VALENCIA. La relación del pintor Ximo Amigó (Bonrepós i Mirambell, 1965) y el fotógrafo Salva Álvaro (Onda, 1961) viene de tiempo. Su amistad también. Fueron prácticamente al unísono. Desde hace años se encuentran a mediodía, al menos una vez a la semana, para almorzar juntos en un bar de Carpesa, citas en las que comparten confidencias y hablan del mundo del arte, de la vida y de las cosas que no importan.
Era cuestión de tiempo que acabaran exponiendo juntos, pero tuvo que ser un tercero el que mediara. En concreto "fue Víctor Segrelles el que se lo propuso a Salva [Álvaro]", recuerda Amigó. Responsable e impulsor del espacio Café Malvarrosa Espai Paral.lel (Historiador Diago, 20) junto a Toni Moll, les pidió que le montaran una exposición.
Recogieron el guante. Producto quizá del tiempo que han pasado en común o de las afinidades electivas que les unen, el caso es que ambos coincidieron de inmediato en cuál iba a ser la temática: la mujer, el cuerpo femenino como objeto del deseo. "Es algo que veo que funciona, que a la gente le gusta, y a mí me gusta pintarlo", explicaba este jueves Amigó.
Se pusieron pues manos a la obra, a trabajar sobre esa idea. Amigó, con su complejo y elaborado lenguaje donde cohabitan el dibujo, el collage y la pintura, en torno al metacrilato incorporado, de lleno, en el conjunto de todas las obras; Álvaro, con sus fotografías en las que una sobrecarga de herencias pictóricas arropa seductoramente los cuerpos femeninos, con reminiscencias en la composición incluso de pintores como el malogrado Eduardo Úrculo.
Tal y como relata el presidente de la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, Román de la Calle, en el texto que acompaña la exposición, "sin duda" ambos autores, "conscientemente, pactaron" para "construir, en paralelo, universos artísticos que surgieran de y fueran mutuamente citas, relecturas y referencias comunes".
Tras ello seleccionaron 20 obras cada uno y, como nexo de unión, Amigó incluyó cinco dibujos en lo que reinterpreta las fotografías de Álvaro, que se convierten en algunos casos en negativos de la poética del fotógrafo, variaciones de una misma melodía.
"Comparten, por tanto, espacio expositivo y también planteamientos previos, en la ejecución del programa asumido en el pacto", escribe el académico, pero "cada uno con su obsesión", añade. De ahí que fuera casi inevitable bautizar la exposición con el fácil pero resultón título de Dos hombres y un destino.
Amigó asegura sentirse "ilusionado por como ha fluido todo" y dice estar muy contento con el resultado de una selección que se inauguró este jueves noche en el Café Malvarrosa, donde se podrá contemplar hasta finales de mes.
Además, incluye una publicación como complemento: 25 cajitas seriadas por artista que se convertirán en testimonio de este encuentro que ha venido madurándose desde hace décadas y que ahora, por fin, ve la luz.
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