VALENCIA. Si al aforo nos remitimos, el circo es y no el mayor espectáculo del mundo. Las grandes carpas plegables aparecidas en 1925 se alternan en la actualidad con modalidades contemporáneas de registro intimista. Independientemente del contenedor, lo que le sigue siendo propio al género es la capacidad de asombro. Pero no así las fieras. Ni la estacionalidad, porque más allá de las Navidades, se acumulan citas con las artes de la pista durante todo el año.
En el caso de nuestra ciudad, ahí está el Circuito Regular de Teatro de Calle organizado por la Associació Valenciana de Circ. Fruto de un acuerdo con el Ayuntamiento, todos los domingos, los Jardines de Viveros, los parques de Cabecera, del Oeste y de Benicalap y el Paseo Marítimo acogen espectáculos de pequeño formato. O la programación regular del Teatre L'Agrícola de Alboraia, donde se aspira a "divulgar el entendimiento del Nuevo Circo como medio de expresión, de fusión de artes, culturas y gentes. Sin explotación, ni humana ni animal".
El 30 de marzo, el espacio de l'Horta Nord ha programado a uno de los impulsores de la difusión del género en la Comunitat, Gonzalo Santamaria, con su nueva propuesta The Power of The 80's, donde la música de esa década es el hilo conductor de una obra donde se combinan humor y equilibrios con verticales y rodabola con trabajo de personaje y teatro físico. En coherencia con los tiempos, el circo facturado hoy es de corte posmoderno. Esto es, las artes de la pista se nutren de otras disciplinas, caso de la danza contemporánea, el lenguaje cinematográfico, la música...
Este eclecticismo se plasma en la trayectoria internacional de Santamaria, que ha participado en proyectos ligados al baile, con dj en directo o incluidos en un espectáculo de cabaret. El creador valenciano, titulado con el diploma Circomedia que otorga la British Academy of Contemporary Circus and Pysical Theatre de Bristol, ha actuado, entre otros festivales, en el Fringe de Edimburgo, el Dubai City Festival, Glastombury, Abud Dhabi Summer Festival y el Berlin Lacht. Y fue la imagen en Europa de la campaña internacional Skype Outside. Como el género al que se adscribe, Santamaria persigue una constante reinvención y en breve se marcha a Australia, "un país que es cabeza en teatro de calle, donde tengo mucho mercado y más que aprender".
En su opinión, "en Valencia, aún queda trabajo, pero se ha hecho bastante en los últimos 10 años. Ahora ya existe una corriente de circo contemporáneo, con compañías con caché y festivales con nombre, como el Kaotic Circus, de Sot de Chera. Todavía no nos encontramos en igualdad con la danza y el teatro, pero estamos en camino".
CONSTRUIR UNA SENDA
El ciclo de Circo & Cabaret organizado entre febrero y abril por la Subdirecció de Teatre i Dansa de CulturArts es una nueva piedra en ese camino. Las próximas citas son Potted, de la compañía La Trócola del 26 al 30 de marzo, y La familia Romanesku, de la compañía La Finestra Nou Circ del 9 al 13 de abril. Ambas programadas en el Teatro Rialto. La primera viene de Alicante y su entrenador es un artista de circo ruso jubilado que se sirve de su formación clásica para ayudarles a aumentar el nivel técnico de acrobacia.
Los cuatro miembros de La Trócola se conocieron en la Asociación de Malabaristas Donyet Ardit, y su objetivo es la innovación artística. De ahí que en Potted se sirvan de decenas de macetas para experimentar el teatro de objetos a partir de disciplinas circenses. En concreto, portes acrobáticos, equilibrios y malabares.
"La verdad es que al concebir la idea del espectáculo, no pensamos en transmitir un mensaje de reciclaje, pero con el tiempo, como las macetas se rompen, hemos empezado a pedir y la generosidad de la gente nos ha desbordado. En concreto, hay unas personas que se han ido a vivir a un antiguo vivero a las que periódicamente visitamos con la furgoneta. Son cosas que desde luego no hace el Circo del Sol", bromea Jon Sádaba, portavoz del cuarteto.
Ninguno de los entrevistados resta mérito al célebre circo canadiense en la adquisición de nuevos públicos para el género, pero alertan sobre el peligro de confundir circo contemporáneo con Circo del Sol. "Hay compañías buenísimas, que no se pueden comparar a nivel de presupuesto, pero sí de calidad. La producción del Circo del Sol se nos escapa a casi todos. Para cada uno de sus espectáculos disponen de un edificio exclusivo -subraya Sádaba-. Hace falta más compañías pequeñas para que la gente compruebe que hay variedad y que existe un abanico muy amplio de formatos".
Entre las carencias que el pamplonés detecta en el ejercicio de su profesión en la Comunidad Valenciana está la ausencia de residencias de creación. Este trabajo "en la sombra" les ha supuesto una dedicación de dos años para fraguar Potted. La recompensa ahora es una gira con 34 citas confirmadas y su presencia en dos festivales en Italia.
NECESITA MEJORAR
El presidente de la compañía que toma el relevo a La Trócola en el Teatro Rialto, César García, afila más sus críticas. "La situación del nuevo circo es muy complicada en la Comunitat, porque a la grave crisis que vivimos, se le añade que este género ha sido muy ignorado en la programación en teatros públicos y privados. Además el público mantiene la imagen encasillada de los tigres, las familias ambulantes en caravanas y el producto destinado a un público infantil".
Sabe de lo que habla, puesto que ocupa el cargo de gerente en la Asociación de Profesionales de Circo de la Comunidad Valenciana. Al agravante que supone la coyuntura económica en la introducción del circo como una más de las artes escénicas, García suma la impractibilidad de ciertos espacios. "El circo exige mucho volumen y amplitud para ensayos y actuaciones, sino chocas, así que muchas salas sólo permiten algo de clown y malabares. A esto se añade que por la ignorancia y la falta de hábito hay teatros que no están preparados técnicamente, porque no disponen de un soporte para colgar aéreos. Bastaría con poner una viga arriba o situar la barra de focos por debajo. Si todo se fuera haciendo, con muy poquito dispondríamos de espacios aptos".
Y como el ejemplo ha de empezar por uno mismo, la compañía que dirige es un suma y sigue de iniciativas de difusión del nuevo circo. En octubre, organiza Finestra Festival en el contexto de las fiestas vecinales de Patraix; en agosto, programa en el Festival de Novo Circo en Nigrán (Galicia); proyecta instalar una carpa permanente en el área metropolitana de Valencia que sea sede de una Escuela de Nuevo Circo; y desarrolla el loable programa de inserción social La Finestra Inclusiva. El citado proyecto integra a 75 jóvenes, entre discapacitados, ex reclusos, ex drogodependientes y menores en riesgo de exclusión. Los participantes han recibido una formación circense general. Al término de las clases crearon un espectáculo conjunto que se estrenó en la Sala Escalante y ahora viajará a Italia.
"Nuestra propuesta estética es innovadora y arriesgada y al mismo tiempo comprometida con los problemas sociales, en la que cada producción abordará temas diversos tales como la xenofobia, la desigualdad, la contaminación..."
El espectáculo que La Finestra Nou Circ representará en dos semanas en el Teatro Rialto, La familia Romanesku, es un buen ejemplo. "Queríamos jugar con los estereotipos creados en torno a la población inmigrante, el circo y la gente del Este y presentarlos de otra manera", explica García.
HACER EL PAYASO ES ALGO MUY SERIO
El montaje cuenta con la dirección artística de Patricia Pardo, un peso pesado del circo en la Comunidad Valenciana que por su oficio de clown ha afrontado otro tipo de escollos. "No hay circo sin payaso, y sin embargo no ha habido conciencia de pertenencia del clown al circo. Y es una disciplina como lo es el trapecio, los aéreos o los equilibrios".
La payasa cuenta con su propia y homónima compañía, centrada en "el trabajo de investigación sobre la coexistencia entre la expresión circense convencional, la existente, y el lenguaje escénico contemporáneo, el imaginado" para lo que utilizan "cualquier herramienta artística al abasto, aunque no responda a los parámetros conservadores del teatro o el circo". Su antepenúltima pieza, Comissura, habitada por una trapecista sin bragas, un percusionista infiel, una mujer depilada ahogada en 20 litros de cera y un humano enriquecido, ya ha conquistado a los públicos de Bolivia, Argentina, Ecuador, Chile, Venezuela, Honduras, México, Portugal y Hungría.
La penúltima, Ética, tatoos y saldos, donde Patricia se presenta como "dramaturga, ex-payasa de comuniones que chupaba pollas en los baños por farlopa y profesora de Escritura Dramática en el Postgrado de la Universitat de València: Teatre en l'Educació", está programada los días 3 y 4 de abril en la Sala Matilde Salvador.
Y es que, ¿quién dijo que el circo era un producto para todos los públicos? "Los lugares comunes se superan cuando hay una oferta variada donde hay circo que desde el origen está ideado para adultos, que conecta con la madurez de los padres y no con la de sus hijos".
Este es también el caso de Ana Rebenaque, que a su regreso de Venezuela ha estado tanteando un circo experimental, arriesgado, con el que, a veces "se estampa" porque no funcionan las cosas. "Mi trabajo es muy personal, deformo la técnica. Los profesores me han reñido mucho, siempre me dicen que primero va la técnica y que luego me ponga a jugar, pero yo me voy mucho a jugar", cuenta. Su último esparcimiento se llama La mujer voladora y es producto de su encuentro con el poeta
Nacho Meseguer. "Él hace circo con las palabras y yo, paradas de manos (lo que en la calle se llama hacer el pino) y cuerda vertical. Le propuse crear una apnea emocional y contar mi vida".
El tándem ha conseguido su objetivo. El público suele asistir ensimismado, tanto, que aunque no olvida respirar, sí aplaudir durante las funciones, y sólo acierta a asirse de la silla. El espectáculo tiene fechas cerradas en los festivales Sagunt Escena Oberta y el MIM de Sueca.
Rebenaque relata que ahora quiere mover su Homenaje a Amy Winehouse, una pieza circense de 15 minutos para la que se sirve de una peluca de su abuela y de una dentadura que habla. La pieza impactó en Hungría. "Hubo críticas buenas y gente que decía que era oscura. Un señor llegó a decirme que el circo es alegría y lentejuela. Pero está equivocado".
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