MADRID. El próximo otoño se pondrá en funcionamiento el mecanismo único de supervisión del sistema financiero por parte del Banco Central Europeo (BCE), que lo ejercerá en colaboración con las autoridades bancarias de cada país de la unión.
Será el primer paso hacia la tan preciada Unión Bancaria que debería completarse con un mecanismo único de resolución de crisis y un sistema armonizado de garantía de depósitos. Estos dos últimos pasos no están todavía fijado en el calendario europeo y siguen existiendo controversias fundamentales para su implementación.
SERIAS DIFICULTADES
De hecho, sólo para que el BCE se convierta en supervisor único se han encontrado serias dificultades en el camino -como la oposición alemana a que estas labores se extendieran a la totalidad del universo bancario- logrando excluir a los de menor tamaño.
En la actualidad, el BCE está llevando a cabo, en colaboración con los bancos centrales de cada país, una evaluación global antes de asumir las funciones de supervisor. Esta evaluación consta de una evaluación de riesgo, un análisis de la calidad de los activos en los balances de las entidades y una prueba de resistencia de estos bancos ante una hipotética situación de tensión extrema en los mercados más conocida por su denominación inglesa de 'stress test'.
Los 'stress test' realizados con anterioridad en Europa por la Agencia Bancaria Europea (EBA) han caído en el descrédito y se han mostrado faltos de la rigurosidad necesaria en este tipo de pruebas. Bancos como el franco-belga Dexia o el español Bankia pasaron las pruebas de resistencia y posteriormente tuvieron que ser rescatados aunque no se alcanzaron los niveles de tensión que supuestamente habían tenido en cuenta para realizar los tests.
Ahora el BCE ni quiere ni debe caer en la tentación de ser condescendiente a la hora de evaluar los riesgos de los bancos europeos y por tanto será implacable en este sentido. Con ello, una vez llevado a cabo este proceso de supervisión previa, podremos tener la certeza -esta vez sí- de que lo que se publica es lo que de verdad hay. Se eliminarán incertidumbres y dudas que siguen, aunque menos, obstaculizando la fluidez de los mercados monetarios y con ello impidiendo el buen funcionamiento de los circuitos de crédito que tanta falta hacen a economías como la nuestra.
BRUTAL REESTRUCTURACIÓN
Pero nada es gratis. Llegar a esa situación tiene un coste. Las instituciones crediticias españolas, como parece ser una tónica de comportamiento en la historia financiera de nuestro país, tienen poco que temer a estas pruebas. Más que nada porque -no sabemos si por suerte o por desgracia- ya han pasado en solitario el calvario de una reestructuración brutal que se ha sufrido en las antiguas cajas de ahorros y muy especialmente en Bankia, entidad que puso en jaque a todo el Estado español y estuvo a punto de llevarnos a la ruina.
Caso no similar pero parecido lo encontramos en Portugal, país que tuvo que acogerse al rescate europeo y que nacionalizó a gran parte de sus bancos, por lo que el trabajo de saneamiento está hecho en gran parte. Curiosamente el único que no necesitó de la asistencia estatal fue el Banco Espirito Santo, uno de los cuatro grandes del país vecino, que ha realizado importantes provisiones el año pasado y que acomete ahora una ampliación de capital para mejorar sus ratios.
Se trata del mismo que ha aparecido en las portadas de algunos periódicos con titulares sensacionalistas que han despertado una alarma injustificada y todo ello por un tema que en nada afecta a la solvencia de la entidad. De hecho, la agencia de rating S&P al mismo tiempo publicaba una elevación de sus perspectivas futuras.
Este tipo de publicaciones que tanto daño pueden hacer, quizás se deban a la tensión que produce la incertidumbre sobre los resultados de los 'stress test'. Son temas de actualidad que interesan a todos, pero no todos saben analizar los datos que se publican y lo fácil es tirar por el camino del derrotismo. Como decía, son los efectos colaterales de estas rigurosas pruebas de resistencia.
Sin embargo, inexplicablemente, no despierta tanta alarma que el banco más grande de Europa -lo que se llama en toda regla un banco sistémico-, el alemán Deutsche Bank, con activos en sus balances que duplica el PIB España, esté corriendo a la desesperada con una ampliación de capital de 8.000 millones de euros porque no logra alcanzar los niveles de capital básico. En su última junta de accionistas se ha mostrado el descontento de éstos con los ejecutivos del banco que siguen buscando una salida airosa a una más que evidente mala gestión en los últimos años.
Podemos estar seguros de que el BCE exigirá al primer banco europeo lo mismo que al último. Esperemos que todo se vaya resolviendo de manera apropiada porque sencillamente no nos podríamos permitir que una entidad de tal tamaño fuera solamente puesta en duda. Que tomen nota los gobiernos y autoridades concernidas porque un simple tambaleo de una entidad como ésta llegaría a ser más perjudicial que un default de un país como Grecia.
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Miguel Ángel Rodríguez es analista de XTB
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