VALENCIA. Los problemas arquitectónicos del edificio del Palau de les Arts, que van camino de eternizarse, impidieron que el polifacético artista Plácido Domingo ofreciese como director la versión de Manon Lescaut de Puccini que se había programado y finalmente se suspendió. Ahora, con el edificio liberado del caduco trencadís y aspecto de yelmo grisáceo, Domingo ha reaparecido como cantante para hacer un papel de barítono, el de Simon Boccanegra.
A juzgar por la sesión del estreno, los resultados son más que satisfactorios. Los 73 años que cuenta y el cambio de tesitura no fueron óbice para que el cantante madrileño regalase a un Palau de les Arts lleno a rebosar una interpretación redonda del dux de Génova, de plenitud vocal y rica en matices. Estuvo acompañada de una actuación entregada, desde el Boccanegra joven del prólogo hasta su muerte por envenenamiento del traidor Paolo al final del cuarto acto, con una espectacular caída.
Sin duda Domingo se encuentra ahora más cómodo en la tesitura baritonal. No obstante, es inevitable reconocer en su voz el muy característico timbre de tenor. Su interpretación fue un alarde de facultades, demostró su espléndida forma física y que los años no le impiden gozar de una espectacular potencia vocal.
En punto a potencia no le fue a la zaga la soprano china Guanqun Yu, que ya estuvo en el Palau de les Arts en I due Foscari y Otello. Desgranó una Amelia rica, plena en los muy bellos agudos y espléndida en la expresión, que fue premiada, como Domingo, en varias ocasiones por el público con aplausos.
El único papel de tenor, el de Gabriele Adorno, enamorado de Amelia, fue cantado por Ivan Magrì con más fortuna que cuando interpretó el de Alfredo en La traviata en el inicio de la temporada y hubo de ser sustituido a mitad de la representación por indisposición. Con algo menor potencia que los dos cantantes antes citados, Magrí cantó su papel con una voz de bello timbre, buena afinación y limpios agudos, todo ello acompañado de un esquisto gusto en la expresión. También fue recompensado con repetidas ovaciones. El resto del reparto brilló a buena altura, especialmente el bajo Vitali Kovaliov, de noble timbre y expresión, en el importante papel de Jacopo Fiesco, y el barítono Gevorg Hakobyan como Paolo.
El excelente Cor de la Generalitat que dirige Francesc Perales hizo gala de su acostumbrada calidad y Evelino Pidò dirigió a la espléndida orquesta titular con acierto, aunque no siempre con brillo. La dirección escénica de Lluís Pasqual, con decorados de Ezio Frigerio, ya fue presentada en el Palau de les Arts en 2007 y ahora ha contado con el concurso de Leo Castaldi para la reposición. El movimiento escénico es eficaz y el vestuario de Franca Squarciapino, bello y adecuado. No obstante, la abundancia de negros en el decorado confiere a la obra un tono en exceso tenebrista, con el fondo de un mar en suave movimiento tan negro que es inevitable que traiga a la mente la imagen alguna de las mareas negras que se han producido en los últimos tiempos.
El público que llenaba la sala presentaba una amplia presencia extranjera, especialmente de alemanes. Premió con entusiasmo la interpretación y tanto el director musical como el maestro de coro se unieron a los cantantes al final para recibir repetidas ovaciones
Giuseppe Verdi. Simon Boccanegra.
Lluís Pasqual, director de escena.
Pácido Domingo, Guanqun Yu, Vitali Kovaliov, Ivan Magrì, Georg Hakobyan, Serguéi Artamonov, Valentino Buzza, Chiara Osella.
Cor de la Generalitat Valenciana. Francesc Perales, director del coro.
Orquestra de la Comunitat Valenciana. Evelino Pidò, director.
Palau de les Arts Reina Sofía, 27 de marzo de 2014.
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