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UN ESCENARIO PATAS ARRIBA

Statu quo de festivales: al FIB le crecen los enanos y le sacan una cabeza

JORGE SALAS. 14/08/2014 En un nuevo entorno comercial, la cita de Benicàssim se encuentra en una encrucijada fundamental para su supervivencia

VALENCIA. Probablemente no haga falta resucitar a Charles Darwin para que nos explique cómo se aplicaría su teoría de la evolución de las especies en el ecosistema festivalero de nuestro país; de lo contrario, teniendo en cuenta su pasaporte, lo más probable es que el naturalista de Shrewsbury diera el discurso desde la zona VIP del FIB. La supervivencia del más apto o, mejor, del más adaptado, tiene en el colectivo de festivales españoles su más apurado tributo y, en el FIB, al eslabón manifiestamente más débil de la cadena alimentaria, condenado por su incapacidad para adaptarse al nuevo entorno económico.

El ocaso de la temporada veraniega de festivales, con sus datos oficiales, empieza a certificar el nuevo capítulo en la caída libre del festival celebrado en Benicàssim. Tras su éxito en 2011 con esos 200.000 asistentes que igualaban las mejores cifras de 2009, el número de fibers no deja de descender (este año lo ha hecho hasta los 120.000); la pérdida de esos 80.000 espectadores en cuestión de tres años se debe, según la Asociación de Promotores Musicales (APM), a la política "un poco descabezada" del festival.

Lo más preocupante resulta, como siempre, de compararse con los demás. Desde ese 2011 de la exhibición de Arctic Monkeys y Portishead, el Primavera Sound ha revertido la situación de inferioridad pasando de aquellos 140.000 asistentes a los 190.000 de este año. Algo similar ha ocurrido con el BBK Live: eterna perseguidora de ambos colosos, la cita de Kobetamendi contaba con la mitad de asistentes que el FIB en 2011; este año, con un día menos que el festival de Benicàssim, la montaña de Bilbao ha reunido a 120.000 asistentes, con sold out y récord absoluto para los organizadores.

Sin embargo, el principal problema del FIB no es el hecho de haber sido desplazado por el Primavera Sound de Barcelona y el BBK Live de Bilbao. El mayor peligro para el festival que ahora dirige Melvin Benn estriba en un revitalizado entorno con festivales que, con un FIB saneado y seguro de sí mismo, jamás podrían suponer una amenaza. Pero lo son. El hedonismo juvenil del Arenal Sound le ha granjeado 250.000 espectadores este año (280.000 el curso anterior); por su parte, el Low Festival ha mantenido el crecimiento del año pasado con unos 75.000 espectadores con un cartel cuyo mayor atractivo era Massive Attack, un grupo que no publica un disco desde hace cuatro años; sólo el SOS 4.8 ha visto un retroceso verdaderamente relevante en su audiencia, pasando de los 90.000 asistentes del año pasado a los 70.000 de este.

A FIB REVUELTO, GANANCIA DE COMPETIDORES

Lo realmente alarmante de todo esto para el FIB es esa conclusión tan difícil de encajar que arroja un somero vistazo por los carteles de Primavera, BBK, Arenal, Low y SOS: buena parte de sus resultados positivos han llegado a costa del mismo festival de Benicàssim. A costa de extirpar pequeños rasgos de esa personalidad que el mejor FIB había construido año a año desde 1995, y que hace confiar edición tras edición en el famoso "año de transición". De entre los nombres con mayor cuota de cartel de todos los festivales que han competido este año con el FIB, casi una veintena han pasado con más o menos gloria por los escenarios de Benicàssim.

Desde la famosa "pinza" del Primavera y el BBK con The Cure en 2012 (otro grupo que, por cierto, ya había tocado siete años antes en el FIB), la tendencia se ha ido pronunciando cada vez más. Este verano, sin ir más lejos, cinco de los cabezas de cartel (tipográficamente reconocidos por los organizadores de cada festival) ya habían pasado por alguno de los escenarios del FIB; en el BBK 2014, Franz Ferdinand, que cuentan por victorias sus participaciones en el FIB (2004, 2006 y 2009), y The Prodigy, que fueron cabezas de cartel en Benicàssim en 2010, han liderado (junto a The Black Keys) el elenco de bandas del festival de Kobetamendi. Por su parte, el Primavera Sound, cuya oferta mastodóntica (en cantidad y calidad) trasciende muchas veces el concepto de "cabeza de cartel", sí ha destacado en esta edición a grupos que, como Arcade Fire (2011), Queens of the Stone Age (2013) o Pixies (2006) pasaron antes por el FIB. Si a estos nombres les añadimos otros representantes de la clase media-alta que, como Foals en el PS o Crystal Fighters en el BBK, ya estuvieron en Benicàssim en 2010 y 2011, respectivamente, la cosa acaba de tomar cuerpo.

Aún así, la peor noticia para la organización del festival de Melvin Benn es la apropiación de personalidad fiber por parte de festivales más pequeños y humildes económicamente que Primavera Sound o BBK Live. Es, sin duda, el más peligroso de sus síntomas. Este año, el SOS 4.8 se ha atrevido con Damon Albarn, clásico del FIB (con Blur en 1999 y 2003, y con Gorillaz en 2010), y también con The Prodigy. El Low Festival ha optado por la famosa clase media fiber para construir su versión internacional: Kaiser Chiefs, Editors, The Horrors, The Hives y, lo más doloroso para el FIB, Massive Attack; la formación inglesa, que pasó en 1999 por Benicàssim, resulta tan poco Low Festival y tan FIB en sus orígenes que lo más difícil es no ver la ironía.

Sin embargo, el líder de este grupo de festivales jóvenes y pujantes está a menos de 30 kilómetros de Benicàssim: un evento en Borriana que se agencia nombres del nuevo FIB (Miles Kane, Azealia Banks, Russian Red) con la misma soltura con la que se adueña de nombres más propios de su anterior modelo (Placebo, Mando Diao). Lo del Arenal Sound, con su exitosa fórmula de subsistencia más allá de la música, es la puntilla.

EL BRITISH FIB: UNA APUESTA ARRIESGADA

La apropiación de personalidad y el recorte del terreno del resto de festivales respecto al FIB no sería tan conturbadora si se percibiera simplemente como el fruto de un estado de deriva coyuntural propiciado, entre otras cosas, por la salida de los hermanos Morán y el concurso de acreedores. La realidad es que el viraje de los últimos años hacia la anglofilia descarada no parece estar dando lo que de él se esperaba, y eso tampoco ayuda. La excursión sin aparente intención de retorno hacia el British FIB, a la luz de las cifras publicadas por la organización, no está ofreciendo los beneficiosos resultados que podría esperarse.

Desde el rotundo éxito de 2011, los datos oficiales de asistencia por nacionalidad no se corresponden con la apuesta del FIB. Es curioso que la presencia de público británico se haya ido reduciendo al mismo tiempo que se confeccionaban carteles cada vez más dirigidos a un target mayoritariamente de las islas; del 70% de británicos en 2012 se pasó al 60% en 2013, y al 55% de la última edición, probablemente la más descaradamente británica de todas las ediciones. Este es un dato a tener muy en cuenta, sobre todo después de ver las concesiones más dudosas del cartel (Ellie Goulding, Tinie Tempah, Katy B, Nina Nesbitt, Kodaline) y el extraño estado de la tradicionalmente apreciadísima clase media nacional del FIB.

Con todo esto, el Festival Internacional de Benicàssim sigue vivo. Como marca y como festival. Tan cierto es que sobrevive de réditos pasados como que lo hace más acorralado que nunca por un nuevo entorno con festivales de ideas mucho más claras y mayor capacidad económica; pero su arrinconamiento también viene condicionado por sus propias decisiones. En manos de su dirección está encontrar su camino otra vez: seguir por el sendero de baldosas amarillas que lleva al británico mainstream de superventas, o recuperar antiguas señas de identidad dolorosamente olvidadas (hace muy poco, por ejemplo, se cumplían 13 años del glorioso concierto de PJ Harvey en Benicàssim). La alternativa es adaptarse a las nuevas condiciones del juego de la mejor manera posible, o verse atropellado por la evolución. La próxima edición del festival será fundamental. Otra vez. Quizá sea la de verdad.

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