VALENCIA. Hace dos semanas Paco León estrenaba su película Carmina y amén. Para combatir la desigual competencia del cine español, el cineasta ofrecía el preestreno de manera gratuita en todo el país y despertaba así un gran interés mediático. Ante el ataque sistemático a la cultura por parte del gobierno de Mariano Rajoy, la única manera de resistir parece estar en la búsqueda, por parte de los creadores, de nuevas fórmulas de producción y distribución.
Siniestro Total ha cumplido 30 años sumergido en la misma disyuntiva. Uno de los grupos más iconoclastas y divertidos del rock español continúa demostrando que, pese a las políticas de derechas, la música popular no puede caer en la complacencia ni en la resignación. El año pasado presentaron en Galicia Land of Opportunity, una suite de canciones del grupo con una formación de música contemporánea (pretenden estrenar un documental sobre este proyecto después de verano) y publicaron el manifiesto El sargento Pepper ha muerto, en el que declaraban que se centrarían en la comercialización de sus canciones, sin pensar ya en el disco como unidad conceptual.
"La gente no compra ya álbumes, compra la música a peso", resume Julián Hernández, líder del grupo que actúa este sábado por la noche en La 3 de Valencia. Presentarán sus nuevas canciones, como 'Todopoderoso' o '¿Casualidad? No lo creo', donde se burlan de los ladrones que ocupan los más altos cargos en nuestros gobiernos, empresas y bancos. Sin olvidar la vigencia de sus canciones de los años 80, que siguen haciendo de Siniestro Total un grupo divertidísimo en directo. Julián Hernández reflexiona sobre las maneras de resistencia de Siniestro, una formación más necesaria que nunca.
–A finales de 2010 presentasteis en Valencia vuestro último LP Country & Western. En aquella ocasión, disteis un concierto en dos bloques, los temas nuevos y los antiguos ¿Seguís con este esquema?
–Eso se lo copiamos a Barricada, tocar una primera parte con los temas nuevos y una segunda parte con la artillería pesada. Estaba muy bien y era muy divertido pero ahora hemos mejorado el modelo. A raíz de las giras 'Tierra ignota' y 'Terra desconeguda', fuimos incorporando temas que se habían quedado apartados en los conciertos. Vimos que eran canciones que funcionaban muy bien, así que cambiamos nuestro concepto del repertorio: ahora hacemos un concierto más ágil, porque vamos alternando las canciones nuevas con aquellas que funcionan demagógicamente bien. No queremos limitarnos a ofrecer un "grandes éxitos" ni un coñazo de canciones antiguas.
–Aquellas canciones como 'Bailaré sobre tu tumba', '¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?' o 'Miña terra galega' siguen sonando muy gamberras y divertidas.
–A veces a un músico le entran ínfulas y decide no tocar las canciones antiguas para que el público se centre en las nuevas. Aquí siempre recuerdo un caso curioso, que viví antes incluso de montar Siniestro Total. Nacha Pop acababa de sacar "Chica de ayer". Recuerdo una fiesta en Madrid, cuando la canción aún era un éxito relativo, ya que llevaría menos de un año en la calle. Pues ya entonces, en aquella fiesta salió Nacha Pop anunciando que no iban a tocarla nunca más. No pudieron cumplirlo, claro, porque tienes que asumir esas canciones y hay que revisarlas, modificarlas.
–Recuerdo que decías que habría que revisar 'Cuánta puta y yo qué viejo' porque ahora sería más en plan 'Cuánto viejo y yo qué puta'.
–¡Tendríamos que hacer esa canción así! Las relecturas de una canción pueden mejorar las originales.
–Muchas de aquellas canciones siguen vigentes, os adelantasteis a vuestro tiempo. Tomemos la canción "Alégrame el día", un divertidísimo alegato antitaurino grabado bastantes años antes de que, por fin, empezasen a prohibirse las corridas de toros en España.
–Nos sorprendió la prohibición en Cataluña pero aún falta mucho por hacer: se siguen celebrando los toros embolados. Hicimos la canción porque teníamos muchos amigos en el mundillo musical (Juanma del Olmo, de Los Elegantes, por ejemplo), que iban siempre a la feria de San Isidro. Cuando se ponían a hablar de toros, yo no paraba de meterles caña. Un día, estábamos en el Rock-Ola y se pusieron a hablar de una faena de Antoñete y les dije la típica frase que no significa nada: "Es que hay que distinguir entre el toro y el toreo". Se pusieron serios y me dijeron: "¡Eso, eso! ¡Tienes razón!" Hay mucha palabrería en el mundo del toreo, que consiste en hacer un espectáculo de la sangre. Por si faltara poco, encima tiene un carácter político muy lamentable: ahí está Esperanza Aguirre cuando dijo que quien es antitaurino, es antiespañol.
–Da la sensación de que hoy lo políticamente incorrecto impediría que hicierais canciones como 'El sudaca nos ataca'.
–Mira, la primera que vez que fuimos a Perú, la gente nos preguntaba por 'El sudaca nos ataca, así que no pasa nada. Es increíble que muchos no entiendan el chiste. El otro día vi una lista de canciones que hoy serían inconcebibles, y figura un tema de nuestro primer disco, 'Hoy voy a asesinarte'. Para empezar, que una canción esté narrada en primera persona no implica que ése sea el punto de vista personal del cantante, ya que puede ser un personaje. Porque, si fuera así, canciones como 'Matar jipis en las Cíes' nos tendría que haber llevado a todos a la cárcel. Un ejemplo clásico sería 'Kill the Poor, de los Dead Kennedys. Yo puedo cantar en primera persona fingiendo ser Charles Manson, y eso no implica una confesión, no me pueden condenar a cadena perpetua.
–¿Ha desaparecido el humor en el rock actual?
–Lo que ha pasado es que los patrones de corrección política han aumentado hasta límites asfixiantes. Se ha generado un debate absurdo sobre cuáles son los límites del humor y se han establecido unas líneas rojas de temas intocables. Pues no, no hay nada intocable. No existe ya la censura como tal, pero hay otras formas de censura, porque te enfrentas constantemente a boicots de los medios de comunicación, a la cancelación de conciertos y cosas así. Esta corrección política tiene calado, porque te encuentras con gente que se sigue escandalizando de ciertas cosas que decimos. Allá ellos.
–Este proceso ha ido acompañado de la desaparición de la música rock desde los años 90. Hasta entonces, los grupos como Siniestro tenían una presencia constante en los medios. ¿La música se ha hecho incómoda para el poder o la industria musical se ha vuelto más conservadora?
–Ha sido un proceso gradual y letal, ya que había más rock en la televisión de Franco que ahora. Tenemos que asumirlo: en España, la música le importa a poca gente. Otra cosa son experimentos como Operación Triunfo, que tiene más que ver con el espectáculo televisivo que con la música. Pero estamos viviendo un proceso global porque hasta las televisiones temáticas como la MTV han pasado de emitir programas musicales a realities.
La excusa que pone la industria musical es que hay cada vez más música disponible. Pero es una trampa, porque ha desaparecido lo importante, los filtros. Antes, la radio funcionaba como un filtro excepcional que, mal que bien, iba ofreciendo información musical, un determinado contexto. Sin embargo, hoy los usuarios de Spotify reproducen temas de modo aleatorio y pueden estar todo el día escuchando música sin saber ni siquiera qué está sonando. En España, la gente que se compra discos o que se preocupa por el contexto de la música sigue suponiendo una minoría. Pero eso pasa no sólo con la música, sino también con la literatura o el cine.
Somos un país muy atrasado, y no me vale que me digan que España es un país muy musical porque en Valencia hay muchas bandas o en Andalucía, mucho flamenco. Existe una distancia gigantesca entre esos hechos aislados y el consumo cultural habitual, que comporta una cierta comprensión de lo que se consume. ¿Qué podemos esperar de un país en el que uno de sus intelectuales de postín, Antonio Muñoz Molina, dice que no entiende ni la música contemporánea ni la pintura abstracta? Pues yo no entiendo que no lo entienda y que además pregone que no le interesa en absoluto. Precisamente, un intelectual se define por su curiosidad: le tendría que provocar interés algo que no entiende.
–De un modo paralelo, estamos asistiendo a la idealización de los años 80. En tu libro ¿Hay vida inteligente en el rock and roll? ya detectabas este problema y hacías un retrato desapasionado de la 'movida madrileña'. ¿Cómo valoras la "movida" ahora que se está desvelando que hay una construcción política de la nostalgia de esos años?
–En los años 80, hubo una utilización política de la frivolidad. También es cierto que España salía de un momento muy gris de la historia y que, en aquellas circunstancias, la fiesta no estaba del todo mal, incluso desde un punto de vista político, porque era una manera de decir que ya estaba bien de ir a desfiles militares y a procesiones religiosas. Después, ha habido una reescritura de la historia, edulcorando lo que sucedió durante aquellos años en productos que, como la serie Cuéntame, pretenden levantar acta, instituirse en el relato oficial. Eso ha llegado también hasta la "movida", que parece que consistió sólo en diversión, drogas y risas. Pues no, hay visiones diferentes, como reflexiona el libro que coordina Guillem Martínez, CT o la Cultura de la Transición. Está muy bien que haya gente que levante la voz contra la sacralización de la "movida".
–Hoy asistimos a otro proceso de idealización, el de la apariencia de rebeldía. Tenemos grupos como Amaral o Vetusta Morla que editan canciones que parecen muy comprometidas pero que no dicen nada, lanzan un mensaje incluso complaciente.
–Recomiendo a Pony Bravo, un grupo que tiene canciones como "El político neoliberal", en la que no se cortan un pelo. También a Javier Krahe, que utiliza un lenguaje muy directo. Nosotros estamos en un planeta diferente al de los grupos que comentas. Lo que pasa es que grupos como Pony Bravo aparecen menos en los medios y al final sólo se dan a conocer unos grupos determinados, los que ofrecen canciones de rock a modo de evasión. El rock necesita un lenguaje directo, que sintetice ideas para comunicar las cosas de forma clara.
–Vuestros conciertos son muy, muy divertidos y demostráis que entretener no significa evadirse y esconder la cabeza, sino todo lo contrario, ya que vuestras canciones serán divertidas pero no livianas. ¿De dónde os viene esta concepción de la música?
–Tenemos una influencia muy directa de la gente de aquí, como Javier Krahe, Moncho Alpuente o El Gran Wyoming cuando tocaba el Reverendo. Son mayores que nosotros y la gente de la "movida" los dejó de lado y no les prestó la suficiente atención. Son unas influencias muy útiles para el rock porque te introducen muchas claves que te permiten conectar con el público sin caer en grandes proclamas políticas. Tenemos que hablar de lo que nos rodea pero sabiendo que lo contrario de lo divertido no es lo serio, sino lo aburrido. Podemos hablar de lo que está pasando con esa distancia. Podemos coger, por ejemplo, lo que dijo el otro día Elena Valenciano de que sus ídolos eran Jesucristo, El Che y Felipe González. Cuando escuchas esto, te descojonas de la risa y lo puedes usar en los conciertos, pero sin perder la perspectiva de que también es un tema muy serio ya que ese tipo de gente es la que está manejando el cotarro. Aunque no lleguemos a millones de personas, sí establecemos una complicidad especial con el público en nuestros conciertos, y por eso son tan divertidos.
Por otro lado, también nos gusta mucho Frank Zappa porque creó una estructura empresarial que le permitió ser libre para decir lo que quería. Nunca fue un músico mayoritario pero pudo montar esa estructura para tener los mejores músicos y una gran capacidad de acción y de publicación. Su versatilidad era enorme e intentamos hacer como él, ir asimilando los distintos mundos musicales que nos vamos encontrando. Además, para él, las letras eran muy importantes, ya que decía barbaridades sin cortarse un pelo.
–Esto ya lo decías en el homenaje a Frank Zappa en la Universidad de Valencia en 2009. Habéis grabado varias versiones suyas, algunas publicadas en la serie Unmatched, de Hall of Fame Records. Por ejemplo, 'Chicas católicas', en la que cantáis: "Chicas católicas / con su bigotito, / son del Opus Dei / En el confesionario / se ponen las botas, / se lo pasan bien". Este lenguaje desvela la existencia de temas tabú en el rock actual, como la monarquía o la religión.
–Ésos son los dos grandes temas que han estado tradicionalmente prohibidos, y estamos hablando de grandes poderes en las altas esferas: una de las posibles causas del cese de Pedro Jota sería su seguimiento de las noticias del caso Urdangarín. A nosotros, el humor nos ha permitido tocar muchos temas sin que acabemos en la cárcel. Aquí nunca intentamos negarle a nadie su derecho a ir a misa, pero que no nos nieguen a los músicos nuestro derecho a expresarnos como nos dé la gana.
–El año pasado, editasteis la canción '¿Casualidad? No lo creo'. En ella habláis de la crisis económica de manera explícita, y citáis a Lehman Brothers y Goldman Sachs como responsables. ¿Cómo surgió?
–De una frase de twitter. La gente la usaba en twitter para señalar las coincidencias sospechosas. Por ejemplo, un usuario ponía que Obama había visitado al presidente de General Motors y a continuación decía: "¿Casualidad? No lo creo". Nos gusta eso de usar un cliché de twitter para una canción, ya que muchos títulos de las canciones de Siniestro serían hoy grandísimos twits. La historia de Goldman Sachs y Lehman Brothers es muy obvia: esta gente provoca la debacle económica e inmediatamente después llegan a los gobiernos del sur de Europa. Aquí ni siquiera tuvieron que echar al primer ministro ya que llegó Rajoy y colocó a De Guindos y compañía, gente que viene de ahí.
–Pues vamos a hablar de casualidades en esta relación entre rock y política. Una cantante indie, Russian Red, se declara de derechas. Acto seguido, Esperanza Aguirre le concede la Medalla de Plata de la Comunidad de Madrid y a esta cantante se le abren las puerta del mercado internacional y se va a grabar a Los Ángeles. ¿Casualidad?
–Me gustaría creer que es una casualidad. Yo no sé si esta chica, Lourdes Hernández (encima se llama como yo), hizo esas declaraciones para conseguir esos favores. El problema es que está muy clara la jugada al revés, con los políticos aprovechando la situación, llevándose a la artista a su terreno y ella aceptando eso, quizá por ingenuidad. Aunque sea de derechas, ella podría haber rechazado que la utilicen de esa manera. No me parece una casualidad y prefiero pensar, en cualquier caso, que fue Esperanza Aguirre la que decide utilizarla.
–En 1997 grabasteis la canción 'Joder, Cristina', en la que le cantabais a la infanta: "Joder, Cristina, suéltame a la vida". Nuestra monarquía es muy moderna y presume de escuchar música rock: ese mismo año, la infanta se casó con Iñaki Urdangarín y le soltó a la gran vida. ¿Casualidad?
–¿Quién nos lo iba a decir entonces! Hicimos la canción justo después de que anunciaran el compromiso de boda. En ella, contábamos la historia de alguien que está perdidamente enamorado de la infanta y que sufre porque ella se va con otro. Es una persona que quiere desenamorarse de la infanta. Fíjate cómo ha evolucionado todo. Como decía Maruja Torres, al final no ha sido la hermana mayor la que ha montado lío, sino ésta con el jugador de balonmano.
–Sí, los acontecimientos evolucionan y el tiempo pasa. Ya hace más de 20 años de la publicación de vuestro disco mítico en directo, Ante todo, mucha calma, de 1992. Ahí Valencia entró en la historia de Siniestro, porque fue en la sala Arena donde grabasteis un concierto que aún se recuerda por aquí.
–Decidimos grabarlo allí porque fue donde Radio Futura había grabado su disco en directo. Se pusieron muchos medios técnicos que nos sobrepasaron, como una vía para realizar travellings con la cámara en la parte frontal del escenario. Eso nos pareció aberrante porque nos separaba del público. También nos obligaron a tocar antes dos o tres veces el concierto entero a puerta cerrada. Estaba todo demasiado acartonado pero el público respondió muy bien, decidimos cambiar el chip y acabamos disfrutando mucho. El sonido no me convenció del todo pero ahora recordamos aquel concierto con simpatía y estoy encantado de que nos haya creado un vínculo especial con la ciudad.
Año 1994, Empanada gallega para Frank Zappa: La fiesta empezó con un minuto de ruido en honor de Frank Zappa. Y del escenario partían exquisitas raciones de empanada gallega y queimada, con las que los gallegos de Siniestro Total obsequiaron el jueves a sus amigos de Madrid. Julián Hernández me cae bien (hay que verlo con pelo cuando golpeaba la batería como un poseso en sus comienzos), pero sin lugar a dudas, la época dorada de Siniestro fue con ese genio llamado Miguel Costas.
Don Manuel, ¿para cuándo una entrevista a Raimon?
Hola Teodoredo. Gracias por tu comentario (y por tu fidelidad!). No cabe suponer eso que señalas (diseccionar cualquier obra en un plis), sino lo siguiente: que no es de recibo hacer alarde de la ignorancia y despreciar lo que se ignora, actitudes muy catetas de Muñoz Molina. Eso es lo que está criticando Hernández: no los conocimientos sino la vanagloria de la escasa curiosidad. Saludos.
Entonces, si he entendido bien a este buen hombre, ¿Antonio Muñoz Molina debería entender la música contemporánea? Parece mucho pedir cuando hay una cantidad nada despreciable de músicos de conservatorio que tampoco pueden apreciarla, y sin menoscabo de su honra, jo hi afegiria. Cabe suponer entonces que el tal Julián Hernández coge cualquier obra de Brett Dean o de Erkki-Sven Tüür y te la disecciona con la misma facilidad con que Mantecón refutaba a Kant, ¿no?
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