VALENCIA. Hubo un tiempo que los padres no dormían pensando en que sus hijos podían estar metidos en la drogaina. Luego, que les salieran ‘emo'. Ahora la pesadilla se llama cosplay, un acrónimo de las palabras inglesas costume (disfraz) y play (juego). De la plaga que no conoces edades, no se libran ni las chicas, y encima ha evolucionado hacia el llamado cospoor (cosplay pobre). Cualquier cuñado sabe que el Ébola se originó en la Republica Democracia del Zaire, pero ¿de dónde viene esta amenaza al decoro?
Lo primero que hay que saber es que, en contra de lo que dice la sabiduría popular, lo de vestirse de ‘personaje favorito' no nació en Japón sino en EEUU. Y, además, la tradición tiene ya 75 años. El malentendido se debe a dos motivos. Primero, porque es entre los aficionados al manga y en aquel país donde el fenómeno probablemente esté más extendido.
¿FENÓMENO JAPONÉS?
La segunda causa de ese error es que la palabra cosplay sí se originó en el País del Sol Naciente. Coinciden las crónicas en señalar al periodista nipón Nov Takahashi como el inventor del término. Por lo visto, fue enviado por My Anime magazine a cubrir la World Con 84, un festival itinerante dedicado a la ciencia ficción, que ese año se celebraba en Los Ángeles. El tipo se quedó alucinado con la cantidad de tipos disfrazados -algunos bastante talluditos- que pululaban por los pasillos. A falta de un palabra mejor, inventó un concepto que probablemente le sobrevivirá.
Otro error común es pensar que fueron los aficionados a los cómics los primeros en aprovechar las convenciones para disfrazarse. Puede que haya algo de leyenda, como siempre en su vida, pero todos los dedos apuntan al inmortal Forest J. Akerman (el mítico creador de la revista Famous Monster of Filmand) como el primero que tuvo narices, allá por 1939, de presentarse en una World Con disfrazado. Iba de militar extraterrestre.
DE LA AFICIÓN A LA INSTITUCIONALIZACIÓN
Al año siguiente, le salieron los primeros imitadores y la moda se fue extendiendo al tiempo que otros colectivos de aficionados convocaban sus primeras concentraciones. Once años después, en 1950, en la NorWesCon se celebró el primer concurso con premios al mejor disfraz. Ya no había quien parara el fenómeno.
La próxima parada en enta historia es 1980, cuando una tal Karen Dick ganó el galardón vestida del pirata espacial Capitán Harlock, y convirtió oficialmente al personaje de Leiji Matsumoto en el primer disfraz conocido de un personaje de manga (y anime).
LA HIDRA HA CRECIDO
Un año después, en Denver, se creó la International Costumer's Society y la World Con institucionalizó definitivamente la afición. La iniciativa partió de Adrienne Martine-Barnes, una devota a los disfraces y la ciencia ficción que convocó lo que llamó una Costume-Mania. La diferencia con lo que se hacía hasta la fecha es que apostó por fomentar el encuentro entre los aficionados (y no sólo la competición), los talleres...
Fue un éxito que reunió a 140 personas y un acto que se pensó como algo puntual se convirtió en cita obligada. Ahora, la cosa ha adquirido tal dimensión que desde 1979 existe la World Cosplay Summit que se celebra en Japón y, lógicamente, está sobre todo enfocada al manga y al anime. Bereniç Serrano Vidal y Laura Fernández Ramos son los únicos españoles que pueden presumir de haber subido al podio (en 2009). Aquí, el premio más importante es el que se otorga en el Festival del Manga de Barcelona.
Debate entre cristianos
Un caso curioso de hasta dónde ha llegado el tema sociológicamente hablando es que en Estados Unidos, donde parece que algunos andan sobrados de tiempo, el cosplay es un debate con tintes religiosos. La cuestión es una de las que aborda, por ejemplo, la web Gotquestions.org, que intenta guiar a los padres por este proceloso mundo de perdición. En principio, citando a Corintios 10:31, dice que no es necesariamente malo siempre que se haga a mayor gloria de Dios. Le ven incluso el lado positivo, ya que algunos trajes son auténticas obras de arte y ayudan a desarrollar la creatividad. Por supuesto, otros creen que es poco menos que adorar al diablo.
Sin embargo, advierten, no todo es bueno. Hay que ir con moderación. Por ejemplo, mucho cuidado con vestirse de personajes malignos o enseñar más de la cuenta (como pasa en algunos mangas). Incluso es una actividad que pueden compartir padres e hijos pero, como es lógico, recomiendan mesura.
Otros, en cambio, van más allá. Pasó como con el rock, que al principio era cosa del maligno hasta que llegó Lonnie Fish en los 60 y lo transformó en un medio de predicar (hoy hasta tienen sus grupos, premios, revistas como Heaven Metal... dedicados al llamado CCM). Ahora, el cosplay también puede servir para ese fin. De hecho, no es raro ver a cristianos vestidos de personajes bíblicos en encuentros de este tipo. Hasta hay un tipo que se hace llamar Cosplay Jesús que va de convención en convención propagando la palabra de Dios. Si no puedes con el enemigo... Por cierto, tiene imitadores.
EL PRESENTE Y EL FUTURO
Hoy el cosplay es más que una banda de frikis disfrazados. El fenómeno ha ido ampliándose a medida que los aficionados han ido creciendo. Algunos disfraces son auténticos trabajos de orfebrería y valen un dineral y en citas tan importantes como la San Diego Comic Con, los pasillos son un termómetro para saber qué series de TV, películas de cine, cómics... son los más populares entre el público.
Ahora, la última moda es el cospoor, que consiste en presentarse con un traje lo más barato y cutre posible. Da igual, lo importante es divertirse. Puede parecer absurdo pero los padres no tienen de qué preocuparse: el que haya visto el trailer de Mad Max Fury Road y no haya soñado con plantarse en el estreno vestido de Humungus que tire el primer kame.
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