MADRID (EFE).- Las solicitudes para aprender con Paco Torreblanca, uno de los profesionales que más ha aportado a la repostería, se cuentan por miles. Deseoso de compartir sus conocimientos en una escuela de talento para jóvenes sin recursos, reconoce a Efe que le "mata no poder enseñar a más gente".
Torreblanca (Alicante, 1951) exuda bonhomía. Es el maestro que se emociona hasta las lágrimas con sus alumnos, como se ha visto en el concurso televisivo "Deja sitio para el postre"; el abuelo que echa de menos las partidas de ajedrez con un nieto que "se ha hecho futbolero"; el padre que transmite a sus hijos que "en los negocios no se fracasa, lo importante es no fracasar nunca como persona".
También quien, pese a tener un palmarés asequible a muy pocos, lleva una vida "sencilla" en Monóvar (Alicante), disfrutando de los momentos con su mujer, Consuelo Coloma, y los amigos, como los que comparte muchos sábados en La Finca (Elche) con la chef Susi Díaz; leyendo a Junichiro Tanizaki, Cervantes o Patrick Suskind y escuchando a Mozart.
Con una trayectoria que ha contribuido a sacar a la repostería española de la segunda división con la investigación, la creatividad y una concepción artística que ahora también plasma en cuadros y en esculturas de chocolate, siente "el deber de entregar" lo que esa vida le ha dado: "Soy un privilegiado. He hecho lo que me ha dado la gana y me ha dado de comer. Ahora tengo que devolver".
Ya lo hace transmitiendo sus conocimientos en la International School of Pastry Arts, la escuela privada que dirige y en la que imparte clases en Petrer. Pero le "frustra" no poder atender las "1.800 solicitudes" que le llegan de todo el mundo para un curso semestral en el que solo puede atender a quince alumnos.
"Dejan su negocio, su casa, sus hijos por venir a formarse y demuestran que tienen pasión. Lo que me preocupa es qué pasa con el resto, ¿qué pasa con las escuelas?", se reconcome. Mientras reclama a "los gobiernos" que tengan la altura de miras de Francia en formación –"por eso es potencia mundial de la repostería"– él sueña con poner su "semilla para el futuro" con un proyecto que, lamenta, quizá no llegue a ver la luz por los impedimentos burocráticos.
QUIERE UNA ESCUELA PARA JÓVENES SIN RECURSOS
Se trata de una "escuela de talento para jóvenes sin recursos", inspirada por su gran amigo Bigas Luna. "Me dijo: 'te has olvidado del fuego y de la tierra', y eso me hizo pensar en la casa-escuela, con un horno de leña en el campo para enseñar a los alumnos desde la tierra y el fuego y que se financiaría con la venta de los productos artesanales allí elaborados". Solo le frenan los muros administrativos.
Y un problema crónico de España: "No nos creemos lo que somos, parece que todo lo que viene del exterior es genial. Siempre he pensado que si (Luis García) Berlanga –su director de cine favorito– hubiese nacido en Estados Unidos habría ganado todos los Oscar".
Pese a todo, la repostería ya no es "el hermano pobre de la gastronomía", gracias, en parte, a que la alta cocina ha adoptado sus técnicas, "prestigiando el oficio". "Ahora es imposible entender un restaurante creativo sin la pastelería", afirma, atribuyendo gran parte del mérito a los Adrià en elBulli.
En el resto de la hostelería, "no se le ha dedicado la atención necesaria" y hasta hace poco se servían postres como el pijama o la macedonia enlatada. "El postre tiene que ir en la línea de lo que comemos antes. Si es cocina tradicional, un arroz con leche buenísimo, un flan extraordinario. Eso no es más ni es menos que la cocina de vanguardia".
TRIUNFA EN CUATRO Y SE RECUPERA DEL ICTUS
En su afán divulgador de su oficio, Torreblanca se puso al frente del único programa de televisión dedicado hasta ahora a la repostería, Deja sitio para el postre, del que este viernes emitió Cuatro su final con el leridano David Molina proclamado mejor repostero "amateur" de España.
A mitad de temporada apareció con las secuelas en su rostro de un ictus, ahora mucho menos perceptibles gracias a la rehabilitación. "Terminé el programa porque quería terminarlo. Esto le puede pasar a cualquiera", y está satisfecho por haber transmitido sus conocimientos a los concursantes y la audiencia.
"He vuelto a hacer deporte, me encuentro muy bien; sé que me falta algo, me cuesta pronunciar algunas palabras, pero cuando soplo, un ejercicio que tengo que hacer a diario, ya me sale sonido", cuenta.
"MI ESCUELA SIGUE FUNCIONANDO Y MIS NEGOCIOS TAMBIÉN"
Otro mal trago reciente, aunque menor, fue la orden judicial de disolución y liquidación de Pastelería Tótel S.L. Su nombre apareció en muchos medios y algunos anunciaron su ruina, pero aclara: "La sociedad no es mía, solo tengo una participación, pero soy el socio más conocido. Mi escuela sigue funcionando y mis negocios también".
Se lo ha ganado con cuatro décadas de trabajo. Desde que se marchó a París con 12 años para aprender el oficio con Jean Millet –"mi padre espiritual, mi mentor"– hasta hoy, con pastelerías en Elda, Valencia y Alicante, donde sus hijos están a punto de abrir una segunda, y la escuela que pronto se expandirá a Abu Dabi.
Paco Torreblanca está centrado en la docencia, pero cada tarde, al acabar las clases, acude al obrador a cuyo frente están sus hijos Jacob -subcampeón del mundo de pastelería- y David, también responsables de las tiendas, y de los que se siente "muy orgulloso".
Cuando se le pregunta qué ha aportado a la repostería, contesta con timidez, "deberían ser otros quienes lo dijeran", pero acaba concretando: "Pasión por mi trabajo, la investigación que he hecho extensiva a profesionales de restaurantes y pastelería. Hacer postres para restaurantes y para pastelerías".
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