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Giuseppe Verdi. La forza del destino Libreto de Francesco Maria Piave sobre
Don Álvaro o La fuerza del sino,
de Ángel de Saavedra, duque de Rivas
Davide Livermore, dirección de escena y escenografía
In-Sung Sim, Liudmila Monastirska, Simone Piazzola,
Gregory Kunde, Ekaterina Semenchuk, Stephen Milling,
Roberto de Candia, Cristina Alunno, Venteslav Anastasov,
Mario Cerdà, Haldo Heo
Cor de la Generalitat Valenciana
Francesc Perales, director
Orquestra de la Comunitat Valenciana
Zubin Mehta, dirección musical
VII Festival del Mediterrani

VALENCIA. Palau de les Arts Reina Sofia, 31 de mayo de 2014 Zubin Mehta ofreció el viernes 31 de mayo una versión delicada, precisa, rica en detalles y matices, de La forza del destino, de Giuseppe Verdi. La orquesta respondió con el muy bello sonido al que tiene acostumbrado al público valenciano (y foráneo) habitual de las representaciones del Palau de les Arts. No puedo evitar cada vez que la oigo pensar en el gran privilegio que es tener una orquesta así y el peligro de desaparición que la acecha tras haber perdido más de un un tercio de sus miembros originales. Tan lejos como el domingo anterior, día 25, tuve la fortuna de escuchar a la orquesta del Gran Teatre del Liceu en una espléndida versión de Die Walküre de Wagner, dirigida musicalmente por Josep Pons y en la escena por Robert Carsen. En el plano técnico es de justicia decir que el colectivo del Palau de les Arts brilla por encima de sus colegas de Barcelona. Cabe esperar que los responsables políticos tengan la prudencia de impedir que este extraordinario colectivo, que hoy es un activo cultural de Valencia, siga desangrándose hasta desaparecer.

Así pues, la versión de Mehta fue exquisita en lo musical, y la excelente respuesta orquestal estuvo acompañada de unas voces de extraordinaria calidad. El tenor estadounidense Gregory Kunde, con 60 años cumplidos, hizo una exhibición de bello timbre, potencia, sensibilidad en el fraseo y dominio técnico que maravilló a un público muy proclive al aplauso, tan vez en exceso. Kunde ya había cantado el Otello de Verdi en el anterior Festival del Mediterrani, y su don Alvaro fue vigoroso, sentido y brillante.

Tampoco era nueva en la plaza la soprano ucraniana Liudmila Monastirska, quien encarna a Leonora, y que había cantado Le Cid, de Massenet, en versión de concierto en 2012, bajo la dirección de Plácido Domingo. El suyo es un timbre cálido, adornado con un uniforme vibrato, y logra un muy bello sonido en los pasajes piano.

Estas dos voces destacaron de un conjunto de muy alta calidad, en una obra con grandes exigencias vocales. Espléndidos fueron también Ekaterina Semenchuk como Preziosilla y Simone Piazzolla como don Carlo di Vargas, así como el resto del reparto, con un Cor de la Generalitat Valenciana que unió a su buen hacer su probada capacidad dramática.

Esta gran versión musical se enmarcaba en una producción del Palau de les Arts a cargo de Davide Livermore, bien conocido en Valencia por sus escenografías de Otello, La bohème y L'incoronazione di Dario. En esta ocasión, el espectáculo es de una gran belleza plástica. Se inspira en el cine en blanco y negro, con referencias evidentes desde el mudo hasta Hitchcok. Tiene algunos elementos muy conseguidos, como la presentación en lenguaje de cine mudo de un resumen de la acción mientras suena la obertura, fragmento añadido por Verdi para el estreno en la Scala en 1869 y que se ha hecho un merecido hueco en el repertorio de las salas de concierto. Y no falta una alusión al IV centenario de la muerte de El Greco, con la presentación de un Jesús crucificado obra del pintor en uno de los vídeos.

Sin embargo, la trasposición temporal, y más en concreto, algunos elementos, como las referencias a la Segunda Guerra Mundial quedan más que traída por los pelos. El libreto ya es poco creíble en las fechas a que se remite originariamente: de 1740 a 1750. Más difícil es presentar esa tragedia del Duque de Rivas, ejemplo del tipo de teatro que caricaturizó Muñoz Seca en La venganza de don Mendo, en los años cuarenta del siglo XX.

Todo lo dicho no resta un ápice a la indudable belleza plástica de la puesta en escena, que probablemente contribuye a dotar de interés a un libreto que no es un precisamente prodigio de construcción dramática. El público premió con continuos e intensos aplausos y repetidos "bravo" la representación. El miércoles día 4 de junio Mehta con la misma orquesta ofrece, dentro del Festival del Mediterrani, un interesante programa Strauss que incluye la suite de Der Rosenkavalier (El caballero de la rosa), quizá como recuerdo del proyecto de representarla escénicamente que se ha frustrado víctima de los recortes. El el mismo programa el poema Also sprach Zarathustra (Así habló Zaratustra) y los bellísimos Cuatro últimos Lieder, cantados por Dorothea Röschmann.

Por otra parte, no quisiera pasar por alto lo poco adecuada que es la hora de inicio de la ópera en Valencia. No me parece adecuado que se inicie a las ocho de la tarde un espectáculo que dura casi cuatro horas. Ni siquiera las siete de la tarde de los domingos es una hora razonable. La representación de Die Walküre en el Liceu a la que me refería antes se inició a las cinco de la tarde y había acabado sobre las diez menos cuarto. Un horario mucho más cómodo y razonable.

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