GEORGETOWN (WASHINGTON, EE UU). Jordi Garcés es catedrático de la Universitat de València y director del Instituto Polibienestar. Actualmente ocupa como profesor visitante la Cátedra Príncipe de Asturias de la Universidad de Georgetown que mantendrá durante el curso 2014/2015. Su elección se ha producido como resultado de un concurso público convocado para especialistas de reconocido prestigio pertenecientes a los ámbitos del catálogo de aéreas de la universidad norteamericana (ciencia política, historia, economía, sociología y humanidades).
Esta cátedra es resultado del Acuerdo suscrito entre el Ministerio de Educación español, la Embajada de España en EEUU, la empresa Endesa y la propia Universidad de Georgetown en 1999 y supone la integración del catedrático visitante en el BMW Center for German and European Studies de la institución académica. Ha sido profesor visitante de universidades como Innsbruck (Austria) y Erasmus en Rotterdam (Holanda) e investigador visitante en Washington, Oxford y Cambridge.
Su investigación se ha enfocado en las políticas sociales en Europa y, singularmente, en cómo incrementar la eficiencia y efectividad de las políticas de bienestar. También ha participado como experto en la Comisión de Política Social del Parlamento español y en diferentes comités organizados por la Comisión Europea. En 2009 recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de San Pedro (Perú) y en 2011 el Ayuntamiento de Puçol le otorgó el título de hijo predilecto.
-¿En qué consiste exactamente su trabajo en Gergetown?
-Actualmente soy responsable de impartir tres cursos en BMW Centro de Estudios Germánicos y Europeos sobre Políticas Sociales Europeas Comparadas a alumnos de todo el mundo que están estudiando en Georgetown. Es una materia especialmente pertinente en este momento porque nos encontramos en una coyuntura en la que coincide la aplicación de políticas procedentes de la reforma sanitaria de Obama con los ajustes que se están produciendo en las políticas de bienestar de los países europeos.
-Durante las últimas semanas ha llevado a cabo una intensa actividad en la organización de eventos y conferencias. ¿Cuáles y qué conclusiones puede extraer?
-Como la cátedra es una representación académica del Ministerio de Educación, tengo una relación muy estrecha con las actividades de la Embajada de España en Estados Unidos. En este sentido, hemos llevado a cabo durante las últimas semanas un homenaje al expresidente Adolfo Suárez en la que contamos con la presencia de Jeff Anderson, el director del Centro BMV, y el embajador de España. También he tenido la oportunidad de dar una conferencia en uno de los think tank más prestigiosos de Washington, el Council on Foreign Relations, fundado en 1920, sobre el papel de España en el contexto europeo. Además he participado en la reciente fundación de Ecusa, la asociación de científicos españoles en Estados Unidos.
-¿Cuál es la visión general que se tiene en Estados Unidos sobre el académico español?
-La consideración del científico español es muy alta en Estados Unidos. Es muy apreciado y valorado por parte de instituciones, empresas y universidades norteamericanas por su formación y por su dedicación al trabajo.
-¿Qué diferencias encuentra entre el sistema universitario norteamericano y el español?
-El sistema universitario norteamericano es mucho más abierto y participativo que el español, en el que el papel del profesor es más directivo. La interacción con los alumnos es mucho mayor así como su responsabilidad y participación en el propio funcionamiento de la clase. El programa académico es igual o más exigente pero la propia dinámica conduce más a la existencia de debates.
-Usted es también director del Instituto Polibienestar, ¿cuál es la misión de esta entidad?
-Polibiestar es un Instituto público de Investigación perteneciente a la Universitat de València. Nuestra misión es mejorar el bienestar y la calidad de vida de la sociedad desde un enfoque eminentemente práctico e interdisciplinar. Está formado por 42 investigadores de primer nivel de diversas disciplinas que tienen como principal objetivo asesorar a la Administración y al mercado en el diseño, planificación e implementación de recursos y políticas de bienestar social para personas en situación de enfermedad crónica o dependencia.
-¿Alguno de sus proyectos ha tenido aplicaciones prácticas importantes?
-Todos ellos tienen esa finalidad. Actualmente, es el instituto de la Universitat de València que más proyectos de alta excelencia consigue de la Unión Europea. Algunos de estos proyectos han estado orientados, por ejemplo, al desarrollo del turismo social y han permitido la creación y consolidación de la plataforma tecnológica Thinktur del Ministerio de Industria en el que están integradas 1.010 entidades encargadas de promocionar la innovación y la investigación en el sector turísticos.
-Tradicionalmente se ha considerado que Europa era un oasis para las políticas de bienestar precisamente frente a modelos como el norteamericano. Desde su experiencia,¿sigue siendo válida esta afirmación?
-Lo que está intentando la Administración Obama es aproximarse al modelo sanitario europeo pero la distancia sigue siendo muy amplia. Los modelos sanitarios europeos son fundamentalmente públicos mientras que en Estados Unidos la sanidad está en manos privadas. Es evidente que el acceso a la sanidad pública es mucho mayor en Europa que en Estados Unidos, lo que sería, entre otras cosas, uno de los factores explicativos de la mayor expectativa de vida.
-¿Y está en crisis ese modelo europeo?
-La crisis del modelo de bienestar europeo no es un tema exclusivamente actual, ya viene de lejos, aunque las políticas de ajuste y austeridad lo han hecho retroceder todavía más en toda Europa. De cualquier forma, los derechos sociales en Europa vienen restringiéndose desde la crisis de los 70 hasta ahora. Con todo, el modelo social europeo continúa muy por delante y a gran distancia del norteamericano.
-¿Cómo podríamos asegurar la sostenibilidad en las reformas sociales?
-Uno de los grandes retos de la gobernanza del continente en el siglo XXI es asegurar el contrato social europeo. El gran dilema va a ser mantener los derechos sociales siendo, al mismo tiempo, muy eficiente en el gasto público. En esta época, precisamente, de desconfianza hacia Europa, como han revelado los resultados de las últimas elecciones, una de las armas que tiene la Unión para luchar contra el euroescepticismo consiste en mantener el modelo social europeo como una de las señas de identidad de su ciudadanía.
-¿Considera que existe un menor reconocimiento hacia las ciencias sociales que a las ciencias puras?
-Las ciencias sociales deben tener un mayor reconocimiento tanto por parte de las instituciones, las empresas y quizás el conjunto de la sociedad. Es absolutamente ficticia la diferenciación que se produce en determinados ámbitos entre soft scientistis y hard scientists. Los fenómenos sociales son excesivamente complejos como para ser considerados desde una perspectiva monoepistemológica y sólo son abordables desde un punto de vista interdisciplinar. Además, las ciencias sociales tienen una relación estrecha con las decisiones políticas y, por tanto, en la vida de los seres humanos. Un reconocimiento expreso por parte de las instituciones de esta realidad se echa en falta entre los científicos sociales de España.
-¿Cuáles son sus planes para cuando concluya su experiencia en la Cátedra Príncipe de Asturias?
-Me reincorporaré a la Universitat de València y seguiré dirigiendo el Instituto Bienestar, donde hay mucho trabajo que hacer y puedo aportar mi experiencia en Georgetown para aplicarla en los retos que tenemos pendientes. No obstante, esta es una puerta que se abre y que no sabes si se va a cerrar o no. Por ello, estoy abierto a otros proyectos de gestión o investigación que puedan surgir en Estados Unidos.
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