VALENCIA. Hay años buenos y malos. Hay épocas de bonanza y otras de carestía. A Pau Durà (Alcoi, 1972), la rueda de la Fortuna le trata bien en 2014. El veterano actor valenciano, que lleva más de veinte años trabajando entre Madrid y Barcelona y volviendo a Valencia sólo por cuestiones "sentimentales", se halla en uno de los momentos más dulces de su carrera pero, advierte, sin alharacas.
–No he tenido ni grandes momentos de gloria ni de fracaso en estas dos décadas. Realmente he ido haciendo, haciendo... y he disfrutado. Me siento un afortunado porque miro atrás y eso que me gustaba hacer de chaval en Alcoi, que para mí era la felicidad, lo he continuado haciendo en mi vida adulta.
Pau Durà se encuentra en los camerinos del Teatro de la Abadía, donde está representando desde el pasado 26 de febrero la obra La punta del iceberg, una pieza de Antonio Tabares que ha dirigido Sergi Belbel. Falta una hora para la función. "El otro día vinieron mis hijos [tiene dos gemelos de cuatro años] y me dio un vuelco el corazón. Para mí es muy importante la conexión con la infancia que tiene este oficio. En cierto modo, creo que ser actor tiene algo de juego", dice.
La felicidad no mengua y puede ir creciendo. A ello contribuirá en buena medida el éxito de la serie El Príncipe, donde Durà interpreta a Serra, el jefe en el CNI del protagonista Morey, que encarna a su vez Álex González. Esta producción, tras Crematorio, le confirma como uno de los actores fetiches de las buenas series. Lo que él elige siempre es bueno.
–Crematorio es una serie muy querida, muy admirada, pero creo que poco vista. Realmente tampoco cabría hablar de una serie sino de una película de siete horas. Pero si la consideramos como serie, puedo decir que he tenido la suerte de estar en dos de las series más interesantes de los últimos años –reconoce.
Si Crematorio, basada en la novela de Rafael Chirbes, mostraba la corrupción de la sociedad actual a través de un constructor que encarnaba el malogrado Pepe Sancho, El Príncipe no elude hablar de cuestiones similares en la Policía. Argumentos comprometidos ambos, pues.
Con un reparto encabezado por José Coronado, Hiba Abouk y González, la serie combina drama y elementos propios del género policíaco como trasfondo de la difícil relación sentimental entre un agente del CNI, González, y una profesora de origen marroquí, encarnada por Abouk, cuyo hermano es narcotraficante.
Durà asegura estar cómodo con el hecho de que El Príncipe se aproxime a la realidad de Ceuta así, con historia de amor incluida, tratando tanto la convivencia entre musulmanes y católicos como el problema del integrismo islámico. "Que una televisión generalista se atreva a hacer una serie como ésta, tan de actualidad, en la que se tratan temas como la captación de yihadistas, es muy bueno", dice.
Junto a la intensidad de sus guiones, inusual en el mainstream patrio, El Príncipe se ha destacado por ser una producción innovadora. Por ejemplo, se ha empleado una nueva técnica de rodaje en la que mayor parte de las secuencias se filman en estudios, mientras que los fondos son incorporados a la imagen final a través de procesos digitales.
De este modo, contrastan los fondos grabados en Ceuta con las imágenes reales filmadas en el interior del Instituto del Patrimonio Cultural de España, que hace las veces de sede del CNI. "Se trabaja igual –explica Durà–. Es una técnica más. Lo que sucede es que todo es más cómodo, no sólo para la producción, porque es más barato, sino también para nosotros, los actores".
Hablamos de actuación. De su papel en El Príncipe, ese jefe del CNI que tiene un trato amistoso con Morey, pero que lo compagina a veces con comportamientos implacables. A la hora de construir su personaje, el alcoyano ha tenido un referente claro, Russell Crowe en Red de Mentiras, de Ridley Scott.
–Es algo que sabe muy poca gente. Yo no había visto la película. Me la pasaron los productores y me dijeron: ‘éste tiene que ser tu modelo'. De hecho estaba previsto que tuviera más secuencias como Crowe en la película, yendo a recoger a los niños al colegio y cosas así. Espero que salgan en la segunda temporada –bromea.
Durà dice que se lo ha pasado "en grande" con este personaje en particular y con la serie en general.
–Estoy muy contento. Tiene ingredientes para el gran público pero al mismo tiempo estamos colando una trama compleja, que va acumulándose. Y eso, creo que el público no estaba acostumbrado últimamente a verlo en pantalla. Está más acostumbrado a saltar capítulos, a que puede perderse un episodio, pero en este caso si te pierdes veinte minutos, te pierdes. Los asuntos personales de los personajes, el tratamiento del conflicto con la religión, todo está muy bien.
Desde su privilegiada posición en una serie nacional de éxito, Durà observa con preocupación el devenir de los acontecimientos en la Comunidad Valenciana tras el cierre de RTVV. "Es tremendo. Realmente ya estaba el tema teatral difícil pero al cerrar RTVV... Es duro. Pienso en todos mis compañeros. Ya no son solo los rodajes para televisión, sino también los puestos de trabajo indirectos. Si no hay unos derechos de emisión porque no hay donde emitir se harán menos cosas".
Con todo, matiene cierto optimismo.
–No me gusta decir que la crisis es buena, pero nos obligará a reinventarnos y eso puede ser bueno si el resultado es positivo. En momentos de crisis siempre hay que reinventarse y si queremos seguir en esto no tendremos más remedio –asume.
Un buen ejemplo lo constituiría la película Reset, que se proyectó por primera vez para el público este martes noche en los cines Lys. La producción ha sido dirigida por Pau Martínez, con quien trabajó en la serie de Canal 9 Singles. Tiene un pequeño papel pero es como la guinda que culmina una temporada en la que no paran de lloverle premios.
Porque este año ha sido un curso de reconocimientos para Durà. Por partida doble. A la candidatura a mejor actor secundario en los Premios Gaudí por su papel en Tots volem el millor per a ella de Mar Coll, hace unas semanas ha unido otra nominación, esta vez a los Max de Teatro. Y lo ha hecho en la categoría de mejor director por su trabajo en la obra Un aire de família, con texto del exitoso dúo francés Agnès Jaoui y Jean Pierre Bacri. Su primera dirección y su primera nominación. A eso se le llama entrar con buen pie.
A Durá le han hecho ilusión ambas nominaciones, pero muy especialmente la candidatura a los Gaudí porque ha sido por una película que aprecia "mucho". "Que me llamase Mar Coll fue un regalo para mí porque su trabajo es un tipo de cine que me interesa: pequeño, pero maduro, con una sutileza muy importante, entre el drama y la comedia", agrega.
Un buen ejemplo sería su única película como director, Tocando el mar, una tv-movie que se emitió por Canal 9 y TV3 y que tenía como protagonista a su amigo Ramon Madaula.
–Es un proyecto muy personal. Poder rodarlo fue un gustazo, con mucho equipo valenciano. Que me dejaran hacer una película así fue muy bueno, porque era intimista y personal. Disfrutas haciendo de autor. Siempre he tenido la necesidad de preguntarme cosas que como actor muchas veces no puedes hacer. He hecho tres cortos, he dirigido una película para televisión, y un montaje de teatro. Los cortos es sencillo. No la lías mucho. En una función de teatro la puedes liar más. El corto es un espacio de libertad que casi siempre te lo pagas de tu bolsillo y de la amistad de la gente que está a tu alrededor. No te sabe mal perder ese dinero.
En este sentido Durà dice que ha llegado a la dirección por la "necesidad de crear algo más que una interpretación".
–No soy director de oficio, no soy guionista, pero lo hago porque tengo ganas de hacerlo, me es necesario. Por ejemplo, mi cortometraje Hambre es un homenaje a mi padre, es una historia que merece ser ficcionada, que le pasó tras la Guerra. Tenía necesidad de contarlo y por eso lo hice.
Curiosamente, sus tres cortometrajes se han rodado en Alcoi. Parece una metáfora. Cuando quiere crear, vuelve al nido. No en vano son producciones en las que da rienda suelta a sentimientos que albergaba desde niño, deseos, sueños que conforme van pasando los años se van haciendo realidad. Cada día más.
Faltan minutos para la función. Durà se despide. Lo hace contento. Le espera una nueva partida de su juego favorito, el que mejor hace, para el que estaba predestinado: ser actor, ser creador, transmitir emociones.
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