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HISTORIA Y ARTE

'Impresionismo valenciano' reivindica una generación única más allá de Sorolla

C. AIMEUR. 22/07/2014 Un libro homenajea a una treintena de creadores que hicieron de Valencia un referente artístico en el tránsito de los siglos XIX al XX

VALENCIA. Valencia no fue París en el tránsito del XIX al XX. Valencia era una ciudad con un fuerte peso de la agricultura en su economía, sin casi burguesía industrial, con altos índices de analfabetismo. Pese a ello, en esa época floreció un grupo de artistas excepcionales. Todos juntos conforman uno de los colectivos creativos más importantes de la España de aquel tiempo si bien sus carreras siguieron caminos muy diferentes. En algunos casos tuvieron que emigrar a Madrid (Joaquín Sorolla; 1863 -1923), en otros a Barcelona (José Mogrell,1870 -1937) y en otros permanecieron en Valencia a sabiendas de lo que ello suponía de aislamiento o retroceso en sus carreras (Ignacio Pinazo; 1849 -1916) 

Un siglo después, el impresionismo valenciano seguía en parte, cada vez menos, soslayado. Los primeros escritos de algunos autores del 98 y, muy especialmente, los ácidos comentarios de otros más recientes como el poeta y ensayista Gabriel Ferrater, quien llegó a escribir que no había que tomarse "en serio" a "estos pintores" por su "total superficialidad", contribuyeron a crear una pose de desinterés hacia ellos.

El paso de los años y la constante admiración popular, así como su apreciación continuada en el mercado del arte, han ido despojando al impresionismo valenciano de buena parte de los sambenitos y tópicos que lo han lastrado. Eclipsados en exceso por el por otra parte celebrable Sorolla, hoy las miradas de algunos historiadores del arte se vuelven hacia este ramillete de creadores, una generación única.

El Ayuntamiento de Valencia ha organizado una interesante exposición sobre este movimiento en la que se han incluido 36 artistas y que permanecerá en la sala de exposiciones del Ayuntamiento hasta el próximo mes de octubre. Además de los inevitables Pinazo y Sorolla, Impresionismo valenciano permite redescubrir artistas poco frecuentes en las exposiciones como Julio Vila Prades (1873 -1930), cuya obra Fiesta de carnaval en la Zarzuela (cf.1900) ilustra esta información, Juan Peyró Urrea (1847 -1924), Emilio Sala (1850 -1910) o Cecilio Pla (1860 -1934), entre otros muchos.

Dicha muestra está acompañada de un catálogo realizado por José Luis Alcaide y Francisco Javier Pérez Rojas, comisario de la exposición, que cuenta con un interesante y extenso estudio introductorio. El catálogo se presentará este martes y constituye una de las aportaciones científicas más relevantes de los últimos años para comprender en su justa medida a estos pintores. Sin ambages, ambos autores hablan de "una nueva edad áurea" que se extiende desde Francisco Domingo Marqués (1842-1920) a Sorolla. Una época dorada a la que describen como impresionismo porque "ningún otro movimiento se ajusta en conjunto como el impresionismo" para definirles, dicen.

TRES ARTISTAS CLAVES Y TRES NOMBRES FUNDAMENTALES

En su trabajo, Alcaide y Pérez Rojas ponen el foco sobre otros creadores que hasta ahora habían ocupado un discreto segundo plano. Así, indican que "hay tres artistas clave en la pintura valenciana de estos momentos de búsqueda y definición, los cuales abren vías de exploración a través de una nueva visión de la naturaleza y sentido de la luz, el color y la propia materia pictórica". Estos son Antonio Muñoz Degraín (1840 -1924), el citado Domingo Marqués y Joaquín Agrasot (1836 -1919), a los que añadirían a Bernardo Ferrándiz (1835-1885).

De Agrasot y Ferrándiz recuerdan tanto su pertenencia durante un tiempo al entorno de Mariano Fortuny (1838 -1874) como la capacidad para el paisajismo del primero, mientras que de Domingo Marqués se resalta su carácter de "precursor", "el que mejor materializa la conexión con los citados maestros, un entronque que va a hacer fortuna en la siguiente generación sobre la que ejerció un magisterio muy apreciado".

'Un vado en el río Jordán', obra de 1901 de Muñoz Degraín. 

Por su parte, de Muñoz Degraín, a quien se describe como "una de las personalidades más potentes" de esta generación, se apunta que "es un pintor de espíritu romántico que prefiere el exotismo y el pintoresquismo frente a la crónica de la vida moderna", características que no impiden considerarle como "uno de los grandes innovadores de la pintura española".

Como es lógico, el trabajo hace una especial mención a tres de las figuras más reseñables de esta época: los ya mentados Pinazo y Sorolla y José Benlliure (1855 -1937). "En el camino de ida y vuelta a Roma se cruzan Ignacio Pinazo y José Benlliure, cuando uno regresa el otro va, y luego le seguirá Sorolla". Tres artistas, tres viajes, tres interpretaciones del arte.

UNA VALENCIA "EXTRAORDINARIAMENTE FECUNDA"

El catálogo recopila datos sobre los porqués de una Valencia tan prolífica a nivel artístico. En este sentido citan las memorias de 1916 del propio Benlliure, quien recordaba como se reunían en el Ateneo Científico y Literario "que en aquella época estaba en momento de verdadero florecimiento", escribe el artista. Así, Benlliure evocaba como "muchos de los pintores" hacían tertulias por la noche en las que se trataban cuestiones vinculadas a los movimientos literarios "y de todas las producciones de arte". Tanto se podía hablar de una obra de Fortuny como de la pintura de Rosales. Tal interrelación se devino en algo positivo. Y es que, dejó escrito Amalio Gimeno en 1924, "la Valencia de aquellos tiempos fue extraordinariamente fecunda".

Sin embargo, esta búsqueda de nuevos caminos se topó con la realidad de los gustos imperantes en esa Valencia preindustrial. "La hegemonía del campo sobre otros dominios, llámense estos urbanos o industriales, tendría asimismo consecuencias en la mentalidad y el gusto, en aquello que reclamaba el mercado del arte, en los motivos y asuntos más solicitados, que se ciñeron con demasiada frecuencia a tópicos cuya erradicación parecía imposible", escriben ambos historiadores.

Esto hizo que muchos artistas trataran sus temas favoritos en obras de pequeño formato, donde sí podían expresarse con naturalidad, sin estar constreñidos. "Esta pintura de esbozos, nada espectacular por sus dimensiones, posee sin embargo fervientes admiradores y coleccionistas apasionados", aseguran.

Así, recuerdan una cita de Juan Ramón Jiménez a la hora de glosar a Emilio Sala: "Los grandes artistas tienen su vida y el tesoro de sus inquietudes en bocetos, en manchas de color, en apuntes, galanuras fugitivas, que apenas son, que no están en ningún lado, imprecisas con la inseguridad de lo no pensado, francas y frescas con las primeras apariencias. Yo creo que el talento de los pintores está en sus fugas de color y en sus locos lápices".

Azar, voluntad o coyuntura (la práctica en el boceto vino también condicionada por la constante toma de apuntes del natural cuando se salía a buscar paisajes), el caso es que la abundancia de este pequeño formato es "uno de los rasgos definitorios" de esta escuela valenciana, una de sus características más reseñadas quizá junto a su colorismo y su querencia casi romántica por la Naturaleza. Es por eso que hoy muchos consideran estos cuadros de reducidas dimensiones como la prueba irrefutable de que los artistas valencianos de aquella época iban y querían ir más allá de los clichés de su tiempo, pero que no pudieron constreñidos por un mercado que les reclamaba una y otra vez los mismos tópicos.

Condicionados por su contexto, constituyeron una generación única, singular, no perdida, a la que el tiempo está devolviendo al lugar que merece y que siempre, en cierta medida, se les había reservado. Valencia no era París, pero ellos intentaron que fuera algo especial. Y ese intento es el que reconoce este trabajo.

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1 comentario

Juan Carlos Alapont escribió
06/06/2015 17:51

Aunque llego un poco tarde a la noticia, esta es la ventaja de Internet, que no desaparece. Bueno, me encanta este artículo, los pintores impresionistas valencianos han sido geniales y como bien dice porque Valencia no era Paris sino la historia de los impresionistas se hubiera escrito diferente.

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