VALENCIA. Cuando en mayo de 1912, James Matthew Barrie contempló la estatua inspirada en su más célebre creación literaria, no pudo más que sentirse decepcionado y mascullar: "No se adivina la maldad de Peter Pan". Quién sabe qué sentimiento le hubiera despertado la percepción que, versión de Disney mediante, ha calado en el imaginario colectivo.
Con el tiempo, han sido varios los intentos de acercamiento fiel al relato del niño que no quería crecer. Silvia Herreros de Tejada, Premio de Ensayo Caja Madrid por su obra Todos crecen menos Peter destaca la película Peter Pan (P. J. Hogan, 2003), donde el protagonista es un adolescente y Wendy vive el despertar a la sexualidad, o la serie de la ABC Érase una vez, que en su tercera temporada incorpora una versión cruel del mito.
En el ámbito escénico, este fin de semana Ananda Dansa reestrena en Valencia la coreografía que le reportó el Max 2003 al Mejor Espectáculo Infantil y dos premios de las Artes Escénicas de la Generalitat Valenciana en las categorías de Mejor Espectáculo de Danza y Mejor Composición Musical, Peter Pan. La revisión del montaje, depurada y actualizada, estará en las tablas del Teatro Principal entre el 25 y el 27 de abril.
En el momento de su creación, la compañía valenciana se marcó como objetivo rehuir de la trasposición edulcorada de Disney. "La película de animación simplifica al máximo para hacer estereotipos. Barrie había escrito un personaje complejísimo, un niño que no asume sus propias responsabilidades, lleno de egoísmo y picaresca, que no quiere hacerse adulto para evitar asumir la generosidad como algo propio", argumenta la directora de la compañía, Rosángeles Valls.
Para ser leales al original, la formación recurrió al asesoramiento literario de Ana Luisa Ramírez, especialista en proyectos de innovación e investigación relacionados con la Literatura Infantil y Juvenil desde un enfoque multidisciplinar. La también docente los ayudó a desentramar la complejidad de la obra para traducir las palabras al lenguaje de los cuerpos.
Como ya sucediera durante el estreno original en diciembre de 1904, el protagonismo de la pieza lo asume una fémina. Según los expertos, Barrie infirió que un chico pequeño no podía darle la profundidad necesaria al personaje y un joven contradecía con sus cambios hormonales la máxima de que Peter Pan no fuera a crecer, así que lo mejor era cederle el papel a una niña.
En este caso, el papel de Peter Pan está interpretado por Ana Luján, artista asociada del Phoenix Dance Theatre de Reino Unido y bailarina de la Rambert Dance Company, que en 2003 se alzó con el premio a la mejor intérprete de danza contemporánea otorgado por el Círculo de Críticos Británicos.
DERRETIDAS VELAS NEGRAS
El cocodrilo no tiene nada de gracioso en su tictac ni en el texto de Barrie ni en la adaptación de Ananda Dansa. "Peter Pan no le tiene miedo a nada porque se sabe inmortal y cuando le corta la mano a Garfio, el reloj del capitán pirata se aloja en el vientre del cocodrilo para atormentarlo, porque marca el paso del tiempo, es el símbolo de la mortalidad", explica Valls, cuya compañía se alzó con el Premio Nacional de Danza 2006 en la modalidad de creación.
Herreros de Tejada se une a esta reflexión sobre los elementos pavorosos de la obra que nos han llegado dulcificados. En la película animada de 1953, los piratas son torpes, no provocan miedo en la audiencia, por cuanto forman parte de la galería de personajes secundarios inofensivos del cine del director estadounidense. "En cambio, en el original, Garfio es un personaje temible, más parecido a los piratas de la novela de Stevenson La isla del tesoro, dispuesto a matar a un niño. Barrie da una descripción del personaje siniestra, en la que hace alusión a que su pelo parece velas negras derritiendo, más cercana al teatro gótico que a la pantomima infantil".
La escritora, máster en Literatura Comparada, acudió estas Navidades a ver el montaje de Ananda Dansa en los Teatros del Canal, y ha concluido que la obra es "muy fiel al original". De hecho, si algo le chocó es su catalogación como teatro para todos los públicos, pues considera que su visionado "requiere una sutileza poética de adulto para entender la obra".
Opina Herreros de Tejada que el Peter Pan de la compañía valenciana "juega con el imaginario y le da la vuelta. No está esa inocencia que el espectador tiene en la cabeza, Peter Pan no es un niño inocente ante los peligros de la vida, sino que tiene picardía, y la metáfora del cocodrilo es un leit motiv que angustia al personaje del pirata y provoca tensión al espectador".
MÁS MADERA
La especialista destaca otros dos montajes que en los últimos tiempos le han llamado la atención, Peter Pan, representado en el londinense threesixty° Theatre, teatro circular donde se aprovecharon las paredes para realizar proyecciones; y Wendy and Peter Pan, de la Royal Shakespeare Company, que destaca por la presencia de un narrador que se hizo cargo de la lectura de unas acotaciones del texto original que resultan instrasladables al escenario. "Son unas líneas que reflexionan sobre la imaginación infantil y sobre cómo se transforman y desaparece cuando uno se convierte en adulto. De hecho, se dice que Peter Pan es el mejor libro de autoayuda para padres".
Ahora, Herreros de Tejada ha sido capaz de ofrecer su propia versión posmoderna del libro. El año pasado fue fichada por la dramaturga vallisoletana Lucía Miranda para su relectura teatral Perdidos en Nunca Jamás, que hasta el 4 de mayo puede verse en la Sala Mirador de Madrid.
Miranda aplica estudios de género y los principios del teatro del oprimido para adaptar Peter Pan a la realidad desesperanzada de los jóvenes españoles. La adaptación contemporánea le ha valido este año el premio José Luis Alonso para jóvenes directores de la ADE, galardón que antes recibieron nombres propios de la escena española como Calixto Bieito o Álex Rigola.
REIVINDICAR A WENDY
Al final de sus días J. M. Barrie quedó atrapado por su personaje y clamaba: "Es como si mucho tiempo después de escribir Peter Pan me llegase su verdadero significado: intento desesperadamente hacerme mayor, pero no puedo". Esta frase, extrapolada a los sueños rotos de la juventud de nuestro país, sobrevuela el argumento Perdidos en Nunca Jamás, donde Wendy es una periodista en paro que ha regresado a casa de sus padres y Peter Pan, un antiguo novio que con 30 años, ni estudia ni trabaja.
No es la primera vez que Miranda traslada la acción de un clásico a nuestros días. En la anterior pieza de su compañía The Cross Border Project, De Fuente Ovejuna a Ciudad Juárez, denunciaba los feminicidios en el Norte de México a partir de la obra de Lope de Vega.
Pero en esta ocasión le resultó más complicado aplicar las bases del teatro del oprimido, tendencia sistematizada por el pedagogo brasileño Augusto Boal: "Aquí era difícil hablar de quién nos oprime, buscar agentes concretos, y el resultado han sido entes abstractos: el sistema no meritocrático, los bancos, la clase política y nosotros mismos, porque en lugar de tirar del carro nos metemos en un bar a soñar con cambiar el mundo", concreta Miranda.
Los protagonistas de este music hall decadente pasan sus días en un bar de Malasaña, cuyo dueño es el capitán Garfio y las camareras son las hadas, que se han vuelto alcohólicas, porque nadie cree en ellas. Los señores Darling han sido sustituidos por las voces de los padres y los abuelos de nuestra generación, a los que se les ha preguntado qué querían que sus hijos y nietos fueran cuando eran pequeños y qué aspiran que sean ahora.
Pero el principal hito de la adaptación es el protagonismo concedido a Wendy. "En la estructura narrativa de los cuentos de hadas siempre hay un personaje que ha de experimentar un viaje que le enseña algo y le permite vivir a partir de entonces con la lección aprendida. En este caso, Peter Pan es como Drácula, un personaje monstruo, que son los más llamativos, pero no viven la transformación de los que se encuentran a su alrededor. Peter Pan no quiere crecer ni al principio ni al final, y en cambio, Wendy, después de tratar de conquistarle, decide que merece la pena vivir", justifica Herreros de Tejada.
De modo que la Wendy española asume el arco narrativo de la obra, toma las riendas de su vida y se marcha de España.
Pero antes, Perdidos en Nunca Jamás rompe la cuarta pared y hace participar al público otorgándole responsabilidad en el desarrollo de la acción. No se trata de una novedad, ya en el original, cuando Campanilla se está muriendo, víctima de un veneno que iba destinado a Peter Pan, se pedía al público que aplaudiese si creía en las hadas. "En su momento fue muy innovador, porque hacían uso de un recurso propio de los títeres infantiles en un montaje para adultos", explica Herreros de Tejada.
A Barrie le preocupó que la audiencia no reaccionase, y pidió a los músicos que aplaudiesen si no había respuesta, pero los espectadores vitorearon y aplaudieron. 110 años después, la compañía española también temió que no funcionara, "pero los jóvenes españoles que acuden al espectáculo tienen esperanza, creen que hay posibilidades de mejora y que se puede luchar por aquello que uno quiere", concluye la autora.
Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.
Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.