VALENCIA. Al final va a tener razón Sherlock Holmes: "Cuando todo aquello que es imposible ha sido eliminado, lo que quede, por muy improbable que parezca, es la verdad". Después de casi un siglo intentando descifrar el llamado Manuscrito Voynich nadie lo ha conseguido (aunque algunos lo pretendan), así que habrá que buscar un plan B. Según el periodista británico de la BBC Simon Worrall, la solución está clara: es un fraude como la copa de un pino. Su hipótesis no es nueva; los datos que aporta sí.
El llamado Manuscrito Voynich se ha ganado a pulso el título de volumen más extraño de la Historia. Aunque en la biblioteca Beineck de Libros Raros de la Universidad de Yale se le conozca por su número de catálogo -el MS 408- el nombre más común hace referencia a su descubridor, Wilfrid M. Voynich. Su verdadero origen es tan misterioso como todo lo que le rodea. Lo único que se sabe es que lo compró en 1912 a lo que es hoy la Universidad Pontificia Gregoriana (una institución jesuita con sede en Roma), que atravesaba por una precaria situación económica.
Lo que convierte a este pequeño libro en una delicatessen para bibliófilos es que sus 240 páginas (puede que tuviera más) están escritas en un idioma totalmente desconocido. Además, tiene cientos de dibujos para ilustrar cada una de sus secciones (Herbario, Biología, Cosmología, Farmacia, Recetas y Astronomía) que no se corresponden con nada que se pueda observar en la naturaleza. El año pasado la editorial Sirio puso a la venta una edición facsímil que es una delicia.
Hay hasta una hipótesis que dice que pudo ser el diario de un extraterrestre adolescente, pero hasta que haya más prueba lo prudente sería dejarla en cuarentena. La teoría más aceptada hasta la fecha es que es un código que nadie ha conseguido descifrar. Y no por que no lo hayan intentado. El más famoso fue William Friedam, fundador de la NSA, quien dedicó 30 años a la tarea con escaso éxito.
Su conclusión fue que, como el élfico de El Señor de los Anillos o el Klingon de Star Trek, era una lengua sintética (o creada por el hombre). Sí pero ¿para contar qué? Si se han descifrado el ugarítico, el sumerio o el acadio, el voyniqués no debería ser un problema.
LO QUE SÍ SE SABE
De momento, hay pocas cosas que se sepan a ciencia cierta. Por ejemplo, la Universidad de Arizona (que participó en el análisis que demostró que la Sábana Santa era falsa) dató el libro usando carbono 14 y concluyó que el pergamino que se utilizó data de entre 1404 y 1438. Poco después, el McCrone Research Institute sentenció que el material utilizado en la tinta también databa de esa fecha.
Aquí es donde Worrall recuerda algo que se suele pasar por alto: el McCrone no dijo, como mucha gente cree, que la tinta fuera de esa época, sino que sus materiales lo eran. Por lo tanto, eso no excluye una posibilidad de la que nadie quiere hablar, que Voynich la falsificara.
¿Es posible? Que el librero y vendedor de libros raros tenía conocimientos de química es innegable. Los adquirió durante su estancia en la Universidad de Moscú. Además, por su oficio, pudo tener (posibilidad, no certeza) acceso a pergaminos antiguos con los que perpetrar su engaño.
EL AS DE ESPÍAS
Pero lo más divertido de la teoría de Worral es que introduce un nuevo personaje en la historia, un tipo tan misterioso como el propio manuscrito, conocido como Sidney Reilly (1873-1925) y que pasó a la historia como el ‘As de Espías' (fue uno de los personajes en los que se basó Ian Fleming para crear a James Bond).
Del él se sabe poco con certeza. Aunque aseguraba ser irlandés, lo más probable es que fuera ruso. Con 19 años fingió su propia muerte para huir de la policía zarista y años después (y varios cambios de nombre) acabó en Londres. Allí trabajó para Scotland Yard y el recién nacido Servicio Secreto de Inteligencia. Su historia como espía merece un artículo entero y murió en acto de servicio en 1925 mientras espiaba a los rusos.
Según Worrall, Reilly y Voynich eran amigos. La idea no es descabellada ya que el librero era muy conocido en Londres y su tienda, un punto de reunión de todo tipo de inmigrantes con ideas políticas. Entre ellos, por cierto, Karl Marx. El espía, además, era un experto falsificador y se conservan las fichas del Museo Británico que demuestran que estudió un libro titulado Observaciones sobre Tintas Antiguas.
EL CABO SUELTO
La teoría del periodista de la BBC tiene un cabo suelto. La primera referencia escrita sobre el Manuscrito Voynich data de 1666 y es una carta de su entonces propietario Johannes Marcus Marci (rector de la Universidad de Praga) a Althanasius Kircher, un políglota jesuita a quien consideraba capaz de descifrarlo. La misiva apareció junto al misterioso libro y la hipótesis de Worrall es que "hizo lo que muchos otros falsificadores habían hecho: crear un segundo documento para validar el primero".
Aquí es donde la hipótesis del británico hace aguas. La Carta Marci podría ser falsa, pero aunque lo fuera no cambia nada. Los autores del fraude tendrían que haber falsificado tres más: la primera enviada por Marci a Kircher y otra que le remitió en 1639 Gregorio Baresch (otra anterior está perdida).
Es cierto que Kircher no contestó a ninguna y eso podría apoyar la tesis de que no las recibió, pero es una hipótesis difícil de defender. Estas dos últimas cartas no aparecieron hasta 1930, cuando se descubrió la correspondencia personal del jesuita que estaba perdida desde su muerte.
Así Voynich y Reilly tendrían que haber falsificado esos textos, encontrar las cartas de Kircher, y dejarlas allí hasta que alguien las volviera a encontrar. Muy rebuscado. En todo caso, bastaría con analizar las cartas para salir de dudas.
LA OTRA HIPÓTESIS DEL FRAUDE
Si fue un fraude, está claro que la única motivación pudo ser el dinero. Pero Voynich no consiguió venderlo, eso lo logró su viuda en 1961 por 24.500 dólares a un coleccionista. Este intentó revenderlo por 100.000 dólares pero no pudo y acabó donándolo a la Universidad de Yale.
Por lo tanto, si hubo engaño, tuvo que producirse mucho antes, en el siglo XV, una teoría que ya defendió en su día el psicólogo inglés Gordon Rugg. Si no está escrito en ningún idioma, si las imágenes no se corresponden con nada conocido, y nadie ha podido demostrar que oculte un código, como diría Holmes, "lo improbable" es la verdad.
De hecho, no sería el único fraude de este tipo, ahí está el Codex Rohonczi, y a finales del siglo XVI el emperador Rodolfo II pagó por el Manuscrito 600 ducados (40.000 euros actuales, seis veces más de lo que costaba un códice en la época). En la venta participaron Edward Kelly (conocido estafador) y el mítico demiurgo británico John Dee. ¿Lo falsificaron ellos? Improbable, los hechos ocurrieron más de un siglo después de la fecha que arrojaba la prueba del Carbono 14.
MAS TEORÍAS
Tampoco hay que descartar que fuera una obra de alguien que creyera estar canalizando el mensaje de algún ser superior. De hecho, presenta muchas similitudes con el que escribió mediante escritura automática Federica Hauffe, la vidente de Prevost a principios del siglo XIX (la estructura y algunos dibujos son similares), como apuntó el investigador valenciano Francisco Máñez en un artículo.
En los últimos tiempos han aparecido otras teorías, todas ellas con escasa base. La investigadora Edith Sherwood aseguró que el autor fue un tal Leonardo da Vinci cuando apenas era un niño. En febrero de este año, Stephen Bax (profesor de la Universidad de Bedfordshire) aseguró haber traducido diez palabras. No es el primero ni el último.
Días antes, dos botánicos americanos de la Universidad de Delaware aseguraban que el libro podría haber sido escrito en México ya que han creído identificar algunas plantas que aparecen dibujadas. Y así, hasta el aburrimiento. Lo único que está claro es que el MS 408 es un imán para los frikis.
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