VALENCIA. Verano de 1989. El MDMA (la droga popularmente conocida como éxtasis) hace estragos entre gran parte de la juventud británica. La MTV lleva meses (en realidad, desde el verano anterior) informando de masivas fiestas clandestinas celebradas en parajes campestres a ambos lados del océano, aunque con singular arraigo en el Reino Unido. Sin ninguna clase de limitación horaria, sin una organización visible, en el marco de la alegalidad. El llamado segundo verano del amor (en referencia al primero, el que eclosionó en 1967 con la comunidad hippy como protagonista y San Francisco como epicentro) es un hecho irrefutable. Se propaga como la pólvora la derivación más frenética y colorista de un estilo musical surgido un par de años antes en Chicago: el acid house. Son las primeras fiestas rave. Y la estética chillona de los smileys, esos monigotes amarrillos y sonrientes, en alusión a los efectos empáticos del éxtasis, se propaga como la pólvora por media Europa.
El principal foco de irradiación del fenómeno a otros países, desde 1987, era Ibiza. Y los DJs Paul Oakenfold, Danny Rampling y Nicky Holloway, que llevaban un par de veranos imbuyéndose de todo aquello de primera mano, sus tres principales apóstoles en territorio británico. El eco de su labor, para quien pueda pensar que aquello fue un sarpullido pasajero, perduró durante varios lustros: Mike Skinner (cerebro de The Streets) aún era menor de edad en 1989. Pero eso no le impidió rendir tributo a Oakenfold, Rampling y Holloway en su "Weak Become Heroes", de 2002 (extraído de su impresionante álbum debut, Original Pirate Material). Ah, y levantarle el dedo corazón en gesto desafiante a la Criminal Justice Bill de 1994, la ley del gobierno de John Major por la que este pretendía regular las reuniones en público y poner coto a los supuestos desmanes de las raves. Una cultura que, por cierto, había cambiado muchas pautas de ocio de gran parte la juventud europea.
Curiosamente (o no), en 1989, Valencia ya destacaba por ser un enclave en el que el ocio nocturno estaba más que consolidado. No solo eso, sino que gozaba de un prurito de vanguardia, merced a la forma tan particular y arraigada de pinchar música por parte de quienes llevaban desde mitad de los 80 siendo sus maestros de ceremonias, los DJs de las discotecas al sur de la ciudad. Y merced también a lo laxo de sus horarios. Sí, el sustrato de lo que se conocería más tarde como la Ruta.
En estos tiempos en los que la cultura pop conmemora de forma compulsiva su propio pasado (¿cuántos reportajes han leído ya sobre lo que ocurrió en 1994?), cabe preguntarse, a 25 años vista, cómo y de qué forma arraigó por aquí el acid house, y de qué manera la cultura rave, cuyos ecos aún perduran globalmente (y de qué forma: su escasa implantación en aquel momento en EEUU sirve para explicar el furor actual por la EDM), llegó hasta nuestras costas. Porque puede que nuestro litoral fuera un suculento objeto de deseo para jóvenes de todo el Estado, atraídos por una oferta de horas y horas de fiesta ilimitada. Pero seguramente ese sesgo de vanguardia que pudo exhibir nuestro circuito de discotecas (hasta el adocenamiento y la esclerosis a partir de 1992) no fuera todo lo permeable que cabría suponer ante los sonidos, las modas y los estilos que le llegaban de fuera de sus fronteras. Contrariamente a lo que pueda creerse, el acid house, la cultura rave que aquella contribuyó a instigar y la renombrada vida nocturna valenciana no siempre mezclaron bien. Y desde luego, no siempre sincronizaron sus relojes.
MANERAS DE VIVIR
El periodista valenciano Joan Oleaque documentó, negro sobre blanco, la evolución de aquel hervidero de discotecas en En éxtasi (Ara Llibres, 2004), un resumen modélico del ascenso, auge y caída del entramado de ocio nocturno gestado en torno a las discotecas de la Ruta valenciana. Es por ello una de las voces más autorizadas para dar su testimonio: "En esencia, las raves no hacían falta por aquí, porque nuestros clubes de finales de los 80 cumplían las funciones de las raves en Inglaterra. Y tampoco se dieron en Ibiza, por motivo similar. En cambio, en Inglaterra se asumieron como un revulsivo tremendo frente a unos clubes demasiado elitistas o grotescos. Aquí lo de las raves se veía como algo pintoresco".
Es por ello perfectamente lógico que el vehículo difusor y emblema sonoro de la primera generación rave, el acid house, penetrase de una forma bastante tímida en unos templos del ritmo que habían optado ya hace algún tiempo por sonidos más duros e industriales, entre los que tenía preeminencia la EBM (Electronic Body Music, el género encarnado por Front 242, entre otros): "Sí que se programaba acid house en Valencia, pero digamos que como parte de un condimento variado, no era una música protagonista (excepto en locales como ACTV, en la época en que pinchaba Toni Vidal). Se había conformado una especie de menú blanco y ecléctico que acabó considerándose que era el de aquí, y una de las consecuencias fue que el llamado sonido de Valencia se hizo viejo y banal al cerrarse, en vez de evolucionar con esas incidencias (como hubieran podido ser el acid house o el primer trance), perdiéndose una oportunidad real de perdurabilidad".
SMILEYS EN EL CORTE INGLÉS
El hecho diferencial valenciano se sustenta en pruebas tan irrebatibles como la siguiente: mientras a primeros de los 90, en Barcelona tenían al DJ Raúl Orellana (histórico residente de la discoteca Studio 54) popularizando una suerte de house licuado al gusto comercial de las masas capaces de empatizar con Los 40 Principales, en Valencia el mayor fenómeno comercial era Chimo Bayo y los ritmos industriales de su "Así me gusta a mí", en 1991. Curiosamente, las alusiones al éxtasis de su estribillo eran la única referencia (claramente epidérmica) a la sustancia que había servido como catalizador de la cultura rave y del sonido acid house. Eso simbolizaba no solo la resistencia (casi numantina) a asimilar el fenómeno como propio por parte de los DJs de nuestra costa, sino también la forma tan desvirtuada en la que aquellos sonidos llegaban a nuestro gran público.
"El fenómeno del acid house llegó a España musical y estéticamente de una forma casi mainstream, porque el smiley y los colores flúor inundaron las calles de camisetas y accesorios, hasta el punto de que podían adquirirse en los mercadillos o en El Corte Inglés, y los temas de acid house llegaban a las tiendas de discos con recopilatorios al estilo Lo mejor del año o Monstruo 2", nos comenta H4L 9000, DJ, promotor y activista cultural valenciano desde mediados de los años 80. Y vuelve a recalcar la singularidad valenciana: "teniendo en cuenta que aquí el fenómeno gótico, phsicobilly y siniestro tenía un fuerte calado en las hordas que poco a poco llenaban las discotecas de la ruta, es normal pensar que un movimiento musical identificado con colores más chillones y coloristas no fuera del agrado de las tribus urbanas valencianas más cool del momento. Aquí el acid house se escuchó y bailó, pero fue una moda pasajera por su asociación estética y por su falta de arraigo underground".
Nuestra excepcionalidad horaria también difería de la que creó el caldo de cultivo para la cultura rave en el Reino Unido, porque "acabábamos de salir de una dictadura y la gente quería experimentar con todo, y aquí hubo una fagocitación del fenómeno rave por parte de alguna sala de la ruta, denominando a algunas de sus fiestas con este nombre, pero desarrollando esta actividad ravera o bien dentro de sus salas o en sus entornos. Para los responsables de estas discotecas era una nueva palabra de marketing para seguir atrayendo al público. Pero el fenómeno rave de free party al aire libre llegó a mitad y finales de los 90, con estilos como el hard techno o el jungle, a través de algunos colectivos de DJs".
DE LA PISTA DE BAILE AL ESCENARIO
De una opinión muy similar es el también valenciano Carlos Monty, el encargado de resumir en un extenso texto (en el marco de un amplio y preciso reportaje) la recepción del fenómeno acid house en territorio valenciano en las páginas de la revista mensual Rockdelux, en su número de marzo de 1989. Para él, el carácter refractario con el que Valencia acogió aquellos sonidos y su consiguiente cultura, plena de ecos libertarios y lisérgicos, tiene mucho que ver con nuestra confluencia de intereses entre las discotecas y el circuito de directos, en el que precisamente la ciudad ocupaba un lugar protagónico, muy lejos del plano secundario que ocupa en la actualidad: "Valencia en los 80 era la tercera capital de España en celebración de conciertos de artistas extranjeros, y esos conciertos se programaban en discotecas. Es decir, la música en vivo estaba entonces asociada a las discotecas, más que a los clubs que entonces eran inexistentes o muy pocos en número (recuerdo Pyjamarama como una excepción en la ciudad). La aportación de los DJs del 84 al 87-88 estaba también relacionada con ese circuito de importación de discos vinculado a los conciertos, que eran la parte principal de la fiesta".
Seguramente eso explica el carácter subalterno del acid house en nuestro circuito de salas, algo que Monty relata con detalle: "No hay una revolución sonora con el acid house en Valencia, sino que se integra entre otras tendencias de moda provenientes de las Islas, ya que es a partir del 88 con el boom del éxtasis en Ibiza, y la contaminación sonora de las distintas variantes house prácticamente en todos los estilos de pop-rock y disco europeo, que el house como tal empieza a tener cada vez más cabida en las sesiones, pero como un elemento más, no como algo excepcional. Los DJs podían pinchar un maxi de The Waterboys y a continuación algo oscuro de Blanco y Negro y después lanzarse con italo house, Bomb the Bass y finalmente el himno "(We Call it) Aceed!" de D-Mob".
Eso ayuda a explicar que "hubiera que esperar hasta bien entrados los 90 para que la cultura rave triunfara aquí". Lo hizo de una forma evidentemente tardía, claro. "Hasta el 93 o 94, prácticamente existía una dictadura de las audiencias que iban a las discotecas de la ruta que estaban casi todas concentradas en la misma comarca. Por reflejo de Ibiza y su Café del Mar se empezaba a hacer hueco al drum'n'bass y al chill out. Gente como el Colectivo Move y dueños de tiendas de discos que también eran DJs, como Animal Records o 3MV, continuaban con la tradición de vincular lo que sonaba a los discos de importación ingleses". Monty afirma que el efecto saturación también tuvo su parte de culpa, "porque otros DJs que habían pasado por la Ruta y que estaban ya un poco saturados del trance, el electro y el dance europeo en general buscaban algo de oxígeno y de originalidad".
Carlos Monty recuerda con especial cariño "las fiestas que cada vez con más popularidad organizaba el Colectivo Move, sobre todo las muy recordadas en Caballito de Mar en el Balneario de Las Arenas, antes de que la especulación municipal lo cerrara para convertirlo en un reducto de lujo para privilegiados", porque "convocaban a otro tipo de gente, más heterodoxa y exigente y más cercana al rollo indie de los 90 y a la electrónica, que luego daría lugar al éxito del FIB". Así que si en algún momento puede hablarse de cultura rave en Valencia es en ese momento, a finales de los 90 e incluso principios de los 2000, con "una tradición de fiestas musicalmente tan iconoclastas, que daban cabida a tantos estilos y demostraban que se podía jugar con los loops y los forwards del tecno de una forma inteligente y no tan machacona, y que emparentaron de nuevo Valencia con los lugares punteros del Mediterráneo (Ibiza, Sitges, Barcelona), con los que tras la Ruta del Bakalao había perdido comba".
Y es que aunque Valencia fuera una de las mecas del ocio nocturno europeo, puerta de entrada para la proliferación del éxtasis y enclave más que idóneo para que Shaun Ryder (Happy Mondays) diera-encantado-con sus huesos en la arena de nuestras playas, no puede decirse que el encaje del fenómeno fuera (ni mucho menos) natural o fluido.
CINCO DISCOS CLAVE DE LA PRIMERA ERA RAVE
Aunque cientos de bandas actuales hayan heredado el espíritu rave de segunda mano (de Klaxons a Die Antwoord), nunca está de más echar la mirada atrás para recuperar algunas gemas discográficas que ayudaron a captar con precisión y altura de vuelo el espíritu de la era de las raves primigenias y genuinas, entre finales de los 80 y principios de los 90. Allá van cinco que resultan prácticamente indiscutibles. Y que ejemplifican la ausencia de prejuicios de un momento en el que rock y dance se fundían en plena armonía.
808 State-Newbuild (Creed Records, 1988)
Aunque Graham Massey, Martin Price y Gerald Simpson (más tarde A Guy Called Gerald) tuvieron su mayor éxito un año más tarde con el influyente single "Pacific State", su debut es el álbum seminal por antonomasia de la generación raver. Para Aphex Twin y la corte mayor de techno kids de laboratorio de la segunda mitad de los 90, siempre fueron una influencia capital, llegando a reeditarlo en 1999 en su sello Rephlex. Con eso está todo dicho. Una nueva lisergia, en su estado más puro.
New Order-Technique (Factory, 1989)
"Fine Time", el single de adelanto, mostraba en su cubierta una lluvia de pastillas de éxtasis. Y aunque globalmente Technique no fue el álbum de inspiración house que casi todo el mundo esperaba, sí constituyó una magnífica aproximación al hedonismo del momento (lo grabaron tras cuatro meses en Ibiza) desde el inspiradísimo prisma pop que siempre defendieron los cuatro de Manchester. Su primer álbum número uno en el Reino Unido, y su inabordable cima creativa, aunque cientos de veces emulada. Que les pregunten a los Cut Copy de Free Your Mind, por ejemplo.
AR Kane-I (Rough Trade, 1989)
Se dice de ellos que son una de las bandas más criminalmente infravaloradas de su era, por cuanto se anticiparon al dream pop, al post rock e incluso al trip hop. Los argumentos están intactos en este inagotable álbum. Alex Ayuli y Rudy Tambala ya habían formado parte del colectivo MARRS (junto a Colourbox), los responsable del enorme hit "Pump Up The Volume". Este disco no solo captura el zeitgeist del momento (y su inherente joie de vivre) mejor que ningún otro: también certifica que no merecían quedar recluidos a la etiqueta de one hit wonders.
Happy Mondays-Pills'n'Thrills and Bellyaches (Factory, 1990)
No es casualidad ni que lo produjera Paul Oakenfold ni que lo hiciera en Ibiza (el DJ llevaba siendo el mejor embajador británico de todo lo que se cocía en la isla pitiusa desde mediados de los 80). El rock y la música de baile en perfecta coyunda. Lástima que cuando fueron a presentarlo en esa Valencia por la que sentían tanta afinidad, el escenario montado en la Plaza de Toros se derrumbase: aquella frustrada noche de julio de 1991, junto a Pixies y The Farm, se intuía antológica.
Primal Scream-Screamadelica (Creation, 1991)
Pop, house, dub, psicodelia, gospel...la reinvención casi inverosímil de una banda que hasta entonces eran poco más que unos aplicados revivalistas del jangle pop que habían heredado de The Byrds via generación C-86. Y todo por obra del DJ e ingeniero de sonido Andrew Weatherall y un estado de gracia prácticamente irrepetible (lo de prácticamente atiende a logros postreros). La cristalización definitiva de uno de los lustros más fértiles y gozosos del pop anglosajón en las últimas décadas.
WOW recuerdo varias raves de aquella epoca, pero con especial cariño una que creo que fue en las antiguas cocheras de los autobuses de la EMT o Metropolitanos, un agujero en la pared y ale para adentro xD que tiempos.... que bien lo "pasemos"
Per a raves valencianes, les de la Gerència, jo jo jo
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