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OBITUARIO

Adolfo Suárez, el agradable seductor que desmontó el franquismo

CARLOS AIMEUR. 23/03/2014 El primer presidente de la democracia española fallece en Madrid a los 81 años de edad

VALENCIA. Adolfo Suárez ha fallecido en Madrid a la edad de 81 años. Ha muerto su cuerpo. Ha dejado de respirar. Él ya llevaba tiempo alejado de la vida pública. Desde 2003, año en el que se le diagnosticó la enfermedad del Alzheimer, su reloj vital se había parado.

Padre de cinco hijos, este abogado, que pasará a la historia de España como la persona que pilotó la Transición española, que será recordado por su habilidad para trastocar el franquismo y crear el actual Estado, ha muerto en una habitación de la clínica Cemtro rodeado de su familia tras una larga y lenta agonía, en un ambiente de "paz", según lo describió su amigo el periodista Fernando Ónega, en declaraciones a La Sexta.

La sucesión de acontecimientos ha sido milimetrada. Suárez ingresó a principios de esta semana en la clínica por una infección respiratoria. Su hijo Adolfo Suárez Illana hizo público el delicado estado físico de su padre tras comunicárselo al Rey. Dio un plazo para la muerte: En 48 horas.

El domingo, a las tres de la tarde, justo con las conexiones de las ediciones de los informativos, se supo que el expresidente había fallecido. Las reacciones se sucedieron desde entonces con un denominador común: el reconocimiento a su legado y a su papel, clave, en la puesta marcha del actual sistema democrático tras la muerte del dictador Francisco Franco.

Nacido en el pueblo abulense de Cebreros el 25 de septiembre de 1932, el que fuera presidente del Gobierno de España entre 1976 y 1981 hizo gala durante esos años de una mezcla de pragmatismo y sensibilidad social que permitió desactivar a los últimos nostálgicos del régimen franquista e instaurar el actual sistema democrático, así como fijar las bases del Estado español contemporáneo como una monarquía parlamentaria.

La muerte de Suárez constituye el adiós simbólico a una generación de políticos y marca el final de la primera etapa de la democracia parlamentaria española.

Con la figura del rey Juan Carlos puesta en la picota por su vida privada y las de sus hijas, con la unidad del Estado puesta en duda por la propuesta de la Generalitat de Catalunya de realizar un referéndum sobre la independencia de esta región, el óbito del que fuera primer presidente del Gobierno democrático de España desde Manuel Azaña supone el punto y final a una de las etapas de la Historia reciente de España.

LA SOMBRA DEL PADRE

La figura de Suárez despertó controversias en su tiempo. Hijo de una mujer devota y un ludópata y juerguista afín a la causa republicana, el político español tuvo serios problemas para acabar sus estudios. Su relación tumultuosa con su padre, reflejada por Gregorio Morán en el completísimo y polémico libro Adolfo Suárez. Historia de una ambición (editado por Planeta en 1979, fue secuestrado por la autoridad), marcó su personalidad y su vida de manera indeleble.

La fuga de su padre del domicilio paterno en 1957 provocaría que un joven Suárez iniciara una carrera política en Madrid que acabaría conduciéndole a ser presidente del Gobierno. Hasta entonces había vivido encerrado en la vida de provincias de Ávila como un ciudadano más y se llegó a decir que participó como extra en el rodaje de la película Orgullo y pasión que la diva Sofía Loren rodó en Ávila junto a Frank Sinatra y Cary Grant.

Pero la huida paterna lo cambiaría todo. "La velocidad que adquirió en Ávila la noticia de que su padre les había dejado fue mayor que un incendio, y dejó la casa arrasada. Había que echar el hombro en aquella casa partida, y como Adolfo va a hacer siempre en los conflictos paternos, dará la razón a su madre", escribe Morán.

A finales de 1957 Suárez llegó a Madrid donde, tras reconciliarse con su padre, decidió abrir un despacho con él tras reagrupar a la familia en "un modesto piso de la calle Hermanos Miralles". La relación fue imposible y se rompió por culpa de su padre y Suárez abandonó su trabajo como procurador. Pero parte del trabajo, la reconciliación familiar, estaba hecho.

Gracias a amistades de Ávila, el futuro presidente del Gobierno recuperó la relación con el político castellonense Fernando Herrero Tejedor, padre del periodista Luis Herrero. Herrero Tejedor le conocía de cuando fue gobernador civil en Ávila dos años antes; Suárez trabajó para él como secretario personal durante esos meses de 1955. El castellonense, que era en 1957 responsable de la Delegación Nacional de Provincias de la Secretaría General del Movimiento, sFernando Herrero Tejedor.e convertiría con el tiempo en otra de esas personalidades fundamentales para entender qué fue y cómo se desarrolló la Transición.

Personaje clave en el lento ascenso de Suárez dentro de las estructuras del franquismo, Herrero Tejedor era un hombre hábil capaz de mantener relaciones con las dos facciones enfrentadas del gobierno franquista: el Opus Dei y los falangistas. "Fernando Herrero era discreto, organizado y muy hábil; sabía moverse sin crear enemigos", apunta Morán. Pronto el futuro presidente del Gobierno aprenderá a actuar así, con discreción, con maña, y con ello logrará sus primeros trabajos.

Herrero le acogió en la Secretaría del Movimiento, pero sus ambiciones y aspiraciones eran mayores. Tras un amago de marcha, con estancia en Sevilla incluida, Herrero le conseguirá a Suárez trabajo en Presidencia a las órdenes de Rafael Ansón. Será este su primer contacto con el poder real. Allí ocupará el puesto de Jefe del Gabinete Técnico del Vicesecretario General.

DE TVE A GOBERNADOR DE SEGOVIA, Y LA FAMOSA COMIDA EN CÁNDIDO

Durante un lustro Suárez se formó como político en los vericuetos del sistema franquista, conociendo sus interioridades hasta que, gracias a las intercesión de varios amigos, fue contratado en Televisión Española. Allí se inició como Jefe de Programas y consiguió ascender hasta director de la primera cadena de TVE.

Ya en este puesto, se presentó a procurador en Cortes por Ávila, para lo que hizo una hábil campaña de promoción personal empleando la televisión pública como plataforma. Así, a partir del 19 de julio Suárez comenzó a llenar la parrilla de TVE con programas dedicados a la provincia de Ávila y a sus pueblos. Concursos infantiles, la inauguración de la Plaza de Toros, reportajes sobre las murallas de Ávila, hasta un capítulo de la Familia Martínez transcurrió en el valle del Tiétar... que está en Ávila.

FOTO: Archivo TVE.

Todo ello contribuyó a granjearle una enorme popularidad en su provincia natal. El 10 de octubre de 1967, el mismo día que murió El Che, Suárez ganó las elecciones y fue designado procurador en Cortes por Ávila. Su paso por las Cortes sería discreto, pero en julio recibe la oferta de entrar en política de verdad: Le ofrecen el cargo de gobernador civil de Segovia en junio de 1968.

Suárez accede encantado y pronto se verá obligado a manifestarse públicamente, a tomar partido, a demostrar sus hechuras de negociador. Veintitrés días después de ser nombrado, Franco visita el pequeño pueblo de Turrubuelo. Suárez acude a recibirle. Allí tiene lugar un diálogo, recogido por Morán, que revela la habilidad diplomática de Suárez. Franco le pregunta cómo se encuentra. Suárez, calculador, le responde:

–No sé qué decirle, Excelencia.

–¿Qué quiere decir?

–Que no sé, Excelencia, si los segovianos se siente ciudadanos de segunda.

Tras un breve silencio, Franco murmura:

–Me interesa eso mucho. Venga a verme.

La cita con Franco se concreta para el 8 de enero. Suárez dedica los últimos meses del año a preparar la audiencia. Al mismo tiempo, la hasta entonces olvidada Segovia comienza a ser visitada por numerosas autoridades. Entre ellas, el príncipe Juan Carlos y su esposa, la reina doña Sofía. Aún no se ha aprobado el decreto de sucesión por el cual las cortes franquistas determinarán que el Borbón sea el futuro Jefe del Estado, el decreto que lo dejará "todo atado y bien atado", pero Suárez trata al monarca como si ya fuera rey. Eso le granjea una gran amistad entre los dos. Ambos tienen muchos puntos en común a nivel personal, como una mala relación con sus padres y un amor incondicional por sus madres. La química es inmediata. El heredero FOTO: Junta Castilla y León.cuestionado y el ambicioso y agradable político de provincias congenian.

El 7 de enero de 1969, apenas un día antes de que Suárez visite a Franco, el entonces gobernador y el entonces príncipe mantienen la famosa conversación en el Mesón Candido, que ha sido reflejada hasta en series de televisión, y que la historia no oficial determina como uno de los puntos de partida de la Transición. Antes de comer, Juan Carlos le plantea si se debe realizar un cambio en el país. El Rey le pide sinceridad y el entonces gobernador, acostumbrado hasta entonces a la discreción, a ser servicial y amable, a la diplomacia, se desnuda y le dice lo que piensa.

Sus tesis agradan al Borbón. Suárez es partidario de las reformas, sí, pero desde dentro del sistema, aprovechando las leyes franquistas. El objetivo final, que la soberanía regrese al pueblo, la instauración de la democracia. Se trata pues de abrir la lata desde dentro.

Convencido de que iba a ser nombrado ministro de Información y Turismo, Suárez en octubre de 1969 recibe la noticia de que se le designará Director General de Radio Televisión Española. Si bien el cargo es menor premio del que esperaba, resultará fundamental en su posterior devenir. Durante los cuatro años que permanece en el cargo, el abulense ejerce de hábil propagandista de Juan Carlos de Borbón. La imagen del futuro rey se hace habitual en las casas españolas. Es, en la práctica, una campaña de publicidad. No hay viaje al extranjero o a ciudad española de los príncipes que no tenga cobertura informativa.

LA MUERTE DE HERRERO TEJEDOR, UN DURO GOLPE

Reelegido como procurador en Cortes en 1971, Suárez ocupará la dirección general de RTVE hasta junio de 1973, fecha en la que dimite decepcionado al no poder ser elegido ministro en el Gobierno de Carrero Blanco. La cartera se le resiste.

Durante quince meses Suárez es relegado a la empresa nacional de Turismo. Pero en abril de 1975, Herrero Tejedor, su gran valedor y amigo, es nombrado ministro y él a su vez le nombra Vicesecretario General del Movimiento. Jura en presencia de Franco y de su protector, quien confía en él. Ocupará el cargo sólo unos meses, hasta la muerte de su mentor el 12 de junio en un estúpido accidente de coche que pudo haber cambiado la historia del país. Herrero Tejedor, que había sido fiscal del Tribunal Supremo, que era considerado un hombre del régimen pero de consenso, que estaba llamado a las más altas instancias, murió después de que su Dodge oficial fuera arrollado por un camión a causa de un despiste de su conductor.

Suárez es apartado de la política y pasó entonces a ser delegado del Gobierno en Telefónica. No estaría mucho tiempo allí. La muerte de Franco aceleraría los cambios. El país se encontraba colapsado: La crisis del petróleo del 73, las ejecuciones y represiones organizadas por los últimos estamentos del franquismo, la lenta agonía del dictador, convertido en un triste guiñapo que se dormía en los Consejos de Ministros... El fin de una época estaba cerca. La Parca visitó al caudillo, quien, pese a los intentos denodados de los médicos de mantenerle artificialmente con vida, falleció a primeras horas de la mañana del 20 de noviembre.

Llegó el: ‘Españoles, Franco ha muerto'. Llegaron las celebraciones con champán. Y a las dos semanas de la muerte de Franco, Suárez lograba su sueño de ser nombrado ministro. Hombre gris, en apariencia inofensivo, a la hora de la verdad demostraría estar a la altura de Herrero Tejedor y se convertiría en el compañero de baile perfecto para el Rey.

El 11 de diciembre de 1975, por sugerencia entre otros de Torcuato Fernández Miranda, su otro gran valedor, Adolfo Suárez fue nombrado ministro del Movimiento. Era uno de los dos jóvenes de aquel gobierno, junto a Martín Villa, ministro de Sindicatos, y pronto fue referido como ejemplo de que aquel ejecutivo, inspirado por el rey Juan Carlos, era de cambio. El cambio.

LA TRAGEDIA DE VITORIA Y LA LEY DE PARTIDOS

La primera actuación decisiva de Suárez tendrá lugar en marzo de 1976. Las fuerzas del orden habían reprimido con violencia la huelga general de Vitoria, y habían provocado dos muertos y cientos de heridos. Suárez, ladino, tomó el mando. Su obsesión pasaba por evitar las confrontaciones y el derramamiento de más sangre. El diálogo se convierte en su máxima. Desde Madrid da las órdenes oportunas. Los funerales, multitudinarios, no se traducen en una nueva tragedia. Ha vencido. Demuestra que el país se puede gestionar desde el diálogo.

Su pormenorizada descripción de las gestiones que realizó impresiona al Rey y a los más afines a la causa juancarlista. Pero no es el único gesto que le hace ganar favor en las tan manidas altas instancias. El 9 de junio de ese año tiene que defender ante el Parlamento la esperada Ley de Asociaciones Políticas ante las Cortes Españolas, que en la práctica permitirá la legalización de la democracia desde el franquismo. Su discurso es brillante y así es consignado por los cronistas de la época. En su redacción habían colaborado dos de sus más íntimos, el periodista Fernando Ónega y Manuel Ortiz, así como Eduardo Navarro y Rafael Ansón, quien será el que le dé la forma definitiva.

"El proyecto de Ley", incidió Suárez en su intervención, "pretende dar respuesta actual a las demandas de nuestra sociedad. Es una ley pensada para la libertad y concebida como un importante instrumento para la democracia... El Gobierno tiene la responsabilidad de poner en marcha los mecanismos para la consolidación definitiva de una democracia moderna". Libertad, democracia, pronunciadas en las Cortes posfranquistas, sin atisbo de cinismo. Suárez concluyó recitando a Antonio Machado, a un derrotado por la Guerra Civil, citándole como "un autor español". "Está el hoy abierto al mañana,/ mañana al infinito./ Hombres de España:/ Ni el pasado ha muerto/ Ni está el mañana ni el ayer escrito".

Apenas un mes después, el rey Juan Carlos decide nombrarle nuevo presidente del Gobierno y deshacerse de Arias Navarro, el último dinosaurio del franquismo. El 1 de julio el monarca citó al presidente Arias a una audiencia privada en el Palacio de Oriente. Meses antes, Arias le había entregado su carta de dimisión. Juan Carlos la hacía efectiva. Según relató el propio Arias a sus ministros, y así está recogido en el diario de José María de Areilza, conde de Motrico y ministro de Exteriores, "[Arias] encontró al Rey agobiado, con aire embarazoso y con titubeo al tratar de explicarle para qué le llamaba. Se adelantó entonces al Monarca y le dijo que comprendía lo que quería y que ofrecía su dimisión inmediatamente y sin dificultad alguna. El Rey trató de explicarle las razones de orden menor, pero él declinó escucharlas, diciendo que seguramente había motivos importantes y suficientes", escribió Areilza en su diario. Otras fuentes hablan de un primer desconcierto del ya expresidente. Arias Navarro está fuera.

EL PRIMERO ENTRE TRES CANDIDATOS

Según se supo por confidencias posteriores, el Rey tenía en mente tres nombres para suceder a Arias. Se saben dos al menos: Adolfo Suárez y Alfonso Osorio. Juan Carlos apostó por el abulense. Quizá en su memoria estaba presente aquella conversación en el Mesón Cándido, el 7 de enero de 1969, y la claridad con que Suárez le describió qué era lo que debía hacerse. Quizá estaba el recuerdo grato de sus atenciones cuando era director de RTVE o el discurso de junio de ese año. O su actuación durante la huelga general de Vitoria. En cualquier caso, nombrarle presidente del Gobierno fue un apuesta personal del nuevo monarca. Se puede decir que es el Rey quien se inventa a Suárez.

Suárez tenía entonces 43 años y para su gobierno se rodeó de algunos nombres propios claves en el posterior desarrollo de los acontecimientos como Marcelino Oreja, Leopoldo Calvo Sotelo o Landelino Lavilla. El 30 de julio de 1976, durante la estancia del Rey en La Coruña, se celebra un Consejo de Ministros fundamental. En él se aprueba el decreto de amnistía "a todos los delitos y faltas de intencionalidad política". Suárez mantiene encuentros con los líderes socialistas, un joven Felipe González y el profesor Enrique Tierno Galván.

Posteriormente reúne en su despacho a todos los altos mandos de la Fuerza Militar. El presidente quiere verles las caras cuando les anuncie dos cosas: el cambio político y el nombramiento del teniente general Manuel Gutiérrez Mellado como vicepresidente del Gobierno. La mayor parte de los altos mandos muestran su consenso, influidos por la decidida confianza del Rey en la figura de Suárez.

Pero la situación social no es buena. Y aunque la promesa de la democracia hace que se viva cierto optimismo, la crisis económica sigue golpeando al país, grupos de extrema derecha y extrema izquierda atentan por toda España y ETA se manifiesta con enorme virulencia. Suárez tiene que echar mano de toda su habilidad e inteligencia emocional para cuadrar el círculo. Se celebra el referéndum del 15 de diciembre de 1976 y la aplastante victoria del sí permite a Suárez afrontar las elecciones de junio de 1977 con más convicción.

Falta el golpe de mano, el coup de théâtre definitivo: la legalización del Partido Comunista. El camino no es fácil y se hacen todo tipo de gestos. El Rey visita a Pablo VI en el Vaticano, en febrero de 1977. Durante la posterior recepción ofrecida a la colonia española en la embajada, el Rey se encuentra con el poeta Rafael Alberti, exiliado y nombre propio del Partido Comunista en el exilio.

El apoyo internacional es considerable y en abril de ese año Suárez es recibido en la Casa Blanca por Jimmy Carter; no necesita poner los pies encima de una mesa para demostrar que en Estados Unidos le apoyan. Dos semanas después, don Juan de Borbón renuncia a sus derechos dinásticos en favor de su hijo. La revista Time le bendice con una portada en la que se puede leer: España, la democracia gana. El camino se allana para el plan diseñado por Suárez. Anwar Sadat le arrebata el reconocimiento de personaje del año.

Con dificultades, Suárez conforma un equipo de políticos cercanos al régimen franquista pero partidarios del cambio, la Unión de Centro Democrático: La UCD. Algunos la compararon con el PRI mexicano. Quieren cambiar el sistema pero forman parte de él. Las Cortes salidas de aquellas elecciones son constituyentes y darán a luz la Constitución, que se votará en referéndum el 6 de diciembre de 1978. El lento y farragoso sistema para realizar el cambio, el burocrático engranaje que pone en marcha la Transición, funciona a la perfección.

DOS AÑOS DE GOBIERNO DEL 'TAHÚR DEL MISSISSIPPI' 

Tras elecciones y referendos, llegan las primeras elecciones tal y como las concebimos hoy. El 3 de marzo de 1979, Adolfo Suárez ganaba por segunda vez. Era la tercera vez que iniciaba su mandato como presidente del Gobierno, la segunda que era elegido por el pueblo y la primera que lo hacía bajo el manto de la Constitución. No durará ni dos años en el cargo. Le pasó como al personaje de Robert Redford en la película El candidato. Se podría haber preguntado en voz alta: ¿Y ahora qué?

Las grandes ciudades pasan a estar gobernadas por el PSOE con la ayuda del Partido Comunista. La figura de Felipe González sigue creciendo, jaleado por el lenguaraz Alfonso Guerra, que convierte a Suárez en su punching ball favorito. Nace la expresión ‘tahúr del Mississippi', que Guerra usará durante la campaña. A esto se une la división dentro de UCD, un partido creado para traer la democracia sin grandes conflictos que, una vez creada la democracia sin grandes conflictos, comienza a carecer de sentido.

El malogrado historiador Javier Tusell, que fue concejal en Madrid por UCD, enumeraba los problemas del país en un artículo. "Se tardó mucho en elaborar un plan energético nacional (hasta 1979) y, por si fuera poco, se previó una ampliación de la capacidad de producción que resultó por completo irreal. Las primeras medidas relativas a la reconversión industrial no se aprobaron hasta 1981, cuando en otros países se habían puesto en práctica hacía ya mucho tiempo. (...) La tasa de paro alcanzó la cifra récord entonces del 15%. Al concluir 1982 España registraba la más alta tasa de paro de toda la OCDE y se situaba en inflación y déficit público bastante por encima de la media europea. En los años 1980 y 1981 el crecimiento económico fue negativo y la balanza de pagos, gravemente deficitaria", relata.

En ese contexto, en 1980 el PSOE presentó una moción de censura. Estaba derrotada de antemano pero sirvió para escenificar la soledad en la que se encontraba Adolfo Suárez. Su amigo el Rey ya no confiaba en él y esa desconfianza se tradujo en la soledad dentro de UCD. Tenía que irse y para ello acudió a la plataforma que mejor conocía, TVE. El 29 de enero 1981, con su habitual habilidad dramática, poco antes de las ocho de la tarde, Suárez leía su dimisión como presidente del Gobierno y la UCD. Él, que tanto amaba el poder, que tanto ambicionaba llegar a lo más alto, demostraba su capacidad de renuncia.

FOTO: Manuel H. De León (Efe)

EL GOLPE DEL 23-F, ANATOMÍA DE UN INSTANTE DE VALOR 

Llegó la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo. 23 de febrero de 1981. En las Cortes se vivía cierta tensión. Algunos diputados de UCD iban a votar en contra. Entonces entró el coronel Tejero y Suárez, de pronto, se vio ante el abismo de un Golpe de Estado. Junto a Gutiérrez Mellado (que no dudó en enfrentarse con los guardias civiles) y un Santiago Carrillo que siempre dijo que él estaba muy tranquilo porque vio que Manuel Fraga se había escondido bajo su butaca, Suárez ofrece su último servicio por su país y por su amigo Juan Carlos. Porque Suárez, y eso es algo que normalmente se obvia, es un agradador, sí; es amable, sí; es servicial, sí; pero sobre todo es un hombre valiente. Tanto si sabía como si no que se iba a producir el Golpe de Estado, Suárez no tiembla. No duda. No se esconde. La firme determinación del Rey hace el resto. Es la última victoria política del abulense.

Aunque el Rey le concede el título de duque de Suárez, él, ambicioso, que no le gusta leer pero que sabe ser atractivo y seductor con todo el mundo, que sabe agradar, no se rinde y crea un nuevo partido con los restos de UCD. Se llama CDS y con él se presenta a las elecciones. El tsunami compuesto por González y Guerra hace el resto.

Durante unos años aún permanecerá en primera línea de la política, ocupando un papel secundario, como un delantero estrella que acaba en un equipo de mitad de la tabla. Pero aún está en Primera División. Hasta que finalmente la realidad de la nueva España, la que se avecinará con los fastos de los años noventa, puede con él y decide dejar la política tras los malos resultados de las elecciones de 1991.

Convertido en un jarrón chino, en la popular expresión que empleó en su día Felipe González, Suárez pasó toda una década convertido en un referente para la vida pública pero sin influencia real. En 1996 se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por su importante contribución a la Transición Española a la democracia, de la que se le consideraba el gran artífice. Era la palmadita en la espalda. La felicitación amigable. Pero también la despedida. Y él, tan educado como siempre, hizo mutis por el foro.

"COMO SI ESTUVIERA MUERTO" 

Comienza a ser noticia por los problemas de salud de su mujer y de su hija mayor, María Amparo, Marian. Las dos fallecen de cáncer. Su esposa muere en el año 2001. Su hija, tres años después. Para entonces ya comienza a tener los primeros problemas de memoria. Su amigo Ónega le escucha con asombro comentar en 2002 que tiene que irse a casa a cuidar a su mujer, ya muerta. Otra de sus hijas, Sonsoles, presentadora, padece cáncer.

Su última presencia pública se produce el 3 de mayo de 2003. Su hijo Adolfo Suárez Illana se presenta como candidato por el PP a la presidencia de Castilla-La Mancha. Es una estrategia de José María Aznar, obsesionado por recuperar una cierta vitola centrista, quien acude ufano al acto.

El mitin está perfectamente descrito por Javier Cercas en Anatomía de un instante, el libro que mejor retrata el Golpe de Estado. Suárez se equivoca, se trastabilla. "Tengo un lío de mil demonios con los papeles", repite varias veces. La audiencia, militantes del PP que le veneran, consciente de lo incómodo de la situación, apaga cualquier duda con aplausos. Apenas se le oye decir: "Mi hijo no os defraudará". Son sus últimas frases en público.

Dos años después, en una entrevista emitida por TVE, siempre TVE, el 31 de mayo de 2005, su hijo da a conocer a la opinión pública que padece Alzheimer. No recuerda que ha sido presidente del Gobierno. No reconoce a nadie. Se produce la visita del Rey. Es mayo de 2008. Juan Carlos le entrega el Toisón de Oro. Juntos pasean por el jardín de su casa. Suárez no le reconoce pero sabe que le cae bien a ese señor tan agradable. Y eso le gusta, eso es lo que más le gusta: Caerle bien a la gente. En el fondo, como su padre, era un seductor.

Los homenajes se suceden pero Suárez no está para verlos. Da igual. No los hubiera entendido. "(...) Todo el mundo empezó a hablar de él como si estuviera muerto. Yo mismo he escrito este libro como si estuviera muerto", dice Cercas en Anatomía de un instante.

Antena 3 realiza una serie sobre él. Una coproducción del Centro Dramático Nacional, L'Om Imprebis, Teatro Meridional y Teatro del Temple, Transición, juega con la imagen de un ex presidente del Gobierno que no recuerda que lo es. Le encarna Antonio Valero. Suárez es un mito, un nombre, una alusión. El hombre que creó la Transición. El amigo del Rey que cambió el destino de España. El arquitecto de la democracia. El negociador. El traidor al franquismo. El hombre que perpetuó el sistema de manera encubierta. El centralista que ahogó a los nacionalistas. El cobarde que desmembró España con el Estado de las autonomías. Es todo eso y es nada, porque es el pasado. Él, la persona, ya no está.

En abril de 1977, en declaraciones al periódico alemán Süddeustche Zeitung, en plena vorágine de la Transición, Suárez aseguraba: "Mi punto fuerte es, creo yo, ser un hombre normal. Completamente normal". Esta tarde ha fallecido en una habitación de la clínica Cemtro. Anciano, sin memoria, rodeado de los suyos. Como un hombre normal.

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2 comentarios

25/06/2015 08:54

FELIX FEITO PUENTE, DIRECTOR GENERAL DE CRIMINALISTICA, FUE UN BUEN PRESIDENTE DE GOBIERNO ESPAÑOL DON ADOLFO SUAREZ GONZALEZ UNO DE LOS MEJORES DE ESPAÑA ESTA ES MI OPINIO.

24/03/2014 06:41

fue el mejor presidente del gobierno español que hemos tenido en españa.don adolfo suarez illana presidente del gobierno español.damos el pesame a los hijos y familiares con todo el corazon.firmado felix feito puente,ex-director general investigacion E.M.I.A.Europa Gobierno Español

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