Comparte esta noticia

• Tweet
• meneame

Otras noticias

• Heródoto, el clásico que nos enseñó a entender al otro
• Nolan, interesado en un remake ‘humano' de Akira
• Las óperas de Palermo y Montecarlo se suman al festival del Mediterráneo

VALENCIA. No es una historia única, por desgracia. Posiblemente no será la última. Sí la más reciente. El jueves 19 de junio el Centre Cultural Octubre inaugura una exposición dedicada al escultor y dibujante alcoyano Tomàs Ferrándiz Llopis (Alcoi 1914-Madrid 2010), un artista poco conocido, de escasa obra y carrera guadianesca, con una relativa importancia en los años anteriores de la Guerra Civil y una muy discreta vida artística después de la contienda.

De él hasta ahora sólo se conocían un par de cosas, apuntes que avanzaban de su talento pero no concretaban mucho. Así, se sabía que había sido uno de los ilustradores del mítico y poco conocido libro Versos en la guerra publicado en Alicante en 1938 con poemas de Miguel Hernández, entre otros, y que había participado en el pabellón de la República en la famosa Exposición Internacional de París de 1937, exhibiendo al lado de Pablo Picasso, Josep Renau, Joan Miró, Julio González...

¿Por qué un creador como él había pasado prácticamente al olvido? ¿Qué había sucedido para que su carrera su interrumpiera? Parte de este misterio quedó resuelto al poco de su muerte. En su casa aparecieron decenas de dibujos y trabajos hasta ahora inéditos. Como otros muchos artistas de las vanguardias españolas previas a la Guerra Civil, la famosa Edad de Plata, Ferrándiz fue devorado por el exilio interior.

Fue en 2012 cuando el galerista José de la Mano tuvo la noticia de la existencia de la obra inédita de Ferrándiz, "como un mensaje en una botella", escribe Juan Manuel Bonet, ex director del IVAM y del Reina Sofía. Esculturas y dibujos que habían permanecido ocultos comenzaron a ver la luz gracias a las gestiones del galerista quien se aproximó a Bonet con ese tesoro entre sus manos.

Juntos comenzaron a desbrozar el muro de silencio que se había erguido entre el artista y el hombre. Ferrándiz, que pasó el último año y medio de la guerra destinado en Alicante, no fue hecho preso por su condición de republicano ya que al concluir la contienda se desplazó a Tetuán, donde se refugió. No regresó hasta muchos años después a España y lo hizo a Madrid, donde se dedicó a la docencia y montó su taller, pero apenas tuvo contacto con el mundo artístico. "Se desvinculó del mundo del arte", explica Emili Payà, coordinador de actividades culturales del Centre Octubre.

La investigación de Bonet también descubrió detalles de su importancia en los años anteriores a la guerra, como que Ferrándiz incluso ilustró la primera biografía de Miró en 1934. Con el tiempo, en los años cincuenta se integró en el pop art e incluso se presentó a un concurso público, pero su perfil fue siempre muy discreto, y era más conocido como escultor que como pintor. Volvió a Alcoi, pero sus regresos también fueron contados, lo suficiente como para evitarse problemas. En cierto modo, su caso vendría a ser una mezcla de dos vidas de artistas valencianos también sometidos al exilio interior, las del edetano José Manaut (Llíria 1898- Madrid 1971) y de la valenciana Jacinta Gil Roncalés (1917-2014), recientemente fallecida. Como el primero, escondió buena parte de su obra realizada durante la guerra; como pasó con la segunda tras que la detuvieran en 1962, se dedicó a la docencia y dejó el arte durante décadas. A diferencia del primero no fue preso; a diferencia de la segunda, no tuvo reconocimiento en los últimos años de su vida.

Tuvo pequeñas presencias y así, por ejemplo, participó en 1987 en la exposición que se realizó en el Reina Sofía con motivo de los cincuenta años de la muestra de París, pero incluso reclamó que le devolvieran su pintura Clamor de guerra porque en su día no se le pagó.

De la Mano y Bonet organizaron en 2012 una gran exposición en la galería del primero que fue el embrión de la recuperación del artista alcoyano. La exposición del Centre Octubre forma parte de esa cadena de eslabones gruesos y duros. ¿Y qué es lo que se podrá encontrar el visitante que acuda al Octubre? Pinturas, esbozos para carteles de guerra, esbozos para Clamor de guerra, retratos de intelectuales alcoyanos como el poeta Joan Valls, escenas de guerra, ilustraciones para prensa... una miríada de piezas que, como punta del iceberg, nos permiten vislumbrar su fuerza creativa.

La muestra, que en septiembre viajará a Alicante, tiene por título Tomàs Ferrándiz: Temps de guerra (1936-1939), ha sido organizada con el Ayuntamiento de Alcoi y ha tenido como director técnico a Antoni Miró y coordinador a Francesc Agulló, además de contar con la colaboración del museo de la Universitat d'Alacant.

Gracias a las gestiones de De la Mano, redescubridor de la obra de guerra de Ferrándiz escondida hasta la muerte del artista, en ella comienza a emerger no la sombra que hasta ahora era el alcoyano sino la verdadera figura de un escultor y dibujante de primer orden, un talento único al que no ha podido acallar el silencio impuesto por el miedo y el odio que sembraron la Guerra Civil y la posterior represión franquista.

Su obra de referencia Clamor de guerra se conserva actualmente a la sombra del Gernika en el Reina Sofía de Madrid, donde ingresó en 2012. En cierto modo es la mejor prueba de cómo Ferrándiz, finalmente, comienza a ocupar el lugar que se merece en la historia del arte español del siglo XX. De cómo su obra ha vencido al olvido y el silencio que él mismo se impuso tras el horror, obligado por las circunstancias. El arte, a veces, se abre camino.