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'Omar': el drama palestino que estuvo a punto de ganar el Óscar

MAGDALENA TSANIS (EFE). 04/07/2014

MADRID (EFE). A caballo entre el thriller de alto voltaje y el drama romántico a lo Romeo y Julieta, el cineasta palestino Hany Abu-Assad aborda en Omar el espionaje israelí en los territorios ocupados, un tema que conoce por experiencia propia y de su entorno más cercano, cuenta en una entrevista con Efe.

La idea surgió durante el rodaje en Nablús de Paradise Now (2005), una mirada al interior del terrorismo suicida con la que obtuvo un Globo de Oro y su primera nominación a los Òscar. El director y guionista, nacido en Nazareth hace 51 años, estaba convencido de que había un espía dentro el equipo.

"Nunca sabes si te están espiando realmente o no, pero mi sensación era esa, porque allá donde íbamos el Ejército nos tenía localizados. Quizá fuera paranoia o quizá estuviéramos siendo espiados realmente. Nunca lo sabes y eso es lo que te vuelve loco", señala en una entrevista telefónica.

Esta vez en cambio, con la reputación de Abu-Assad sumando enteros, todo fue mucho más fácil, pese a que Omar, que volvió a ser finalista en la última edición de los Óscar, también ha sido filmada entre Nablús y Nazareth.

"Ha sido el rodaje más fácil de mi vida, no tuve ningún problema con las autoridades, me dejaron en paz. Y creo que por una razón muy simple: sabían que cada periodista me iba a preguntar qué tal el rodaje y ahora no tengo historias que contar", ironiza.

La historia de Omar es la de un joven panadero e incipiente guerrillero acostumbrado a trepar el muro para ir a ver a Nadia, su amor secreto, y que un día es atrapado por la policía militar israelí, lo que dispara un peligroso juego del gato y el ratón.

"Los temas de la película son el amor, la amistad, la confianza y la traición y la conexión que hay entre ellas. Cuando falla la confianza, entra en juego la traición y destruye el amor y la amistad", resume el director. Luego está el trasfondo y las palabras con que lo define dejan claro su punto de vista. Abu-Assad no se refiere al conflicto palestino-israelí sino a la ocupación.

"Palestina lleva bajo ocupación del Estado sionista desde 1948. Pedir un punto de vista equilibrado es mucho pedir, no hay equilibrio entre ocupante y ocupado", avanza. "Una película donde no existe el bien y el mal no es una buena película. Otra cosa es que el espectador pueda ponerse en la piel del mal. Eso es un logro", prosigue. "Pero decir que el mal y el bien son lo mismo, es absurdo. El mal es el mal, los criminales son criminales y la ocupación es la ocupación", concluye.

Dicho esto, insiste en que su prioridad ha sido hacer una buena película, independientemente del contexto de la ocupación, una película que pueda seguir vigente "cuando la ocupación termine". "Una historia universal con personajes creíbles, eso es lo que hace que un filme sea bueno, que la audiencia se implique emocionalmente y después, quizá, puedan pensar en la situación específica".

Para cumplir ese objetivo, Abu-Assad ha contado con un elenco de actores debutantes que logran una interpretación de altos vuelos: Adam Bakri (Omar), Leem Lubany (Nadia), Samer Bisharat (Amhad) y Eyad Hourani (Tarek), además de Waleed F. Zuaiter (agente Rami), conocido por sus papeles en series como Homeland.

Y con una cuidada puesta en escena en la que el intrincado paisaje de callejuelas, muros y pasadizos funciona como una atinada metáfora del conflicto político y del drama interno de los personajes. "Para mi, en todas las buenas películas, el diseño y la arquitectura de producción es una parte esencial de la historia. El principal cometido de un director es visualizar el conflicto sin tener que hablar de ello. Los diálogos te hacen pensar, las imágenes te hacen sentir", subraya.

Durante la conversación telefónica el director se encuentra en Los Ángeles tomando el primer café de la mañana. Pese a la decepcionante experiencia en Hollywood con The Courier (2012), se encuentra inmerso en la preproducción de un nuevo proyecto para Fox, The Mountain Between Us, sobre dos supervivientes de un accidente aéreo.

Eso sí, sin dejar de lado su empeño por seguir construyendo un cine palestino independiente. "No veo conflicto entre ambas facetas, soy un contador de historias y me gusta explorar todo tipo de experiencias y retos", señala. El hecho de que Omar sea una película financiada en un 95 % con fondos palestinos, rodada en Palestina y con el equipo principal procedente de esos territorios la convierte en "algo especial". "Con la ocupación no somos independientes y con esta película intentamos a nuestra manera dar un paso hacia nuestra independencia", afirma.

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