trabajos se sucedían por decenas. Algunos tan conocidos como La puerta, una obra de 1976 que forma parte del legado de la Fundación Josep Renau que está depositado en el IVAM y que se encuentra al final del artículo. Otros son directamente desconocidos. Como las Naturaleza muerta de 1975 que acompañan este texto, los estudios situados justo encima, o la obra Memoria de Alberto Sánchez, que son propiedad privada y que vienen a corroborar este giro creativo al final de la vida del valenciano.
"No es que se hubiera olvidado de la lucha por un mundo más justo, sino que solamente había encontrado otra manera de luchar por la misma cosa, pero de una forma mucho más intima y sensual, y no por ello menos eficaz", apunta Hofmann.
En parecidos términos se expresa Bellón quien lo resume con una frase: "Cuando se hizo mayor se liberó". Así, recuerda que en una ocasión el valenciano se acercó a una joven modelo, que había acudido a las clases con su pareja y, ni corto ni perezoso, se le acercó y le besó en el pubis suavemente. "Es mi forma de decirle que admiro su belleza", le dijo. Y siguió dando clase.
Por circunstancias temporales, estas obras, que forman parte de su última etapa y que apenas pudieron ser vistas en su momento, han permanecido fuera de la exposición pública. Pese a ser conocidas por historiadores y especialistas como Manolo García o Tomás Llorens, no se han prodigado las muestras en las que se podían contemplar. Son las grandes ignoradas de su corpus creativo. Una exposición en Berlín que se inaugurará el próximo 26 de septiembre en la galería Kunstgießerei & Galerie Flierl sacará a la luz por primera vez muchas de ellas.
La muestra, que tiene por título Medir con los ojos, es la primera desde su muerte en 1982 que recuerda la influencia del pintor y exilado valenciano sobre toda una generación de artistas jóvenes nacidos y educados en la República Democrática Alemana.
"Creo que Renau tiene una importancia enorme para los artistas hoy", apunta Hofmann. "Son sobre todo sus ideas sobre cómo funciona el arte hoy y lo que habría que cambiar para que los artistas no sigan al margen de la sociedad, metidos en un círculo que está aislado, absorbidos por el mundo del mercado de arte y pintando (los que el mercado acepta) para una élite financiera y no para la gente normal. Es la responsabilidad que Renau le atribuía al Arte lo que a mí me parece lo más relevante y, en segundo plano, el que esa responsabilidad la cumplía con una maestría ejemplar, que es lo que le da la claridad necesaria para ser comprendida por todo el mundo, también por aquellos a los que el arte les importa un comino", apostilla.
La exposición, que se podrá contemplar hasta el 31 de octubre en la capital alemana y que está previsto que viaje al Centre Octubre de Cultura de Valencia, muestra trabajos de Renau junto con bocetos de sus discípulos berlineses, de Hofmann a los Flierl, pasando por Stangl, Gröszer, Zunterstein, y otros como Michael Kutzner, Antje Müller-Reimkasten, Ulrich Reimkasten, Anette Becker, Heidi Vogel, Gudrun Kühne e Inge Denev.
Constituye todo un viaje al Renau desconocido, con dibujos y fotografías nunca mostrados en público, diapositivas sobre el trabajo en sus murales, así como fotografías que reflejan esa atmósfera de libertad que se vivía en su taller, un lugar cuya mayor propiedad era ser escenario del intercambio libre de ideas. La exposición además se complementa con grabaciones de Renau y entrevistas a los artistas que participan, algunos de los cuales exhiben sus trabajos contemporáneos.
La selección en definitiva es una apología del Renau maestro para quien aún hoy, más de treinta años después de su muerte, hay elogios. Así, Marta Hofmann sostiene que "como profesor" no puede imaginarse "otro mejor". "Renau todo lo que decía tenía una lógica contundente. Eso era lo que nos entusiasmaba a todos. Aprendimos en la práctica cómo dibujaban los cubistas. El otro día me preguntó un señor, hojeando sin leer en nuestro catálogo, si uno de los dibujos era de Picasso. Con ello se ve que habíamos entendido lo que nos explicaba", sonríe Hofmann.
Es wird eine interessante und umfassende Ausstellung. Die sind beeindruckend und man kann gespannt sein, alles zu sehen.
Soy sobrino de Pepe, me parece sublime el artículo de Pepe. Enhorabuena
Mis felicitaciones a Carlos Aimeur. Excelente resumen de un rasgo polémico de la vida de uno de los artistas valencianos más importantes del siglo XX, y entre los diez artistas plásticos españoles más significativos de ese siglo. Algún día se habrán de estudiar las aportaciones de Renau al Pop Art, que muy poca gente conoce
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