VALENCIA. "Amanece lloviendo y yo con dolor de cabeza". Joaquín Sorolla (1863 -1923) escribía en enero de 1919 así a su mujer, apenas un año antes de sufrir un accidente cerebrovascular que haría que los tres últimos años de su vida fuesen un infierno. Las menciones a sus cefaleas durante estos meses son constantes. El pintor lleva años recorriendo España, recogiendo apuntes y bocetos, pintando un encargo del mecenas estadounidense Archer Milton Huntington: una nueva decoración para la biblioteca de la Hispanic Society.
Este proyecto de gran envergadura, si bien es verdad que le enriquecerá y le catapultará a la fama, le costará también la salud. Él mismo era consciente de su estado y así lo trasluce en alguna de las cartas que escribe a su mujer. En una de ellas, redactada en Sevilla en 1914, habla incluso de renunciar. "Yo no debería pintar ya más. Son demasiados años de lucha y repito la canción, no debía haberme comprometido con esta obra tan larga y pesada, cuando tan trabajado estoy. Hay ratos que me encuentro animoso y joven, pero éstos duran poco, son chispazos".
Su profesionalidad, que le hace intentar acabar la pintura de la mejor manera posible, su búsqueda de la perfección, de la obra maestra, le impide abandonar. En cierto modo, no puede controlarse. Quiere aprehender la vida, captarla, atraparla para llevarla a Nueva York, llevar la España que se está perdiendo. Así lo relata la directora del Instituto de Restauración, Carmen Pérez. "Él no se conforma con ir y captar una fotografía para usarla como modelo", explica la catedrática de Restauración; "él quiere vivirlo en primera persona, en directo, dibujarlo, pintarlo y sentirlo".
UN VIAJE AGOTADOR
"El año 1912 [primero en el que comienza a recopilar información para la obra] es impresionante"; dice el catedrático de Historia del Arte, Felipe Garín. "Cuando uno relata todos los viajes que hizo, todos las pinturas que pintó en sitio, todo el proceso creativo de lo que iba a ser la decoración, es una cantidad de trabajo enorme, y contando con que en aquellos tiempos los desplazamientos eran en unas condiciones tremendas", recuerda, "uno se puede imaginar cómo acabó".
Las quejas al cansancio y a los problemas de salud son habituales en las cartas que envía a su mujer, Clotilde, casi a diario. Y casi siempre van en la misma dirección: los mareos. "Estoy mareado y no sigo escribiendo". "El mareo me sigue aún, no tan fuerte como en Madrid". "Aún me resiento de algún pequeño mareíto y hoy he suprimido el tabaco".
Vistas hoy, en los epistolarios que editaron Garín y Facundo Tomás, se perciben claramente como los síntomas de lo que le acabaría matando. Pero, ¿el qué? Porque nunca se ha llegado a determinar con precisión qué aceleró el deterioro de su salud y le causó, a la postre, su temprana muerte.
Tradicionalmente sólo se ha señalado al "agotamiento" como el motivo por el cual el pintor valenciano enfermó. Así lo recuerda la bisnieta del pintor, Blanca Pons-Sorolla, quien considera que es evidente que ese estrés, ese cansancio físico, "ayudó a que muriese tan joven". Un agotamiento al que hace continua mención el pintor.
La imagen que ofrece el propio Sorolla es muy dramática. Habla de que se acuesta con tanto cansancio que llora. Con todo, el agotamiento de por sí no explica el ataque. Y aunque Sorolla fumaba y comía de manera abundante, "era una persona tremendamente ordenada en su vida", recuerda su bisnieta, poco dado a las jaranas.
LOS ANÁLISIS DE SU PALETA: LA PISTA FALSA
En este contexto, unos recientes hallazgos realizados durante la restauración de 32 borradores del pintor para su Visión de España han confimado una nueva vía. Como fue tradicional hasta principios de siglo, Sorolla empleó colores que se realizaban con productos químicos y que hoy están prohibidos. No sólo eso, los análisis de su paleta apuntan a que entre sus pigmentos habituales se hallaban algunos de los más tóxicos. El estudio se está realizando desde hace años con el Instituto de Patrimonio Histórico, analizando los Sorollas de Cuba y de la Hispanic Society, y ahora, con estos bocetos, se ha ampliado.
Por él se sabe que uno de sus colores fetiche es el bermellón. Este pigmento durante mucho tiempo se conseguía a partir del cinabrio, que se compone en un 85% de mercurio y en un 15% de azufre. A principios del siglo XX se popularizó una opción de bermellón creada a partir de cadmio, bastante menos perjudicial. Otro tanto pasaba con el blanco de plomo, un pigmento que fue sustituido por el blanco de titanio a partir de 1919, y que en la actualidad está prohibido para pintura interior. Y el tercer pigmento nocivo habitual en el utillaje de Sorolla era el verde de Scheele, del que se dice que mató a Napoleón.
En la actualidad, estos tres colores se elaboran con pigmentos inocuos y sólidos pero en la época de Sorolla eran comunes las soluciones venenosas. De hecho se dice de otro grandes pintores españoles como Goya que padecieron enfermedades provocadas por el uso de estos pigmentos nocivos. "Hoy sabemos que son perniciosas cosas que entonces no se sabían", conviene Blanca Pons Sorolla.
La cuestión es si llegaron a envenenarle ya que algunos de los síntomas que describe de esos días coinciden con el hidrargirismo, la intoxicación por mercurio, especialmente los problemas renales. Una elevada exposición al bermellón, que empleaba con asiduidad, unida al hecho de que era un fumador compulsivo, podría haberle intoxicado Algo de lo que duda la bisnieta del pintor. "El va con problemas en el riñón, con la tensión alta, dolores de cabeza... No lo sé. Pude afectarle, pero tampoco es una cosa que se haya probado", dice.
LA HIPERTENSIÓN, EL ASESINO SILENCIOSO
Es Felipe Garín quien apunta a un problema de salud hoy superado como posible culpable del ataque cerebrovascular: la hipertensión. "Sorolla llegó quince años tarde para que le alcanzaran los avances en las investigaciones médicas", comenta.
Así lo dejaron entrever él mismo y el diputado y exconseller Alejandro Font de Mora en el libro Joaquín Sorolla y la medicina, cuando escribieron: "Los aparatos medidores de la tensión arterial le llegaron algo tarde". Es más Garín explica que Font de Mora, médico forense, descarta en principio la intoxicación y apuesta por estos problemas de tensión arterial que entonces no se trataban.
"Los mareos, los cansancios... hay que tener en cuenta que pintaba cuadros de cuatro metros, algo que le obligaba a subir y bajar cincuenta y cien veces durante la misma mañana una escalera. Y de descansar poco porque, aunque él tenía dinero, en muchos sitios a los que iban los alojamientos no estaban en condiciones", recuerda. A lo que hay que añadir lo poco que se cuidaba. "Cuando tenía vértigos se tomaba una copita de jérez", recuerda Garín.
Una de las tristes paradojas que rodea a la muerte de Sorolla, es que buena parte de ese trabajo agotador que le impidió cuidarse, que le extenuó y le debilitó, que quedó reflejado en bocetos y apuntes, nunca se ha visto. En primer lugar, porque la mayoría no fueron luego utilizados en los paneles. En este sentido Pons-Sorolla recuerda que "sólo el de Jaca se adecúa a lo que luego son los paneles de Visión de España". Y en segundo lugar porque permanecieron custodiados en Estados Unidos.
Fue hace más de un año que la Hispanic Society depositó en el Instituto de Restauración de Valencia 32 de los 170 bocetos, una parte del proceso creativo que culminó en Visión de España. 10 de ellos son de pequeño formato, fragmentos que luego utilizaba en los collages que usaba como modelos. El resto son de grandes dimensiones, con medidas de dos metros de ancho por 1,5 de alto. Son unas obras de una extraordinaria belleza, muy modernas, mucho más que las propias pinturas del valenciano. "Es Sorolla pintando para Sorolla", resume Pérez.
Cuando termine la restauración, a principios de otoño, se exhibirán por primera vez en España. Verán así la luz estas pinturas que creó en su largo viaje hacia la obra maestra que acabó con él, unos bocetos en los que bien puede decirse que se dejó la vida.
Altamente especulativo. Único comentario sensato: el del Dr. Font de Mora, quien aún siendo forense, se olvida de los venenos y se decanta por una hipertensión arterial no diagnosticada y no tratada.
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