VALENCIA. Amazon y la editorial Hachette están negociando un acuerdo de distribución que entrará en vigor en 2015. Dicho así, el tema parece más aburrido que el paisaje del desierto, algo que en la prensa especializada no merecería más que un breve. Sin embargo, de lo que pase depende probablemente el futuro del mundo editorial tal y como lo conocemos. Ni más ni menos.
Todo empezó por una tontería. Amazon quería que el gigante francés pagara más por publicitar sus libros en su web. Al igual que una editorial se retrata para que la librería de turno ponga su libro en un lugar preferente, Jeff Bezos quería que Hachette hiciera lo propio si quería destacar sus títulos en su página. La cuestión parece menor, porque en realidad sólo afecta -por lo que ha trascendido de una negociación secreta- a los eBooks.
La lógica de la firma americana es que el precio de la versión electrónica de un libro de papel es muy similar, pero los costes no: para las editoriales son un gran negocio. Así que Bezos quiere meter ahí la cuchara y, por extensión, controlar el precio de los eBooks que (aunque los datos cambian según el mercado) rondan el 50% de las ventas. Además, lo ha dicho bien claro: un libro electrónico no debería costar más de 9.99 dólares.
LA VENGANZA ES UN PLATO QUE SE SIRVE FRÍO
En 2010, Amazon vendía el 90% de los libros electrónicos comercializados en EEUU. En 2012, la cifra había caído al 65%. ¿Por qué? Porque Hachette y el resto de grandes editoriales (HarperCollins, Macmillan, Penguin y Simon Schuster) se aliaron en secreto para que todos sus libros electrónicos costaran lo mismo en cualquier distribuidor. Fue un balón de oxígeno para los competidores de Amazon (Apple y Barnes & Noble), ya que atacaban a la línea de flotación del negocio de Bezos: ofrecer descuentos a sus clientes.
Un juez se encargó de poner fin a esta estrategia, y ahora Amazon quiere pasar la cuenta. Lo importante del affaire Hachette es que es la primera de las citadas que se sienta a negociar. Si claudica, sentará un precedente que probablemente condicione a sus cuatro exaliadas. El duelo es a muerte: el gigante francés tiene una facturación mundial de cerca de 10.000 millones de dólares y en EEUU es la editora de los nuevos libros de J.K. Rowling, David Foster Wallace, Stephanie Meyer (la de la saga Crepúsculo) y una larga lista de autores best sellers. Si cae, arrastrará a todo el sector.
Amazon presiona con artillería. Desde quitar el botón de preventa de algunos de sus libros (que suponen hasta el 25% de la facturación) a retrasar hasta tres semanas el envío de los libros de Hachette. Incluso en un comunicado poco usual, ha recomendado a sus usuarios que si quieren un libro editado por el gigante francés se lo compren a alguno de sus afiliados, aunque sea de segunda mano. La cosa va muy en serio y no se acaba aquí: la productora Warner ya está probando la misma medicina.
EL ALCANCE DEL TSUNAMI
Aunque todo va de libros electrónicos, el objetivo final es también el de papel. Cuando una editorial vende su libro a Amazon, este es suyo y puede incluir el descuento que quiera a costa de reducir su margen. Si se sale con la suya, en el futuro este coste se distribuirá entre las dos partes. En definitiva, la firma de Seattle podrá controlar el precio final en todos los mercados (incluso en la librería de la esquina).
Aunque en principio la caída de los precios beneficiará al bolsillo del consumidor, el Tsunami puede alcanzar mucho más allá. En general, se admite que de cada 10 libros que edita una casa, uno da dinero y dos no pierden. Con eso se paga el resto. Como apuntan muchos medios americanos (por ejemplo, The Atlantic), ahora se lo pensarán mucho antes de sacar al mercado títulos arriesgados o que vendan poco, aunque den prestigio.
Incluso los autores que se autoeditan están asustados. Smashword, la compañía de Mark Coker, permite que un simple documento de Word se convierta en un libro presente en todas las plataformas digitales. Ahora, el aspirante a escritor puede fijar el precio que quiera; en el futuro, quién sabe. Parece un mercado menor (aunque con un crecimiento imparable), pero en EEUU, este tipo de obras pueden llegar a suponer el 30% de los best sellers.
Pero mientras la negociación parece estancada tras seis meses de polémica, Bezos tiene claro que no va a ceder. De momento, ha llegado a ofrecer a los autores de Hachette que se pasen a Amazon a cambio del 100% de los beneficios de sus ediciones electrónicas. La cosa ha llegado a tal punto que hasta Stephen King o John Grisham se han atrevido, aunque con la boca pequeña, a criticar la estrategia de Amazon. Mientras, más de 6.000 lectores y escritores independientes han puesto un manifiesto en Change.org a favor de la firma americana.
LLUEVE SOBRE MOJADO
Pero el pulso de Amazon hay que verlo en su conjunto. En estos momentos, está poniendo en marcha en EEUU su propio sistema de distribución, y un sudor frío recorre las espaldas de firmas como Up o FedEx. Por lo que respecta al libro electrónico, el modelo más barato de Kindle suele figurar el primero de la lista entre los mejores por su relación calidad precio y con el que ha expulsado a Sony del mercado americano. En otras palabras, se lo está comiendo todo.
Una particularidad es que la multinacional norteamericana utiliza su propio formato (AZW), aunque también soporta .mobi, pero no el ePub (el más extendido). A esto se le suma que pasa del ISBN (su sistema se llama ASIN) y que ofrece hasta el 70% del precio final a los escritores autoeditados que acepten darles la exclusividad (es el truco del acuerdo KDP). En otra palabras, quiere ser una isla más grande que los cinco continentes.
LA BATALLA DE INGLATERRA
Mientras, el gigante de la red ha abierto otro frente, esta vez en Gran Bretaña con motivo de la negociación que está llevando a cabo con los pequeños editores. A estos -los grandes, que se preparen- les ha hecho una de esas ofertas que, como decía Marlon Brando en El Padrino, no podrán rechazar. Entre otras cosas, porque tiene poder de sobra para imponerla.
La más dura de todas las condiciones que quiere imponer es que, cuando se agote una edición o el editor no esté en disposición de suministrar más libros, Amazon quiere que se le permita seguir suministrando libros físicos a través de su servicio de impresión por demanda, una opción que hasta ahora sólo utilizaban los escritores que se autoeditaban.
La opción podría resultar incluso interesante para cualquier editorial que haya agotado una edición y tenga dudas sobre la viabilidad de lanzar otra. Ahora, no podrá hacerlo. Y para que todo resulte más sencillo, la firma norteamericana solicitará a las editoriales que, amablemente, le pasen el archivo con el que poder hacerlo.
CAFÉ (AMARGO) PARA TODOS
Eso es sólo la punta del iceberg. El acuerdo incluye cláusulas que obligan a que Amazon pueda vender siempre el libro al precio más barato (incluso si el editor lo ofrece en su propia web) y ofrecerle las mismas condiciones que pacte con cualquier distribuidor si esto supone abaratar el precio.
Pero la joya es obligarles a firmar la cláusula de ‘Nación Más Favorecida' que les obligaría a respetar en Gran Bretaña cualquier acuerdo suscrito en Estados Unidos. De momento, la UE mira con recelo (aunque sin hacer nada) este tipo de prácticas. Sin embargo, cuando en el futuro entre en vigor el ATCI (Asociación Transaltántica para el Comercio y la Inversión), países como Francia se pueden olvidar de la excepción cultural y España de limitar el al 5% el descuento máximo en la venta de libros.
EN ESPAÑA, 'DE TRANQUI'
A nuestro país, la polémica aún no ha llegado. De momento, la estrategia es más comercial. Acaba de lanzar un concurso en coalición con elmundo.es para autores independientes (a cambio de la exclusividad vía KDP). Así ser hará con miles de aspirantes a escritores que darán la brasa a sus allegados para que compren el libro y se den de alta para hacer una crítica. Por cada uno, apenas ingresará, pero multiplicado por el número de participantes seguro que sale un buen pico.
Para consumidores y aspirantes a escritores, un triunfo de Amazon contra Hachette sería lo mejor. Pero que esperen sentados, cuando acabe con los grandes y domine el mercado de la autoedición (aún más) les hará bailar a todos con su propia música.
La codicia de las editoriales va a provocar que tengan una pesada indigestión de su propia medicina.
Cómo me suena todo a otros grandes: Youtube y las discográficas independientes, Comcast y Netflix o cualquier OTT...
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