VALENCIA. Habitualmente se hacen un sinfín de rankings anuales posicionando a las mejores ciudades según su calidad de vida, sus expectativas de crecimiento o su mejora económica. Pero, ¿qué hay de las urbes que van ganándose con merecimiento el título de 'el pupas'? Valencia entraría en el listado de cabeza. Como un Atlético de Madrid (el de antes) hecho villa. Y si hay algo definitivo en la identificación de un pupas, eso es su constante vicio de echar mano de lo perdido. "Te acuerdas cuando...", "ojalá volviéramos a lo de...".
Hagamos pues taxonomía de aquellos espacios, como surcos, que fueron extirpados una buena tarde y que la ciudad perdió en beneficio de otra causa. Para ello cuento con el comité asesor (el mas reducido de la historia, sólo tres miembros) experto en desapariciones urbanas en la capital de l'Horta. Forman parte de él Rafa Solaz, nuestro Indiana Jones bibliográfico, que acapara memoria y archivo, y guarda algunos de los documentos más preciados de los tiempos de la ciutat; está Ángel Martínez, coautor de La Valencia desaparecida, un libro que, cual puzzle, encaja espacios de antes con los que hay ahora; y está David Estal, arquitecto del 79 en permanente mirada a ayer para revisar lo de hoy. Comencemos.
1. La tortada de la Plaza del Ayuntamiento: Casi hay quórum en este comité de la memoria para determinar que, sí o sí, Valencia salió perdiendo cuando le guindaron su pinturera atalaya cubriendo la plaza del Ayuntamiento. Ya se trato aquí, ay qué polémica, la confrontación en torno a si la reforma de Goerlich -este año se cumplen 100 de su titulación- era conveniente para su época o un requiebro floreado. La conclusión, tal vez, es que ante la insípida plaza que vemos en nuestros días, aquello parecía gloria.
Opina Solaz que de verdad "fue diseñada para ser una plaza habitable, donde se pudiera pasear y estar, pensada para los vecinos". Adelanta que José Huguet, miembro de la Academia de Bellas Artes, propietario del plano de Valencia 1695 que buscaron sin éxito los escuderos napoleónicos, "ha presentado un proyecto para que se vuelva a instaurar el proyecto desaparecido".
La tortada, sea por su vistosidad casi escultórica, sea por la morriña de lo pintoresco, ha tomado cuerpo de espacio mitológico. "Representaba -interviene Ángel Martinez- todo lo que pensamos cuando pensamos en una plaza. Medía 2,10 metros, era una plaza sobre la plaza que permitía ver la ciudad con otros ojos. Sólo duro 28 años porque los coches vencieron, y se destruyó para favorecer a la circulación y a los aparcamientos".
2. 'Nano del carrer d'En Llop': Sigamos condensando pérdidas. Y ésta, creo, es una de mis favoritas, de las que más me gustaría disfrutar porque conectan con la ciudad más canalla y pendenciera. Precisamente su desaparición está ligada a la reforma a partir de la plaza del Ayuntamiento a partir de 1929 (la que daría origen a la ‘tortada'). Veamos: cerca de allí, calle En Llop, vivían dos aristócratas en sendos palacios colindantes. En uno, Francisco Castillo e Izco de Quiñones (es todo el mismo nombre). En otro, Lorenzo Merita. Protagonizaron un duelo a muerte en el que Merita asestó el gran golpe cuando, después de que a su rival lo nombraran marqués, plantó en la trasera de su casa la efigie de un gigantón en paños menores. El monumento, con el nombre de el nano, enseñaba el culo en dirección al hogar del marqués, que cada vez al salir de palacio se encontraba con el pompis mayúsculo. "La figura -en palabras de Rafa Solaz- podría haber sido un elemento emblemático. Ahora es de propiedad privada, está en La Cañada, pero fue un punto de referencia de la ciudad y sería motivo de visitas turísticas y, más aún, cuando se contara la desavenencia entre los dos aristocráticos vecinos". ¡Que vuelva el nano!
3. Canódromo de San Marcelino: Ésta era una ciudad de perros y como consecuencia, de canódromos. Donde se ubica Espai Rambleta se levantó un canódromo emblemático en el que los galgos giraban en competición. Un absurdo espectáculo deportivo que sin embargo dio origen a un recinto repentino, "entre huertas y descampados", recuerda Estal. "Allí íbamos de pequeños, seguramente a aparentar ser mayores, para hacer la apuesta de la vida. Después Bukowsky me enseñó la cara deprimente de aquellos lugares". Había ancianos gastando dinero -"una vez me encontré 1.000 pesetas"- y gastando tardes. Qué tradición la de los recintos animales dando paso a centros culturales. La Gallera, por ejemplo, coliseo para las peleas de gallos, terminó como museo.
4. Covetes de Sant Joan: Cuchillo entre los dientes para esta aproximación. Tiendas mínimas y carismáticas que ocupaban los bajos de la iglesia Santos Juanes, habilitadas desde 1700 para dar beneficios a la parroquia, en manos privadas tras las desamortizaciones. De aquello a garitas abandonadas, desaprovechadas y con aroma hediondo. "Deberían restaurarse y convertirlas en pequeños talleres de artesanos, recuperando así su carácter comercial y gremial. También sería un punto de visita turística", plantea Solaz. Son como agujeros de un subsuelo a la vista, como el escenario de Los siete enanitos, en medio de un conjunto privilegiado, mirando a la Lonja y al Mercat Central. Demasiado emblemáticas como para dejarlas pasar.
5. La farola de la plaza de la Mercé: Aquí tenemos un caso de desaparición misteriosa de una farola distinta, condenada por su diferencia. A finales de los 90, cuenta Estal, la plaza de la Mercé y alrededores fueron peatonalizados (por el estudio de Arturo Sanz, Carmel Gradoli y Tato Herrero), "con un pavimento de piedra que dura hasta hoy, y donde la iluminación era un aspecto muy cuidado: colgada y blanca, como en las mejores ciudades centro-europeas. En la plaza de la Mercé había una farola vertical tubular, grande, contrapunto al banco horizontal". Con el tiempo el banco desapareció, "creo que más adelante se encontró en un descampado", y la luz revolucionaria se sustituyó por "luces amarillas de aspecto tradicional, ancladas a las fachadas y dejando de día a la noche, haciendo de este espacio un lugar como cualquiera...". La luz, que era como una huella dejada por el futuro, se usurpó de la Mercé. Como siempre, la leyenda urbana atribuye su escamoteo a los falleros.
6. Jardín junto a la torre de la plaza del Ángel: En los últimos días empresarios del sector turístico han apuntado que Valencia debe hacer más 'turismo de El Carmen', poner en valor su centro histórico. Desde luego la plaza del Ángel no es buen ejemplo. La muralla árabe sucumbe en la plaza, donde, como un retablo acompañado de una torre semicircular, apenas tienen dignidad. Rafael Solaz echa de menos "el jardín instalado allá en los años 80 por los vecinos". Visibilizaba "uno de los pocos vestigios de la Valencia musulmana". ¿Qué se hizo con el jardín espontáneo? "Fue cerrado y prohibido". Y el baluarte islámico reducido a la clandestinidad. "Se echa de menos que puntos tan históricos no sean visitados".
7. Casa de la palmera de El Cabanyal: Más que el edificio, icono, descatalogado para su destrucción en 2009 tras una vida centenaria. "El símbolo de la resistencia del barrio del Cabanyal. Cerca del mercado, haciendo esquina, derribada con mucha rabia", apunta Estal. También el símbolo de varios fracasos. Cómo una casa se convirtió en la imagen de una lucha. Dentro de cien años, cuando se recuerde lo que ocurría en el enclave marinero, aparecerá como una de las fotografías de los hechos. "Sólo queda la palmera, viva y sin picudo. Es la metáfora de la ciudad al final de la decadencia, en la que las personas dejaron de importar a los políticos". La palmera hace las veces de signo rebelde. Ante un posible cambio de statu quo, ya se planea su reconstrucción. "Si hace falta a través de un crowfunding a cambio de cacerolas".
8. Monumento del Pato Donald en Viveros: Y culminemos con un elemento perdido que es de cosecha propia (el comité asesor queda liberado de esta carga). Uno de los monumentos más bizarros de la ciudad, el homenaje de los niños valencianos a Walt Disney, que no ha podido resistir la esculturafobia y ha quedado relegado a boxes. ¿Qué ha sido de Donald? Un microdrama urbano en toda regla. Donald solía estar por Viveros desde 1968, ininterrumpidamente. Siempre bordeando la calle Cavanilles, compartiendo vecindad con la Venus, Plutón o el Apolo de Ponzanelli. Un personaje de la Valencia a baja estatura sometida al microscopio, figura naif encaramada a un pedestal y haciendo auto-stop. Que dices... ¿quién tuvo la brillante idea de poner a un Pato Donald en pleno Viveros haciendo auto-stop? Pero esa es otra historia.
Su llegada al mundo coincidió con la muerte de Walt Disney. El diario Pueblo promovió homenajes póstumos. En Valencia fue el Diario de Levante quien canalizó las muestras de afecto al creador de Chicago. La figura del Pato Donald -compuesta por un libro a modo de podio de cuyas páginas surge inocente el protagonista- se debía financiar sablándole a los niños valencianos; decenas de huchas fueron colocadas en los parques infantiles.
Donald permaneció indestructible hasta que España ganó la Eurocopa en 2012. Aquella noche de sofoco unos perturbados se colaron en Viveros y como muestra de alegría comenzaron a mutilar estatuas. Profanaron el tributo a Disney cercenando tres de sus cuatro extremidades. La estatua lució destrozada hasta que los servicios del Ayuntamiento la recogieron. Desde hace meses permanece en boxes.
Está bién,todos los comentarios que se hacen,sobre la valencia antigua.Ya no hay remedio a las barbaridades que se han hecho,hay que mirar y conservar lo que queda,y no mas lamentaciones.Yo nací en la plaza del arbol y sé de qué hablo.Gracias a todos por vuestras fotos.
k verguenza , con una plaza tan preciosa k teniamos en Valencia , la mas bonita y nos la kitaron , parece k siempre han kerido k Valencia no conservara sus cosas buenas y siguen igual , pienso k gue un error reformar la plaza del ayuntamiento , entonces di k ers una palza bonita hoy a cualkier cosa se le llama palza como la plaza de españa no veo la plaza y la del ayuntamiento no la veo , hayyyy si nuestros antepasados volviesen dirian KKKKKKruyna de ciudad, soy a mante de mi Valencia , pero me gusta mas lo antigua l lo moderno y aki en Valencia nos han dejado sin nada de lo mas vello y bonito k es nuestra Valencia antigua
Que torne el Nano, sí, per favor. Estic d'acord que podria ser una magnífica atracció turística, molt millor que el Pasquino o el pixaoret de Brussel·les
Dos ejemplos de la desidia y de la barbarie de la etapa Barberá podrían ser la alquería medieval de Nel.lo el Xurro en Campnar y las naves laterales y traseras de la Tabacalera. en un caso por desidia, en otro por negocio. Un nuevo gobierno más decente deberá reconstruir estos dos edificios, así como todo el patrimonio del Cabanyal, como la Casa de la palmera, demolido.
La farola de la Mercé fue eliminada por los falleros, o a petición suya, sin duda. También se echan de menos las fuentes de agua potable que se pusieron a finales de los ochenta. Diseñadas por la Nave, creo. Todavía resisten un par, pero a alguna le han quitado la palanca de ondas azul con la que se abría el grifo. Eran muy bonitas.
Recuerdo preguntar en el Bar Flor, junto a la casa de la Palmera del Cabanyal días despues de su demolición. "Y la palmera?" "Es que la palmera SÍ está protegida". La cara con la que me lo dijeron y recibí la respuesta era de estupor.
El siguiente reportaje sera el siguiente: Mira hijo aqui antes habia una fruteria y ahora es una tienda de tatuajes.¿Para cuando un reportaje de algo que desaparece ante nuestros ojos?¿quiza cuando ya haya desaparecido? Me refiero a la huerta sur.Entre el parque natural, las infraestructuras , el rio y el crecimento de la zona sur de la ciudad, es practicamente un vestigio de lo que fue. Casi como el apendice humano. Algo casi inutil que nos recuerda que no siempre hemos sido como somos, y no reparamos en el , por que no tiene casi ninguna función practica .Eso si , cuando se nos inflama , nos duele. Perdon por el sarcasmo.
Jo crec que la ciutat hauria de recuperar el Pont del Real amb la seua proporció gòtica original, desmuntant la inculta i oportunista ampliació que l'ha fet ostatge de la prevalència pragmàtica del trànsit privat que de massa temps ençà ha vingut imperant a València.
cosas sí, cosas no.. pero se admite todo. Mención especial al "Nano" y cuya historia, describes a grandes rasgos, resulta curiosa: todo vino del título otorgado a uno de ellos (marqués de jura real) por asistir invitado por el rey a la coronación, el otro de ellos, el que luego puso la estatua, parece que no era muy monárquico que digamos y no fue.. a consecuencia de esto, se cabreó y le puso el culo mirando a la puerta de la casa del recién nombrado marqués (historias de valencia) Por si alguien quiere ver la foto (http://www.jdiezarnal.com/valenciacarrernano.html)
Echo de menos el Palacio de Ripalda en esta noticia el Palacio de Ripalda, mucho más emblemático que el pato Donald o la farola de la Plaça de la Mercè.
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