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VALENCIA. Hace 45 años, Neil Armstrong se convirtió en la primera persona en poner un pie en la Luna, tras dar un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la Humanidad. Curiosamente, y pese a la abundancia de pruebas, los lunaescépticos se resisten a desaparecer. Y lo más llamativo es que la teoría parece ir a más.

Según una encuesta hecha pública el pasado lunes 20 de julio por la empresa Rasmussen, el número de partidarios de esta parida ha pasado del 5 al 14% de los americanos en los últimos dos años (desde la muerte de Neil Armstrong). Otras encuestas han elevado la cifra hasta el 27%.

Parte de la culpa la tiene el falso documental Operación Luna (2004), del francés William Karel, que emitió el Canal Arte y que sirvió de inspiración para el Operación Palace de Jordi Évole. Pese a que se trató de una simple broma (en Francia se estrenó el Día de los Inocentes), aún hay quien toma por auténtica la teoría de que las imágenes del alunizaje fueron rodadas por Stanley Kubrick en unos estudios.

A simple vista, la hipótesis parece sólida. Después de todo, como la Luna es de queso, el fuego de los motores la habría fundido y el Apolo XI se hubiera hundido en un charco de fondue. Que Armstrong pisó la Luna no lo han puesto en duda ni los rusos, para los que el hito fue una gran derrota en la carrera espacial. Lo que poca gente sabe es quién fue el padre de la criatura, el primer iluminado que llegó a la conclusión de que aquello era un fraude.

La bandera no ondea, simplemente está arrugada

EL ORIGEN DE LA TROLA

El primer alegrías que se atrevió a poner blanco sobre negro tan peculiar teoría fue el norteamericano Bill Kaysing en 1974, cuando autopublicó su libro Nunca fuimos a la Luna (el fraude de los 3.000 millones de dólares). El tipo había sido jefe de relaciones técnicas de la empresa Rocketdyne, encargada de realizar los motores del Apolo XI y contratista de la NASA desde que comenzó el proyecto Saturno 5 en 1957.

Según él, las imágenes se rodaron en un estudio de Las Vegas, para que los presuntos astronautas pudieran matar el tiempo entre toma y toma dejándose unos dólares en los casinos. Incluso se creó un falso centro de control del Proyecto Simulación Apolo en el que las recepcionistas eran tías buenas del lugar contratadas para la ocasión.

Kaysing fue el padre de los argumentos que los lunaescépticos han repetido hasta el aburrimiento: en las fotos no se ven las estrellas, las banderas ondean pese a que no hay viento, que el piloto del Mercury-Restone y el Gemini 3Virgil Grisson fue asesinado por intentar desvelar la verdad...

LA CONEXIÓN NAZI

Pero lo que decía el escritor autoeditado de ese libro de apenas 90 páginas no sólo era mentira, él formaba parte de ella. En realidad su relación con el proyecto Apolo era, simplemente, inexistente. Lo único cierto es que trabajó para Rocketdyne, pero en calidad de bibliotecario. Ni siquiera era ingeniero sino licenciado en Filología Inglesa. Para terminar de arreglarlo, sólo estuvo en la firma hasta el año 1963, mucho antes de que la empresa empezara a trabajar en el proyecto Apolo. Detalles sin importancia para el que quiere creer.

Pero Kaysing ni siquiera puede ponerse la medalla de haber sido el primero en inventar una teoría selenita. Tal mérito recae en el escritor Robert A. Heilein quien, tras las II Guerra Mundial, publicó la novela Rocket Ship Galileo (1947). La historia, que años después inspiró la película Iron Sky (Timo Vuorensola, 2012), contaba que Hitler falsificó su propia muerte -como haría Elvis años después- y se fue a pasar sus últimos días en una base subterránea en nuestro satélite.

Por increíble que parezca, muchos pensaron que había algo de verdad. En Internet se pueden encontrar artículos de diarios como The Daily Mail, The Sun o The New York Times en los que se habla de que el oficial de las SS Hans Kammler consiguió diseñar en 1944 el primer platillo volante nazi, quizás el arma definitiva de la que hablaba el Führer en sus últimos días. Fue el llamado proyecto Shriever - Habermohl, en honor a Rudolf Shriever (ingeniero y piloto de pruebas) y Otto Habermohl (ingeniero).

AL SERVICIO DEL CUARTO REICH

La idea parece extraña, pero no lo es. ¿Cómo iban los nazis a crear una base en la Luna? Muy fácil, primero montaron una en la Antártida y partieron desde allí. Así todo suena más lógico. Unos documentos aparecidos en Canadá en la década de los 60 confirmaron la historia.

Dichos papeles tenían un problema: eran falsos. Su descubridor Christof Friedrich era, además, el autor de la patraña. Su verdadero nombre era Ernst Zündel, y entre su currículum destacaban varias estancias en la cárcel. Según reconoció él mismo, las historias sobre tecnología alemana secreta le permitían meter de refilón en sus libros un poquito de propaganda filonazi y antisemita.

De hecho, con los dineros que ingresó con la venta de su libros sobre la materia se permitió financiar basuras como La mentira de Auschwitz o ¿De verdad murieron seis millones?.

LA APORTACIÓN PATRIA

Otra versión del tema de las bases en la Luna es que son de origen extraterrestre y que fueron abandonadas hace muchos años y que los primeros astronautas, al toparse con ellas, quedaron maravillados. Luego, la NASA (o quien fuera) las voló con bombas nucleares para que nadie más las viera.

Los defensores de esta teoría, huelga decirlo, son los mismos que dicen que nunca pisamos la Luna, pero eso es otra cosa. En España, el apóstol de esta patraña es J.J. Benítez, el ufológo que presenta el dudoso récord de haber hecho más afirmaciones sin pruebas desde que el mundo es mundo. Con dinero público, incluso desafió a los poderes en la sombra, emitiendo en Televisión Española (en su programa Planeta Encantado) unas imágenes a las que nadie más que él había tenido acceso.

"Esta fue la verdad. La única y secreta verdad", decía en el programa mientras presentaba una película de 14 minutos que "jamás fue difundida por NASA". La verdad es que no era de extrañar ya que las imágenes se grabaron en un estudio de efectos especiales de Bilbao (¿dónde si no?).

PRÓXIMA PARADA: MARTE

Probablemente los lunaescépticos nunca morirán, pero lo cierto es que las teorías sobre nuestro satélite están de capa caída. Ahora, con más éxito de lo que muchos creen, se imponen las que tienen a Marte como protagonista. La última, que está haciendo furor en Internet, son las declaraciones de un tal Capitán Kaye que dice que se pasó 17 años sirviendo a los marines en el planeta Rojo y defendiendo a los colonos (un millón, colono más colono menos) de los ataques de razas alienígenas.

Las pruebas son las declaraciones vía Skype de un tipo al que nadie ha visto la cara y que, además, utiliza un seudónimo. ¡Como para dudar!