VALENCIA. Es un recuerdo de infancia que los de mi generación fuimos los últimos en albergar. Quizás veníamos de la plaza Redonda de cambiar cromos, a finales de los 80, y nos acercábamos por primera vez, de la mano de nuestros padres, a aquel avejentado edificio de color calabaza que estaba junto a la plaza de la Virgen. Era el Almudín, en cuya puerta lateral, sobre un escudo real, un letrero pintado en una cartela de color blanco indicaba: "MVSEO PALEONTOLÓGICO". Al entrar, el olor a rancio era fuerte y miles de motas de polvo brillaban en los espesos haces de luz que entraban por las ventanas superiores del edificio.
La sorpresa era mayúscula: el esqueleto erguido de un megaterio, un gran oso perezoso extinguido de hasta seis metros, dominaba la sala junto a una abundante colección de gliptodontes o armadillos gigantes, de entre dos y tres metros. Muchos otros fósiles, expuestos en vitrinas o sobre antiguos muebles de madera, completaban la colección, que muchos años más tarde sabría que recibía el nombre de su colector, Josep Rodrigo Botet (1842-1915). Por entonces, tras un efímero paso por la sala municipal de exposiciones del propio Ayuntamiento, ya estaba ubicada en un lugar más adecuado, pero seguramente no tan singular: el Museo de Ciencias Naturales de Valencia, inaugurado en 1999 en el antiguo restaurante racionalista de los Jardines de Viveros.
Al igual que en el anterior Museo Paleontológico, la veintena de esqueletos completos y los más de cinco mil huesos de animales del Pleistoceno, procedentes de Sudamérica y donados a la ciudad por Rodrigo Botet, siguen siendo la estrella. No en vano, constituyen un conjunto único en Europa, ya que contienen la misma serie de mamíferos terrestres extintos que Darwin encontró en una colina de fósiles en Punta Alta, Argentina, un hallazgo esencial para la teoría evolucionista que realizó en 1833, durante su segundo viaje con el Beagle. Los restos descubiertos por Darwin se conservaban en Londres, pero los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial los pulverizaron. De aquí la importancia de la colección valenciana.
¿Pero quién era Josep Rodrigo Botet y cómo hizo llegar aquel extraordinario repertorio de fósiles de hace dos millones de años a Valencia? Su historia bien merecería una biografía, una novela o una película, como aquellas que representan las increíbles historias de intrépidos aventureros y ciudades de los prodigios no tan lejanos a los nuestros, pero que apenas conocemos. De la nada a la gloria, y de nuevo a la nada. De Manises a Buenos Aires, pasando por el exilio francés. La epopeya de un hombre hecho a sí mismo que acabó sus días, en la miseria, en Madrid. Hasta ahora se han conocido datos sueltos que él mismo facilitó en vida, a través de crónicas periodísticas, pero recientemente un estudioso valenciano, Antoni Zaragozà, ha profundizado en los archivos militares y estatales para ofrecer un retrato más detallado de sus azarosas peripecias.
Nacido en Manises en 1842 en el seno de una familia de alfareros -¿de qué, si no?-, a sus 8 años se trasladaron a Valencia, donde instalaron la primera tienda de cerámica de la plaza Redonda, entonces en construcción. Pronto, sin embargo, el joven Josep ingresó en el ejército español, escogiendo Cuba como destino, donde inició una meteórica carrera militar. Pero en 1864, a los 22 años, fue acusado de conspirador carlista, expulsado del ejército y encarcelado, primero en Canarias y después en Valencia, en las Torres de Quart. Consiguió su liberación en el contexto de la Revolución Gloriosa de 1868, que conllevó la deposición de Isabel II y el alzamiento de los carlistas contra el gobierno cuatro años después.
Rodrigo Botet estaba entre ellos, apoyando militar y políticamente -mediante la fundación de dos periódicos- a las huestes de Don Carlos María en el Maestrazgo valenciano. Ello le ocasionó diversos exilios en tierras francesas hasta que, secretamente, empezó a trabajar para el gobierno como espía entre las filas carlistas. El fin de la guerra y la restauración de la monarquía borbónica, sin embargo, no le reportaron ningún beneficio. Acusado de cometer un fraude empresarial en 1875, tuvo que huir de nuevo a Francia y desde aquí, con 33 años, decidió probar la aventura americana junto a su segunda mujer -la primera había fallecido en Valencia- y un amigo catalán, Enric de Carles.
En concreto se dirigieron a Argentina, donde en aquellos momentos se producía la última guerra entre el Gobierno Nacional y el Estado Provincial de Buenos Aires, que comportó la centralización del país y la reducción de la autonomía bonaerense en 1880. En este caso Josep Rodrigo se puso nuevamente al servicio del gobierno, gracias a su intensa colaboración con Dardo Rocha, el militar y político que dirigió la nueva provincia de Buenos Aires entre 1881 y 1884. Sus inicios en Argentina son escasamente conocidos y Antoni Zaragozà se lamenta de que ninguna institución valenciana haya querido financiar un viaje para seguir su pista en los archivos locales.
Sabemos, en cualquier caso, que Rodrigo se especializó en ingeniería civil y tuvo un papel fundamental en la creación de la nueva capital administrativa de la provincia bonaerense, que fue fundada siguiendo un plano cuadricular con grandes diagonales muy similar al que él mismo presentó, proponiendo que se llamara Ciudad Atlántida. El nombre escogido, finalmente, fue La Plata y en 1882 legiones de albañiles italianos comenzaron su construcción, en una Argentina que, bajo la Ley de Colonizaciones y la recepción constante de inmigrantes europeos, pasó de los dos a los cuatro millones de habitantes en apenas veinte años.
Josep Rodrigo participó plenamente de aquel crecimiento desenfrenado de finales del siglo XIX, no sólo en La Plata, sino también en Buenos Aires, donde constituyó una compañía para construir el muelle meridional del puerto, y por toda la Pampa, donde diseñó y habilitó importantes canales como el de Campana o desagües fluviales como el del río Bermejo. Erigido en promotor e ingeniero de grandes obras y en uno de los hombres más influyentes del país, viajó por Estados Unidos y Brasil, donde acabaron instalándose, en Sao Paulo, su tercera mujer y los diez hijos que tuvo con ésta.
Como fruto de su labor constructora y de su amistad con Enric de Carles, comenzó a interesarse por los restos paleontológicos que salían a la luz en las obras. De Carles trabajaba como profesor de ciencias y dedicaba su tiempo libre a recoger fósiles por la cuenca del Río de la Plata, llegando a agrupar una importantísima colección que estaba a punto de vender al Museo Zoológico de Copenhague. Pero entonces intervino Josep Rodrigo: él le compraría los fósiles, costaran lo que costaran, y los llevaría a su Valencia de origen. "Els diners i els collons són per a les ocasions", debió pensar.
Así, inició una campaña propagandística para organizar su vuelta al país por todo lo grande, 14 años después de haber huido. El diario La Correspondencia de Valencia difundió los éxitos de Rodrigo Botet en la pujante Argentina y anunció la buena nueva "de dotar a su patria de un museo tal vez único en su género". La expectación era tanta que la mayoría de medios de Valencia se desplazaron a Barcelona, a esperar la llegada del vapor que traía al exitoso valenciano, el científico catalán y su colección de fósiles desde Buenos Aires. Rodrigo había contratado un tren especial para retornar, todos juntos, hasta la ciudad del Turia, donde se alojaría durante tres días.
El poeta de la Renaixença Constantí Llombart y su ayudante Ramon Andrés Cabrelles fueron testigos de excepción de aquellos hechos. Según relata el segundo, en el tren de vuelta Josep Rodrigo no cesaba de expresar su ansia por volver a contemplar Valencia con sus propios ojos: "Tinc fam de vore-la", "Encara no s'hi veu el Micalet!", "Ja el veig! Gràcies, Déu meu!". Aquellos tres días, el 9, 10 y 11 de agosto de 1889, de los que se acaban de cumplir justo 125 años, fueron de una magnificencia y una dadivosidad desconocidas en la ciudad. El ilustre indiano organizó banquetes de gala con centenares de invitados y satisfizo con prodigalidad todas las peticiones que recibió, "gastando cantidades fabulosas", según indican las crónicas de la época.
El municipio le correspondió nombrándole hijo predilecto y dando a la histórica plaza de Sant Jordi el nombre de Josep Rodrigo Botet, popularmente conocida como "plaza de los patos", por la fuente que alberga en su centro. Con todo, Rodrigo volvió enseguida a Argentina, dejando a cargo del montaje de los fósiles a Enric de Carles, quien, sin embargo, no completó su tarea al regresar igualmente al cabo de unos pocos meses, como consecuencia de un brote de cólera que amenazó a la ciudad. El conjunto fue guardado en cajas en almacenes municipales durante diversos años, corriendo un grave riesgo de espolio, como indicaba uno de los conserjes encargados: "Con el dinero que me ofrecen por retirar alguna caja podría vivir bien, pero soy honrado... Tengo una escopeta y al que se acerque a la puerta del almacén le dejo la cabeza roja".
En 1895 entró en acción el catedrático de Historia Natural de la Universidad de Valencia Eduard Boscà, apasionado partidario de las ideas de Darwin, que comenzó a estudiar los fósiles y los adecuó para su exposición en el antiguo Hospital de San Pablo, cerca de la Prisión Modelo, que se construía por entonces. Sin embargo, la lejana ubicación respecto al núcleo de la ciudad los mantuvo prácticamente escondidos para la mayoría de los habitantes de la capital. No fue hasta 1908, casi veinte años después de la donación de Rodrigo Botet, cuando la colección comenzó a obtener el reconocimiento que se merecía, al instalarse en el Almudín y fundarse el Museo Paleontológico, bajo la dirección del mismo Eduard Boscà.
Por entonces, no obstante, la rueda de la fortuna había virado por completo para el ingeniero valenciano. Había liquidado progresivamente sus asuntos sudamericanos y se había instalado en Madrid para invertir en negocios españoles, como la exportación hortofrutícola, los proyectos ferroviarios, las patentes frigoríficas o la producción industrial de jabón. Ninguno de ellos funcionó y las deudas sepultaron la otrora fortuna de Josep Rodrigo Botet, que murió arruinado en la capital de España el 5 de julio de 1915. Valencia le rendiría un postrero homenaje al conseguir el traslado de sus restos mortales al Cementerio General cinco años después, habilitando una lápida que representaba los animales del Pleistoceno que él mismo había traído a la ciudad.
Unos animales, o más bien sus esqueletos fósiles, que muchos niños valencianos, mucho tiempo después, evocaríamos como uno de nuestros primeros recuerdos de la ciudad, instalados de manera asombrosa en el interior del Almudín o, ya más recientemente, en el Museo de Ciencias Naturales de los Jardines de Viveros. La prodigiosa historia de Josep Rodrigo Botet ha conservado y conservará así su memoria en Valencia, gracias a un arrebato de filantropía a la altura de muy pocos.
Soy Isabel González Rodrigo de Gelmi, bisnieta de de J.R.B., nieta de su hijo Manuel Rodrigo Carrasco e hija de Angelina Rodrigo Argañaraz. Vivo en Bs. As. Argentina. Es un orgullo recorrer la vida de nuestro bisabuelo e ir conectándonos con sus descendientes. Gracias .
Soy José Navarro Rodrigo, hijo de Marta Asunción Rodrigo, hija de Manuel Rodrigo, hijo de José Rodrigo Botet y Asunción Carrasco Granda, (Madrid 1864-Sao Paulo 1939). Por lo tanto soy bisnieto de José Rodrigo Botet. Mi abuelo Manuel Rodrigo nació en Valencia para cuando JRB fué a llevar la colección paleontológica en agosto de 1889. En ese viaje lo acompañaron sus hijos Alberto 1872, José 1881, Ubaldo Vicente Julio 1883, Roberto 1885, Carlos Ricardo 1886 y Dolores Adela 1888. Después de mi abuelo Manuel nacieron Eugenio, Josefina Teresa 1894, Angélica Visitación Asunción 1896 y Onofre. Tengo muchas fotografías de ellos y quiero compartirlas con los descendientes de José Rodrigo Botet.Es muy buena la biografía que escribió Antoni Zaragozzà Mi número es 541144691268. Buenos Aires- Argentina.
Mm yo soy camila y eugenio rodrigo botet fue mi abuelo y el padre de el fue jose rodrigo botet soy de la argentina y estoy muy contentaa!!
Hola soy Aroa nieta d Pepe Ricos e hija d paco Ricos, tarabajadores del almudin,mi abuelo en los años 50-80+- y. Mi padre de los 80-2014 q s jubilo,m encanta haber visto esta foto y el documental, he pasado muxos y buenos momentos allí
Estimado editor, quería compartirle que mi bisabuela era la prima hermana de José Rodrigo Botet. Básicamente no soy su familia directa, pero mi abuela me ha contado muchas cosas acerca de José Rodrigo Botet y no podría sentirme más orgullosa. He visto la placa que hay en el pueblo donde nació (casualmente yo vivo en él) mil veces. También paso por la casa donde se crió ya que ahora es propiedad de mi familia. Me alegro de pertenecer a un árbol geneálogico tan extenso y genial. Gracias :)
Yo soy de Valencia, exactamente del pueblo en el que aún vive parte de familia de Rodrigo Botet. Mi abuela es su sobrina, es nieta de su hermana (de Rodrigo Botet) Genoveva Botet. Osea que técnicamente soy familia de Botet, y , aunque no me toque nada suyo, no puedo evitar sentirme orgullosa al leer esto. Muy buen texto.
Según me comento mi padre pertenezco a su rama familiar por tatarabuelo. Mi abuelo fue Jose Piqueres Botet. Que también estuvo en América montando fábricas de cerámicas. Yo soy de Manises.
De menuda anava al museu de l'Almudí amb el meu germà i els seus amics, per a mi era màgic veure aquell dinosaure enorme. Sempre em preguntava on estaria ara. El pròxim viatge a València aniré al museu dels Vivers. Gràcies
Antiguamente decían que "enseñar al que no sabe" era una obra de misericordia. Yo diría que es de justicia divulgar ciencia como en este excelente artículo se hace. Gracias.
Hola soy nieta de Alberto Rodrigo (hombre parado que esta en la foto , donado por mi madre Dolores Beatriz Rodrigo al museo de Valencia) y bisnieta de Don José Rodrigo Botet, vivo en Buenos Aires Argentina.
Soy bisnieto de RODRIGO BOTET, convoco a todos los descendientes a recordarlo al cumplirse cien años de su fallecimiento. mi teléfono es 541144691268. Buenos Aires Argentina.
Estimado editor Nosotros somos una familia brasilena descendente de D. Jose Rodrigo Botet. Somos bis nietos y tataranietos de ello com su trcera mujer , cuando se traslado a Brasil , para vivir en São Paulo. Gustariamos de participar de las comemoraciones de los 100 anos de su muerte. Podemos enviar fotos de nosotros y un relato delos caminos que sus descendientes seguiran Aguardo su gentil contacto. Saludos cordiales, Walter Denser Mobile 55-11-99905_2414
Josep Rodrigo Botet fue mi bisabuelo. Su hija Dolores se casó en Brasil (São Paulo) con mi bisabuelo Izidro Denser familia originaria de la región alemana de Baviera.
Muy bueno el articulo, lastima que la gente no lo lea.
Qué buen artículo! qué completo y qué bien escrito! Tengo que ir al Museo de Ciencias Naturales. Y desde luego, la Plaza de Josep Rodrigo Botet, será mucho más especial para mí después de haber leído tu artículo. Gracias por compartir tanta información.
Un artículo muy interesante. Estuve el otro día en el Museo con mi hija y me ha gustado conocer su historia. Gracias.
M´ ha gradat coneixer l´ historia de Rodrigo Botet. Vullc donar-lis les gracies per divulgar aquest article tan interessant.
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