MADRID (MARÍA SALMERÓN/EFE). Y de repente, sin venir a cuento, tu bebé se muestra irritable... pero eso no es lo peor, la talla y el peso se estancan. La pediatra María Salmerón Ruiz, del Hospital La Paz, tuerce el gesto ante la llegada de un imprevisto en el tercer mes: la intolerancia a la proteína de leche de vaca.
Julia pesaba entonces cinco kilos trescientos y medía 57 centímetros, cuando a los dos meses casi llegaba a los cinco y tenía un altura de 55. Conclusión, "algo no funcionaba y mi hija no había crecido nada. Mami empezó a pensar", reflexiona la doctora.
"Hacía algún tiempo que Julia no se encontraba bien. Había pasado de ser una niña contenta y aparentemente feliz a estar irritada y triste. Pasaba largos periodos de llantoy era muy difícil de consolar. Su padre y yo decíamos... tenemos un pequeño demonio en casa, ya que era imposible calmar su desconsuelo".
María Salmerón recuerda la evidencia que les alertó del problema. Una mañana, al despertar como tantas otras, fueron a cambiar el pañal al bebé y se encontraron la sorpresa con algo de sangre, lo que los pediatras llaman rectorragia.
SANGRE EN LA HECES
La rectorragia en lactantes -pérdida de sangre a través del ano- se suele deber a dos causas: o bien porque el bebé tenga una infección o una diarrea o bien porque padezca intolerancia a las proteínas de la leche de vaca; patología que, por desgracia, "cada día se diagnostica con más frecuencia", apunta la pediatra.
Un 2% de los menores de dos años presentan esa intolerancia, ya que se trata de la primera alergia que aparece en los niños durante su primer año de vida. Además, alrededor de un 10% de la población infantil padece algún tipo de alergia a alimentos cotidianos, como el huevo. "Fue un mes muy, muy difícil -recuerda- porque Julia lloraba día y noche. Y como pediatra te planteas si hay algo más detrás de la intolerancia a la leche de vaca (IPLV). Yo ya no era objetiva y decidí pedir consejo a otro especialista, un compañero gastroenterólogodel Hospital Universitario La Paz.
La pediatra aconseja a los padres ir al médico "si observan cambios significativos" en la vida diaria de sus bebés, ya que en ocasiones "el diagnóstico es complejo" si no aparece sangre en la deposición de sus hijos y solo la irritabilidad pudiera indicar que "algo que marcha mal".
PROTEÍNAS DE LA LECHE
La intolerancia se produce a nivel intestinal y puede conllevar una reacción en forma de diarrea, vómitos y calambres estomacales. Se puede confundir con la alergia a dichas proteínas, más grave, al afectar al sistema inmunológico, y que puede aparejar sarpullidos -habones-, urticaria -picazón- y dificultades respiratorias, incluso inflamación de los labios.
"El tratamiento es fácil, aunque tarde cierto tiempo en hacer efecto -explica-. Retiramos la alimentación que contenga leche de vaca tanto al bebé como a la madre, si toma leche maternal". La leche artificial será hidrolizada o con fórmulas elementales, de tal manera que no se altere el valor nutritivo y el sistema digestivo no la reconozca como agente desencadenante.
"Suprimir las proteínas de la leche de vaca de la alimentación de la mamá es bastante complicado, si cabe aún más cuando come fuera del hogar familiar. Muchos alimentos se cocinan con nata, mantequilla, lecho o queso de todo tipo, no solo de origen vacuno. También es conveniente eliminar los alimentos con soja", advierte.
La pediatra renunció también a otras proteínas que pudieran provocar reacción intestinal, como las del huevo, el pescado y los frutos secos. Pasaron tres semanas hasta que se eliminó por completo la sangre en heces. Se descartó la alergia y se comprobó que las proteínas fueron las causantes de la intolerancia.
María Salmerón introdujo de nuevo, poco a poco, el huevo, el pescado y los frutos secos y Julia recuperó peso y creció de talla. Había solucionado el problema. Ahora volvía a ser una niña "sana y normal", dice con una amplia sonrisa la madre... "salvo que ella y yo, de momento, hemos dejado de tomar leche de vaca".
LA VACA, COMO JUGUETE
Una vez dominada la mala leche vacuna, María Salmerón nos habla de lo "maravilloso e interesante" que fue el tercer mes de vida de su hija, quien empezó ainteractuar con el mundo que le rodea.
El bebé aumenta los periodos de tiempo en vigilia y muestra interés por los juegos y por los juguetes, que deben ser blanditos para que puedan chuparlos sin peligro y para que no les ocasionen problemas, sobre todo en la boca y en el sistema respiratorio, por atragantamiento.
"Julia empezó a conectar con la mirada, a mover los brazos, a coger cosas -se embelesa- y fue muy llamativa su fase oral; descubrió su boca: jugaba con la lengua, hacía pedorretas, balbuceaba, empezó a decir ¡ajó!... fue un mes muy duro, pero nuestra hija nos brindó momentos mágicos".
Mi hija tiene ahora dos años. También se llama Julia. Nació prematura, y no me dejaron darle pecho, por lo que la falta de estímulo provocó que no tuviera suficiente leche para cubrir todas las tomas, así que una o dos tomas se cubrían con leche artificial. Por desgracia desarrolló intolerancia, y desde la segunda semana de vida, aproximadamente, empezó a perder peso, en lugar de ganarlo, lo que si tenemos en cuenta que se trataba de una niña prematura, con sólo 1,870 kg. de peso al nacer, era algo grave, o muy grave. Tardaron bastante en descubrir qué le pasaba, y con casi un mes, mi hija pesaba sólo 1,550 kg. Ahora que lo pienso en la distancia del tiempo, me parece una pesadilla, y sin embargo, en aquél momento no tuve miedo. El día que la pediatra de guardia dio con el problema, mi hija resucitó. Sólo dejando de tomar leche de vaca, y otros productos que tuvieran la dichosa proteína, Julia empezó a engordar, y por fin con un mes y seis días pude sacarla del hospital, con 2,200 kg. A los 6 meses aproximadamente volvimos a darle leche, y fue maravilloso ver que la toleraba. Desgraciadamente, desde septiembre de este año, volvió a encontrarse rara, a llorar y a quejarse contínuamente, y en dos semanas vomitó varias veces, así que con el rostro triste y la seguridad de una madre, me dirigí a la médica, acompañada por mi marido, y le comenté a la médica lo que había. Me apoyó en todo, pero cuando tuve la visita al hospital y le dije a su pediatra que mi hija sí toleraba la leche de cabra, me dijo que era "imposible" que tolerara una leche y la otra no, y me instó a que volviera a darle leche de vaca. 4 días después, ¡sorpresa! Vómitos día y noche... Fue quitarle de nuevo la leche, y mi hija está estupenda, salvo cuando alguien con toda su buena intención le regala un huevo de chocolate, o cualquier otra cosa así, o yo tomo por error, más concretamente por etiquetado confuso, algún producto con leche. La reacción no es inmediata, normalmente no vomita ese día, ni se encuentra mal, sino que los síntomas le dan tres o cuatro días después. Os animo a las mamis con estos tipos de problemas a informaros bien, a menudo ni siquiera las pediatras tienen claro qué hacer en estos casos, por lo que he podido comprobar... Incluso una vez me mandaron un hierro para la niña que justo lleva ¿Adivináis qué? PROTEÍNA DE LA LECHE DE LA VACA. Es muy importante su opinión, pero también lo es nuestra observación, y que estemos atentxs a cualquier cosa rara que veamos en nuestros hijos.
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