VALENCIA. La distribución cinematográfica en nuestro país no destaca por su voluntad de riesgo. Es cierto que la mayoría de las películas premiadas en los festivales más importantes del mundo acaban llegando tarde o temprano a las pantallas españolas, pero no lo es menos que por el camino se quedan decenas de títulos de interés que nunca encuentran su público. Y si bien es cierto que la presión de las grandes multinacionales norteamericanas deja cada vez un espacio más exiguo para correr la aventura de estrenar cine minoritario (especialmente en las salas comerciales), no lo es menos que existe una audiencia a la que le interesa, y que necesita poder acceder a él de algún modo.
Es absurdo buscar cierta lógica en las decisiones de los distribuidores y exhibidores españoles, tan imprevisibles como los encargados de traducir algunos títulos al castellano. Por la misma ignota razón por la que Airplane! (Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker, 1980) se convirtió en Aterriza como puedas (iniciando un filón con evidente mala pata que duró años) o The frighteners (Peter Jackson, 1996) en ¡Agárrame esos fantasmas! (título que condenó su trayectoria comercial), hay películas que llegan puntualmente a los cines mientras que otras permanecen en el limbo sin que nadie se explique los motivos.
No es algo nuevo. El fenómeno se produce hace mucho tiempo, y alcanza incluso a los directores. Ni siquiera haber estrenado anteriormente con regularidad o tener un apellido de prestigio son garantías para optar a un estreno normalizado en nuestro país. Sin ir más lejos, Fuego, camina conmigo (Twin Peaks: Fire Walk with Me, 1992) del intocable David Lynch, nunca llegó a los cines. La crítica la vapuleó a su paso por Cannes, pero el mero hecho de ser una cinta del director de Terciopelo Azul (Blue Velvet, 1986), rodada justo después de la exitosa Corazón Salvaje (Wild at Heart, 1990), habría bastado para asegurarle una digna carrera comercial. Ang Lee, en cambio, debió ver cómo Tigre y dragón (Wo hu cang long, 2000) se convertía en un éxito para que se rescatara el western Cabalga con el diablo (Ride with the Devil, 1999), rodado con anterioridad, pero estrenado posteriormente.
LAS COSAS CAMBIAN
La llegada de las plataformas digitales ha comenzado a modificar la situación. Los casos de estreno simultáneo en cines y streaming se han saldado con éxitos rotundos, ya se tratara de títulos ampliamente publicitados y apuntalados en nombres conocidos por el gran público, como Carmina o revienta (Paco León, 2012), o de propuestas de autor, como la trilogía Paraíso (Paradies, Ulrich Seidl, 2012).
Hace unas semanas, el paulatino y parece que irreversible proceso daba un nuevo paso: El estreno en plataformas digitales de una película coincidiendo con su proyección en un festival internacional de cine. Mientras en Cannes se producía la première de Welcome to New York, la polémica última cinta de Abel Ferrara, el usuario podía acceder también al visionado desde la comodidad de su casa, a través de Filmin. Sin necesidad de esperar a que un distribuidor decida si se estrena o no en España. Y, de nuevo, la experiencia ha sido positiva.
No se trata de una película fácil. Aunque el protagonista se llama Devereaux, no hay posibilidad de duda acerca de quién ha sido el modelo para el personaje que interpreta Gérard Depardieu en Welcome to New York: el poderoso Dominique Strauss-Khan, director general del Fondo Monetario Internacional acusado por una camarera de hotel de haber cometido abuso sexual en 2011. De hecho, tras el pase del film en Cannes, Jean Veil, abogado de Strauss-Khan, anunció que denunciaría a Ferrara por difamación, y que era normal que la película no se distribuyera en cines, porque "es una mierda"
Nada más lejos de la realidad, aunque la reacción sea lógica, teniendo en cuenta el contenido de la cinta. Abel Ferrara ignora los hechos públicos del caso (el proceso judicial, sobradamente aireado por los medios) y prefiere imaginar algunos significativos episodios privados, construyendo un personaje complejo, que se presenta ante el espectador en la oscuridad de su cueva (las habitaciones, siempre iluminadas en penumbra), constantemente gruñendo y resoplando, como un animal monstruoso, entregado a una lujuria instintiva e irrefrenable que le aleja de la condición humana.
Ferrara no es un cineasta de discurso unidireccional, así que propone también una exploración en torno a la personalidad de un hombre enfermo y disfuncional, de un cinismo mayúsculo e incapaz de gestionar una relación matrimonial ruinosa (excelente Jacqueline Bisset en su papel de esposa). Emulando a Cassavetes, rueda largas secuencias en las que los actores disponen de tiempo y espacio para desarrollar hasta las últimas consecuencias su identificación con los personajes, prolongando hasta el paroxismo las situaciones planteadas y logrando que el espectador se incomode con lo que contempla en la pantalla.
LA RECUPERACIÓN DE UN DIRECTOR IMPRESCINDIBLE
El estreno en España de Welcome to New York no es una noticia importante únicamente porque abre la posibilidad de que otras películas de interés lleguen por la misma vía digital. También supone el acceso normalizado al último trabajo de un cineasta que llevaba demasiado tiempo injustamente apartado del circuito comercial español. Concretamente, desde 2003, año en que se estrenó (en lamentables condiciones, y con retraso), Un cuento de Navidad ('R Xmas, 2001). A partir de entonces, Mary (2005) solo pudo verse en un par de festivales, aunque posteriormente se editó en DVD. Y, por supuesto, ni rastro en las salas españolas de Go Go Tales (2007), los documentales Chelsea On The Rocks (2007) y Mulberry St. (2010), Napoli, Napoli, Napoli (2009) o la apocalíptica 4:44 Last Day on Earth (2011). Nada menos que cinco largometrajes (tres de ellos, ficciones protagonizadas por actores como Willem Dafoe, Bob Hoskins o Asia Argento) que se quedaron en el limbo porque los distribuidores no consideraron que fuera rentable estrenarlos en nuestro país.
De este modo, resulta complicado seguir la trayectoria de un director personalísimo y excesivo, un auténtico outsider con unos métodos de rodaje muy especiales (que el iraní Rafi Pitts mostró en el magnífico documental Abel Ferrara Not Guilty, 2003) y que ha desarrollado una carrera tan caótica como apasionante, desde que debutara en largo con El asesino del taladro (Driller Killer, 1979).
Cineasta indisolublemente ligado a Nueva York, en sus primera películas cultiva un tipo de thriller turbio y desaliñado, siempre en asociación con el guionista Nicholas St. John, en títulos caracterizados por su inmersión en la noche y los callejones oscuros de la gran urbe. Ángel de venganza (Ms. 45, 1981), Ciudad del crimen (Fear City, 1984), China Girl (1987) o El cazador de gatos (Cat Chaser, 1989), adaptación de una novela de Elmore Leonard, le sirven para acotar sus temáticas de interés y depurar su estilo, que ofrece su primer fruto notable en El rey de Nueva York (King of New York, 1990).
Es la antesala de la película que le va a situar definitivamente entre los cineastas contemporáneos contemporáneos a seguir de cerca: Teniente corrupto (Bad Lieutenant, 1992), un auténtico descenso a los infiernos de la mano de un descomunal Harvey Keitel (alter ego de Ferrara en varios films). Demoledor retrato de un policía en veloz inmersión en el abismo, ratificó la personalidad de su autor y le abrió la puerta a proyectos más ambiciosos, como Secuestradores de cuerpos (Body Snatchers, 1993), escalofriante incursión en la ciencia-ficción (tercera adaptación de la famosa novela de Jack Finney), la confesional Juego peligroso (Dangerous Game, 1993) o The Addiction (1995), existencialista historia de vampiros tras la que volvió a territorio conocido con otra de sus películas más celebradas: El funeral (The Funeral, 1996), que marcó el fin de su relación con St. John.
Coincidiendo con la separación de su guionista de cabecera, el cine de Ferrara se hace más abstracto y críptico, explorando los límites de la narración convencional en films como The Blackout (1997) o la radical e hipnótica New Rose Hotel (1998). La citada Un cuento de Navidad sería la última de sus películas estrenada en España hasta Welcome to New York, que permite retomar la trayectoria de un artista problemático y sin reglas, que actualmente trabaja con Willem Dafoe y María de Medeiros en un proyecto sobre los últimos días de vida de Pier Paolo Pasolini. Ojalá pueda verse en nuestro país. Aunque sea en streaming.
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