VALENCIA. Fue posiblemente una historia de amor digna de Jane Austen. Una joven virginal de familia nobiliaria decidió romper las convenciones sociales a finales del siglo XV y se casó con un artista italiano viudo de 46 años. La boda tuvo una de las dotes más altas de la época: Seis mil sueldos. Ese fue el precio de la tercera mujer del pintor Paolo de San Leocadio, el artista que creó los ángeles de la Catedral: Seis mil sueldos porque ella era virgen.
La semana que viene la Catedral de Valencia inaugurará una exposición dedicada al décimo aniversario del descubrimiento de los ángeles renacentistas pintados por San Leocadio y Francesco Pagano. Las pinturas habían permanecido más de 300 años ocultas tras una bóveda barroca y fueron halladas por el empeño de la actual subdirectora del Instituto de Restauración, Carmen Pérez, el 22 de junio de 2004. Los frescos, ya restaurados, se han convertido en una de las atracciones turísticas de la Catedral de Valencia y han sido vistos desde su hallazgo por más de dos millones de personas, según la estimación que maneja el Arzobispado de Valencia. Son una de las obras de arte más importantes que atesora la ciudad.
La muestra incluirá las réplicas de los instrumentos medievales que llevan en sus manos los ángeles, una maqueta de la Catedral de Valencia así como el libro de fábrica del siglo XV, conservado en el archivo de la Seo y donde consta el contrato de encargo de las pinturas a los artistas italianos, que las iniciaron en 1476. Además de la muestra, que se podrá contemplar en el interior de la seo, la Conselleria de Cultura está organizando un congreso internacional que se celebrará en octubre.
Estas actividades servirán para poner de relieve la trascendencia de los dos pintores que realizaron los frescos, quienes fueron, en palabras de Jaime Sancho, presidente de la comisión diocesana de Patrimonio Histórico-Artístico, los artífices de la entrada del Renacimiento en España. En concreto, para él los frescos "suponen la obra más importante del Renacimiento español y la que abre paso a este periodo artístico en la península".
SUS NOMBRES FUERON OLVIDADOS; SU FAMA TAMBIÉN
Durante años no se supo discernir con rotundidad si su obra fue o no bien recibida en su época, en parte por las críticas que se realizaron siglos después, cuando se taparon las pinturas por considerarlas antiguas y bajo la excusa de que se habían ennegrecido con el humo de las velas. El mismo nombre de los dos pintores había sido prácticamente olvidado, pese a que el propio Paolo de San Leocadio tiene incluso obra en el Prado.
Diversos documentos y hechos coetáneos hacían sospechar que, pese a lo rompedor de su estética, si gozaron de aceptación popular. El mismo contrato para la realización de los frescos fue el más caro de la historia de la pintura valenciana de los siglos XV y XVI. Sellado el 28 de julio de 1472 en presencia del cardenal Rodrigo de Borja, con el tiempo papa Alejandro VI, tenía un precio convenido de 3.000 ducados de oro o 52.890 sueldos. Así pues, la mayoría de especialistas daban por hecho que tuvieron mucho éxito. Con todo, la repercusión de los dos artistas no fue igual. En un estudio publicado en 2006 con motivo de la restauración de los frescos, el catedrático Ximo Company, ex director del Museo de Bellas Artes, ya apuntaba que la voz cantante de la obra la llevó San Leocadio, quien fue de los dos pintores el que más fama se granjeó durante su larga vida.
Un nuevo documento hallado por Company y la investigadora itaiiana Stefania Rusconi ha ido un paso más allá y ha corroborado que el prestigio de San Leocadio fue tal que llegó a entroncar con la nobleza. En concreto se trata de un contrato matrimonial descubierto en el Archivo de Protocolos del colegio del Patriarca de Valencia. En el mismo, sellado el 1 de octubre de 1493, se observan los detalles del casamiento de San Leocadio con Isabel Llopis, una mujer que posteriores estudios de Miguel Falomir Faus han corroborado que se trata de Isabel López de Perona, descendiente de la rama de los condes de Buñol.
El contrato está firmado entre el hermano de la novia y el pintor, quien había enviudado por segunda vez un año antes, y por él se establece una dote de 6.000 sueldos, elevada para la época, con 4.000 sueldos que incluye el hermano de la novia, "bastante respetable" según Company y Rusconi, y otros 2.000 sueldos que aporta el pintor "en razón de la virginidad de la prometida". Con este casamiento, un ya maduro San Leocadio se convertía en miembro consorte de la nobleza española.
UNA CONMOCIÓN SOCIAL PARA LA ÉPOCA
La boda fue toda una conmoción y constituyó una de las primeras ocasiones en las que un artista adquirió un rango social elevado, más allá del de mero artesano. "El hecho es altamente significativo", escriben Company y Rusconi en el último número la revista Ars Longa, que edita la Universitat de València, pues "el entronque de un pintor con la nobleza (...) constituyó un caso totalmente excepcional". "Que se sepa muy pocos otros pintores valencianos de la época alcanzaron un entronque o posición social tan realzados", añaden.
Nacido en la localidad italiana Reggio nell'Emilia en 1447, menor de cuatro hermanos, San Leocadio tuvo dos etapas en Valencia. En la primera etapa se incluye la realización de los frescos de la Catedral y de la Virgen del caballero de Montesa que se encuentra en el Prado. Tras ello regresó brevemente a su Italia natal para retornar definitivamente a la ciudad donde había realizado su obra más importante y donde hallaría a la compañera de su vida.
La huella que dejó en esta segunda época San Leocadio fue muy elevada y contó siempre con el respeto de la sociedad. De hecho en el contrato de casamiento su futuro cuñado le describe como "honorable pintor de retablos". Con su joven esposa tuvo dos hijas, cuyos nombres aún hoy se desconoce, y un hijo llamado Miquel Joan que también fue pintor y trabajó con él en 1513. Ella fue también su fiadora en un contrato y le acompañó hasta su muerte, que aconteció en torno a 1520, 27 años después de haberse casado.
Este enlace corrobora que San Leocadio no sólo fue uno de los introductores del Renacimiento artístico en España, sino también de unas nuevas formas de consideración hacia los artistas plásticos. Que se trató, en definitiva, del primer pintor de prestigio, la primera estrella artística. En cierto modo, aquella boda, que se celebró apenas un año después del viaje de Colón, no fue sino otro ejemplo más de que los tiempos estaban cambiando.
Gracias por su trabajo ¡queremos más!
Estupendo trabajo. Enhorabuena al autor P.
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