VALENCIA. Una nueva raza de tenderos lleva desembarcando desde hace unos pocos años en el centro urbano de Valencia, la ciudad a la que acusaron de no estar a la altura de Muji. Los nuevos miembros tomando la delantera en el cuerpo botiguero mantienen constantes comunes. Se caracterizan por traer la especialización hasta el territorio sentimental, tratan su tienda como hogar con aparador, y no sólo están subiendo la persiana a un comercio, sino que desprenden carga editorial.
Ello implica que no queden detrás del mostrador a la espera del cliente, sino que lo fidelicen a golpe de argumento. Y aunque puedan causar recelos ante el telón de acero, antes los de siempre, en el fondo sólo están ganándose el lugar entre las grietas que conceden las franquicias.
Vayamos entonces con los ejemplos.
En el barrio del Mercat, el área de influencia donde la Inquisición consumaba carnicerías, luce una calle, la de San Fernando, que a pesar de su escasa extensión no se acaba nunca. Y en San Fernando, desde finales del año pasado, un panel luminoso de avisos jalona la vía. Es el de Sebastian Melmoth, una tienda ofreciendo "cosas del mundo con un marcado diseño", con forma y fondo. "Nos interesa que el producto sea interesante y que quien esté detrás de él tenga algo que contar", pronuncian mediante declaración de intenciones los autores de Melmoth, Laura Soriano y Roberto Martín, una psicóloga y un biólogo, dedicados a la música a través de su grupo Uke y propietarios del sello discográfico El Milenarismo.
En los pocos meses en marcha ya han dotado a las paredes de su garito del trasfondo que garantiza que una tienda sea algo más que eso. Además, hacen de su actividad una caza: "el primer mandamiento sería tener que encontrar cosas, no que las cosas nos encuentren a nosotros".
–¿Sebastian Melmoth?
–Sí, era un nombre fetiche reservado para el momento adecuado. Es el pseudónimo de Oscar Wilde cuando estuvo en la cárcel de Reading. El que sabe su procedencia le encanta que nos llamemos así y a los que les explicamos de dónde viene se marchan contentos de saberlo.
Durante años, como coleccionistas en previsión, recopilaron en la mente objetos que veían por el mundo. "Apuntábamos cosas que nos gustaría tener en esa tienda imaginaria, con un diseño muy marcado, que nos llamaran la atención". La auto profecía terminaría cumpliéndose.
El interior de Melmoth agrupa pequeñas maravillas que encapsulan su universo. Y de entre ellas, la caja anatómica de Miguel Arocas. "Es una caja de madera en cuyo interior hay portas de microscopio que llevan impresas las tres partes del cuerpo humano; huesos, músculos y piel. Miguel apareció a los pocos días de abrir con su caja y su historia, y nos pareció que encajaba 100% con nuestra filosofía". En el exterior, como tienda a pie de calle, una banqueta donde sientan a los invitados. El luminoso anuncia los próximos hitos.
Ejemplos de tenderos de nuevo cuño, su actividad pivota sobre mandamientos inaplazables:
–Es tan importante el objeto como quién está detrás de él.
–La tienda no solo es un instrumento de venta, sino que queremos que en el 17 de la calle San Fernando y en la misma calle sucedan cosas, porque es un lugar que ofrece un montón de comercios muy interesantes para que esto suceda: La librería de Rafael Solaz, El centro cultural Octubre, El asilo del libro, la tetería de La Petithe Planethe...
–Somos muy estrictos a la hora de introducir un producto en nuestra tienda. Una vez que algo entra, somos muy apasionados a la hora de venderlo y defenderlo.
–Como indica nuestro cartel luminoso: Arte, diseño, tradición y objetos únicos.
Camino ahora de la calle Bonaire, una de esas que se retuercen a los lados de la majestuosa calle la Paz. Angelitos Negros es el arca de Noé de los objetos que vuelven a la vida. Si Pixar grabara el proceso de resurrección de viejas piezas cotidianas, debería darse un volteo por aquí. Un taller que repara y vende. Henchido de juguetes clásicos. "Donde la gente puede pasar, no sólo a comprar, sino también a conocer lo que se cuece en la trastienda; un taller de restauración, un aula para clases y un departamento de investigación donde estudiamos el origen de los objetos que nos traen para restaurar".
En la foto, Lola, María Dolores Ferriz, se ocupa de una pieza de la Galería Adelantado. Ella, junto a Antonio Tarazona, ambos restauradores, han hecho su fuerte en un lugar que ensalza la ciudad desde lo micro. E igual que les da nombre una canción de Machín, su objeto de negocio, no es otro, exclaman, que la "recuperación del recuerdo". Antiguos juguetes, muebles en herencia... un submundo de pasados revitalizados.
Porque no es sólo negocio, es algo muy personal.
Y dando un cambio de rumbo radical al género -que no tanto a la esencia-, aterrizo en Blasco Ibáñez 33, el paraíso de zapatillas, que son desde niño uno de los principales vínculos afectivos del protagonista, Marc Sanz, alzando al cumplir los 32 un templo de 500 metros cuadrados que seduce a tribus urbanas y encauza a la comunidad del hip hop. "Estamos preparando (ojo, primicia) nuestra propia colección de ropa y en las etiquetas se podrá leer: STRAP "Feeling Good, Living Better".
–¿Qué es lo que tienes con las zapatillas, Marc?
–Desde bien pequeño recuerdo estar siempre negociando con mi madre en Deportes Arnau [la tienda de la época], para poder llevarme las Jordan de turno a casa. Al día siguiente la llamaban del colegio porque Marc no había llevado los zapatos del uniforme al cole e iba con unas botas negras con suela "infrared". Cuando dejó de crecerme el pie, sobre los 18 años, ya pude empezar a coleccionar pares y pares y hasta hoy, que tendré como unos 260 pares más o menos.
Al igual que con Melmoth y Angelitos Negros, y aunque aquí se trate de zapas, esta hornada de tenderos tiene un 'más allá': "la idea siempre fue crear un movimiento, algo con lo que la gente se sintiera identificada. Tiendas hay muchas, pero yo no quería una tienda al uso, yo quería algo más, algo que tuviera alma y que transmitiera unos valores. Organizamos muchos eventos relacionados con la música hip hop en Valencia (conciertos, fiestas....), estamos haciendo exposiciones de ilustradores valencianos, esponsorizamos varios equipos de fútbol y éste año vamos a crear un equipo propio entre clientes y trabajadores. No sé, de eso era de lo que se trataba".
Nuevo destino. A veces basta una actitud irónica para evidenciar que detrás de las puertas de un local se esconden rostros implicados por su ciudad, capaces de lanzar mensajes. "Yo sobreviví a Ruzafa en obras", se leía en el escaparate de Gnomo, un comercio de la calle Denia.
"Nos encanta ser tenderos", proclaman Esther Martín, una periodista extremeña, y Álvaro Zarzuela, llegado de las Bellas Artes pero curtido detrás de un mostrador. "Ser tendero implica ser cazatendencias, informático, y contable de los de lápiz en oreja. Y además permite hablar por los codos, que es lo que más nos gusta". Martín y Zarzuela comparten, no sólo un hijo, sino también una tienda nacida en 2010 en un escenario que fue negocio familiar ("detrás del cartel del mostrador pone "Artesanía Pilarín". Es un secreto que nos hace ilusión") y que perteneció al Círculo de Ilusionistas de Valencia ("no sólo hemos respetado esos rasgos, sino que les hemos dado nueva vida").
Venden "objetos absolutamente imprescindibles para la supervivencia contemporánea" (toma ya), al tiempo que los ojos les hacen chiribitas cada vez que ven llegar a las matriarcas del barrio: "nos encanta ser una tienda enraizada en la vida de la calle y que hasta las abuelas vengan buscando novedades. Nos encanta conseguir que el diseño deje de ser elitista". Y ante sí la abuela dispondrá de "las ilustraciones de Paula Bonet, el nuevo papel de Impossible Project para antiguas cámaras Polaroid o las macetas invertidas de Boskke. Es emocionante haber visto crecer proyectos como éstos, acompañándoles desde el comienzo".
Al habla con Esther y Álvaro, resaltan su tarea como inspiradores, otra de las raíces profesionales tras los nuevos tenderos. Y ofrecen una ráfaga de mandamientos útiles para congéneres:
–Ser muy estrictos con el horario. Nos parece horrible que un cliente te busque y no te encuentre.
–Ofrecer al cliente algo que contar. De ahí que estemos constantemente organizando conciertos y diferentes eventos en nuestro escenario. A Gnomo se viene a pasárselo bien.
–Disfrutar con nuestro trabajo. Montar un negocio no tiene sentido si lo pasas mal, si no lo disfrutas. Cada día en la tienda, una nueva aventura.
–No a las prisas y no a las pausas.
–Amar al barrio sobre todas las cosas.
Amén.
En el contorno de la Plaza Redonda, Cactus, establecimiento del nuevo orden que con las reglas del momento desprende aroma a refugio en el que entrar a sentirte en el tercer hogar. Allí, Judith Trasmonte: "hola, soy catalana y vine a esta ciudad hace diez años con el sueño de trabajar en el mundo de la moda. Y como siempre ocurre, el sueño tardó en llegar". Su historia es la de una dependienta que acaba amarrada a un negocio con el que surca fases vitales.
El espacio, como una antigua confitería poderosa en maderas, ahora repleta de trajes de mujer, guarda cualidades de acomodo hogareño. "Siempre me sorprende lo a gusto que se sienten las parejas acompañantes. Se ponen en el sofá, donde esperan relajadamente".
¿Qué cualidades debe ofrecer un lugar como Cactus?, le vengo a decir a Judith. Y arranca:
–La música es especial. Todo el mundo canta o tararea alguna canción de Ella Fitzgerald o Anita O'Day mientras pasea por la tienda. Y si no compran y se van cantando, yo tan feliz.
–Hay que ser amable y sonreír.
–Me encantaría poder invitar a un café a muchas de mis clientas, mientras se prueban la ropa. Algún día...
–El orden es importante, si todo está en su sitio, para el cliente es más fácil escoger.
–Ser diferentes al resto y creo que lo somos, o eso dicen. Ah, y tenemos WiFi.
Todos ellos son aires renovados del comercio local. Tenderos ejemplares que, frente a la desgana, y por el poder que les otorga la pequeña escala, se han puesto a fabricar cobijos con vistas a la ciudad, mezclados con ella.
Larga vida.
Me ha encantado el artículo ¡qué mejor manera de regar el comercio local que dándole amor en nuestros medios! Conocía Cactus, Angelitos Negros y Gnomo, (Esther es un encanto ) y me ha encantado saber que Strap y Sebastián Melmoth existen. ¡Iré sin duda a conocerlos! y me estoy viendo que me enamoro de todos ellos. Por si acaso, ya estoy mentalizando a mis ahorros ;D ¡Gracias por la interesante lectura!
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