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Activos Especiales

Revolución Botifarra:
el icono más auténtico que triunfa con las canciones de otro tiempo

VICENT MOLINS. 22/03/2014 Pep Botifarra, desde Xàtiva, se ha convertido en un inesperado fenómeno popular. Desentierra canciones arraigadas visceralmente a suelo valenciano. Así es la voz del pueblo, uno de los personajes más carismáticos del entorno. ¿Qué tiene que tanto seduce?

VALENCIA. Josep Gimeno Montell tenía un bisabuelo, por parte de padre, que cuando iba a la taberna siempre se pedía pan con morcilla. Josep Gimeno Montell, hecho Pep Botifarra, podría en este momento estar yendo a cualquier taberna de La Costera, almorzar, cantar y proseguir anónimo con su tarea arreglando rejas y desperfectos urbanos como miembro de la cuadrilla de mantenimiento del Ayuntamiento de Xàtiva.

La vida, en cambio, le deparaba una sorpresa. Pep Botifarra, el menor de sus hermanos, se quedó y crió en casa de la abuela cuando sus padres se compraron el piso nuevo. Escuchó canciones de campo que recitaban los mayores como almuédanos llamando a la oración y que desde la huerta resonaban a la entrada de los pueblos; escuchó canciones de velatorios; escuchó canciones de fiesta; se embebió de una oceánica tradición oral que empleaban patriarcas y matriarcas, els güelos, para poner banda sonora a sus venturas y desdichas. Se contagió de todo aquello.

Pep Botifarra, que en la pubertad se puso a cantar en valenciano las canciones de la calle de vuelta al repertorio festivo tras la muerte de Franco, provocó un gran vuelco a su vida con una decisión pequeña. Fue cuando se metió en la matriz del tiempo y se revolcó dentro de ella para sonsacarle tesoros valiosos y devolverlos al presente.

Pep Botifarra iba a las casas de los ancianos de la comarca para escuchar las bandas sonoras domésticas que entonaban los mayores. Le daba al play del radiocassette y las cintas se llenaban de los sonidos deslavazados de la tía Milieta, el tío Vicent el Moreno, el tío Pepe, el tío Cagalló, la tía Tere la Monja... Recomponía los sonidos junto a su clan y luego los interpretaba en rincones íntimos.

"Deberías grabar un disco, Botifarra", le propusieron. Él no quería. O sí. Lo grabó. Vendió 12.000 copias y, "quin desastre!" (añadirá), se convirtió hace apenas unos años en el último icono auténtico. Abarrota plazas, llena teatros y las redes regurgitan likes ante una foto suya.

¿Qué tiene Pep Botifarra que tanto seduce?, ¿qué tiene Pep Botifarra que, como un llanero ensuciado de pasado, conquista masas yendo pueblo a pueblo devolviéndoles lo que es suyo?

–Pep, perdona, ¿es verdad que no tienes teléfono móvil?
–No, no, ni internet ni nada de eso.

–Te gusta vivir tranquilo.
–Sí, pero ni así puedo del todo, pero bien, bien.

Pep Botifarra atiende por teléfono fijo de 15.15 a 16.00 en horario de invierno, porque en horario de verano el turno se adelanta una hora. Desde hace años se había dedicado a recomponer pedazos rasgados (principalmente trampillas) en las calles de su pueblo al tiempo que, al límite, en punto de no retorno, evitaba la extinción del cancionero popular y proclamaba a viva voz palabras perdidas aferradas a la tierra. Finalmente, en la dualidad, ha ganado el Pep Botifarra cantante.

–¿Cómo lo llevas?
–No me acabo de creer lo que está pasando. Sin haber estudiado música ni nada... Además a todos los conciertos viene un montón de gente joven que de repente se interesa por todas estas canciones que se estaban perdiendo.

–¿Y qué crees que has hecho para engancharles?
–Pues no conozco el secreto. Pero vienen desde niños de cinco años a abuelos de 85.

–¿Cómo reaccionan los abuelos cuando escuchan algunas de las viejas canciones que cantaban en casa o en el campo?
–Muy emocionados. Hay gente que llora, hay gente que ríe.

–¿Qué te ha impactado más en estos últimos años?
–El año pasado en Cocentaina se subieron mil niños, ¡mil!, encima del escenario a cantar conmigo la Malaguenya de Barxeta. Eso no se ve todos los días, eh.

–¿Qué es lo que mas te enorgullece de tu carrera como cantante?
–Sentir que por lo menos todo esto, todas estas canciones, no se vayan a perder el día de mañana.

Hace un par de años, en un restaurante a las puertas de la frontera de Velluters (Valencia), Pep Botifarra cenaba en la mesa de al lado y al acabar la cena él y sus hombres se levantaron, y como en un acto ritual, como un regalo tras un convite, o como si fueran a abrir fuego y a sentenciarnos ahí mismo, Pep se arrancó a cantar agarrando con su puño a todos los que le rodeábamos. Aunque hubiéramos creído que las canciones de "güelos" no eran nuestro género de cabecera, caímos estremecidos por aquella voz visceral. Sentimos que un chamán nos imponía sus manos.

Pero, ¿qué tiene Pep Botifarra que tanto seduce? Intento responder a la pregunta llamando a consultas.

Aparece Albert Montón, realizador valenciano. Hasta hace apenas unas semanas metía las cámaras alrededor de la 'revolución Botifarra' para confeccionar un documental, con destino TV3, que se emitirá en unos meses (TV3 intensifica la pesca de buenas historias en caladero valenciano). "Hubo un tiempo en el que las música brotaba de la tierra", aparece rotulado en el teaser.


"La de Pep Botifarra –plantea Montón– es una historia de resistencia, de afirmar que esto es lo mío y quiero recuperarlo. Y hacerlo de forma natural, sin resentimiento. Ése es su secreto".

–¿Cómo es la relación de Botifarra con los abuelos?
–Al principio de todo, cuando indagaba sobre las canciones, ellos le decían: ¿pero esto para qué lo quieres? Pero realmente le tienen mucho cariño, le están muy agradecidos. Siempre salíamos de cada casa con un saco de naranjas, de caquis... Y la tía Tere la Monja todavía nos espera para hacernos una paella en La Llosa.

–¿Cómo fue colocarlo delante de las cámaras?
–Cuando le plantee la idea me preguntó seriamente: ¿un documental sobre mí? Pero es como lo ves, una persona sencilla. Él no actúa, no sabe actuar. Eso sí, cuando se olvida de las cámaras, arranca y es un placer.

Armand Llàcer es el portavoz de VAM! (Valencian Music Association), el coágulo que integra varias productoras de música valenciana. Le llamo para que me desentrañe el secreto. ¿Qué tiene Josep Gimeno Montell que tanto seduce?

"Botifarra ha roto barreras. Es un ser único, con un carisma único con el que consigue meter a 3.000 personas en una plaza y hacer que un teatro se descojone entre canción y canción".

–Musicalmente, ¿cuál es su trascendencia?
–Que ha sacado del gueto una música popular habitualmente muy restringida a lo local, él la ha apartado del inmovilismo, la ha universalizado. En una actuación suya de hora y cuarto aprendes más que en medio día dentro de un museo valenciano de etnología. Encarna el cosmos de parte de la identidad valenciana.

Acabadas las consultas vuelvo a hablar con Pep Botifarra. Quiere contar una pequeña anécdota sobre unas jóvenes de Michigan.

–¿De Michigan?
–De Michigan. El otro día fui a Valencia a una tienda de discos, a Oldies, y me contaron que tres chicas de Michigan habían ido preguntando por dos nombres que tenían apuntados en un papel: Camarón y Pep Botifarra. Son cosas que son increíbles.

–De Xàtiva a Michigan, Pep.

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