VALENCIA. No salgo de mi asombro con las noticias que se han sucedido en la última semana. Ha sido tanta y tan divertida la información cotidiana que no he tenido tiempo de ir de fiesta porque Valencia misma era un sarao. ¡Y qué sarao! ¡Madre mía! No dábamos para disgustos. O alegrías. O ambas cosas, que uno no sabe qué pensar.
La semanita empezó fuerte el viernes por la noche. ¡Lo que hemos hablado mis amigos artistas y yo del disgusto que lleva Consuelo Císcar porque la han echado del IVAM! Debo reconocer que tiene un lado salvaje y ordinario que despierta mi atención y no deja de sorprenderme. ¡Qué modelitos arrepretados! ¡Qué peinado! ¡Qué atrevimiento el suyo con esas pintas! Con lo que sí, mujer valiente desde luego que lo es.
Tuve un poco de pena porque me he pasado toda la vida acostumbrado a verla en exposiciones y fiestas con su cuchipanda. Me he dado cuenta de que la voy a echar de menos, a ella y a sus comentarios obscenos y arrabaleros. Y es que en el fondo soy masoca.
Tengo amigos que se han preocupado por Tono Sanmartín. Desde hace muchos años circula el bulo de que la Císcar se peinaba en casa de Tono. Ay, amigos, qué error más común. Tono ¡nunca! ha tocado la cabeza de Consuelo Císcar. Si ella le hizo una exposición fue porque se lo pidió Paco Camps, que él sí que era cliente suyo. Pero Consuelo jamás ha sido peinada por nuestro gran Tono.
¿Acaso creen que Alberto Fabra se habría atrevido a echarla si fuera así? Vamos, Esther Pastor y Lola Johnson le montan un espectáculo que se hubiera enterado, que lo que une una peluquería en Valencia (de hombres, mujeres, unisex...) no lo separa ni un presidente de la Generalitat. Así que me ha dado por pensar que, en el fondo, si han echado a la Císcar a la calle es porque no era cliente de Tono. Para que luego digan que no tiene poder.
La siguiente conmoción fue la historia surrealista de los Presidentes del Valencia y el supuesto intento de Juan Soler de secuestrar a Vicente Soriano para que le pagara el dinero que le adeuda. Creo que ni a Santiago Segura se le podría haber ocurrido para su saga Torrente 20.000 semejante barbaridad.
Sé que el hombre estaba muy mal. Me han dicho mis amigos que había vendido a unos empresarios de Colombia su colección de arte, que incluía muchos artistas valencianos. Necesita el dinero... para pagar deudas. Humanizándome un poco, me pongo en su piel y no sé lo que haría si un menda, salido de la nada como suele pasar en nuestra terreta, me debiera semejante barbaridad de millones... Más de 80 he leído. Puf. Encima son vecinos, se ven todos los días, aquí, cerca de mi casa.
Es lo de los sicarios lo que veo feo. Muy feo. Pero según me informan mis fuentes, por Castellón también se lleva bastante esto de los sicarios. Un empresario incluso tiene a sueldo a un jefe de seguridad que proviene de la inteligencia de algún expaís soviético. Vaya tela. Creo que voy a pensar en mudarme a algún lugar más seguro.
Entre tanta emoción, peligro y riesgo, yo tengo mi oasis, sí, ¡mi Cuchita! Y, aunque mi jefe me riña, les contaré que han empezado los festejos del décimo aniversario de la Academia de Gastronomía de la Comunidad Valenciana, que preside mi amiga Cuchita Lluch.
Esta vez fue un acto institucional y solemne: una conferencia superseria y superprofesional impartida por el doctor Moya, catedrático de pediatría, sobre la obesidad infantil. No fui, claro. No me interesa mucho la problemática de los niños gorditos. Pero la exconsellera Alicia de Miguel sí. A mí me gustan los eventos más frívolos: me esperaré a la fiesta de cumpleaños, que según me han filtrado será por verano. A ver este fin de semana qué sorpresitas nos trae nuestra terreta (me va a dar un infarto).
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