MADRID. Como actor prefiere el drama, pero como director Albert Dupontel está convencido de que la sonrisa es un elemento más eficaz para comunicar y lo demuestra en su última película 9 meses...¡De condena!, uno de los filmes más taquilleros de los últimos meses en Francia y ganador de dos Premios César.
"Alguien que cuenta algo con una sonrisa es más comunicativo que quien la cuenta mientras llora", afirma convencido Dupontel en una entrevista con Efe en Madrid, donde ha presentado su película que se estrena este viernes en España, una historia delirante en la que brilla Sandrine Kiberlain, que ganó este año el César del cine francés a la mejor interpretación femenina.
Pero el actor y realizador resta importancia a los premios, él consiguió el César al mejor guión, a la recaudación en taquilla e incluso a las positivas críticas recibidas por su filme. Lo que le da satisfacción es que haya ido mucha gente a ver la película. "Eso es lo importante", asegura.
Y cree que la gente va porque sus películas como director las endulza con la comedia, pese a que siempre parte de una idea dramática. "Tengo más el sentimiento de hacer drama que comedia", asegura relajado y muy alejado del delincuente simpático que interpreta en el filme. Su punto de partida son historias que le gustan, que le conmueven de alguna forma, y después busca "una forma entretenida y elegante de compartir las emociones".
En 9 meses...¡de condena!, cuenta la historia de una juez, interpretada por Kiberlain, que es perfecta, inteligente, bien considerada en su profesión, soltera y dedicada por entero a su trabajo. Y cómo una sola noche en la que decide soltarse la melena le cambia la vida y la lleva a relacionarse con un delincuente (Dupontel).
Una historia que tardó poco más de un año en escribir tras partir de una primera versión realizada en diez días encerrado en una habitación de un hotel de Sevilla, ciudad que le encanta. La idea de partida fue un documental, 10ème chambre, sobre el sistema judicial, en el que no había nada de divertido. Pero al verlo, recuerda, se imaginó el encuentro improbable entre un juez y la persona juzgada, que fue lo que comenzó a desarrollar para su película.
Un filme que comenzó siendo un proyecto en inglés con Emma Thompson como protagonista, pero la producción se complicó y Dupontel regresó a Francia, donde no era capaz de encontrar la actriz adecuada hasta que llegó Kiberlain. "Sandrine (Kiberlain) había leído el guión y quiso que nos encontráramos. Durante las pruebas me di cuenta de que incluso cuando estaba enfadada, nerviosa o agresiva, seguía estando bonita y emotiva. Fue necesario que la filmara para darme cuenta", indica el realizador.
Una historia que, como sus filmes anteriores como director, Bernie, Le créateur, Enfermés dehors y Le vilain, se centra en un trabajo de la sociedad, en ese caso, el sistema judicial. Partiendo de una idea concreta, desarrolla una historia a la que le va incorporando elementos disparatados que tiene que hacer que funcionen juntos, lo que no siempre es fácil, reconoce, pero que es lo que le da el toque de humor negro tan característico en sus trabajos como director.
Y sobre su doble faceta de actor y director, que repite siempre en sus películas, asegura que es cansado. "Pero soy lo suficientemente megalómano para asumir los dos papeles", afirma con una sonrisa, aunque resalta la ayuda que le presta en cada uno de sus proyectos Philippe Uchan, "que siempre está ahí y me hace repetir las escenas y cambiar lo necesario".
Porque como actor prefiere estar a las órdenes de alguien. "Como actor prefiero hacer películas dramáticas, porque no estoy en competición conmigo mismo; soy el objeto dramático de otra persona, y es algo que yo no podría hacer solo". Un ejemplo claro, el de Irreversible, en la que protagoniza una dura escena en la que viola a Monica Bellucci. "Fue Gaspar Noé el que me empujó a actuar así, solo no habría podido hacerlo", reconoce.
Por eso, en sus "pequeñas películas", prefiere buscar cómo hacer reír, lo que supone un fuerte contraste entre sus dos facetas profesionales. "Lo asumo completamente: hacer películas me evita ir al psicólogo", concluye.
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