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VALENCIA. Es la cita de los reventones. El fin de semana de las cifras mayestáticas. La madre de todas las aglomeraciones. Pero es también un punto de encuentro en el que la música pop, aunque no siempre lo parezca, juega un papel relativamente determinante en su poder de convocatoria. Y en el que no faltan algunos señuelos con un peso específico evidente para todo aquel que mantenga el radar atento a lo que se cuece en la escena del pop y el rock internacional de cariz más o menos independiente, pese a que el peaje que comporta su degustación (largas caminatas, acopio de gente, servicios más que mejorables) en ocasiones lastre la experiencia.

Hablamos, claro está, del Arenal Sound, el festival que se celebra en Burriana por quinto año consecutivo y que alcanza su primer lustro de vida con un nuevo sold out, el tercero consecutivo: todos los abonos vendidos desde el pasado 16 de julio, a casi dos semanas vista de su celebración. 55.000 personas al día desfilaron el año pasado por ese amplio recinto ubicado junto a la playa, un tramo de costa particularmente ajeno al turismo. Hasta ahora.

La magnitud de la cifra deparó que la prensa capitalina generalista (lo que viene a ser la estatal, vaya) dirigiese el verano pasado y por primera vez su atención al festival. Con reportajes en los principales informativos de televisión y en las cabeceras escritas de mayor renombre. Este año, la organización mantuvo un pulso con el Ayuntamiento en su empeño por ampliar la capacidad del terreno hasta los 60.000 espectadores.

Uno de esos tira y aflojas que siempre suelen solventarse con un razonable acuerdo entre las partes (el pingüe beneficio económico para el municipio manda, aunque su joven clientela no sea de un gran poder de consumo), y que vuelve a testimoniar la pujanza de un festival multitudinario donde los haya en el conjunto del estado, y que aún parece lejos de conocer su límite.

La fórmula se sustenta en un precio sumamente asequible, que incluye la posibilidad de acampar a pocos metros de la playa, y una selección musical que se compone de bandas estatales de indie aséptico e higienizado (aunque también los hay de mayor entidad), grupos foráneos de interés diverso, mestizaje sonoro y una amplia nómina de DJs. Cada uno de ellos tiene su propia legión de fieles, aunque sean los más noctívagos los que concentren el fervor mayoritario (a partir de las tres de la mañana) de un público que aúna en torno al tramo entre los 20 y los 25 años a su mayor contingente.

Es lo que tiene gozar del favor de ese público tan joven, gestado también a través del notable trabajo de difusión en redes sociales que emprendió el Arenal hace unos años. Muy lejos queda aquella tentativa inicial, en 2010, en la que Simple Minds, The Cranberries, Bebe y hasta Miguel Bosé figuraban en el cartel. Pronto se reorientó la tendencia. Y con buen resultado, visto lo visto.

 A continuación desgranamos algunas de los que se presumen deben ser los puntos álgidos de este año, en la que seguramente sea la edición con más focos de interés de entre las celebradas hasta ahora.

EXTRANJEROS ERRANTES

La neoyorquina Azealia Banks constituye el principal reclamo de este Arenal Sound. Desde que editara en 2012 una explosiva mixtape titulada Fantasea, no ha dejado de encarnar la enésima gran esperanza del pop de raigambre negra con vocación de encrucijada, ese que se mira en el hip hop, el r'n'b y la síntesis electrónica para buscar un punto de encuentro entre ellos y apelar a un público transversal. El año pasado suspendió a última hora su actuación en el FIB, dentro de un notable historial de espantadas en nuestro país: había hecho lo propio tiempo atrás en Barcelona y Baleares (no así en Madrid, donde debutó con éxito en el Matadero capitalino en el Día de la Música de 2012). Algo que, unido a la necesidad de concreción que aún aguarda su efervescente y bulliciosa propuesta, hace de su presencia en el Arenal Sound una cita obligada. Será la primera vez que pise la Comunidad Valenciana, claro. Si no hay sorpresas de última hora.

Otros que aterrizan por primera vez en el festival son los sudafricanos Die Antwoord, detentores de una fórmula bautizada en algunos foros como electro rap-rave, que también se caracteriza por la fusión de estilos y la explosividad de su directo. Más o menos lo mismo que puede colegirse de los portugueses Buraka Som Sistema, máximos exponentes a nivel internacional del kuduro, el rítmico estilo musical angoleño que comenzó a gozar de predicamento en nuestro país hace un par de años. Su Kalemba (Wegue Wegue) aún resuena en muchos tímpanos.

También merecen ser seguidos muy de cerca el británico Miles Kane (solvente rockero de hechuras clásicas, compañero de Alex Turner en Last Shadow Puppets y habitual del FIB), el rock de rompe y rasga de los escoceses Biffy Clyro e incluso el dance rock de unos The Wombats que ya estuvieron en Burriana hace un par de años y no parecen en condiciones de emular su resultón debut.

Es de suponer que Placebo, otros viejos conocidos, también se sumen a esa pléyade de grupos que rara vez suelen fallar a sus incondicionales, aunque registren en su historial prestaciones mejores. Otros que también han vivido tiempos mejores pero gozan de un bagaje con el que saldar cualquier papeleta son los suecos Mando Diao, antaño revivalistas del mejor garage rock y de un tiempo a esta parte más proclives a reproducir esquemas de fashion rock bailable, igual de cimbreante pero desde luego más circunstancial.

Mucho ojo habrá que prestar a la radiaciones emitidas por el fibroso y evocador (de reminiscencia shoegaze) discurso de los finlandeses French Films, quienes ya estuvieron en Valencia (Wah Wah) hace algo menos de un año. Y al sugestivo pop electrónico de los islandeses FM Belfast, quienes también recalan por vez primera por estos pagos, aunque ya estuvieron en junio pasado en el Sónar de Barcelona. Dos poderosos focos de interés, dada la novedad que representan en medio de un programa repleto de ganchos recurrentes.

The Royal Concept y Crystal Fighters seguramente pondrán patas arriba el recinto con su reconocida solvencia a la hora de desplegar las razones que les han llevado a ser contratados en multitud de citas a cielo abierto. El poso bailable y lúdico de sus discursos es su principal aval, en ausencia de novedades, ya que ambos también repiten. Y no son de los que cambian esa formulación, desde luego.

PLACERES DOMÉSTICOS

El mestizaje buenrrollista de La Pegatina y el pop esterilizado y con ribetes de charlotada de Love Of Lesbian representan mejor que ningún otro la seguridad con que citas como el Arenal Sound se entregan a aquellas bandas que más fiabilidad les reportan. Ambos han estado en Burriana más de una vez, y pondrán a reventar la explanada que media ante el escenario principal, el jueves.

Pero más allá de lo que pueda decirse de ellos (más bien poco, a tenor de su machacona insistencia) y de lo que pueda importarles a sus fans (más bien nada, teniendo en cuenta que pertenecen a una generación y a un sector de público que mayoritariamente no se molesta en leer textos como este, aunque siempre quede alguna bendita excepción), cabe remarcar algunos nombres estatales que pueden aportar minutos con mucha sustancia, y a buen seguro que con menos apreturas.

Porque al margen de Elefantes (que están de vuelta), Izal, Sidonie, Miss Cafeina, Estereotypo, La Raíz, Templeton, Els Amics de Les Arts, Iván Ferreiro, Dinero, L.A., Russian Red, Varry Brava o unos empobrecidos The Right Ons y demás proyectos livianos y de sedimento más bien frágil, hay todo un amplio abanico de grupos que ya por sí solos podrían justificar el viaje, al margen de algunos de los ganchos foráneos ya mentados.

Es el caso de los demoledores León Benavente y Triángulo de Amor Bizarro, dos valores seguros en su propio perfil de máquinas perfectamente engrasadas y, lo que es más importante, accionadas en torno a relatos necesarios. Ambos (en el SOS de Murcia los dos, solo los gallegos en el FIB) lo han vuelto a acreditar de forma relativamente reciente. O del rock con filtro norteamericano de los vacos John Berkhout, el pop de autor de los catalanes Mishima, el descharrante y ácido sentido de la música popular que tienen Pony Bravo o la capacidad de abrasión que aún les puede quedar a El Columpio Asesino, obligados a defender en escena Ballenas muertas en San Sebastián.

Sin olvidarnos de algunos proyectos quizá menos indispensables en su totalidad pero no exentos de puntos de interés, generalmente menos curtidos, y que desfilarán en la programación que, a modo de aperitivo, hay preparada para el martes 29 y el miércoles 30 de julio. Ese bien puede ser el caso de DeBigote, Polock, Gatomidi, Grises o The Parrots. De entre todos ellos, destacan por sobrada y repetida acumulación de méritos unos Tachenko que, una vez más, deberían figurar en un escenario mucho mayor. Cosas de las programaciones y el encaje de bolillos que comportan.

HASTA QUE EL CUERPO AGUANTE

Por lo que respecta a la nómina de DJs, los responsables de hacer que los cuerpos más ávidos de fiesta se tengan en pie hasta altas horas de la madrugada, hay que constatar una notable presencia, como cada año, de profesionales de la escena valenciana en medio de un listado de procedencia más diversa, que suele repetir también nombres. Así, los valencianos Kostrok, Pablo Cebrián, Ley DJ y Space Elephants compartirán escenario con otros nombres llegados de otros rincones del estado (principalmente Barcelona y Madrid), como Maadraasso, ElyElla DJs, Les Castizos, Eme DJ, Ochoymedio DJs o Kill The Hipsters.

Sintetizando, se podría decir que el Arenal Sound vuelve a basar su oferta sobre los cuatro pilares estéticos en los que ha venido apoyándose en los últimos años. Y a la vista del resultado, de nuevo con casi todo el papel vendido con muchos días de antelación, poca necesidad tiene de cambiar esa orientación.