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CRÍTICA DE LIBROS

Limbo
Fernández Mallo se asoma a la nada

JOSÉ MARTÍNEZ RUBIO. 17/03/2014 En el nuevo libro del referente de la nueva literatura española no sabemos si éste es más psicoanalítico que nihilista o al revés

VALENCIA. No hay suplemento literario que no deba rendirse a lo nuevo de Agustín Fernández Mallo. Sin fisuras, que en esto somos muy modernos y todos llevamos gafas. Y digo nuevo, aunque debería decir "lo de siempre". Pero es que "lo de siempre" en Fernández Mallo es lo que vamos buscando, más que para dejar que nos sorprenda, para reconocerlo en cada página.

La suya es una propuesta extraña, potente y, a pesar de todo, fundamental. Y es contradictorio todo lo que lo envuelve: de autor de culto ha pasado a éxito de ventas; de publicar en Candaya, a amontonar sus novelas bajo el sello de la ecléctica y todopoderosa Alfaguara; de un registro de superficialidades paisajísticas norteamericanas, a un descenso a lo más íntimo del ser humano: la soledad, el viaje en silencio, la búsqueda inalcanzable de lo auténtico.

Pero aun siendo extraño (véase: El justiciero de la noche modelna, en colaboración con Eloy Fernández Porta) y aun siendo viscoso (con perdón), los 8 años que median entre la aparición de Nocilla Dream (y sus réplicas: Nocilla Experience y Nocilla Lab), el remake de El hacedor de Borges, secuestrado por los abogados de la viuda Kodama, y este Limbo (Alfaguara, 2014), colocan a su autor en la categoría de imprescindibles para explicar qué está pasando con la literatura española. Imprescindible y con una base teórica explícita y muy sólida, pese a que se repita (o quizás por eso) y pese a que despierte desconcierto (o quizás por eso).

Agustín Fernández Mallo (Fot:EFE/Archivo)

DE NUEVO LAS LLANURAS DE MISURI

Limbo se dispersa en varias historias, con referentes que las conectan en algún momento, con nombres y espacios comunes, como estaciones repetidas que invitan a pensar en paralelismos o en cruces que multipliquen los significados de los relatos.

El recuerdo del tiempo amorfo de un secuestro en un apartamento de México DF, las sábanas sucias, el plato de comida y masturbarse con fruición para certificar que estamos vivos. El viaje por las llanuras de Missouri en busca del Sonido del Fin, la lectura de libros que tratan de explicarlo, la recopilación de testimonios de aquellos que han sido iluminados por la verdad. La búsqueda de la obra absoluta de dos músicos, encerrándose a solas con el talento y la frustración. El brillante físico Werner Heisenberg, que acaba fracasando en su intento de crear la bomba atómica para el régimen nazi. Como si la vida adquiriera un significado que nada tiene que ver con el que pensábamos. Repetir paisajes conocidos (desiertos, llanuras atravesadas por coches solitarios, gasolineras, moteles) son solo significantes que aparentan ser verdad, pero que en absoluto lo son.

Hay mucho de osadía y mucho de juego subjetivo como para conformarse con una primera lectura: "Cuando se cuenta un secuestro ha de contarse todo, no solo los hechos. [...] En efecto -me comunicó una noche mi cerebro- todos llevamos un psicópata dentro, normalmente se halla aletargado, es común que jamás se manifieste, y la labor que llevan a cabo los secuestradores es precisamente ésta: a través de su propia psicopatía despertar al psicópata que el secuestrado, como cualquier humano, lleva dentro, poner esa enfermedad cara a cara con la suya".

ESTÉTICA DE LA AUSENCIA O LA BÚSQUEDA DE LA NADA

Si para algo escribe Fernández Mallo, es para buscar lo absoluto, esa autenticidad mínima, incontestable, ese reducto de la verdad que debe de estar en algún lugar, bajo las apariencias de la vida. Si de algo escribe, al mismo tiempo, es de la imposibilidad de encontrarlo. Solo el dolor y el orgasmo, como síntomas de lo Real, se igualan a lo verdaderamente auténtico, la muerte. La muerte como ausencia, como vacío de significados, como el limbo que debemos descifrar mediante el lenguaje. Códigos, fórmulas, ensayos, filosofía... todo ello lucha contra el vacío, la ausencia y la muerte, que es lo único cierto.

El resto son palabras que se superponen, discursos que tejen una realidad apenas entrevista, y a la que nunca nos atreveríamos a mirar. Limbo rastrea ese momento antes del lenguaje. Como los condenados a muerte en China, que al ser ejecutados, según una cámara que registra la ejecución por nanosegundos, en el momento en que la bala toca el cráneo y comienza a introducirse, el futuro muerto abre los ojos con una expresión de vacío, y los cierra inmediatamente para morir. Ese preciso instante, el de la mirada vacía que nada ve y que nadie registra, donde aún no existe el dolor, ni tampoco vida, ni tampoco muerte, ese preciso instante es la única verdad que el lenguaje no oculta. Ni el Hombre. Ni la Historia. "Vio la muerte, pero una imagen de la muerte sino la misma muerte, el nanosegundo en que todo se termina". El Limbo en el que nada existe, apenas tránsito.

Y es en este punto donde no sabemos si Fernández Mallo es más psicoanalítico que nihilista, o al revés. O más de zapatillas Converse que de paz interior. O más de performance que de Lost in Traslation. De MTV, YouTube y Leonard Cohen, todo junto. De Lacan mezclado con raíces cuadradas. Google Maps señalando la misma realidad que crea.

Su superficialidad (lo sobrio y lo imposible) lo convertirán en profeta de su tiempo. Han bastado 8 años y 4 novelas, más el secuestro de El hacedor (de Borges), remake, y un ensayo regular de estética, Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma, para declarar que es un autor importante.

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